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4. EN LA MISMA SITUACIÓN

  Me he quedado escuchando sin vergüenza porque esta conversación puede que me salve. Porque Viví no ha vuelto a llamar lo que conociéndola significa que no me llamaba para avisarme que llegó mi prometido, sino de todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con desesperación.  Me asombro de que yo y él estemos en la misma situación, el mismo día, a la misma hora y el mismo lugar. ¡Ambos hemos sido plantados! Esto tiene que ser una señal.

—No puede ser cualquiera y lo sabes Hugo. Porque no es solo casarte, necesitas que tenga mucho dinero y te salve —sigue hablando en lo que sigo escuchando, el llamado Federico, que al parecer es su amigo y abogado. 

—¡Maldición! ¡Sabía que eran una trampa aquellos contratos! ¡Lo sabía! Pero me dije que debía arriesgarme por una vez, que no volvería a hacerme lo mismo, y mira. ¡La historia se repite!  ¡Voy a perder todo por lo que he luchado y darle la razón a ellos!

 Maldijo el hombre llamado Hugo, que no se molestaba  en bajar el tono de su voz, la cual se escuchaba muy desesperada. Por la forma en que sonaba, me imagino que le aterraban las miradas llenas de burlas y de desprecio, clavándose en él, que lo habían dejado plantado.

—Todo es exactamente como sucediera hace dos años, cuando la que decía ser tú novia se casó con tu hermano mayor, dejándote en ridículo. Te lo advertí Hugo, pero no me escuchaste, no lo hiciste y estamos otra vez aquí, exacto a aquel día. ¡Te lo dije Hugo, te lo dije!

 Insistía Federico, y cada vez la historia se volvía más a mi favor. De seguro que como yo el llamado Hugo estaba dispuesto a casarse con cualquiera. No debía perder ésta oportunidad, me alejé un poco. Solo lo suficiente para poder llamar a mi amiga y saber que estaba pasando, antes de realizar una proposición. Porque ese hombre que estaba escuchando desesperado, tenía necesidad de una mujer exactamente como yo. 

—Esto tiene que ser obra de mi hermano otra vez, no sé por qué me odia tanto. No le he hecho nada, le dejé todas las empresas de la familia, levanté la mía y sigue empeñado en destruirme. —Seguía hablando el llamado Hugo. — ¡Nunca mi abuelo debió reconocerme, nunca! ¿Qué fue lo que le hice, eh? Puede que no me acuerde de eso que dice, pero lo dejé al frente de todo, ¡de todo! ¿Qué más quiere? Le he asegurado y firmado que no quiero nada de su familia y aún así, sigue atacándome. 

—Te envidia porque tu has hecho lo que él no, tu abuelo te admira y defiende. Deja ver si encuentro algo, vete a calmarte y no me hagas perder el tiempo que es oro.

  Ahora mismo Hugo sentía que la oscuridad y la desesperación se lo tragaban. Siempre que creía que había escapado de las garras de su hermano, lo atrapaba. No le bastó con llevar a la muerte al amor de su vida, sino que lo sigue torturando, y poniéndolo en ridículo, sobre todo al casarse hacía dos años el mismo día, en su misma boda con la que decía que era su prometida y lo había dejado plantado delante de todos.  Unas gotas fuertes de sudor iniciaron a rodar por su frente. Había comenzado a pasearse de un lugar a otro sin saber qué hacer, salió de la carpa porque sentía que se ahogaba maldiciendo una y otra vez. 

   

 Veo la silueta del llamado Hugo y que he estado escuchando pasar por mi lado rumbo a la playa. ¡Esto tiene que ser una señal!  Pienso poniéndome de pie, no puedo perder esta oportunidad. Deja llamar a Viví para ver si en verdad me dejaron plantada. Oh, parece que no hace falta, ¿habrá llegado mi prometido que viene corriendo?  No, me dejaron plantada, por el sonido de su voz, sé lo que me va a decir    

—¡Trini, Trini…!  

—Suss… Lo sé 

 La interrumpo para evitarle el disgusto. Tiene razón, esto que hice fue una locura. No sé porque me imaginé, que existirían cientos de hombres dispuestos a casarse por dinero.  

