Intenso

Livia no era capaz de ponerse de pie y menos de mirarlo a la cara. Era el peso de la vergüenza y la repulsión de sentirse utilizada lo que no le permitía enfrentarlo y reconocer que, de nuevo, había caído en el juego nauseabundo de sus padres, ese del que juró alejarse años atrás.

Franco se sentó a la orilla de la cama y encendió un cigarrillo sin dejar de mirarla. La música del piso inferior había cambiado a baladas desde hacía un buen rato y las risas habían menguado considerablemente.

—Tengo una propuesta que hacerte —dijo expeliendo humo en forma de aros perfectos.

Livia guardó silencio y continuó revisando los detalles de cada fotografía que por momentos se difuminaban por las lágrimas que luchaban por salir, pero que ella se empeñaba en seguir reteniendo. Ya había dado un espectáculo deplorable frente al hombre con el que acababa de tener sexo y quien tenía suficientes razones como para haberla asesinado en venganza desde hace mucho.

—Livia, necesito que me mires. —Se sentó a su
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