Me he quedado escuchando sin vergüenza porque esta conversación puede que me salve. Porque Viví no ha vuelto a llamar lo que conociéndola significa que no me llamaba para avisarme que llegó mi prometido, sino de todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con desesperación. Me asombro de que yo y él estemos en la misma situación, el mismo día, a la misma hora y el mismo lugar. ¡Ambos hemos sido plantados! Esto tiene que ser una señal.
—No puede ser cualquiera y lo sabes Hugo. Porque no es solo casarte, necesitas que tenga mucho dinero y te salve —sigue hablando en lo que sigo escuchando, el llamado Federico, que al parecer es su amigo y abogado. —¡Maldición! ¡Sabía que eran una trampa aquellos contratos! ¡Lo sabía! Pero me dije que debía arriesgarme por una vez, que no volvería a hacerme lo mismo, y mira. ¡La historia se repite! ¡Voy a perder todo por lo que he luchado y darle la razón a ellos! Maldijo el hombre llamado Hugo, que no se molestaba en bajar el tono de su voz, la cual se escuchaba muy desesperada. Por la forma en que sonaba, me imagino que le aterraban las miradas llenas de burlas y de desprecio, clavándose en él, que lo habían dejado plantado.—Todo es exactamente como sucediera hace dos años, cuando la que decía ser tú novia se casó con tu hermano mayor, dejándote en ridículo. Te lo advertí Hugo, pero no me escuchaste, no lo hiciste y estamos otra vez aquí, exacto a aquel día. ¡Te lo dije Hugo, te lo dije! Insistía Federico, y cada vez la historia se volvía más a mi favor. De seguro que como yo el llamado Hugo estaba dispuesto a casarse con cualquiera. No debía perder ésta oportunidad, me alejé un poco. Solo lo suficiente para poder llamar a mi amiga y saber que estaba pasando, antes de realizar una proposición. Porque ese hombre que estaba escuchando desesperado, tenía necesidad de una mujer exactamente como yo. —Esto tiene que ser obra de mi hermano otra vez, no sé por qué me odia tanto. No le he hecho nada, le dejé todas las empresas de la familia, levanté la mía y sigue empeñado en destruirme. —Seguía hablando el llamado Hugo. — ¡Nunca mi abuelo debió reconocerme, nunca! ¿Qué fue lo que le hice, eh? Puede que no me acuerde de eso que dice, pero lo dejé al frente de todo, ¡de todo! ¿Qué más quiere? Le he asegurado y firmado que no quiero nada de su familia y aún así, sigue atacándome. —Te envidia porque tu has hecho lo que él no, tu abuelo te admira y defiende. Deja ver si encuentro algo, vete a calmarte y no me hagas perder el tiempo que es oro. Ahora mismo Hugo sentía que la oscuridad y la desesperación se lo tragaban. Siempre que creía que había escapado de las garras de su hermano, lo atrapaba. No le bastó con llevar a la muerte al amor de su vida, sino que lo sigue torturando, y poniéndolo en ridículo, sobre todo al casarse hacía dos años el mismo día, en su misma boda con la que decía que era su prometida y lo había dejado plantado delante de todos. Unas gotas fuertes de sudor iniciaron a rodar por su frente. Había comenzado a pasearse de un lugar a otro sin saber qué hacer, salió de la carpa porque sentía que se ahogaba maldiciendo una y otra vez. Veo la silueta del llamado Hugo y que he estado escuchando pasar por mi lado rumbo a la playa. ¡Esto tiene que ser una señal! Pienso poniéndome de pie, no puedo perder esta oportunidad. Deja llamar a Viví para ver si en verdad me dejaron plantada. Oh, parece que no hace falta, ¿habrá llegado mi prometido que viene corriendo? No, me dejaron plantada, por el sonido de su voz, sé lo que me va a decir —¡Trini, Trini…! —Suss… Lo sé La interrumpo para evitarle el disgusto. Tiene razón, esto que hice fue una locura. No sé porque me imaginé, que existirían cientos de hombres dispuestos a casarse por dinero. —¿Lo sabes? ¿Y qué vamos a hacer? —pregunta