—¿Lo sabes? ¿Y qué vamos a hacer? —pregunta ansiosamente. — ¡Te juro Trini que no sabía que era Esteban!  

—No hay problemas, si él cree que me va a afectar eso, está muy equivocado, ya me las cobraré más tarde —le digo en lo que me decido a avanzar rumbo por donde pasó el llamado Hugo. Esta oportunidad no la perderé.   

—Pero tu papá llamó para preguntar si era segura la boda, creo que se ha esparcido el rumor de las entrevistas. —Sigue explicando Viví en lo que camina a mi lado. —Opino que todo es obra de Rigoberto, que me ha llamado un montón de veces averiguando si es verdad lo de las entrevistas y la boda. Tenemos que hacer algo, tu papá dijo que venía saliendo ya —insistía Viviana siguiendo mi mirada que ya había localizado a Hugo. —¿Quién es él? —preguntó intrigada.     

 Sin responder, comencé a caminar rumbo a donde se encontraba Hugo, tirando piedras al mar furioso. Pensé que esto no podía ser una mera coincidencia. Se llamaba igual que mi fallecido prometido, y se encontraba en la misma  situación que yo. Sí eso no era una señal de que Dios existe y me estaba ayudando, no sabía que lo fuera, o quizás era el mismo Hugo que me lo había enviado. Por lo que decidida me dirigí a donde la silueta borrosa del hombre estaba. 

—Disculpe, señor   

 Hugo se dio la vuelta para encontrarse conmigo, mientras giraba su cabeza para cerciorarse si era con él, que hablaba. Al darse cuenta de que sí, que era a él a quien le hablaba, respondió.    

—¿Conmigo?  

—Sí —contesté con voz firme y clara. Tomé aire y sin más le pregunté directo, no había tiempo para rodeos y dudas. — ¿Podrías casarte conmigo? 

Hugo se quedó mirándome fijamente, realmente sorprendido de que le hiciera esa pregunta. Me observó curioso, lo dejé porque sé que soy  verdaderamente hermosa, de esas que le quitan el aliento a cualquier hombre. De seguro se estaba preguntando, ¿qué hacía una mujer como yo, pidiéndole a un extraño que se casara con ella? No lo interrumpí, me dejé observar pacientemente. Viviana vino corriendo a mi lado, temiendo que cometiera una locura, me conocía muy bien, y por ello murmuró. 

—¿Qué haces, Trini?

—A él lo dejaron plantado igual que a mí. —Le expliqué y le pregunté. —¿Cómo es? ¿Es hermoso?

—¡Sí, es muy hermoso! Trini me parece que lo conozco de algún lugar, pero no sé decirte de cuál. —Siguió hablando Viviana bajo, sin dejar de observar a Hugo.

—Descríbelo para mí —le pedí

—Rubio, de rasgos casi perfectos, sus gruesas y bien definidas cejas, enmarcan sus increíbles ojos azules —susurraba Viviana a mi oído. Por la forma que lo hace al parecer es todo un ejemplar. —Tiene la nariz perfilada, y labios finos. En realidad, es un hombre que parece que lo hicieron con esmero, por lo bien formado de su cuerpo, y no parece pobre, porque su traje es impecable y de la mejor calidad. 

—¡Es guapo, así como lo describes! —exclamé.

—¡Mucho! ¿Qué le preguntaste?

—Le pregunté si quiere casarse conmigo. 

—¡Trini! ¿Estás loca? ¡No sabemos quién puede ser! 

—Viví, es un extraño como otro cualquiera. ¿Crees que me aceptará? 

 Pregunté sintiendo, como la observaba. Y después de escuchar la descripción que me hizo Viviana, me entró la duda de si un hombre como ese, aunque estuviera en esa situación, aceptaría casarse con una extraña.

—Trini, a todos les exigí que me mandaran su biografía y los investigué. De este hombre no sabemos nada. —Seguía susurrando Viví, en mi oído realmente preocupada.    

