52. PERDÓN

¡Me sentía tan dolida, miserable, pero sobre todo, me culpaba aún lo hago, de la muerte de Hugo! ¿Por qué tuve que llamarlo aquel día? ¿Por qué tuvo que ser él quien respondiera primero a mi llamado y enfrentara el fuego en lugar de los bomberos? ¿Por qué fue él quien perdió su vida y no yo? El remordimiento se enredaba en mi ser, hundiéndome en un abismo de autodestrucción emocional y no veía ni quería ver la realidad.

—¡Tú papá te hubiese apoyado, no se hubiera separado de ti un instante Trinidad! No soy él y me duele pensar que lo culpaste de eso. Te entiendo, no me malinterpretes, pero no fuiste una buena hija, debiste saber que ese hombre que te dio la vida, estaría gustoso de haber estado en tu lugar.

El señor Muñóz estaba realmente asombrado de escuchar como Hugo lo defendía. Se puso de pie enjugando sus lágrimas y entró despacio a la habitación y se quedó allí mirando la cara de dolor de su adorada hija, con el corazón roto en mil pedazos al escuchar su confesión y al fin e
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