El temblor de su cuerpo era incontrolable. Su ropa empapada no se lo hacía más sencillo y el constante goteo de su cabello no le permitía que mermara su deseo por golpear a la escuálida mujer que le lanzó un baldazo de agua fría para despertarla. No estaba segura de si le habían inyectado algo o si el contenido del plato que le ofreció la misma mujer era lo que le había provocado ese letargo, pero su cuerpo no respondía a las órdenes que le daba para buscar una salida.El cerdo italiano que la llevó consigo le juró que la había salvado de una muerte inminente, y que la amistad que mantuvo con su padre desde adolescentes era el motivo para haberla salvado. Sin embargo, esa cueva donde la mantenía cautiva no era un lugar adecuado para una invitada y el trato que le estaban dando tampoco parecía demasiado solícito.Livia aspiró el aire viciado del lugar donde la tenían. Miró a su alrededor y la tenue luz de una lámpara de gas le mostró un colchón sucio y un cubo oxidado en la esquina de
Sentirlo tan cerca solo le provocaba náuseas, su aliento rozó su cuello y a pesar de que sabía que no podía demostrarlo, quería llorar. Sin embargo, las sonrisas maliciosas de quienes observaban continuaban sobre ellos. El alcohol, la música y las otras parejas que se atrevieron a ir más allá frente a todos, lo envalentonaron y él la invitó a recostarse sobre el enorme sillón que más parecía una cama. Se sentía observada, pero a él no parecía molestarle. Su cabello rubio le cubrió parte del rostro cuando se inclinó sobre ella para lamerle la piel sobre su seno derecho, pero lejos de sentirse atraída por él, quería deshacerse de su toque. Sus gemidos inundaron sus oídos cuando se acercó a su cuello y la mordió, pero cuando ella se quejó y quiso apartarlo, él perdió la razón y la empujó hacia atrás. Sin pedirle permiso, introdujo su mano con violencia entre sus piernas y sin ninguna sutileza enterró su dedo entre sus pliegues mientras su sonrisa se expandía y la expresión de su rostr
Encontrar una solución para lo que se les venía encima no estaba resultando tan simple como lo planeó junto a los demás. Todo parecía indicar que estuvieron a la espera de la tragedia para incautar los bienes y provocar caos entre los empleados de los Ávalos. Las autoridades y los medios se estaban dando un banquete con todo lo que encontraron en la casa de la familia y Franco, no creía posible que Gilberto fuese tan idiota como para dejar a la vista documentos, fotografías y videos sobre cosas de las que solo podían saber los implicados.Marco le exponía el recuento de las zonas en las que debían evitar hacer negocios por el momento cuando descubrió a Livia caminando de puntillas hacia el despacho, sin atreverse a entrar. Así que le hizo un gesto a su amigo para que guardara silencio. El castaño sonrió y le envió un mensaje de texto burlándose de su paranoia, pero los hechos en los que se vieron envueltos la noche anterior le respaldaban. —¿Livia? —Llamó para que supiese que la ha
Livia se sorprendió al notar tanto movimiento nocturno en la zona, pese a la alerta roja anunciada desde hacía días debido al huracán. La lluvia seguía cayendo copiosamente y agradeció que el estacionamiento del club fuese subterráneo. No le ayudaría a que menguaran sus nervios el presentarse como una rata mojada ante su pase de entrada a la organización. Al avanzar por el pasillo, no permitió que la letra de If I lose myself, de One Republic le afectara. A diferencia de la canción, si ella se perdía a sí misma como lo estaba haciendo esa noche, no tendría a nadie a su lado, no lo tendría a él. Nunca más. Quizá era lo único que lamentaba de sus últimas decisiones.Raisa colocó su mano en su espalda baja para llamar su atención y le señaló con la mirada hacia el reservado al que se dirigían. Por un momento dudó al dar el siguiente paso, pero la falta de sorpresa en la expresión del sujeto sentado le reveló que ya la esperaba. Martha Villanegra parecía ansiosa a su lado y eso no tení