ansiosamente. — ¡Te juro Trini que no sabía que era Esteban! —No hay problemas, si él cree que me va a afectar eso, está muy equivocado, ya me las cobraré más tarde —le digo en lo que me decido a avanzar rumbo por donde pasó el llamado Hugo. Esta oportunidad no la perderé. —Pero tu papá llamó para preguntar si era segura la boda, creo que se ha esparcido el rumor de las entrevistas. —Sigue explicando Viví en lo que camina a mi lado. —Opino que todo es obra de Rigoberto, que me ha llamado un montón de veces averiguando si es verdad lo de las entrevistas y la boda. Tenemos que hacer algo, tu papá dijo que venía saliendo ya —insistía Viviana siguiendo mi mirada que ya había localizado a Hugo. —¿Quién es él? —preguntó intrigada. Sin responder, comencé a caminar rumbo a donde se encontraba Hugo, tirando piedras al mar furioso. Pensé que esto no podía ser una mera coincidencia. Se llamaba igual que mi fallecido prometido, y se encontraba en la misma situación que yo. Sí eso no era una señal de que Dios existe y me estaba ayudando, no sabía que lo fuera, o quizás era el mismo Hugo que me lo había enviado. Por lo que decidida me dirigí a donde la silueta borrosa del hombre estaba. —Disculpe, señor Hugo se dio la vuelta para encontrarse conmigo, mientras giraba su cabeza para cerciorarse si era con él, que hablaba. Al darse cuenta de que sí, que era a él a quien le hablaba, respondió. —¿Conmigo? —Sí —contesté con voz firme y clara. Tomé aire y sin más le pregunté directo, no había tiempo para rodeos y dudas. — ¿Podrías casarte conmigo? Hugo se quedó mirándome fijamente, realmente sorprendido de que le hiciera esa pregunta. Me observó curioso, lo dejé porque sé que soy verdaderamente hermosa, de esas que le quitan el aliento a cualquier hombre. De seguro se estaba preguntando, ¿qué hacía una mujer como yo, pidiéndole a un extraño que se casara con ella? No lo interrumpí, me dejé observar pacientemente. Viviana vino corriendo a mi lado, temiendo que cometiera una locura, me conocía muy bien, y por ello murmuró. —¿Qué haces, Trini?—A él lo dejaron plantado igual que a mí. —Le expliqué y le pregunté. —¿Cómo es? ¿Es hermoso?—¡Sí, es muy hermoso! Trini me parece que lo conozco de algún lugar, pero no sé decirte de cuál. —Siguió hablando Viviana bajo, sin dejar de observar a Hugo.—Descríbelo para mí —le pedí—Rubio, de rasgos casi perfectos, sus gruesas y bien definidas cejas, enmarcan sus increíbles ojos azules —susurraba Viviana a mi oído. Por la forma que lo hace al parecer es todo un ejemplar. —Tiene la nariz perfilada, y labios finos. En realidad, es un hombre que parece que lo hicieron con esmero, por lo bien formado de su cuerpo, y no parece pobre, porque su traje es impecable y de la mejor calidad. —¡Es guapo, así como lo describes! —exclamé.—¡Mucho! ¿Qué le preguntaste?—Le pregunté si quiere casarse conmigo. —¡Trini! ¿Estás loca? ¡No sabemos quién puede ser! —Viví, es un extraño como otro cualquiera. ¿Crees que me aceptará? Pregunté sintiendo, como la observaba. Y después de escuchar la descripción que me hizo Viviana, me entró la duda de si un hombre como ese, aunque estuviera en esa situación, aceptaría casarse con una extraña.—Trini, a todos les exigí que me mandaran su biografía y los investigué. De este hombre no sabemos nada. —Seguía susurrando Viví, en mi oído realmente preocupada. Hugo nos observaba ahora curioso. Sé que soy muy hermosa, aunque no podía ver mis ojos detrás de los espejuelos oscuros, al parecer mi fino rostro y el pequeño estremecimiento de mis labios, hizo que se fijara más en mí. No lo niego, después de saber como es, estoy algo nerviosa, quizás sea verdad lo que dice mi amiga, que no sabemos nada de él y a lo mejor es peor que Rigoberto, pero no soy alguien que me eche para atrás después de dar un paso como