Al fin en ansiado día había llegado, uniría mi vida con el hombre de mis sueños, el primero y al único que había amado. Nada de lo que sucedía a mi alrededor tenía importancia, contrario a lo que siempre disponía, en mi manía de organización. Hoy mi pensamiento estaba al lado de mi gran amor. Por esto cuando tuve que montar sola en la limusina que me llevaría a sus brazos, no encontré nada raro en ello. Lo hice con trabajo, pero inmensamente feliz.
Me parecía estar viviendo un cuento de hadas, donde la princesa encuentra a su príncipe disfrazado y son felices. Sonreía como una tonta mirando las fotos de ambos en mi teléfono, hasta que la voz del chofer me despertó.—Es aquí, señorita —me informó deteniéndose. Miré hacía afuera incrédula de no ver a nadie esperando por mí. Descendí ayudada por el chofer, aún sin que nadie apareciera a ayudarme o recibirme. No obstante, me llené de valor, subí las escaleras y al abrirse las puertas. ¡Estaba vacía! ¡Sí, como lo oyen, no existía un alma y hasta parecía abandonada! ¡Nadie me esperaba en la iglesia! Y ese fue el inicio de toda mi desgracia. Sé que muchas piensan que el amor ideal, ese con que todas soñamos no existe. Les digo que no es verdad, ¡sí existe! Yo lo encontré cuando tenía dieciocho años. Había ido a estudiar al extranjero, específicamente en Cambridge, Massachusetts, Estados Unidos. La mejor escuela que encontré, Harvard, para hacer mi carrera de administración de empresas y poder manejar la enorme fortuna que me había sido heredada. Y lo hice de incógnito, lo cual me permitió tener una vida como una persona normal. Nadie me vigilaba, ni me perseguía, vivía como deseaba. Me acompañaba Viviana, mi mejor y única amiga, es hija de mi nana. Obligué a mi padre a pagarle los estudios para que me acompañara en todo. Y no me arrepiento, porque ella es muy inteligente y buena en lo que hace. A la semana de llegar me encontré en la biblioteca con Hugo. Un joven que usaba grandes espejuelos y parecía más bien un ermitaño, nunca se peinaba, ni afeitaba. Usaba aquellas raras ropas, pero que como a mí, le gustaba estudiar, y eso hizo que olvidara todos los demás defectos. Me senté a su lado al ver que su mesa estaba vacía, y sin dirigirnos la palabra jamás, estudiamos todo un semestre así. Y a pesar de que no hablábamos, creamos una complicidad entre los dos, y nos ayudábamos mutuamente en silencio porque estudiábamos lo mismo. Hasta que una noche en que nos habíamos quedado hasta muy tarde, al salir para ir para mi apartamento dentro de la escuela, estaba muy oscuro y me dio un poco de miedo. Él pareció notarlo y caminó a mi lado en silencio. Al llegar e ir a darle las gracias, sencillamente me besó y me dijo.—¿Podrías casarte conmigo?—¿Eh?—¿Qué si podrías casarte conmigo? —repitió su pregunta No sabía que responder a aquello, su beso en verdad me había removido completamente. ¡Era mi primer beso! Él seguía mirándome fijo en espera de una respuesta y sin más le dije.—Sí. —De acuerdo, lo haremos en las vacaciones.—¿En las vacaciones? ¡Esa es la otra semana! Además, viene mi papá con su esposa y su hija.—¿Tienes una hermana?—No, es hija de la esposa de mi papá, no es mi hermana.—Entiendo, también viene la mía, es por ello que te estoy pidiendo que te cases conmigo. No quiero que me impongan una esposa.—De acuerdo. Sin embargo, no lo pudimos hacer, por una fuerte tormenta de nieve que se desató, y nuestras familias no fueron. Seguimos entonces siendo novios, y nos enamoramos perdidamente. Estábamos hechos el uno para el otro. Lo único era que solo conocía mi nombre, no mi apellido ni a qué familia pertenecía y mucho menos que era inmensamente rica. —Hugo, debo decirte algo antes de mañana. Le pedí el día antes de nuestra boda. La cual habíamos estado de acuerdo en realizarla en una iglesia pequeña con pocos invitados. De mi parte, mi padre, la bruja de su mujer con la artificial Valeria. De su parte, un abuelo y un hermano mayor. De ambas partes existía un misterio relacionado con ese punto. Nos amábamos, pero no conversamos jamás sobre quienes éramos en realidad. Yo no lo hacía porque temía que al enterarse quien era, me dijera que no éramos de la misma clase y me dejara. Él se veía que era muy pobre y orgulloso. ¿Y si me deja en la iglesia cuando sepa quien soy? Era la pregunta que tenía con miedo en mi mente todo el tiempo, por ello me decidí a confesarle la verdad antes. —Es sobre mi familia y quien soy —expliqué al ver como se había quedado mirándome en silencio.