46. INICIO

Hugo acompaña a Trinidad a su sitio sin demostrar su invalidez, dentro del despacho reinaba una penumbra tensa. Se notaba que trataba a Trinidad con extremo cuidado, como si fuera una mujer embarazada. Trinidad lo percibió y jugó el juego que había iniciado su esposo, mientras Laura y Mateo los observaban con los ojos entrecerrados. Con sumo cuidado, Trinidad se sentó. Hugo se giró lentamente, pero mantuvo una de sus manos apoyada en el hombro de su esposa.

—Muchas gracias, Laura, por venir a vernos —habló despacio, sin apartar la mirada de Mateo, quien lo observaba con curiosidad—. ¿Puedes decirme el nombre de tu hermana en cuestión? Pero, sobre todo, el verdadero motivo por el que te has tomado la molestia de venir aquí con tu sobrino.

Laura no era tonta, percibió la desconfianza en la voz de Hugo, y al notar cómo cuidaba a su esposa, se dio cuenta de que Trinidad deb&ia
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