ese. Él seguía observándome cuidadosamente. ¡Debí vestirme mejor! Pensé, me había puesto una simple blusa amarilla, aunque el diseño acentuaba mi hermosa complexión esbelta y bien formada, una saya larga y amplia ocultaba mi figura. ¡Diantres! ¿Por qué tuve que ponerme esta ropa precisamente hoy que necesito demostrar que soy una mujer adinerada? Sin embargo, soy bella, ese mérito nadie me lo puede quitar sin importar la ropa que lleve. El llamado Hugo, guardaba silencio creo que incrédulo, mirando como conversábamos entre nosotras. Al escuchar que no me contestaba, decidí repetir la pregunta. —¿Te preguntaba, si puedes hacerme el favor de casarte conmigo? —Traté de que sonara lo más convincente posible, porque en realidad se notaba que desconfiaba de nosotras. Hasta ese momento Hugo, aunque había entendido bien mi pregunta, estaba medio aturdido opino, ja, ja, ja…, de seguro jamás se imaginó una situación como esta. Más con todo lo que le está pasando, no puede creer que le esté pidiendo eso. —¿Me estás haciendo esa pregunta en serio? —preguntó.—Disculpa, no he podido dejar de escuchar la discusión con tu amigo Federico hace un momento. Tienes que casarte urgente, para ser exactos en menos de una hora, ¿verdad? —le dije para que supiera que sabía todo el asunto en que estaba envuelto y evitar una engorrosa discusión y acorralarlo. Hugo abrió la boca queriendo decir algo, al parecer yo lo intimidaba por alguna razón. Debía sentir en estos momentos al saber que yo había escuchado todo, muy humillado, al tiempo que su angustia crecía más y más, al ver como algunos invitados suyos comenzaron a llegar. Sin esperar a que respondiera, seguí hablando. —Tú, me has caído del cielo, no te sientas apenado. Estoy en la misma situación, el que debía casarse conmigo, me acaba de llamar para decirme que no lo hará. ¿Por qué no lo hacemos entre nosotros y nos salvamos los dos? Le mencioné este hecho para que se relajara y se diera cuenta del por qué le hacía tal proposición, era que ambos habíamos sido plantados y nos necesitábamos mutuamente para salir de esto. Hugo me miró ahora con curiosidad y realmente interesado. Le había hecho la propuesta, como si estuviéramos sentados en una mesa de trabajo cerrando un negocio. Y no como si le estuviera pidiendo que se casara conmigo, fue algo que de seguro le llamó la atención, por la forma en que me miraba. De seguro sabe que la boda es uno de los acontecimientos más importantes en la vida de una mujer y yo le estaba proponiendo sin pizca de emoción que lo hiciera conmigo. Se acercó unos pasos, para acortar la distancia entre los dos. Podía ver como se preguntaba, ¿quién diablos es esta mujer, que me pide eso con tanta frialdad? En lo que terminó de acercarse viendo como no me había movido de mi lugar. —Umm…, ¿es una broma de ustedes dos? ¿Verdad? —preguntó. — Si no lo es, me parece que una mujer no debería hacerle una proposición a un hombre que no conoce de esa índole. —Dijo en un tono muy serio. —Por lo que escuché, tampoco conocías con quién te ibas a casar y mandaste a tu amigo a buscar a cualquier mujer —repliqué muy seria también, estaba ahora decidida a casarme con este hombre sin importar quien fuera, y en discusiones de negocios, no había quien me ganara. —Yo tampoco conocía al hombre con quien me iba a casar. ¿Qué diferencia hay, que lo hagamos entre nosotros sin conocernos? Así que respóndeme si te interesa mi oferta, ¿quieres casarte conmigo?Su respuesta me dislocó, lo había dicho con mucha naturalidad, tomándome desprevenido todo aquello, no supe qué responder. Era evidente que en verdad ella había escuchado toda mi conversación. Me quedé observando intrigado a Trinidad que volvió a hablar. —Oh, disculpa, al parecer, no soy de tu estilo de mujer, ¿es eso? Si es así, perdóname, es que