—Yo también tengo que confesarte algo sobre lo mismo —me respondió muy serio— lo haremos en nuestra luna de miel. No importa quienes seamos, estamos enamorados y nos amamos por nosotros. ¿Verdad?—Sí, sí, te amo sin importar quien seas, eso no va a cambiar. Solo que pensé que mejor te lo decía hoy, pero si prefieres esperar, por mí no hay problemas. Una pregunta, ¿leíste los papeles de la boda?—No, lo hizo el abogado. —Ah, no hay problemas. Y eso fue, lo otro que recuerdo es que cuando llegó la limusina en que debía arribar a mi boda, mi papá no llegó para acompañarme. En su lugar me mandó un mensaje diciendo que me esperaba allá, porque su auto se había roto. Luego, cuando me dejó frente a la iglesia me sorprendí. Es cierto que no había ido a ver nada, pero no recordaba que mi amiga me hubiese dicho que estaba allí. No obstante, me llené de valor, subí las escaleras y al abrirse las puertas. ¡Estaba vacía! ¡Sí, como lo oyen, no existía un alma y hasta parecía abandonada! Incrédula avancé, todavía dudando de que el chofer se hubiera equivocado de iglesia. Cuando de pronto, la puerta se cerró con un gran sonido y el humo del fuego comenzó a inundarlo todo. La horrible pesadilla que siguió, aún no puedo recordarla con claridad, ya he dejado de intentar hacerlo. Y aunque nadie me cree, mi Hugo ese día perdió la vida después de salvarme. Lo vi con claridad, él saltó por una ventana, rompió mi vestido que había comenzado a quemarse junto conmigo y me arrastró hasta la puerta la cual no podía abrir, me pidió que lo esperara que iba por algo para romperla. Pero no volvió, el techo colapsó y Viviana al fin me había encontrado, abrió la puerta que estaba cerrada de afuera y me salvó. De eso ya ha pasado un tiempo, me quedaron grandes secuelas de las quemaduras, tuve que realizar muchas operaciones y todavía sufro de ello. Y ahora estoy aquí, tratando de complacer a papá, para que me deje tranquila. Para él, yo escapé de mi boda y me escondí por muchos años. No sabe nada de lo que me pasó, solo que Hugo se retiró de la boda al descubrir de alguna manera que la que estaba debajo de aquel velo no era yo, sino mi hermanastra. Y me encontró como mismo hizo Viviana, por las llamadas que le había realizado diciéndole dónde estaba y lo que me habían hecho. No sé por qué hoy me ha dado por pensar en eso. El teléfono suena insistentemente, hasta que al fin me levanto de un sillón en el balcón de una suite en un hotel de lujo, tanteo hasta llegar al aparato y lo respondo. —Hola. —¿Trinidad Muñoz? —La misma, ¿quién la procura? —Ja, ja, ja..., ¿creíste que sería tan estúpido de casarme contigo? ¿Se te olvidó cómo me rechazaste todas las veces que te pedí salir contigo? — ¿Quién habla? Está equivocado de número. —Soy Esteban. —¿Esteban…? ¿Qué Esteban? No conozco a nadie con ese nombre —¡Eres una mujer despreciable que se merece todos los bochornos del mundo! ¿Cómo te atreves a hacerte la que no me conoces? ¡Soy Esteban Duarte, el prometido que escogió tu secretaria para casarse hoy contigo! Ja, ja, ja..., ¡estaré en primera fila mirando como seas dejada en el altar! ¿Creen que no me enteré lo que eres? ¡Una mujer miserable! —¡Oye! ¿Quién te has creído que eres? ¡A mí lo que se me sobran son pretendientes, estúpido! —¡Solo en tus sueños! ¡Porque si eso fuera verdad, no estuviera tu asistente haciendo entrevistas para buscarte un marido! ¡Eres una mujer de poca ética y desvergonzada!