Trinidad llevaba mucho tiempo sin apenas ver, el fuego en la iglesia el día de su boda le habían provocado por ella no querer tratarse a tiempo cicatrices en la córnea que con una simple operación se hubiesen resuelto. Pero Trinidad al comenzar a sentir la disminución de su vista no dijo nada. Estaba tan decepcionada de la vida que se había convencido de que era la mejor manera para ella soportar vivir mientras su amado estaba debajo de la tierra. Según pasaba el tiempo había perdido casi por completo la visión, y ahora con este golpe, parecía que lo había hecho. Al regresar a la consulta guiada por Hugo y ser abrazada por un emocionado y entristecido señor Muñóz lo supo. ¡La había descubierto!—Todo va a estar bien Trini, todo va a estar bien.—Papá…—¿Papá? —preguntó Hugo sorprendido. ¿Por qué ella le decía papá al amigo de su padre? ¿Qué era lo que se le estaba escapando o ellos le estaban ocultando? No hizo preguntas, los siguió al interior de la consulta y se mantuvo de pie d
Hugo se despide con un suave beso en los labios de Trinidad y ve cuando la introducen al salón de operaciones. Gira despacio y camina hacia dónde Federico se ha mantenido a distancia en silencio. Todavía no sabe lo que le sucedió a su esposa, pero debe haber sido algo muy serio como para que se quede ciega. ¿O es que ya lo es? No se le olvida las sospechas que tiene desde al otro día de casarse. La manera tan comedida con que ella se mueve, como si contara los pasos. Su forma de recorrer su pecho con sus manos hasta encontrar el bolsillo de su saco.—Hugo, ¿qué le pasó a Trinidad? Lo saca de sus pensamientos Federico. Ha estado arreglando todo el enredo que se armó en su oficina, al ellos salir de esa manera. Mueve la cabeza y sube sus hombros indicando que no sabe. Corrió a donde le hacían la prueba a su esposa sin comprender a cabalidad lo que sucedía.—Lo único que sé, es que se golpeó la cabeza y puede que se quede ciega.—¡¿Ciega?!—No es nada seguro, pero el doctor está muy p
El señor Muñóz está realmente sorprendido de como Hugo habla con vehemencia de su hija. Sin embargo, hay algo que lo intriga y a los ojos expertos de un abogado como él, no se le escapaba. Algo ocultaban esos dos, pero no era el momento de romper su relación. Después de todo, así se había quitado a Rigoberto, a Leviña y Valeria de arriba. Hugo a pesar de ser un hijo bastardo, estaba muy claro que era muy capaz de forjarse su propio camino. El solo hecho de que no supiera de quién era su hija y había acudido al llamado de ella para contraer matrimonio a pesar de todo, decía mucho del tipo de hombre que era. Por lo que decidió no insistir en el asunto.—Hugo, perdona mi interrogatorio. Quería asegurarme que mi hija se casó con el hombre correcto —le dijo extendiendo su mano que Hugo apretó soltando todo su aire. —En cuanto al accidente, no fue tu familia. Se cayó en mi casa y se golpeó con una mesa, eso fue.—¿En serio? ¿Pero qué tipo de caída tan aparatosa fue esa que puede dejarla ci
Cuando Trinidad despertó le dolía todo y tenía su cabeza incluyendo los ojos vendados. Estaba desorientada y sólo los sollozos de alguien a su lado escuchó. Movió la mano a la cual sintió llena de agujas provocándole un gran dolor, que hizo que se quejara, para al momento sentir que la persona que lloraba a su lado, venía corriendo a su lado.—Trini hija, Trini. ¡Doctor, al fin despertó! ¡Doctor, enfermera, señor Muñóz…!Escuchó la voz emocionada de su nana, seguida de muchos pasos de personas entrando a su habitación. Hasta que unas manos conocidas que atraparon las suyas la hicieron sentir segura. De un lado, las de su padre, del otro las de su esposo, en una pierna las de Viviana y en la otra las de su nana. Todos la acariciaban y le infundía paz, tranquilidad y amor.—Por favor, sepárense de ella —se escuchó una voz desconocida— dejen que la revise. Todos menos su padre lo hicieron, porque ella lo apretó con fuerza impidiendo que se alejara.—Estaré aquí, Trini.—Puede quedarse
