Livia se tomó su tiempo, aun a sabiendas que Franco le había dado media hora. No estaba segura de hacerlo por rebeldía, pero sí de que si eso enviaba un mensaje a los demás, se sentiría por bien servida. Revisó sus documentos en su bolso y se vio por última vez al espejo. Ya había recuperado un poco el peso que había perdido y sus ojeras no eran tan prominentes como hace unas semanas. Le satisfizo la apariencia que tenía con solo aplicarse un leve brillo en los labios, los que aun mantenía un poco inflamados por los besos de Franco, así que solo se preocupó en la línea de ojos para acentuar sus ojos azules. Iba vestida con sus botas preferidas de tacón medio, una chaqueta de cuero cubriendo su blusa semitransparente en púrpura, que mostraba sus senos como una invitación y su pantalón de mezclilla negro, ceñido a sus piernas. Todo le quedaba levemente apretado, pero se veía bien y eso bastaba. Bajó los peldaños sin devolver las miradas de varias personas que no reconoció y sin tocar
Saberla lejos era lo mejor, estaba seguro, pero el vacío en su pecho no se iba y las imágenes con su sonrisa, sus reacciones al enfadarse o sus lágrimas, seguían martillando su cabeza sin darle tregua. A veces escuchaba reír a alguna chica de la empresa de cierta manera y volteaba, esperanzado por verla a sus espaldas, regresando a su lado. Estaba tan mal que hasta soñaba con ella y despertaba sudoroso con demasiada frecuencia, teniendo que recurrir a más masturbaciones que en toda su adolescencia. Las fotografías que se tomaron en la finca, eran su arsenal oculto después de que Marco se uniera a Goran para hacer desaparecer cuanto objeto le hubiese pertenecido a ella. Quería olvidarse de la absurda lucha en la que se enfrascaron los tres al intentar quitarle el perfume de la pelinegra de las manos y este, acabó esparcido sobre el suelo de madera, impregnándolo todo y haciéndolo llorar. Pasaron semanas en las cuales luchó por agotarse tanto como le fue posible, para así caer rendido
La noche llegó rápidamente y él no se dio cuenta de la hora que era, hasta que Marco llegó acompañado por Bárbara y le exigieron que se diera un baño en la oficina. Le explicaron que esta vez no le darían la posibilidad de escapar si pedía ir a casa a cambiarse. Ese era su plan la última vez que pensó en la salida a la que accedió ir por la mañana. Le recordaron su negativa a salir con ellos las últimas noches y resignado, asintió de acuerdo. Se había aislado demasiado.La camioneta los llevó hasta el bar de Iker, ubicado en un amplio local y una zona que bullía de comercios nocturnos exclusivos. Marco le contó que contaban con reservados muy atractivos y que, si eso no le bastaba al cliente, dos pisos más arriba, tenían cómodas habitaciones para seguir disfrutando la noche.—Iker trajo a la esposa, así que tiene permiso para descontrolarse —dijo Marco con emoción. —Si lo miras demasiado, Catalina va a sospechar —bromeó Bárbara, dándole un azote en el trasero mientras bajaban del ve
Livia condujo furiosa por las calles solitarias de la ciudad. Se lo había advertido a Elías desde que los vieron pasar al reservado entre risas y bromas subidas de tono: no quería problemas. Ella se ocultó tras uno de los amigos del fotógrafo y casi estuvo a punto de gritar por la impresión cuando él volteó hacia ellos como si la hubiese visto, como si la hubiese sentido. Fue un breve instante, él se detuvo y escaneó al grupo con atención, pero siguió su camino, negando con la cabeza y riendo tras los demás.Iker le había asegurado que él no asistiría, pero después de unos minutos tratando de controlar su respiración recibió sus disculpas en un breve mensaje por el teléfono, pero ya no podía hacer nada. Una hora después se sintió agradecida al darle la bienvenida a los invitados al lado del alemán sobre la tarima del DJ y no encontrarse con su grupo. Él le dijo que se habían negado a bajar y ella no pudo sentirse mejor, pero Ambra sí que la había visto. Se acercó a ella mientras habl
