Franco colocó un brazo para cubrirse los ojos y cuando estaba por rodearla con el otro ella se puso de pie y apagó la lámpara de techo. Él encendió una pequeña y más tenue cerca de su cama, agradeciéndole el gesto con una sonrisa.—Es sobre la propuesta que te hice hace unos días, Livia. ¿Ya lo pensaste?—Contraté a Efraín. Mi padre confía en él y me parece que conoce lo suficiente sobre mi situación como para aconsejarme de manera efectiva —dijo mientras abría una de las puertas. —Es la siguiente. —Franco señaló la otra puerta y escuchó que ella iba al baño sin cerrar la puerta. Eso también lo hizo reír. Por norma, las mujeres con las que había estado iban a hurtadillas y jamás había visto a una que orinara frente a él sin pudor. Era… nuevo para él, pero lo interpretó como que no quería interrumpir su conversación, así que dijo lo que tenía atravesado desde entonces—: Es evidente que le gustas y hará lo que sea por quedarse contigo. Si te descuidas, terminarás cediéndole el control
Livia no era capaz de ponerse de pie y menos de mirarlo a la cara. Era el peso de la vergüenza y la repulsión de sentirse utilizada lo que no le permitía enfrentarlo y reconocer que, de nuevo, había caído en el juego nauseabundo de sus padres, ese del que juró alejarse años atrás.Franco se sentó a la orilla de la cama y encendió un cigarrillo sin dejar de mirarla. La música del piso inferior había cambiado a baladas desde hacía un buen rato y las risas habían menguado considerablemente.—Tengo una propuesta que hacerte —dijo expeliendo humo en forma de aros perfectos.Livia guardó silencio y continuó revisando los detalles de cada fotografía que por momentos se difuminaban por las lágrimas que luchaban por salir, pero que ella se empeñaba en seguir reteniendo. Ya había dado un espectáculo deplorable frente al hombre con el que acababa de tener sexo y quien tenía suficientes razones como para haberla asesinado en venganza desde hace mucho.—Livia, necesito que me mires. —Se sentó a su
Franco tardó todo un minuto en reaccionar antes de salir de la habitación. Marion detuvo su avance a mitad de las escaleras para preguntarle algo, pero se sentía tan perdido que solo pudo ver cómo se movían sus labios sin poder entender lo que decía. Quiso esquivarla, pero ella colocó ambas manos en su pecho y lo empujó para impedirlo.—¡Vístete, Franco! Algo no va bien —La pelirroja le apuntó al bóxer y Franco se dio cuenta de que ni siquiera se había vestido.—¿Dónde están todos? —preguntó al mirar al salón y solo reconocer a dos parejas: una que se besaba sobre los muebles mientras se quitaba la ropa y la otra que mantenía relaciones en el piso.—La mayoría se fueron a dormir hace un rato y esos están hasta arriba. Efraín…, ya sabes. —¿Dónde está García? —Esperaba verlo aparecer desde la cocina mientras decidía si bajar del todo o subir para cambiarse.—De eso te estoy hablando. Marco está en el autobús, salió a medio vestir en cuanto Elías llegó y Efraín no está. ¿Fuiste tú?—¿Qu
El temblor de su cuerpo era incontrolable. Su ropa empapada no se lo hacía más sencillo y el constante goteo de su cabello no le permitía que mermara su deseo por golpear a la escuálida mujer que le lanzó un baldazo de agua fría para despertarla. No estaba segura de si le habían inyectado algo o si el contenido del plato que le ofreció la misma mujer era lo que le había provocado ese letargo, pero su cuerpo no respondía a las órdenes que le daba para buscar una salida.El cerdo italiano que la llevó consigo le juró que la había salvado de una muerte inminente, y que la amistad que mantuvo con su padre desde adolescentes era el motivo para haberla salvado. Sin embargo, esa cueva donde la mantenía cautiva no era un lugar adecuado para una invitada y el trato que le estaban dando tampoco parecía demasiado solícito.Livia aspiró el aire viciado del lugar donde la tenían. Miró a su alrededor y la tenue luz de una lámpara de gas le mostró un colchón sucio y un cubo oxidado en la esquina de