Cuatro parejas más, aparte de ellos salieron del club entre risas y besos y no tardaron más de diez minutos en salir de la circunvalación en dirección a una de las mejores zonas de la ciudad.—Julián, Martha dice que abrirá la cava especial de los Villanegra —exclamó una de las mujeres que Livia reconoció como una de las congresistas del partido de oposición al gobierno—. Mejor vámonos para allá. —¿Quieres ir? —le preguntó Julián al oído, mientras le acariciaba el brazo con ternura.—Como desees —respondió Livia dándole un beso en la mejilla y es que no sabía cómo avanzar más rápidamente con él. Cada vez que se le acercaba de manera insinuante, él le sonreía y le besaba la mano. Miró a Martha frente a ella en la limusina —solo dos parejas más iban en ella—, y la sonrisa que le dedicó la hizo enfurecer.—Iremos a tu casa, Martha. Avísale a los demás —dijo el hombre besando el hombro descubierto de Livia y volviendo a cubrir el lado de su pierna que quedaba a la vista—. Te quiero toda
El vaso con whisky que lo había acompañado la última hora y que rellenó varias veces, se convirtió en cientos de fragmentos una vez que chocó contra la pared. No podía comprender lo que sucedía y las respuestas ambiguas de sus contactos lo estaban volviendo loco. Gritó, lleno de frustración e impotencia por no haber logrado nada después de una semana de intensa búsqueda.Goran lo miró sin inmutarse, pero podía olfatear la preocupación de Marco desde donde estaba, y con buena razón. Era él el encargado de la seguridad de Livia esa noche y le aseguró que tenían controlado el perímetro y el interior de la mansión de los Villanegra, dos veces. La salida de Lucía diez minutos después que la suya respaldaba su inocencia, ella había regresado a Londres, pero Franco sabía que la vería de nuevo para escuchar sus reproches. En los videos de los alrededores no distinguieron vehículos o movimientos extraños el resto de la noche. Observaron las grabaciones por enésima vez y examinaron cuadro a c
El hombre se movió con esos ademanes exquisitos adquiridos en el viejo continente de los que se vanagloriaba con frecuencia y se sentó en la mesa del bar, mostrando su repugnancia por el líquido derramado sobre la mesa proveniente del vaso frío que acababa de alzar.—Ya estoy aquí —dijo con altanería y Franco sonrió al advertir su nerviosismo.—Quiero que asistan a la reunión.—No sé a quiénes se refiere al hablar en plural, señor.—Deja la formalidad, George. Eres como un padre para mí, pero…—No lo soy, señor. Soy su empleado y aunque yo lo he querido como un hijo… —Lo miró con intensidad y eso lo puso nervioso—, sé cuál es mi lugar y a quién le debo lealtad.—No te burles de mi confianza, ¿estamos? Sé que harías cualquier cosa por mi tía Viv, incluso traicionarme.—Yo…—Fue ella, ¿verdad?—No sé de lo que habla. —Bien. Quiero que vaya a…—La Duquesa Viviana no se encuentra en el país, señor Baumann. Y no estará presente en su reunión. Comentó el otro día que desde hace un tiempo e
A Livia le parecía insólito que todos actuaran como si nada, como si del salón de al lado no se hubiesen llevado dos cuerpos inertes de los hombres con los que compartieron negocios y vivencias durante años. Ella misma recordaba a ambos y aunque la habían traicionado y quisieron acabar con ella, no podía dejar de sentirse culpable por haberles arrebatado sus vidas. Le temblaban las manos desde que Darío y Franco le entregaron las cabezas que le habían prometido. Marco la miraba desde el otro lado del salón sin perder detalle de cada uno de sus torpes movimientos. Los demás bebían, bailaban y disfrutaban de la noche, de las reasignaciones de territorio y de las ganancias que implicaban para ellos la salida del juego de Pietro Catalano. Esperó impaciente la llegada de Franco, pero este los había agasajado con una fiesta por todo lo alto y se quedó a solas con Darío Galo y sus hombres de seguridad. Ella temía que quisiera tomar represalias en contra del colombiano, o peor aún, contra