55. LANDON

Hugo saltó asustado, pero un perfume lo hizo darse cuenta de que era su amada Trinidad, quien aparentemente lo había estado esperando en la entrada de la casa en la oscuridad.

—¡Trini! Me asustaste, ¿qué haces aquí a estas horas, en la oscuridad?

—¡Hugo! Lo siento, no quise asustarte —respondió Trini mientras lo abrazaba con fuerza—. No podía esperar más para verte. Necesitaba verte, hablar contigo. Tuve tanto miedo de que no regresaras.

Hugo se sintió aliviado al reconocer la voz y el aroma de Trini. La tensión que lo había invadido se disipó al instante, y sus brazos rodearon con ternura a su amada.

—¡Jamás, Trini! Nunca renunciaré a ti mientras me quieras a tu lado. Estaré aquí.

—Gracias, amor. Perdona por haberte asustado. No sabía que no había luz.

—No importa, cariño. Estoy feliz de verte, pero... ¿qué haces aquí afuera a estas horas? Es peligroso para ti, amor. Debes cuidarte más.

Trinidad apartó suavemente el rostro de Hugo para palparlo como si quisiera en ese instante poder
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