31. MIEDOS

miedo a que Leviña le fuera a hacer algo, dejó entrar a un cerrajero y mandó a cambiar todas las cerraduras de la casa. Trinidad y Hugo habían salido del cuartico de vigilancia y acostado en la cama, ya que ella estaba convaleciente y se quedaron profundamente dormidos.

Afuera Viviana dormitaba en el sofá escuchando como los herreros le decían al señor Muñóz que habían terminado. Él les pagó y cerró con cuidado la puerta sintiendo por primera vez en muchos años, que la casa volvía a ser suya y que se quitaba un gran peso de encima. Miró hacia la joven y se sentó a su lado con cuidado, acomodando su cabello detrás de la oreja.

—Viví, gracias por hoy linda. Me hiciste sentir como hacía mucho tiempo no me sentía —hablaba sin entender que ella en realidad lo escuchaba y no se atrevía a abrir los ojos— hoy fui el hombre que solía ser con mi Isabel. No tenía en mis planes besarte, ¡lo juro! Pero al ver cómo era la envidia de todos mis compañeros quise demostrar que todavía lo tenía en mí
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