El sol brillaba con fuerza, bañando la antigua iglesia de madera con su cálido resplandor. Los vitrales reflejaban los colores del arco iris en el suelo empedrado, y el aire estaba lleno de una serenidad palpable. Era un día perfecto para una boda. Trinidad Muñoz estaba de pie en el umbral de la iglesia, su vestido blanco brillando a la luz del sol. Era el mismo diseño que su madre, Isabel, había dibujado para ella hace años. Cada detalle del vestido parecía cobrar vida, desde el delicado encaje hasta las pequeñas perlas que adornaban el corpiño. Trinidad parecía una visión, una novia deslumbrante lista para dar el paso más importante de su vida. El señor Andrés Muñoz, con su rostro lleno de orgullo y emoción, se acercó a su hija y le ofreció su brazo. Podía ver en ella a su hermosa esposa el día que se casaron; el vestido, elegante y sencillo a la vez, acentuaba el parecido entre su adorada hija y su difunta esposa. Trinidad lo miró emocionada y lo abrazó con amor.—No llores, papá
Al fin en ansiado día había llegado, uniría mi vida con el hombre de mis sueños, el primero y al único que había amado. Nada de lo que sucedía a mi alrededor tenía importancia, contrario a lo que siempre disponía, en mi manía de organización. Hoy mi pensamiento estaba al lado de mi gran amor. Por esto cuando tuve que montar sola en la limusina que me llevaría a sus brazos, no encontré nada raro en ello. Lo hice con trabajo, pero inmensamente feliz. Me parecía estar viviendo un cuento de hadas, donde la princesa encuentra a su príncipe disfrazado y son felices. Sonreía como una tonta mirando las fotos de ambos en mi teléfono, hasta que la voz del chofer me despertó.—Es aquí, señorita —me informó deteniéndose. Miré hacía afuera incrédula de no ver a nadie esperando por mí. Descendí ayudada por el chofer, aún sin que nadie apareciera a ayudarme o recibirme. No obstante, me llené de valor, subí las escaleras y al abrirse las puertas. ¡Estaba vacía! ¡Sí, como lo oyen, no existía un
Me responde mi mejor y única amiga casi hermana Viviana a la cual le digo de cariño Viví, al tiempo que cuelga y la mira. Sin dejar de revisar en su apretada agenda y llamar a varios números sin respuesta, hasta que decide aclararme lo que hace.—Me acaban de llamar para decirme que no ha llegado tu prometido. Estoy muy preocupada Trini. —¿Qué quieres decir? Hicimos las entrevistas. ¡Viví, tengo que casarme hoy como le dije a papá, o ya tú sabes lo que va a hacer si no lo hago! ¡No pueden dejarme plantada! ¡Mi boda tiene que suceder ésta vez!—Te precipitaste mucho Trini, te lo advertí, que no había nada confirmado, que solo había dicho de que lo iba a pensar y ahora no responde a su teléfono, ni ha llegado. Pero como siempre, nunca me escuchas. Habla Viviana que está muy bien arreglada con un impecable juego de sayas que la hace ver muy profesional. Es trigueña, hermosa, de cuerpo estilizado, con curvas de infarto, alta, no como yo, pero lo suficientemente bella, para volver lo
Termina realmente afectada y dolida Viví, y me avergüenzo de haberle dicho eso. Sé que es la única persona que me es leal en el mundo. Por lo que la abrazo y le digo.—Perdóname Viví, no quise decir eso, estoy nerviosa. Eres la única que en verdad tengo en la vida. Perdóname ¿sí? Pero no quiero decirle nada a papá, no hasta que me saque esta enorme duda que tengo en el corazón.—Está bien, pero piensa en lo que te dije. Esto que estás haciendo considero que es una locura. Además, que no ha llegado ese que dijo que lo iba a pensar, al parecer se arrepintió. Piensa que si no quieres casarte con Rigoberto, la mejor opción es confesarle todo a tu papá. Hago silencio, sé que tiene razón como siempre. Si le digo a papá todo lo que sucedió ese día de mi fallida boda, y lo que continuó después y por lo que aún sufro. Que es el principal motivo por el que apenas dejo que me visite ni lo invito a mi casa. Se echaría a llorar por no haberme sabido proteger de los enemigos. Porque aunque creo
