Al entrar al salón alce mi rostro con determinación y comencé a caminar como si estuviera en una de las mejores pasarelas del mundo.
― ¡Yo me opongo a esta boda, padre! ―afirme de nuevo con voz fría y calculada.
Jair al reconocerme no se lo podía creer, me miro con cara de "¿qué demonios?". Yo sólo le sonreí y con paso firme seguí avanzando hacia el altar bajo la mirada curiosa de todos los presentes; no había periodistas en el salón pero seguro gran parte de los invitados ya me había reconocido.
Soy una figura pública y el apellido de mi familia no es fácil de ignorar; así que plasme la mejor de mis sonrisas al estar a pocos pasos del altar.
La novia, una chica menuda y con cara aniñada, tenía la expresión en el rostro de asombro total; quizás su inocencia no le dejaba asimilar lo que estaba sucediendo. No puede evitar sentir un pinchazo de lastima por ella, está chica se merecía a alguien mejor que el patán de Jair Garrett.
―Lo siento padre, pero no puedo permitir que está dulce chica até su vida con un idiota sinvergüenza como éste ―hice un gesto despectivo refiriéndome a mi ex novio.
El cura puso cara de circunstancias, y los murmullos de todos los presentes no se hicieron esperar.
― ¿Ustedes se conocen? ¿La conoces Jair? ―preguntó la chica exaltada.
Jair titubeo
―No es lo que crees cariño, te lo puedo explicar ―él imbécil de mi amante no sabía dónde meter la cara―... ¿Qué demonios haces aquí, Gigi? Pensé que todo había quedado claro cuando hablamos ―siseo entre dientes en mi dirección.
Me reí irónica.
―Pero que iluso eres bomboncito, ¿acaso pensaste que me conformaría con ser la amante en esta historia? ―la chica vestida de novia en el altar, comenzó a sollozar al escuchar mis palabras.
― ¿Amante? ―Miro a quien sería su futuro esposo, sin poder creerlo―. ¡¿Cómo pudiste hacerme esto Jair?! ―chillo la chica perdiendo los nervios.
Jair me miro buscando ayuda, yo solo lo fulmine con la mira y con toda intención empuje un poco más el dedo en la llaga.
—Si Jair, ¿Cómo pudiste hacerle esto? —escupí indignada—. Malnacido, descarado, ya veo que no te importan los sentimientos de los demás, por eso te involucraste con ambas a la vez.
— ¡Eso no es cierto! —Defendió—. Yo te amo, Gigi, te dije que todo esto tenía una solución.
Su descaro sin duda no conocía límites.
—Si claro, esta es la solución del problema. ¡Nos vamos a la m****a todos! Pero sobre todo tu imbécil —no pude evitar que mi mano se estampara contra su rostro.
Se merecía más que una simple cachetada, el infierno era poco para alguien como él.
― ¡Señores, por favor! —Hablo el cura llamando nuestra atención—. Tengo más bodas que oficiar esta tarde y todos ustedes me están haciendo perder el tiempo con todo este drama innecesario ―volteé a mirar con desaprobación al cura por su falta de consideración.
Mientras que la novia de mí ex novio no paraba de llorar.
―Lo siento tanto cielo, pero tú mereces a algo mejor que esto —la consolé a modo de disculpa—. Un príncipe de verdad, no una imitación barata; un sapo con cara bonita y m****a en el cerebro ―me acerqué a la chica, está esnifo desconsolada―. Esté imbécil nos engañó a las dos y lo menos que podía hacer por ti, era abrirte los ojos y librarte de una vida infeliz a su lado. ¿Si me entiendes? ―la chica me miró a la cara con sus ojos anegados de lágrimas.
― ¿Tú eres la hija de Úrsula Krantz, la diseñadora? ―su pregunta me descoloco pero a la vez me hizo sonreír; asentí.
―Sí, soy su hija y créeme que cuando se entere de lo que he hecho, me asesinara... Ya sabes cómo es, los periódicos no mienten ―la chica sonrío.
―Cariño, no la escuches por favor... Sabes que te amo... ―interrumpió Jair, pero su ex futura esposa lo empujo.
―Cállate, idiota... ¿Cómo pudiste hacerme esto? Te odio ―la chica comenzó a golpear a su novio en el pecho y todos los presentes estallaron en risas.
— ¡Me las vas a pagar Gigi Krantz, eso júralo! —me amenazo Jair hecho una furia.
Lo mire de pies a cabeza como si fuera un bicho insignificante.
—No lo creo, bomboncito —le rete con altivez que me caracterizaba—. Ya con esto no queda nada pendiente entre nosotros, así que espero no volver a verte nunca más.
No espere a que respondiera; ya no quería escucharlo y mucho menos verlo.
Jair Garrett había derrumbado todo mi mundo perfecto con sus acciones egoístas; yo lo amaba, o al menos creí hacerlo, él se había convertido en una de las personas por las cuales habría sido capaz de dar mi vida.
Pero su traición iba más allá de cualquier sentimiento.