Sentirlo tan cerca solo le provocaba náuseas, su aliento rozó su cuello y a pesar de que sabía que no podía demostrarlo, quería llorar. Sin embargo, las sonrisas maliciosas de quienes observaban continuaban sobre ellos. El alcohol, la música y las otras parejas que se atrevieron a ir más allá frente a todos, lo envalentonaron y él la invitó a recostarse sobre el enorme sillón que más parecía una cama. Se sentía observada, pero a él no parecía molestarle. Su cabello rubio le cubrió parte del rostro cuando se inclinó sobre ella para lamerle la piel sobre su seno derecho, pero lejos de sentirse atraída por él, quería deshacerse de su toque. Sus gemidos inundaron sus oídos cuando se acercó a su cuello y la mordió, pero cuando ella se quejó y quiso apartarlo, él perdió la razón y la empujó hacia atrás. Sin pedirle permiso, introdujo su mano con violencia entre sus piernas y sin ninguna sutileza enterró su dedo entre sus pliegues mientras su sonrisa se expandía y la expresión de su rostr
Encontrar una solución para lo que se les venía encima no estaba resultando tan simple como lo planeó junto a los demás. Todo parecía indicar que estuvieron a la espera de la tragedia para incautar los bienes y provocar caos entre los empleados de los Ávalos. Las autoridades y los medios se estaban dando un banquete con todo lo que encontraron en la casa de la familia y Franco, no creía posible que Gilberto fuese tan idiota como para dejar a la vista documentos, fotografías y videos sobre cosas de las que solo podían saber los implicados.Marco le exponía el recuento de las zonas en las que debían evitar hacer negocios por el momento cuando descubrió a Livia caminando de puntillas hacia el despacho, sin atreverse a entrar. Así que le hizo un gesto a su amigo para que guardara silencio. El castaño sonrió y le envió un mensaje de texto burlándose de su paranoia, pero los hechos en los que se vieron envueltos la noche anterior le respaldaban. —¿Livia? —Llamó para que supiese que la ha
Livia se sorprendió al notar tanto movimiento nocturno en la zona, pese a la alerta roja anunciada desde hacía días debido al huracán. La lluvia seguía cayendo copiosamente y agradeció que el estacionamiento del club fuese subterráneo. No le ayudaría a que menguaran sus nervios el presentarse como una rata mojada ante su pase de entrada a la organización. Al avanzar por el pasillo, no permitió que la letra de If I lose myself, de One Republic le afectara. A diferencia de la canción, si ella se perdía a sí misma como lo estaba haciendo esa noche, no tendría a nadie a su lado, no lo tendría a él. Nunca más. Quizá era lo único que lamentaba de sus últimas decisiones.Raisa colocó su mano en su espalda baja para llamar su atención y le señaló con la mirada hacia el reservado al que se dirigían. Por un momento dudó al dar el siguiente paso, pero la falta de sorpresa en la expresión del sujeto sentado le reveló que ya la esperaba. Martha Villanegra parecía ansiosa a su lado y eso no tení
Cuatro parejas más, aparte de ellos salieron del club entre risas y besos y no tardaron más de diez minutos en salir de la circunvalación en dirección a una de las mejores zonas de la ciudad.—Julián, Martha dice que abrirá la cava especial de los Villanegra —exclamó una de las mujeres que Livia reconoció como una de las congresistas del partido de oposición al gobierno—. Mejor vámonos para allá. —¿Quieres ir? —le preguntó Julián al oído, mientras le acariciaba el brazo con ternura.—Como desees —respondió Livia dándole un beso en la mejilla y es que no sabía cómo avanzar más rápidamente con él. Cada vez que se le acercaba de manera insinuante, él le sonreía y le besaba la mano. Miró a Martha frente a ella en la limusina —solo dos parejas más iban en ella—, y la sonrisa que le dedicó la hizo enfurecer.—Iremos a tu casa, Martha. Avísale a los demás —dijo el hombre besando el hombro descubierto de Livia y volviendo a cubrir el lado de su pierna que quedaba a la vista—. Te quiero toda