Para Máximo Fuentes el honor de la familia había sido lo más importante en su vida. Por lo cual se casó con una señorita de la alta sociedad a la que no amaba, abandonando a la mujer que adoraba. Y como tal sentía que todos los hombres en su familia debían hacer tal sacrificio. Por suerte o desgracia había tenido tres cuatro varones. A los cuales les exigía ese comportamiento. Los tres mayores se casaron con quien él escogió, no así su hijo menor Humberto. Éste estaba locamente enamorado de Maritza, una chica muy hermosa hija de una familia de clase media.—¡Tienes que dejarla o te desheredo! — le había exigido a su hijo. Como respuesta Humberto sin decir una sola palabra se había puesto de pie y tirado encima del buró de su padre, todos sus documentos y tarjetas bancarias y había desaparecido de la faz de la tierra. Dejando a la esposa que él le había impuesto, embarazada de Marco. Por más de diecinueve años lo buscó con ahínco, hasta esa noche fatídica en que lo llamaron en medio
Después de escuchar el informe del detective, que contrató para investigar lo que estaba pasando en la empresa de su esposo. Había acompañado a Viviana a ver las nuevas oficinas que había comprado para que Hugo creyera que trabajaba allí en diseño industrial.—Trini, no podemos escoger diseño industrial. ¿Cómo vas a dibujar?—De acuerdo, ¿qué se te ocurre?—No lo sé, ¿qué tal si en verdad empezamos un negocio diferente al que hacemos en tu empresa? Siempre he soñado con tener mi propia empresa como tú. —¿Quieres que la ponga a tu nombre? —¡No he dicho eso!—Sí, eso haremos, será mi regalo. Siempre he querido hacer algo por ti y no me dejas, dime cual es tu sueño, lo haré realidad.—¡Trini! —gritó deteniéndola—, dije que la quiero hacer yo, no que me la regales, gracias, pero no puedo aceptar. Y menos ahora en tu condición.—Viví, en serio quiero que seas feliz haciendo lo que te gusta, estoy consciente que estudiaste lo mismo que yo porque casi te obligué. —Me gusta Trini, en ver
Después que se marchara Rigoberto derrotado. Trinidad decidió ir a la casa de sus padres. Tenía la esperanza que a esa hora no estuvieran ni Leviña, ni Valeria. Para poder moverse sin problemas por dentro de ella del brazo de su padre. No obstante, apenas abrió la puerta escuchó las voces chillonas de ambas.—¡Qué desgracia! Murmuró aguantando el brazo de Viviana, colocó sus espejuelos negros y avanzó hasta el centro del salón donde Leviña intentaba impedir que los trabajadores que había enviado su esposo realizaran su trabajo.—Señora Leviña, el señor nos ordenó acomodar lo del cuarto de la señora Isabel para mandarlo a la casa de su hija.—¡Qué venga ella! ¡De aquí no se mueve nada si no viene en persona a sacarlo! ¿Quién me garantiza que no se vaya a perder las joyas valiosas que hay dentro de ese cuarto?—Señora, ¿nos está diciendo ladrones?—¡Tómelo como más le plazca! Pero de aquí no sale nada, ¡nada!—De aquí va a salir todo —dijo Trinidad detrás de ella que saltó asustada— v
Trinidad llevaba mucho tiempo sin apenas ver, el fuego en la iglesia el día de su boda le habían provocado por ella no querer tratarse a tiempo cicatrices en la córnea que con una simple operación se hubiesen resuelto. Pero Trinidad al comenzar a sentir la disminución de su vista no dijo nada. Estaba tan decepcionada de la vida que se había convencido de que era la mejor manera para ella soportar vivir mientras su amado estaba debajo de la tierra. Según pasaba el tiempo había perdido casi por completo la visión, y ahora con este golpe, parecía que lo había hecho. Al regresar a la consulta guiada por Hugo y ser abrazada por un emocionado y entristecido señor Muñóz lo supo. ¡La había descubierto!—Todo va a estar bien Trini, todo va a estar bien.—Papá…—¿Papá? —preguntó Hugo sorprendido. ¿Por qué ella le decía papá al amigo de su padre? ¿Qué era lo que se le estaba escapando o ellos le estaban ocultando? No hizo preguntas, los siguió al interior de la consulta y se mantuvo de pie d