Y aunque gracias a su engaño yo había podido darme cuenta de la farsa en la cual viví por tanto tiempo, perdonarlo y olvidar no estaba en mis planes futuros; al menos no por un buen tiempo, cuando las heridas comenzaran a sanar y decir su nombre en voz alta ya no doliera tanto como si quemara la piel.
— ¡Gigi, aquí! —Escuche la voz de Nina llamarme entre las muchas personas que se habían acercado para ver más de cerca la discusión que se había desatado entre los novios—. ¡Oh, Gigi, ven acá! —Me alcanzo chocando contra mí en un abrazo—. Estuviste fabulosa, regia como siempre, toda una Krantz.
Sonreí sobre su hombro.
—No sabes cuánto disfrute la cara de estúpido que puso Jair al verme —nos alejamos para comenzar a caminar entre las personas que ya me miraban con curiosidad y admiración, otros pocos juzgándome por mi osadía.
—Se lo merecía el muy cabron, aunque sentí algo de pena por la chiquilla —comento.
—Yo también me sentí mal por ella —confesé—, pero luego me sentí mejor al ver que en realidad le hice un gran favor.
Colgándose de uno de mis brazos; Nina me miro de reojo.
—Esto te va a costar muy caro amiga —me recordó.
—Eso ya lo sabíamos, así que no tengo de que arrepentirme y tú menos —le tranquilice sabiendo a lo que se refería.
Ambas empujamos al mismo tiempo las puertas acristaladas, saliendo de ese lugar donde se había desatado el caos.
—Tenemos que salir de aquí antes de que este lugar se llene de periodista, Gigi —Nina comenzó a recoger la cola de mi vestido para hacer más fácil el trabajo de huida—. Estoy segura de que Úrsula no demora en enterarse de lo que hiciste y la verdad no quisiera estar en tus zapatos.
Me encogí de hombros.
—En realidad, yo tampoco —respondí sacándome los tacones y tomándolo en las manos para poder caminar mejor.
Ambas nos reímos.
—Vámonos ya —pedí de una vez, ella asintió y nos dirigimos al mismo sitio por el cual habíamos llegado.
Cuando pasamos por la estancia para fumadores donde estuve oculta, pensé por un instante en el hombre que había conocido momentos atrás; los restos de su celular seguían regados en el suelo.
La sonrisa que se dibujó en mis labios fue automática.
Una vez estuvimos en las escaleras de emergencia, comenzamos a correr buscando una salida que nos llevara fuera de este hotel sin ser descubierta por la prensa. Comenzamos a bajar los peldaños de dos en dos dando pequeños saltos como dos adolescentes rebeldes escapando de sus padres. Al fin era libre, éramos libres para ser nosotras misma por primera vez en tanto tiempo viviendo siempre rodeadas de espectadores que existían solo para juzgar cualquier cosa que hiciéramos.
¡A la m****a todos!
Después de tanto correr, habíamos llegado a una puerta que conducía al estacionamiento del hotel; ambas nos detuvimos para poder recobrar el aliento. Nina tenía su hermosa melena rubia hecha un desastre sobre su rostro, y sus mejillas, casi siempre sonrojadas, parecían dos tomates. Me reí al verla tan natural y desgarbada, la sonrisa que había en su rostro cuando nuestras miradas coincidieron me confirmo que pensábamos en lo mismo.
—Ya no recuerdo cuando fue la última vez que me sentí así de feliz.
Me reí con fuerza doblándome a la mitad y apoyando las manos en mis rodillas mientras respiraba con algo de dificultad por el esfuerzo físico.
—Yo tampoco lo recuerdo pero se siente jodidamente bien —afirme recobrando las energías; Nina también lucia más relajada.
—Bueno será mejor continuar —volvió a hablar—. Aún no ha pasado el peligro —su mirada volvía a mostrar precaución mientras nos ocultábamos detrás de un auto deportivo—. Ayúdame a pensar cómo salir de aquí sin que la prensa nos devore.
Mientras pensaba en alguna solución, puse los zapatos en el suelo y volví a calzármelos; como si estos me iluminaran, una idea llego con nitidez a mi mente. Fue como un fogonazo en mi cabeza el recordar lo que me había dicho aquel ángel de ojos grises.
—Te estaré esperando en la parte de atrás del hotel —le escuche gritar a mis espaldas—. Estoy seguro de que me vas a necesitar, muñeca.
Ahora el problema era adivinar si realmente él estaba hablando en serio y si cumpliría con su palabra de esperarme, y llevarme hasta el fin del mundo como había dicho.
— ¡Ya sé que hacer!
