A Andrés Muñóz siempre le gustó estudiar, era hijo de unos mercaderes que solo lo tuvieron a él y se esforzaban por mandarlo a las mejores escuelas, por lo que en agradecimiento estudiaba hasta desfallecer para ganarse una beca pagada y así que ellos no tuvieran que sacrificarse tanto, hasta que lo logró. Fue admitido en la mejor universidad para estudiar leyes. Como había venido haciendo hasta ese entonces, siguió esforzándose al máximo para hacer a sus padres orgullosos de él y lograr al terminar sus estudios que lo escogieran en un buen bufete de abogados. Isabel por otro lado era la niña mimada de sus padres, era muy talentosa en muchos sentidos desde que nació. Era una excelente pintora y entró en ese mundo desde la edad de cinco años en que su padre vendió uno de sus cuadros en un millón de dólares, ocultando la identidad de la pintora que se rodeó de un misterio total, y que le fue ganando fama, hasta convertirla casi en un mito. Sus cuadros estaban valorados en millones, pe
Siempre en su vida se destacó por su belleza y la manera que tenía de lograr lo que quería con ella. Sin embargo, picó más alto de lo que debiera cuando se imaginó adueñándose de todo lo que le pertenecía a Isabel Muñóz. Cuando comenzó a trabajar como secretaria del padre de ella, lo hizo por recomendación de un amigo de ellos al que ella había ayudado. Era inteligente y se había graduado de arquitectura, solo que en su primer intento de volverse rica, cayó en manos de un jugador empedernido. Por lo que el truco de salir embarazada para obligarlo a casarse con ella, aunque funcionó, no fue de la manera que ella esperaba. El tipo solo tenía deudas las cuales ahora después de años de su muerte, aún arrastraba. Porque para su desgracia, cuando volvió a hacer el truco de querer quedarse con toda la fortuna de alguien, en este caso de Isabel al casarse con su esposo, también le había fallado. ¡Él no tenía nada suyo, todo estaba hasta su salario a nombre de su hija! Y por desgracia se e
Leviña se sentía la reina dentro de su panal. Los abogados no dejaban de llegar an sus lujosos carros acompañados de sus elegantes mujeres y todos sin excepción le entregaban un costosísimos regalo. Solo le preocupaba que su esposo por el que le preguntaban todos, estaba ausente. Respiró aliviada al ver al señor Fuentes aparecer. Ahora sí estaba segura de que Andrés no iba a poder escapar y tomó un trago de su copa brindando por ella misma.—Leviña, ¿y Andrés dónde está? —le preguntó un compañero de trabajo de su esposo.—Ya viene, solo fue a recoger a su hija.—¿Va a participar también? ¿Cuando vino?—No sé si ella vendrá directo del aeropuerto, pero de seguro su padre sí. Siéntase cómodo, y con tu permiso debo seguir recibiendo invitados.Y se alejó contoneando su cuerpo saludando y sonriendo a todos hasta llegar a dónde el señor Fuentes giraba su cabeza buscando a su nieto. Llegó justo a tiempo para escuchar como lo llamaba y sonrió satisfecha. Su plan no podía salir mejor, fue una
Andrés al ver lo que pretendía hacer su esposa, giró la cara visiblemente enojado, tirando de Viviana por su cintura ante la mirada de todos que no entendían qué era lo que estaba sucediendo. Sabían que era la mejor amiga de su hija, como también que él le había pagado todos sus estudios y la trataba como a Trinidad. ¿Entonces qué significaba esto ahora? Porque todos podían ver como la sostenía posesivamente, no como un padre, sino, como un hombre a una mujer, y qué mujer. ¡Viviana estaba deslumbrante y bella! Ante ella Leviña, que a pesar que se había esmerado para estar muy bella ese día, Viviana era una hermosa y deslumbrante flor en la cúspide de su juventud, lo cual hacía lucir a Leviña vieja y arrugada. Ésta aunque rabiosa ante el rechazo de su esposo, terminó por darle un beso en la mejilla, al Andrés girar su cabeza, y se colocó a su lado sonriente.—Al fin llegaron —dijo con una sonrisa fingida, bien alto para que todos los escucharan y a continuación preguntó de igual m
