Trinidad camina sola por el pasillo que conduce a su habitación. Luego de dejar a Viviana en su habitación donde se asombró al escuchar a su amiga feliz por como Federico prácticamente le había embutido como a una bebé con mucho cariño todas las galletas de crema que les sirvió su mamá y que para su sorpresa, no le habían caído mal.—¿Estás enamorada de Federico? —le había preguntado.—No lo sé Trini, me agrada la compañía de Federico, pero ahora soy la prometida de tu papá, tengo que mantener las apariencias, no voy a dejar que se burlen de él que es lo que sucedería si rompo el compromiso ahora.—Pobre papá, esa Leviña hasta lo hizo mentir de una manera así para poder salir de ella. Ojalá en verdad fueras su prometida y lo hicieras feliz, mi papá se merece toda la felici
Trinidad se quedó en silencio ante la pregunta que ella misma se formulaba. ¿Había olvidado a su ex prometido o seguía viéndolo en Hugo? Éste por su parte se alejó de ella y respiró profundo sintiendo que se estaba desesperando. Quizás no había manejado las cosas bien, quizás…El silencio se implantó en la habitación. Hugo ayudó a su esposa a llegar al baño que realizó una ducha, no como acostumbraba a meterse en la bañera un buen rato. El cerró la puerta para darle la privacidad que le había robado antes. Todavía se sentía culpable de haberle ocasionado ese susto a su mujer, cuando el timbre del teléfono lo sacó de sus pensamientos.—Dime Landon.—Disculpa Hugo, con el problema que se te presentó olvidé informarte de algo importante.—Está bien, ¿es sobre la obra? ¿Ha habido más problemas?—No, no se trata de eso, todo por ese lado está bajo control. Se trata de tu hermano Marcos.—¿Qué hay con él?—Bueno, que lleva días paseando con Valeria, y hasta se aparecieron en la obra. No est
Hugo se quedó observando a su esposa sin entender a cabalidad en que le estaba pidiendo ayuda. Estaba tan concentrado analizando todos los problemas que podía causar que Valeria se estuviera haciendo pasar por Trinidad, que no captó de inmediato el cambio de actitud de su esposa que no se había molestado, ni siquiera ofendido al enterarse de lo que hacía aquella. Giró despacio ante el silencio que siguió a su pregunta, para encontrarse a Trinidad sentada en la cama con una bata blanca que envolvía su recién bañado cuerpo, y a la cual tenía aferrada sus manos como si tuviera una lucha interna en si debía quitarla o no. Y fue entonces que comprendió a cabalidad lo que ella le pedía. Se quedó allí, quieto, sin saber cómo reaccionar ahora que su cuerpo se había enfriado y todas sus testosteronas dormían tranquilas, se enfrentó a un dilema emocional, tratando de reconciliar su amor por Trinidad con sus propios temores y dudas. El temor de recordar sus memorias perdidas le atormentaba. ¿
Con desespero caí de rodillas y me abracé a los pies del Cristo redentor sin percatarme de que aquella enorme cola que había querido para mi vestido de novia había cogido fuego. Yo rezaba y rezaba por un milagro. Mis pensamientos se entrelazaban en una danza caótica de angustia y desesperanza. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo el calor abrasador quemando la piel de mis piernas, sabiendo que cada segundo que pasaba me acercaba más al abismo ardiente. Pero en medio de aquel caos infernal, con asombro, incredulidad, y creyendo que era un milagro que me concedía el cristo crucificado al que le rogaba aferrada a sus pies, la pequeña ventana encima de su cabeza se abrió en medio del fuego voraz y mi prometido apareció, me gritaba impulsándome a luchar por mi vida, a resistir hasta el último aliento.—¡Quítate el vestido Trini! ¿No ves que te estás quema
