“Pasajeros con destino a Londres, por favor abordar por la puerta número siete, repito, deben abordar por la puerta siete.” La misma frase se ha repetido unas cincos veces por los altavoces del aeropuerto mientras las pantallas con los itinerarios de vuelo siguen cambiando con mucha rapidez; aquí los horarios son exactos, no se admiten retrasos. Veo la hora una vez más en la pantalla de mi celular, son casi las diez de la mañana y Mike aun no aparece; y ya no creo que lo haga. Quedamos de vernos aquí a las ocho para no tener retrasos con el checkin, pero él nunca llego y por más que marco a su teléfono la llamada se va directo a buzón. Maldición. Cuando recibí la invitación para ser parte del jurado en una competición de la academia de patinaje donde trabaje en Londres, me sentí tan emocionada porque al fin me tomaban en cuenta no por mi belleza o por mi dinero, sino por mis aptitudes, por mi capacidad. Fue muy poco el tiempo que estuve con ellos, pero me esforcé en dar lo mejor de
Oscuridad.Es lo que en su mayor parte nos rodea, aunado por el tenue brillo de las pocas estrellas en el cielo nocturno; no hay luna esta noche, es novilunio o mejor dicho, es luna nueva.Creo que en algún momento de mi vida sentí miedo de la oscuridad, cuando era solo una niña de quizás nueve años, no lo sé bien. Lo que si sé, es que en ese entonces mi temor a la oscuridad era tan real y palpable que me dejaba sin aire, llorando y suplicando porque no me dejaran sola.—Agatha, necesito que digas algo —le escuche hablar entre los murmullos que producía el viento nocturno agitando la falda de mi vestido y mi cabellera rubia; baje mi cabeza cuando sentí que las lágrimas eran más que yo misma y comenzaron a descender cuesta abajo por mis mejillas. Sabía que él no notaria mi llanto en la oscuridad pero igual me mantuve en silencio porque el quebranto en mi voz pod
Muchas mujeres pasan gran parte de su vida soñando con encontrar el amor de su vida, casarse y vivir felices por siempre; y no digo todas, porque hoy en día son tan pocas las mujeres que fantasean con la idea de encontrar un príncipe azul.Obviamente yo me incluyo en ese no tan reducido grupo.Y es que, me canse de la idealización barata que por años nos vendieron las historias de las princesas Disney. Y debo agregar, con total responsabilidad… ¡¿qué carajos con enamorarse de alguien a quien apenas conoces?!¿Dónde coño estaban los principios de moral de esos escritores?¿Acaso no tenían hijas?Por fortuna, actualmente la sociedad ha transformado sus pensamientos e ideologías. Hoy existe lo que muchos llaman la liberación femenina; aunque ya existía desde años atrás, solo que hoy en día se respeta mucho má
Me negaba a abrir los ojos, no quería verle, me sentía muerta de vergüenza.—Puedes abrir los ojos, princesita, no voy a comerte —le escuche decir demasiado cerca de mí―. No soy un lobo feroz.Con algo de nervios entreabrí uno de mis ojos y me sobresalte al ver su rostro pegado del mío; cerré una vez más los ojos y lo empuje lejos de mí y para cuando abrí los ojos una vez más el borrón que había visto la primera vez tomo la forma de un hombre demasiado atractivo como para ser real, tenía que ser un ángel caído desde el mismísimo cielo.Creo que morí y reviví en un lugar mejor, muchísimo mejor.— ¡Hey, me escuchas! —dijo chasqueando los dedos frente a mis ojos.Parpadee varias veces tratando de salir del trance que me genero la primera impresión de este hombre.Y c
Al entrar al salón alce mi rostro con determinación y comencé a caminar como si estuviera en una de las mejores pasarelas del mundo.― ¡Yo me opongo a esta boda, padre! ―afirme de nuevo con voz fría y calculada.Jair al reconocerme no se lo podía creer, me miro con cara de "¿qué demonios?". Yo sólo le sonreí y con paso firme seguí avanzando hacia el altar bajo la mirada curiosa de todos los presentes; no había periodistas en el salón pero seguro gran parte de los invitados ya me había reconocido.Soy una figura pública y el apellido de mi familia no es fácil de ignorar; así que plasme la mejor de mis sonrisas al estar a pocos pasos del altar.La novia, una chica menuda y con cara aniñada, tenía la expresión en el rostro de asombro total; quizás su inocencia no le dejaba asimilar lo que estaba sucediendo. No pued
— ¿Qué, que es? —cuestiono tomándome por los hombros. Le pase el bouquet que contenía mi celular mientras deshacía el moño que había mantenido sujeta mi melena castaña sobre mi cabeza. —Alguien está esperando por mí en la calle detrás de este hotel —le conté no muy convencida. Arrugo el entrecejo. — ¿Cómo que alguien? —inquirió confundida—. ¿Acaso alguien más sabia de esto, Gigi? Negué mirando por un costado que nadie estuviera acechándonos. —Claro que no, Nina —murmure, logrando que ella se sintiera más confundida que antes—. Es algo difícil de explicar, sí. Solo confía en mí, ¿puedes? Resoplo. —Creo que es lo que siempre hago, ¿no? —respondió cruzándose de brazos. De pronto un sonido proveniente del pequeño ramo de rosas que Nina sostenía en su mano derecha, comenzó a resonar por todo el lugar, como una señal de mal augurio; ambas nos miramos a los ojos presintiendo de lo que se trataba. En un acto de
―Voy a casarme.Esas tres palabras resonaron con fuerza por encima del ruido que se oía proveniente del televisor encendido; estaba algo distraída mirando un canal de música, pero eso no impidió que prestara atención a sus palabras.Gire hacia él sintiéndome de pronto confundida.¿Acaso él me había pedido matrimonio y yo no lo recordaba? Imposible, yo nunca olvidaría algo tan importante como eso.― ¿A qué te refieres con eso, bomboncito? ―cuestione de vuelta con una risita nerviosa.No pasó desapercibida ante mí la incomodidad que se reflejó en la mirada de Jair.―Me voy a casar, Gigi —esas cinco palabras se clavaron con fuerza en el centro de mi pecho, muy cerca de mi corazón—. Hice todo lo posible por evitar el compromiso pero me fue imposible, mi padre juró que s
Mi acción lo hizo sonreír mientras alzaba una mano para hacer una mueca como si estuviera loca. Quizás sí, estaba enloqueciendo, eso ya no me importaba; en realidad ya pocas cosas habían dejado de tener valor para mí. Razón por la cual, comencé a correr los últimos metros que me separaban del mar, sin importar que el vestido que aun llevaba puesto se arruinara, pues costaba unos cuantos miles de dólares. Cuando el agua me hubo cubierto casi por completo, el vestido me hacía difícil mantener el equilibrio y con cada ola que surgía mi cuerpo cedía a contrapeso. ¡A la m****a todo! Fue lo que pensé cuando decidí soltar el trenzado que sujetaba la parte de arriba del vestido, y cuando estuvo listo me moví un poco más dentro del agua hasta que deje de sentir la arena bajo mis pies. Me sumergí en la profundidad del mar buscando escurrirme entre las capas de seda, por un instante sentí que la tela me hundía y por poco me ahogaría, hasta que el agua hizo su trabajo y facilito mi huida. Una v