 Hugo nos observaba ahora curioso. Sé que soy muy hermosa, aunque no podía ver mis ojos detrás de los espejuelos oscuros, al parecer mi fino rostro y el pequeño estremecimiento de mis labios, hizo que se fijara más en mí. No lo niego, después de saber como es, estoy algo nerviosa, quizás sea verdad lo que dice mi amiga, que no sabemos nada de él y a lo mejor es peor que Rigoberto, pero no soy alguien que me eche para atrás después de dar un paso como ese. 

 Él seguía observándome cuidadosamente. ¡Debí vestirme mejor! Pensé, me había puesto una simple blusa amarilla, aunque el diseño acentuaba mi hermosa complexión esbelta y bien formada, una saya larga y amplia ocultaba mi figura. ¡Diantres! ¿Por qué tuve que ponerme esta ropa precisamente hoy que necesito demostrar que soy una mujer adinerada? 

 Sin embargo, soy bella, ese mérito nadie me lo puede quitar sin importar la ropa que lleve. El llamado Hugo, guardaba silencio creo que incrédulo, mirando como conversábamos entre nosotras. Al escuchar que no me contestaba, decidí  repetir la pregunta.   

—¿Te preguntaba, si puedes hacerme el favor de casarte conmigo? —Traté de que sonara lo más convincente posible, porque en realidad se notaba que desconfiaba de nosotras.    

 Hasta ese momento Hugo, aunque había entendido bien mi pregunta, estaba medio aturdido opino, ja, ja, ja…, de seguro jamás se imaginó una situación como esta. Más con todo lo que le está pasando, no puede creer que le esté pidiendo eso.  

—¿Me estás haciendo esa pregunta en serio? —preguntó.

—Disculpa, no he podido dejar de escuchar la discusión con tu amigo Federico hace un momento. Tienes que casarte urgente, para ser exactos en menos de una hora, ¿verdad? —le dije para que supiera que sabía todo el asunto en que estaba envuelto y evitar una engorrosa discusión y acorralarlo.     

 Hugo abrió la boca queriendo decir algo, al parecer yo lo intimidaba por alguna razón. Debía sentir en estos momentos al saber que yo había escuchado todo, muy humillado, al tiempo que su angustia crecía más y más, al ver como algunos invitados suyos comenzaron a llegar. Sin esperar a que respondiera, seguí hablando.  

—Tú, me has caído del cielo, no te sientas apenado. Estoy en la misma situación, el que debía casarse conmigo, me acaba de llamar para decirme que no lo hará. ¿Por qué no lo hacemos entre nosotros y nos salvamos los dos? 

 Le mencioné este hecho para que se relajara y se diera cuenta del por qué le hacía tal proposición, era que ambos habíamos sido plantados y nos necesitábamos mutuamente para salir de esto.   

 Hugo me miró ahora con curiosidad y realmente interesado. Le había hecho la propuesta, como si estuviéramos sentados en una mesa de trabajo cerrando un negocio. Y no como si le estuviera pidiendo que se casara conmigo, fue algo que de seguro le llamó la atención, por la forma en que me miraba. 

 De seguro sabe que la boda es uno de los acontecimientos más importantes en la vida de una mujer y yo le estaba proponiendo sin pizca de emoción que lo hiciera conmigo. Se acercó unos pasos, para acortar la distancia entre los dos. Podía ver como se preguntaba, ¿quién diablos es esta mujer, que me pide eso con tanta frialdad? En lo que terminó de acercarse viendo como no me había movido de mi lugar.  

—Umm…, ¿es una broma de ustedes dos? ¿Verdad? —preguntó. — Si no lo es, me parece que una mujer no debería hacerle una proposición a un hombre que no conoce de esa índole. —Dijo en un tono muy serio. 

—Por lo que escuché, tampoco conocías con quién te ibas a casar y mandaste a tu amigo a buscar a cualquier mujer —repliqué muy seria también, estaba ahora decidida a casarme con este hombre sin importar quien fuera, y en discusiones de negocios, no había quien me ganara. —Yo tampoco conocía al hombre con quien me iba a casar. ¿Qué diferencia hay, que lo hagamos entre nosotros sin conocernos?  Así que respóndeme si te interesa mi oferta, ¿quieres casarte conmigo?

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