Está junto a Leviña en una sala de espera del hospital, los guardias de seguridad no han dejado que entre en el área privada. No puede entender por qué su madre que es tan hermosa no ha logrado enamorar a su padrastro, y mucho menos que a pesar de que la trate muy bien, ella haya conseguido sustituir a Trinidad en su corazón.—Mamá, tenemos que hacer algo. Estoy segura que Trinidad se va a aprovechar de que la tumbaste para separarte de papá.—No es tu padre, deja de llamarlo así que no le gusta, te lo dijo la otra vez. Y no la tumbé, tropezó con la silla y se cayó sola.—No me importa, le diré así siempre. ¿Por qué tenías que hacerle eso a Trinidad? En un final papá jamás dejaría que tocáramos las cosas de su difunta esposa Isabel. ¿Qué más te daba si ella se las llevaba?—¡Que no le hice nada, te digo! —protesta Leviña, le cansa que Valeria no le crea y ni siquiera su sobrino, ambos creen que ella movió la silla— te dije que es verdad que moví la silla, pero no fue intencionalmente,
Andrés Muñóz no dice nada, avanza pasando por el lado de Leviña que lo mira aterrada. Llega a dónde está la maleta que tiene recogida e introduce los papeles que le dio el doctor de lo que deberá hacer Trinidad. Luego se gira despacio para enfrentar a su esposa.—¿Qué haces aquí? ¿No te dije que no quería verte?—¡Querido! —Deja de decirme así, te lo he repetido montones de veces, tú y yo no somos nada, solo existe un papel firmado entre nosotros que desharé muy rápido. Mi hija tiene razón, estos años son más que suficientes, ya cumplimos. Trini es una mujer y no necesita una madre, lo cual no fuiste nunca. —Andrés, no te daré el divorcio.—No me interesa, me divorciaré, porque si no lo recuerdas unas de las cláusulas del contrato era ese, podíamos divorciarnos cuando cualquiera de los dos lo decidiera aunque él otro no estuviera de acuerdo. Te regalaré el condominio que tanto te gusta en el centro y te daré una cantidad del dinero que he ganado en estos años. No esperes más de mi L
Hugo se detuvo en seco al escuchar la voz de Trinidad y giró para verla. Estaba sentada con su hermoso cabello cayendo por el lado de su cara que le cubría parte de ella. Se acercó y con cuidado trató de acomodarlo, viendo como ella se alejaba asustada. Dejó su mano en el aire y cuando la vio regresar a dónde estaba dijo.—Solo quiero mirar tus ojos, tus cabellos te lo cubren, los pondré detrás de tu oreja —y sin esperar su respuesta lo hizo.—Hugo, debemos hablar Volvió a decir esa frase Trinidad que ya a él le estaba pareciendo odiosa. De seguro iba a tratar de volver a escapar del matrimonio. Lo cual no iba a permitir, Trinidad Muñóz se le había regalado aquel día en que le pidió ser su esposa. No la había buscado, ella sola había venido a él, y no la iba a dejar escapar sin importar todas las imperfecciones que tuviera. Ella era su esposa y lo seguiría siendo el resto de su vida.—Tienes razón, ya Viví regresa hoy —comenzó a hablar de otra cosa para no dejarla decir lo que querí
Se había introducido en el baño y a tientas buscó la bañera que Hugo le había dejado preparada. Sonrió, desvistió y se introdujo en ella, cuando sintió que la puerta de su cuarto se habría.—Trini, ¿necesitas ayuda? —escuchó a su papá.—No papá, Hugo lo dejó todo listo. ¿La nana no ha venido?—No, ¿te hace falta?—¿Y Viví? ¿Sabes si llegó del viaje? —No me ha llamado, tenía pasaje para el último vuelo. ¿Qué es esto que veo en la cama? —Es el proyecto de Hugo que lo hizo así para que lo ayudara. Estoy muy feliz papá, porque me acabo de dar cuenta de que si hago que todos los arquitectos hagan eso, puedo acompañar a Viví a trabajar en mi empresa.—¡Tú no vas a salir de aquí hasta que estés mejor y termines de operarte!—No lo haré, todo el trabajo lo haré aquí. ¿Qué te parece?—Sí es así y mientras que no te excedas no me opondré. Me voy a desayunar, ¿segura no necesitas que te ayude con algo?—Segura papá, no demoro. Voy a desayunar contigo. No sabes lo feliz que me hace tenerte viv