51. CULPAS

Con desespero caí de rodillas y me abracé a los pies del Cristo redentor sin percatarme de que aquella enorme cola que había querido para mi vestido de novia había cogido fuego. Yo rezaba y rezaba por un milagro. Mis pensamientos se entrelazaban en una danza caótica de angustia y desesperanza. Cerré los ojos con fuerza, sintiendo el calor abrasador quemando la piel de mis piernas, sabiendo que cada segundo que pasaba me acercaba más al abismo ardiente. Pero en medio de aquel caos infernal, con asombro, incredulidad, y creyendo que era un milagro que me concedía el cristo crucificado al que le rogaba aferrada a sus pies, la pequeña ventana encima de su cabeza se abrió en medio del fuego voraz y mi prometido apareció, me gritaba impulsándome a luchar por mi vida, a resistir hasta el último aliento.

 —¡Quítate el vestido Trini! ¿No ves que te estás quema
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