—¡No sé quién diablos te crees que soy! ¡No te conozco, y para tu conocimiento, mi prometido está ahora mismo aquí a mi lado! ¡Así que te hicieron una buena broma a mi costa, imbécil! Cuelgo molesta, y camino despacio hasta dónde mi amiga y mejor amiga Viviana, acaba de entrar a la habitación hablando por teléfono con alguien. —¿Todo listo? —pregunto— ¡Viví…! —le grito a mi amiga al ella no responder —Espera Trini, ¡te dije que esto así no iba a funcionar!Me responde mi mejor y única amiga casi hermana Viviana a la cual le digo de cariño Viví, al tiempo que cuelga y la mira. Sin dejar de revisar en su apretada agenda y llamar a varios números sin respuesta, hasta que decide aclararme lo que hace.—Me acaban de llamar para decirme que no ha llegado tu prometido. Estoy muy preocupada Trini. —¿Qué quieres decir? Hicimos las entrevistas. ¡Viví, tengo que casarme hoy como le dije a papá, o ya tú sabes lo que va a hacer si no lo hago! ¡No pueden dejarme plantada! ¡Mi boda tiene que suceder ésta vez!—Te precipitaste mucho Trini, te lo advertí, que no había nada confirmado, que solo había dicho de que lo iba a pensar y ahora no responde a su teléfono, ni ha llegado. Pero como siempre, nunca me escuchas. Habla Viviana que está muy bien arreglada con un impecable juego de sayas que la hace ver muy profesional. Es trigueña, hermosa, de cuerpo estilizado, con curvas de infarto, alta, no como yo, pero lo suficientemente bella, para volver lo
Termina realmente afectada y dolida Viví, y me avergüenzo de haberle dicho eso. Sé que es la única persona que me es leal en el mundo. Por lo que la abrazo y le digo.—Perdóname Viví, no quise decir eso, estoy nerviosa. Eres la única que en verdad tengo en la vida. Perdóname ¿sí? Pero no quiero decirle nada a papá, no hasta que me saque esta enorme duda que tengo en el corazón.—Está bien, pero piensa en lo que te dije. Esto que estás haciendo considero que es una locura. Además, que no ha llegado ese que dijo que lo iba a pensar, al parecer se arrepintió. Piensa que si no quieres casarte con Rigoberto, la mejor opción es confesarle todo a tu papá. Hago silencio, sé que tiene razón como siempre. Si le digo a papá todo lo que sucedió ese día de mi fallida boda, y lo que continuó después y por lo que aún sufro. Que es el principal motivo por el que apenas dejo que me visite ni lo invito a mi casa. Se echaría a llorar por no haberme sabido proteger de los enemigos. Porque aunque creo
Me he quedado escuchando sin vergüenza porque esta conversación puede que me salve. Porque Viví no ha vuelto a llamar lo que conociéndola significa que no me llamaba para avisarme que llegó mi prometido, sino de todo lo contrario. Escucho al otro hablar también con desesperación. Me asombro de que yo y él estemos en la misma situación, el mismo día, a la misma hora y el mismo lugar. ¡Ambos hemos sido plantados! Esto tiene que ser una señal.—No puede ser cualquiera y lo sabes Hugo. Porque no es solo casarte, necesitas que tenga mucho dinero y te salve —sigue hablando en lo que sigo escuchando, el llamado Federico, que al parecer es su amigo y abogado. —¡Maldición! ¡Sabía que eran una trampa aquellos contratos! ¡Lo sabía! Pero me dije que debía arriesgarme por una vez, que no volvería a hacerme lo mismo, y mira. ¡La historia se repite! ¡Voy a perder todo por lo que he luchado y darle la razón a ellos! Maldijo el hombre llamado Hugo, que no se molestaba en bajar el tono de su voz
Su respuesta me dislocó, lo había dicho con mucha naturalidad, tomándome desprevenido todo aquello, no supe qué responder. Era evidente que en verdad ella había escuchado toda mi conversación. Me quedé observando intrigado a Trinidad que volvió a hablar. —Oh, disculpa, al parecer, no soy de tu estilo de mujer, ¿es eso? Si es así, perdóname, es que me urge buscar a alguien dispuesto a casarse conmigo para no hacer el ridículo ni darle el gusto a los que me hicieron esto de verme humillada en el altar —terminó de decir con una amplia sonrisa Trinidad, que me hizo mirarla embobado. ¡Era realmente hermosa! —¡No se trata de eso! Me apresuré a responder, bajando la mirada avergonzado, no sin antes notar la pequeña sonrisa de burla en sus labios por mucho que trató de disimularlo. Sabía que me había derrotado en buena lid. Cambié de color, y desvié mi mirada de ella. Me estaba presionando y no era un hombre que me dejaba manipular tan fácil. ¿Qué hacer? De seguro esta es la ún