miedo a que Leviña le fuera a hacer algo, dejó entrar a un cerrajero y mandó a cambiar todas las cerraduras de la casa. Trinidad y Hugo habían salido del cuartico de vigilancia y acostado en la cama, ya que ella estaba convaleciente y se quedaron profundamente dormidos. Afuera Viviana dormitaba en el sofá escuchando como los herreros le decían al señor Muñóz que habían terminado. Él les pagó y cerró con cuidado la puerta sintiendo por primera vez en muchos años, que la casa volvía a ser suya y que se quitaba un gran peso de encima. Miró hacia la joven y se sentó a su lado con cuidado, acomodando su cabello detrás de la oreja. —Viví, gracias por hoy linda. Me hiciste sentir como hacía mucho tiempo no me sentía —hablaba sin entender que ella en realidad lo escuchaba y no se atrevía a abrir los ojos— hoy fui el hombre que solía ser con mi Isabel. No tenía en mis planes besarte, ¡lo juro! Pero al ver cómo era la envidia de todos mis compañeros quise demostrar que todavía lo tenía en mí
Hugo alejó lo más que pudo a Trinidad de su padre para que no escuchara ese momento de debilidad y desesperación. Mientras la abrazaba muy fuerte y le tomaba las manos que le temblaban de una manera descontrolada. Sabía lo que estaba pasando con su falsa esposa. Se había dado cuenta en verdad de la realidad abrumadora. ¡Era ciega! Hasta ese día ella había actuado segura de sí misma como desde que la conoció. Pero hoy por algún motivo, todo eso había huido de ella.—Y este que tenemos aquí debe medir por lo menos un metro cuadrado, si no me equivoco eres tú con tu mamá —seguía describiendo los increíbles y hermosos cuadros que se encontraban en aquella galería subterránea muy bien preservados. —Tienes el cabello largo hasta la cintura y vistes un juego de sayas amarillito. ¡Eras muy linda de niña, Trini!—Mamá, descríbeme a mamá —le pidió ella alargando la mano y tocando el lienzo que solo le devolvía la frialdad, y alguna que otra textura de la pintura, pero nada más.—¡Oh, tu madre e
Leviña al levantarse al otro día, está rodeada de cajas con sus cosas de la mudanza. Mira con desdén alrededor, el apartamento es lujoso, nada que ver con la casa de Andrés, pero es muy bueno. Va directo al bar y se sirve una copa, se la toma de un golpe, volviendo a llenarla, cuando ve aparecer a su hija. Sigue bebiendo sin dejar de ver cómo se mueve por la casa.—Es lindo mamá, no será como la casa de papá, pero es muy moderna y muy bien equipada, ni en sueños podríamos hacernos de una casa como esta. Al menos no nos dejó en la calle como mi verdadero padre.—No te ilusiones Valeria, en cuanto los deudores de tu padre se enteren que esto es mío, vendrán a quitármelo.—No podrán porque está a nombre de papá.—¡Deja de decirle así! ¡No es tu padre, nunca lo quiso ser! —Grita molesta tomando otro trago—, siempre te regañó porque lo llamaras así con la excusa de que tienes tu padre vivo, ¡así que deja de hacerlo!—No, le seguiré diciendo así el resto de mi vida. Es verdad que nunca me ac
Hugo se había quedado en silencio sin saber si era el momento de confesarle sus verdaderos sentimientos a Trinidad. Podía notar de que ella estaba en verdad decidida a decirle toda la verdad a su papá y divorciarse, por lo que pensó rápidamente, en lo que la soltó y la ayudó a sentar en la cama en lo que él también lo hacía, cuando un recuerdo le vino rápido a su memoria.—Trini, ¿recuerdas los motivos por los que me casé contigo que no era solo por el dinero? Está mi familia también. ¿Es que acaso me vas a dejar en manos de ese infernal hermano que tengo y su mujer?—Pero Hugo…—Espera Trini. La interrumpió decidido a contarle todo con tal de que ella no lo abandonara. No solo por lo que le iba a decir, sino, porque en verdad estaba enamorado de ella y tenía la esperanza de que con el tiempo, ella también se enamorara de él.—No sé cuánto escuchaste de mi conversación con Federico el día de la boda. Por eso quiero contarte mi situación y el principal motivo por el que acepté casar