Me he quedado escuchando sin vergüenza porque esta conversación puede que me salve. Porque Viví no ha vuelto a llamar lo que conociéndola significa que no me llamaba para avisarme que llegó mi prometido, sino de todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con desesperación. Me asombro de que yo y él estemos en la misma situación, el mismo día, a la misma hora y el mismo lugar. ¡Ambos hemos sido plantados! Esto tiene que ser una señal.—No puede ser cualquiera y lo sabes Hugo. Porque no es solo casarte, necesitas que tenga mucho dinero y te salve —sigue hablando en lo que sigo escuchando, el llamado Federico, que al parecer es su amigo y abogado. —¡Maldición! ¡Sabía que eran una trampa aquellos contratos! ¡Lo sabía! Pero me dije que debía arriesgarme por una vez, que no volvería a hacerme lo mismo, y mira. ¡La historia se repite! ¡Voy a perder todo por lo que he luchado y darle la razón a ellos! Maldijo el hombre llamado Hugo, que no se molestaba en bajar el tono de su voz
Su respuesta me dislocó, lo había dicho con mucha naturalidad, tomándome desprevenido todo aquello, no supe qué responder. Era evidente que en verdad ella había escuchado toda mi conversación. Me quedé observando intrigado a Trinidad que volvió a hablar. —Oh, disculpa, al parecer, no soy de tu estilo de mujer, ¿es eso? Si es así, perdóname, es que me urge buscar a alguien dispuesto a casarse conmigo para no hacer el ridículo ni darle el gusto a los que me hicieron esto de verme humillada en el altar —terminó de decir con una amplia sonrisa Trinidad, que me hizo mirarla embobado. ¡Era realmente hermosa! —¡No se trata de eso! Me apresuré a responder, bajando la mirada avergonzado, no sin antes notar la pequeña sonrisa de burla en sus labios por mucho que trató de disimularlo. Sabía que me había derrotado en buena lid. Cambié de color, y desvié mi mirada de ella. Me estaba presionando y no era un hombre que me dejaba manipular tan fácil. ¿Qué hacer? De seguro esta es la ún
Miré a Federico que también la estudiaba detenidamente. Él era tremendo abogado y sabía leer a las personas. Luego de un incómodo silencio en que todos nos estudiábamos. Vino a mi lado y me condujo dónde ellas no podían escucharnos, y me preguntó.—Hugo, ¿no es tu objetivo casarte con una mujer por dinero lo más rápido que puedas? ¡Ahora la oportunidad la tienes delante, vino sola a ti! —dijo Federico entusiasmado. —¿Lo crees? ¿Y por qué siento que no debo hacerlo? —pregunto mientras observo a Trinidad sonreír segura. —Hay algo en ella que me es familiar, no puedo definir qué cosa es, pero me parece conocerla de algún sitio. ¿Y si es otra trampa de Marco?—Sé lo que es, se da un aire a la difunta. También lo pude notar, pero al mismo tiempo es diferente. Recuerda que ella tenía un enorme lunar debajo de su oreja izquierda y no lo tiene. ¿Sabes que soy muy detallista?—¿Es eso? A mí no sé me parece tanto, pero no sé, hay algo en ella que no sé describir que me hace estar alerta. Aun
Realmente esa petición me había sorprendido. ¿Qué significaba ese todo? ¿Sería Trinidad de esas mujeres excéntricas con gustos extraños? Al ella separarse, al escuchar mi pregunta de sorpresa—¿Eh? ¿Qué debo hacer? —pregunté todavía sin dar crédito a lo que había escuchado.—¡Complacerme en todo sin protestar ni negarte! —repitió sonriendo y agregó. —Si no aceptas, no me caso —dijo Trinidad retrocediendo un paso para esperar por mi respuesta.—¡Trini! Piénsalo bien. La llamó Viviana, tratando de impedir que cometiera esa locura y porque ella sí podía ver la sonrisa y mirada ladina de Hugo, mientras recorría a su amiga con la vista, al parecer complacido de lo que veía y había sentido al ella pegarse a él. Lo cual en esos momentos, no sabía qué significaba ese todo. Y justo cuando iba a preguntar, vio el auto de su familia entrando y a Federico asintiendo para que aceptara.—¡De acuerdo! Respondió seguro, sin preguntar qué significaba ese todo, después lo haría, pensó. No sería difí