20. HIJA

Cuando Trinidad despertó le dolía todo y tenía su cabeza incluyendo los ojos vendados. Estaba desorientada y sólo los sollozos de alguien a su lado escuchó. Movió la mano a la cual sintió llena de agujas provocándole un gran dolor, que hizo que se quejara, para al momento sentir que la persona que lloraba a su lado, venía corriendo a su lado.

—Trini hija, Trini. ¡Doctor, al fin despertó! ¡Doctor, enfermera, señor Muñóz…!

Escuchó la voz emocionada de su nana, seguida de muchos pasos de personas entrando a su habitación. Hasta que unas manos conocidas que atraparon las suyas la hicieron sentir segura. De un lado, las de su padre, del otro las de su esposo, en una pierna las de Viviana y en la otra las de su nana. Todos la acariciaban y le infundía paz, tranquilidad y amor.

—Por favor, sepárense de ella —se escuchó una voz desconocida— dejen que la revise.

Todos menos su padre lo hicieron, porque ella lo apretó con fuerza impidiendo que se alejara.

—Estaré aquí, Trini.

—Puede quedarse
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