me urge buscar a alguien dispuesto a casarse conmigo para no hacer el ridículo ni darle el gusto a los que me hicieron esto de verme humillada en el altar —terminó de decir con una amplia sonrisa Trinidad, que me hizo mirarla embobado. ¡Era realmente hermosa! —¡No se trata de eso! Me apresuré a responder, bajando la mirada avergonzado, no sin antes notar la pequeña sonrisa de burla en sus labios por mucho que trató de disimularlo. Sabía que me había derrotado en buena lid. Cambié de color, y desvié mi mirada de ella. Me estaba presionando y no era un hombre que me dejaba manipular tan fácil. ¿Qué hacer? De seguro esta es la ún
Miré a Federico que también la estudiaba detenidamente. Él era tremendo abogado y sabía leer a las personas. Luego de un incómodo silencio en que todos nos estudiábamos. Vino a mi lado y me condujo dónde ellas no podían escucharnos, y me preguntó.—Hugo, ¿no es tu objetivo casarte con una mujer por dinero lo más rápido que puedas? ¡Ahora la oportunidad la tienes delante, vino sola a ti! —dijo Federico entusiasmado. —¿Lo crees? ¿Y por qué siento que no debo hacerlo? —pregunto mientras observo a Trinidad sonreír segura. —Hay algo en ella que me es familiar, no puedo definir qué cosa es, pero me parece conocerla de algún sitio. ¿Y si es otra trampa de Marco?—Sé lo que es, se da un aire a la difunta. También lo pude notar, pero al mismo tiempo es diferente. Recuerda que ella tenía un enorme lunar debajo de su oreja izquierda y no lo tiene. ¿Sabes que soy muy detallista?—¿Es eso? A mí no sé me parece tanto, pero no sé, hay algo en ella que no sé describir que me hace estar alerta. Aun
Realmente esa petición me había sorprendido. ¿Qué significaba ese todo? ¿Sería Trinidad de esas mujeres excéntricas con gustos extraños? Al ella separarse, al escuchar mi pregunta de sorpresa—¿Eh? ¿Qué debo hacer? —pregunté todavía sin dar crédito a lo que había escuchado.—¡Complacerme en todo sin protestar ni negarte! —repitió sonriendo y agregó. —Si no aceptas, no me caso —dijo Trinidad retrocediendo un paso para esperar por mi respuesta.—¡Trini! Piénsalo bien. La llamó Viviana, tratando de impedir que cometiera esa locura y porque ella sí podía ver la sonrisa y mirada ladina de Hugo, mientras recorría a su amiga con la vista, al parecer complacido de lo que veía y había sentido al ella pegarse a él. Lo cual en esos momentos, no sabía qué significaba ese todo. Y justo cuando iba a preguntar, vio el auto de su familia entrando y a Federico asintiendo para que aceptara.—¡De acuerdo! Respondió seguro, sin preguntar qué significaba ese todo, después lo haría, pensó. No sería difí
Trinidad, encontró lógica su preocupación. Tocó a Viviana que los miró muy seria, todavía no estaba convencida de que eso era lo correcto. Y hasta estaba pensando que a lo mejor en verdad Hugo se iba a casar con su amiga sin aceptar dinero, solo para no pasar la vergüenza de que lo dejaran plantado, delante de toda su familia y amistades. Pero no era así, ¡era por interés!—Viví, transfiere el dinero que te diga en este mismo instante mi prometido el señor Hugo…—Hugo Fuentes —se apresuró a contestar Federico, sin todavía creer lo que escuchaba. —¿Está segura que tiene la cantidad que necesita mi amigo?—Viví, haz lo que te dije —ordenó Trinidad haciendo caso omiso de la pregunta que le formulara Federico.—Sí, Trini. — Contestó Viviana, se giró para Federico y preguntó. —¿Cuánto es? Aunque opino que debes darle la mitad ahora y la otra cuando se casen. Quiso asegurarse de que no eran unos estafadores y que todo esto fuera un burda mentira para engañar a su amiga. No serían los prim
