36. CONFESIONES.

Trinidad se quedó en silencio sintiendo como la ansiedad de Hugo crecía por momentos. Todavía tenía su mano sujetando la suya y el sudor que emanaba de las mismas, le daba una exacta medida de lo ansioso que se encontraba. ¿Podría quedarse casado con él la vida entera? Hasta ahora había demostrado que era un hombre de palabra y de buen corazón. ¿Por qué no? Soltó todo su aire y se puso de pie alejándose de Hugo que la dejaba hacer sabiendo que de su respuesta dependían muchas cosas.

—Con una condición —dijo Trinidad girando— rompamos el otro contrato y hagamos uno nuevo con dos condiciones.

—Te escucho.

—Primero, no me esconderás nunca si encuentras una mujer que te haga feliz. Te dejaré libre.

—De acuerdo, lo mismo va para ti.

—Segundo y es lo más importante Hugo. ¡No puedes enamorarte
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