Tal y como Franco dijo, estaba cansado, después de estar juntos una vez más se quedó dormido de inmediato y ella lo siguió poco después. Pero a primera hora tuvo que correr al baño, como cada mañana y vomitar hasta lo que no había ingerido. Se cepilló los dientes, se dio un baño rápido y se fue a la cocina a buscar una manzana. Era lo único que podía comer a esa hora sin sufrir más espasmos, eso y galletas o té de jengibre, una receta que la madre de Elías le había enviado y que había funcionado de maravilla.Leía las noticias en la tableta cuando Franco apareció junto a ella y le dio un beso en la cabeza. Lucía hermoso somnoliento, pero se entristeció al descubrir que ya se había cubierto con un bóxer de Batman del que se burló, pero él se movió de manera sugerente haciéndola reír más.—Marco me lo obsequió —explicó como si eso no le diera más motivos a ella para que burlara—. Debes estar igual que yo —dijo él sacando de la refrigeradora el bote con jugo de tomate y un limón. Tomó
EpílogoA lo largo de los años, Franco deseó poder regresar el tiempo en varias ocasiones, para así alejar todo lo malo que había ocurrido en su vida, pero se dio cuenta de que, de hacerlo, sus pocos momentos memorables tampoco se habrían llevado a cabo y, eso era suficiente como para arrepentirse de solo pensarlo. Se movió con diligencia por el comedor, depositando pétalos de rosas alrededor y agregó un poco más hasta la entrada del salón sin borrar la sonrisa. Observó su reflejo frente a uno de los espejos y acomodó uno de sus mechones rubios que dejaba algo largos, solo para complacerla.—¡Me voy! —Una fuerte palmada en la espalda hizo que se volteara y devolvió la sonrisa cómplice—. Estás jodido… —Escuchó la burla en su voz al observar todo lo que había preparado.—Cuando encuentres a una chica especial, esto parecerá poco, ya lo verás… —dijo sin obtener respuesta, lo que le pareció extraño, porque solía reírse de esa frase en especial—. Ya llamé a Goran. Avisa cuando estés de re
Franco Baumann volvió después de tomarse un año sabático para curar su corazón y su ego lastimado. Su amor platónico lo rechazó por segunda vez y se ha casado con otro. Una llamada a medianoche lo obliga a regresar a casa para vengar la muerte de su padre y destruir a todos los implicados como solo él podría ser capaz de hacerlo. Ha dejado de importarle el precio que tendrá que pagar, como tampoco le interesa perderse a sí mismo en el proceso.Livia Ávalos se alejó de su familia después de enterarse de todo el daño que han causado a otros por ambición. Ha renunciado a la fortuna a la cual tiene pleno derecho y se siente orgullosa por haberlo hecho, pero ahora tiene que luchar día a día para salir adelante por sus propios medios. Ella no tiene idea de que su fabuloso nuevo contrato y al que considera su boleto dorado, es solo para convertirla en un objetivo.Franco quiere destruirla. Sobre todo, desea recordarle que aquel chico al que ella menospreció en el pasado, cambió. El único pro
FrancoFranco revisó por tercera vez la carpeta que tenía frente a él. Tamborileó con su pulgar derecho sobre la superficie del cartón, haciendo un gran esfuerzo por no ver de nuevo esos detalles que ya había aprendido de memoria. Llenó de aire sus pulmones y miró al techo antes de soltarlo ruidosamente por la boca y luego repitió como un mantra los apellidos de las familias que le habían hecho daño a su padre. Era verdad que debió estar al tanto de cada movimiento, también lo era el hecho de que, en lugar de viajar por el mundo, tenía que haber estado a su lado, pero tampoco podía negar que en ese momento solo podía pensar en sí mismo. Recordar los ojos cafés de Andrea García no le hacía ningún bien, mucho menos si volvía a ver ese maldito artículo sobre su feliz matrimonio y su perfecta familia. Un hijo más en su segundo matrimonio, donde tampoco sería su esposo. Quería odiarla con todo su ser, pero no podía.Volvían a él sus sonrisas, todos los momentos en que él acudió a ella con