¡Me sentía tan dolida, miserable, pero sobre todo, me culpaba aún lo hago, de la muerte de Hugo! ¿Por qué tuve que llamarlo aquel día? ¿Por qué tuvo que ser él quien respondiera primero a mi llamado y enfrentara el fuego en lugar de los bomberos? ¿Por qué fue él quien perdió su vida y no yo? El remordimiento se enredaba en mi ser, hundiéndome en un abismo de autodestrucción emocional y no veía ni quería ver la realidad.—¡Tú papá te hubiese apoyado, no se hubiera separado de ti un instante Trinidad! No soy él y me duele pensar que lo culpaste de eso. Te entiendo, no me malinterpretes, pero no fuiste una buena hija, debiste saber que ese hombre que te dio la vida, estaría gustoso de haber estado en tu lugar. El señor Muñóz estaba realmente asombrado de escuchar como Hugo lo defendía. Se puso de pie enjugando sus lágrimas y entró despacio a la habitación y se quedó allí mirando la cara de dolor de su adorada hija, con el corazón roto en mil pedazos al escuchar su confesión y al fin e
La mente de Hugo se aceleraba con preguntas mientras se retiraba a su oficina, sintiendo una mezcla de miedo y curiosidad por la situación que se desarrollaba ante él. No podía evitar preguntarse cómo debía actuar ahora que el señor Andrés parecía haber descubierto algo que podría arruinar su matrimonio. En lo más profundo de su ser, temía que su pasado, que había olvidado hace mucho tiempo, estuviera resurgiendo para atormentarlo. Perdido en sus pensamientos, después de escuchar la conversación de la señora Andina con el que preguntó específicamente por la señorita Trinidad Fresneda, y ver como insistió en hablar con ella con urgencia, explicando que acababa de llegar al país, su mente se llenó de preocupación. El corazón de Hugo se había acelerado al escuchar su propio nombre mencionado por el visitante, quien se identificó como Hugo García, un viejo amigo de Trinidad Fresneda. La mención del apodo de Trinidad durante sus días universitarios envió un escalofrío por la espalda d
Leviña se despertó sobresaltada en medio de la noche, alertada por un ruido extraño que provenía de la entrada de su casa. Con el corazón acelerado, se levantó de la cama y se dirigió sigilosamente hacia la puerta. Al abrirla, sus ojos se abrieron de par en par y su mente luchó por procesar lo que veía frente a ella.Allí, de pie, se encontraba Lisandro Smith, un hombre que había desempeñado un papel crucial en su vida, moldeándola hasta convertirla en la persona que era en la actualidad. Sostenía un maletín en la mano, el cual parecía tener un aura misteriosa. La noticia de su liberación de la cárcel no había llegado a los oídos de Leviña, y su presencia inesperada la dejó sin palabras.Lisandro, sin perder un instante, se abalanzó sobre ella y la tomó firmemente por la cintura, devorándo
Hugo saltó asustado, pero un perfume lo hizo darse cuenta de que era su amada Trinidad, quien aparentemente lo había estado esperando en la entrada de la casa en la oscuridad.—¡Trini! Me asustaste, ¿qué haces aquí a estas horas, en la oscuridad?—¡Hugo! Lo siento, no quise asustarte —respondió Trini mientras lo abrazaba con fuerza—. No podía esperar más para verte. Necesitaba verte, hablar contigo. Tuve tanto miedo de que no regresaras.Hugo se sintió aliviado al reconocer la voz y el aroma de Trini. La tensión que lo había invadido se disipó al instante, y sus brazos rodearon con ternura a su amada.—¡Jamás, Trini! Nunca renunciaré a ti mientras me quieras a tu lado. Estaré aquí.—Gracias, amor. Perdona por haberte asustado. No sabía que no había luz.—No importa, cariño. Estoy feliz de verte, pero... ¿qué haces aquí afuera a estas horas? Es peligroso para ti, amor. Debes cuidarte más.Trinidad apartó suavemente el rostro de Hugo para palparlo como si quisiera en ese instante poder