Hugo la miró por un momento. Hasta poco Trinidad se comportaba como una mujer segura de sí misma. Pero justo ahora ella era todo menos eso. Sus manos le sudaban y estaban muy frías. También, a pesar del velo, por su cercanía podía ver como su labio inferior se estremecía. Ella estaba en verdad muy nerviosa.—De acuerdo, prometí que haría todo lo que me pidiera. Lo cumpliré al pie de la letra, no se preocupe. —Contestó tratando de darle aliento, no quería que se fuera a arrepentir en el último instante.—Otra cosa señor Hugo —habló ella y otra vez pudo ver que dudaba— no me levante el velo, no quiero que nadie sepa como soy. Es algo que oculto de todos, le explicaré el por qué un día. ¿Le molesta?—No me molesta. No le niego que me gustaría mostrar a todos su belleza, pero la complaceré como acabo de aceptar en el contrato en todo. Ahora venga, tome mi brazo y vamos. Ah, y no olvide que debemos tratarnos de tú, Trini.—¿Trini?—¿No puedo llamarla así como su amiga?—Está bien, yo le di
El señor Muñóz, miró fijamente a su hija que bajó algo avergonzada la mirada ante la suya, la hizo levantar la cabeza por la barbilla y mirándola a los ojos afirmó.—Todo lo que hay allí te pertenece hija, lo sabes. Nunca dejaré que nadie que no seas tú toque las pertenencias de tu madre.—Está bien papá, disculpa. Es que no sabes lo que me molestan esas dos, que te engañan todo el tiempo. Hoy es mi boda, y quiero pasarla bien, gracias por venir.—¡No me perdería por nada este día! Solo que me gustaría que todos supieran que eres mi adorada hija.—Papá…—De acuerdo, pero promete que un día te casarás por la iglesia y yo podré llevarte como hoy de mi brazo y anunciando al mundo que eres mi única y adorada hija.—De acuerdo, ahora vamos. No olvides dar pasos cortos.—Sí, no me he olvidado de cuando entré con tu madre. Ella no dijo nada, observa lo emocionado que está y se promete algún día darle ese regalo. Por ahora se conforma que está aquí a su lado. La marcha nupcial comenzó a toc
Al otro día, Trinidad y Hugo se dieron cuenta que ambos habían bebido tanto, que se quedaron dormidos vestidos, abrazados uno al lado del otro en la cama. Se separaron despacio apenados. —Señor Fuentes —habló Trinidad sentada en la cama de espaldas a Hugo. Tratándolo de usted, para delimitar su relación a una muy respetuosa. — Tome esta tarjeta y vaya a resolver todos sus asuntos, tiene saldo ilimitado. No se preocupe por mí, yo también tengo que ocuparme de algunos asuntos personales.Hugo la miró fijamente y se levantó tratando de arreglar lo más que podía su saco. Luego de tomar todas sus cosas le dijo.—No hace falta que me des esa tarjeta Trinidad —siguió tratándola de tú, no quería perder eso. —Ya me las arreglaré con lo que me enviaste ayer. Y no quiero que me trates de usted, prefiero que sigamos como ayer, se siente más la relación y podremos convencer a todos de que nos conocemos de hace tiempo. Estaba realmente desesperado por ir a su trabajo y ver si Federico había sid
Luego de despedirse la noche anterior de su hija que bailaba abrazada de Hugo en la boda. Le pide a su chofer que lo regrese a su casa. No le importa como haya hecho que ella al fin se case, lo importante es que lo hizo y eso lo llena de felicidad. Hacían una buena pareja, se dice mientras sonríe.—Manuel, ¿lograste averiguar dónde estuvo mi hija estos años que desapareció?—Todavía señor, es como si se las hubiese tragado la tierra. Ni siquiera he podido encontrar de dónde se mantenían. Durante todo ese tiempo no utilizaron ni ella ni Viviana las tarjetas que usted les dio cuando fueron a estudiar. —Sigo pensando que algo me oculta Trini, no sé explicarlo, es una extraña sensación. Cuando estoy a su lado es mi hija y al mismo tiempo no. ¡Ha cambiado hasta la manera en que se mueve! Algo le pasó a mi Trini que no quiere decirme. Asegura mientras se pasa la mano por la frente, recordando cómo ella le apretaba el brazo al ir a bajar el escalón de la entrada y luego esa manera de des