Miré a Federico que también la estudiaba detenidamente. Él era tremendo abogado y sabía leer a las personas. Luego de un incómodo silencio en que todos nos estudiábamos. Vino a mi lado y me condujo dónde ellas no podían escucharnos, y me preguntó.—Hugo, ¿no es tu objetivo casarte con una mujer por dinero lo más rápido que puedas? ¡Ahora la oportunidad la tienes delante, vino sola a ti! —dijo Federico entusiasmado. —¿Lo crees? ¿Y por qué siento que no debo hacerlo? —pregunto mientras observo a Trinidad sonreír segura. —Hay algo en ella que me es familiar, no puedo definir qué cosa es, pero me parece conocerla de algún sitio. ¿Y si es otra trampa de Marco?—Sé lo que es, se da un aire a la difunta. También lo pude notar, pero al mismo tiempo es diferente. Recuerda que ella tenía un enorme lunar debajo de su oreja izquierda y no lo tiene. ¿Sabes que soy muy detallista?—¿Es eso? A mí no sé me parece tanto, pero no sé, hay algo en ella que no sé describir que me hace estar alerta. Aun
Realmente esa petición me había sorprendido. ¿Qué significaba ese todo? ¿Sería Trinidad de esas mujeres excéntricas con gustos extraños? Al ella separarse, al escuchar mi pregunta de sorpresa—¿Eh? ¿Qué debo hacer? —pregunté todavía sin dar crédito a lo que había escuchado.—¡Complacerme en todo sin protestar ni negarte! —repitió sonriendo y agregó. —Si no aceptas, no me caso —dijo Trinidad retrocediendo un paso para esperar por mi respuesta.—¡Trini! Piénsalo bien. La llamó Viviana, tratando de impedir que cometiera esa locura y porque ella sí podía ver la sonrisa y mirada ladina de Hugo, mientras recorría a su amiga con la vista, al parecer complacido de lo que veía y había sentido al ella pegarse a él. Lo cual en esos momentos, no sabía qué significaba ese todo. Y justo cuando iba a preguntar, vio el auto de su familia entrando y a Federico asintiendo para que aceptara.—¡De acuerdo! Respondió seguro, sin preguntar qué significaba ese todo, después lo haría, pensó. No sería difí
Trinidad, encontró lógica su preocupación. Tocó a Viviana que los miró muy seria, todavía no estaba convencida de que eso era lo correcto. Y hasta estaba pensando que a lo mejor en verdad Hugo se iba a casar con su amiga sin aceptar dinero, solo para no pasar la vergüenza de que lo dejaran plantado, delante de toda su familia y amistades. Pero no era así, ¡era por interés!—Viví, transfiere el dinero que te diga en este mismo instante mi prometido el señor Hugo…—Hugo Fuentes —se apresuró a contestar Federico, sin todavía creer lo que escuchaba. —¿Está segura que tiene la cantidad que necesita mi amigo?—Viví, haz lo que te dije —ordenó Trinidad haciendo caso omiso de la pregunta que le formulara Federico.—Sí, Trini. — Contestó Viviana, se giró para Federico y preguntó. —¿Cuánto es? Aunque opino que debes darle la mitad ahora y la otra cuando se casen. Quiso asegurarse de que no eran unos estafadores y que todo esto fuera un burda mentira para engañar a su amiga. No serían los prim
Hugo la miró por un momento. Hasta poco Trinidad se comportaba como una mujer segura de sí misma. Pero justo ahora ella era todo menos eso. Sus manos le sudaban y estaban muy frías. También, a pesar del velo, por su cercanía podía ver como su labio inferior se estremecía. Ella estaba en verdad muy nerviosa.—De acuerdo, prometí que haría todo lo que me pidiera. Lo cumpliré al pie de la letra, no se preocupe. —Contestó tratando de darle aliento, no quería que se fuera a arrepentir en el último instante.—Otra cosa señor Hugo —habló ella y otra vez pudo ver que dudaba— no me levante el velo, no quiero que nadie sepa como soy. Es algo que oculto de todos, le explicaré el por qué un día. ¿Le molesta?—No me molesta. No le niego que me gustaría mostrar a todos su belleza, pero la complaceré como acabo de aceptar en el contrato en todo. Ahora venga, tome mi brazo y vamos. Ah, y no olvide que debemos tratarnos de tú, Trini.—¿Trini?—¿No puedo llamarla así como su amiga?—Está bien, yo le di