Hugo se despide con un suave beso en los labios de Trinidad y ve cuando la introducen al salón de operaciones. Gira despacio y camina hacia dónde Federico se ha mantenido a distancia en silencio. Todavía no sabe lo que le sucedió a su esposa, pero debe haber sido algo muy serio como para que se quede ciega. ¿O es que ya lo es? No se le olvida las sospechas que tiene desde al otro día de casarse. La manera tan comedida con que ella se mueve, como si contara los pasos. Su forma de recorrer su pecho con sus manos hasta encontrar el bolsillo de su saco.—Hugo, ¿qué le pasó a Trinidad? Lo saca de sus pensamientos Federico. Ha estado arreglando todo el enredo que se armó en su oficina, al ellos salir de esa manera. Mueve la cabeza y sube sus hombros indicando que no sabe. Corrió a donde le hacían la prueba a su esposa sin comprender a cabalidad lo que sucedía.—Lo único que sé, es que se golpeó la cabeza y puede que se quede ciega.—¡¿Ciega?!—No es nada seguro, pero el doctor está muy p
El señor Muñóz está realmente sorprendido de como Hugo habla con vehemencia de su hija. Sin embargo, hay algo que lo intriga y a los ojos expertos de un abogado como él, no se le escapaba. Algo ocultaban esos dos, pero no era el momento de romper su relación. Después de todo, así se había quitado a Rigoberto, a Leviña y Valeria de arriba. Hugo a pesar de ser un hijo bastardo, estaba muy claro que era muy capaz de forjarse su propio camino. El solo hecho de que no supiera de quién era su hija y había acudido al llamado de ella para contraer matrimonio a pesar de todo, decía mucho del tipo de hombre que era. Por lo que decidió no insistir en el asunto.—Hugo, perdona mi interrogatorio. Quería asegurarme que mi hija se casó con el hombre correcto —le dijo extendiendo su mano que Hugo apretó soltando todo su aire. —En cuanto al accidente, no fue tu familia. Se cayó en mi casa y se golpeó con una mesa, eso fue.—¿En serio? ¿Pero qué tipo de caída tan aparatosa fue esa que puede dejarla ci
Cuando Trinidad despertó le dolía todo y tenía su cabeza incluyendo los ojos vendados. Estaba desorientada y sólo los sollozos de alguien a su lado escuchó. Movió la mano a la cual sintió llena de agujas provocándole un gran dolor, que hizo que se quejara, para al momento sentir que la persona que lloraba a su lado, venía corriendo a su lado.—Trini hija, Trini. ¡Doctor, al fin despertó! ¡Doctor, enfermera, señor Muñóz…!Escuchó la voz emocionada de su nana, seguida de muchos pasos de personas entrando a su habitación. Hasta que unas manos conocidas que atraparon las suyas la hicieron sentir segura. De un lado, las de su padre, del otro las de su esposo, en una pierna las de Viviana y en la otra las de su nana. Todos la acariciaban y le infundía paz, tranquilidad y amor.—Por favor, sepárense de ella —se escuchó una voz desconocida— dejen que la revise. Todos menos su padre lo hicieron, porque ella lo apretó con fuerza impidiendo que se alejara.—Estaré aquí, Trini.—Puede quedarse
Está junto a Leviña en una sala de espera del hospital, los guardias de seguridad no han dejado que entre en el área privada. No puede entender por qué su madre que es tan hermosa no ha logrado enamorar a su padrastro, y mucho menos que a pesar de que la trate muy bien, ella haya conseguido sustituir a Trinidad en su corazón.—Mamá, tenemos que hacer algo. Estoy segura que Trinidad se va a aprovechar de que la tumbaste para separarte de papá.—No es tu padre, deja de llamarlo así que no le gusta, te lo dijo la otra vez. Y no la tumbé, tropezó con la silla y se cayó sola.—No me importa, le diré así siempre. ¿Por qué tenías que hacerle eso a Trinidad? En un final papá jamás dejaría que tocáramos las cosas de su difunta esposa Isabel. ¿Qué más te daba si ella se las llevaba?—¡Que no le hice nada, te digo! —protesta Leviña, le cansa que Valeria no le crea y ni siquiera su sobrino, ambos creen que ella movió la silla— te dije que es verdad que moví la silla, pero no fue intencionalmente,