— ¿Qué, que es? —cuestiono tomándome por los hombros. Le pase el bouquet que contenía mi celular mientras deshacía el moño que había mantenido sujeta mi melena castaña sobre mi cabeza. —Alguien está esperando por mí en la calle detrás de este hotel —le conté no muy convencida. Arrugo el entrecejo. — ¿Cómo que alguien? —inquirió confundida—. ¿Acaso alguien más sabia de esto, Gigi? Negué mirando por un costado que nadie estuviera acechándonos. —Claro que no, Nina —murmure, logrando que ella se sintiera más confundida que antes—. Es algo difícil de explicar, sí. Solo confía en mí, ¿puedes? Resoplo. —Creo que es lo que siempre hago, ¿no? —respondió cruzándose de brazos. De pronto un sonido proveniente del pequeño ramo de rosas que Nina sostenía en su mano derecha, comenzó a resonar por todo el lugar, como una señal de mal augurio; ambas nos miramos a los ojos presintiendo de lo que se trataba. En un acto de
―Voy a casarme.Esas tres palabras resonaron con fuerza por encima del ruido que se oía proveniente del televisor encendido; estaba algo distraída mirando un canal de música, pero eso no impidió que prestara atención a sus palabras.Gire hacia él sintiéndome de pronto confundida.¿Acaso él me había pedido matrimonio y yo no lo recordaba? Imposible, yo nunca olvidaría algo tan importante como eso.― ¿A qué te refieres con eso, bomboncito? ―cuestione de vuelta con una risita nerviosa.No pasó desapercibida ante mí la incomodidad que se reflejó en la mirada de Jair.―Me voy a casar, Gigi —esas cinco palabras se clavaron con fuerza en el centro de mi pecho, muy cerca de mi corazón—. Hice todo lo posible por evitar el compromiso pero me fue imposible, mi padre juró que s
Mi acción lo hizo sonreír mientras alzaba una mano para hacer una mueca como si estuviera loca. Quizás sí, estaba enloqueciendo, eso ya no me importaba; en realidad ya pocas cosas habían dejado de tener valor para mí. Razón por la cual, comencé a correr los últimos metros que me separaban del mar, sin importar que el vestido que aun llevaba puesto se arruinara, pues costaba unos cuantos miles de dólares. Cuando el agua me hubo cubierto casi por completo, el vestido me hacía difícil mantener el equilibrio y con cada ola que surgía mi cuerpo cedía a contrapeso. ¡A la m****a todo! Fue lo que pensé cuando decidí soltar el trenzado que sujetaba la parte de arriba del vestido, y cuando estuvo listo me moví un poco más dentro del agua hasta que deje de sentir la arena bajo mis pies. Me sumergí en la profundidad del mar buscando escurrirme entre las capas de seda, por un instante sentí que la tela me hundía y por poco me ahogaría, hasta que el agua hizo su trabajo y facilito mi huida. Una v
Comencé a caminar de puntillas por el pasillo donde me indico se encontraba la habitación principal.Al entrar en la habitación, me gusto lo que vi. Una estancia amplia, decorada con tonos blancos y beige, una cama grande cercada de telas blancas cubría el dosel; estaba dispuesta contra una de las paredes, justo al frente de un pequeño balcón con vista al mar. Me acerqué sosteniendo mejor la toalla sobre mis hombros, abrí la puerta corrediza, similar a los ventanales que habían en el salón, y me apoyé en un pequeño barandal de madera que separaba la habitación del exterior; cerré mis ojos al sentir la brisa fresca, provocándome varios estornudos y aunque el piso de madera se sentía frío bajo mis pies haciéndome estremecer, sonreí envuelta como en una nube de felicidad; aunque sabía que cuando volviera a la realidad tendría que enfr
Me mantengo en silencio no sé por cuanto tiempo, sin decir nada con respecto a sus últimas palabras.¿Acaso está coqueteando conmigo?Le observo ponerse de pie al tiempo que recoge los pocos platos que hemos usado para cenar. Me miro de reojo, guiñándome unos de sus hermosos ojos grises, sumada una pequeña sonrisa burlona.Esa mirada sin duda comenzaba a hacer estragos en mí.― ¿Necesitas ayuda con los platos? ―ofrecí, era lo menos que podía hacer luego de todas sus atenciones; aunque lavar platos no era lo mío, jamás había lavado platos en mi vida, pero no veía problemas en hacerlo.No parecía una labor muy difícil.― ¡Oh! ¿Me hablas a mí, muñeca? ―voltee los ojos; lo cual, hizo que sonriera―. Es que pensé que te habías quedado sin voz después de probar mi maravillosa comida.
—Ser amigos, conocernos mejor —contesto sentándose a mi lado, apoyando uno de sus brazos en el respaldo del sofá—. Aunque lo dudes, no me considero un hombre tan básico. Entiendo que no todo en la vida es sexo y tampoco soy tan liberal como para acostarme con alguien que apenas y conozco.Su sinceridad, sin duda escoció un poco en mi orgullo.—No sé, pero creo que mis palabras te han decepcionado un poco —ladee la cabeza hacia él y sonreí.—Ya quisieras tú —desestime, disfrutando del calor que había dentro del cobertor.—Con una mujer como tú querría cualquier cosa pero, eres muy misteriosa.Lo vi coger un aparato que reposaba en la mesilla central, era una especie de control táctil donde podía manipular ciertas cosas de su sala; lo sabía porque yo también ten&iacu
No sé cuánto tiempo pasa, hasta que siento que mi cuerpo es alzado y de inmediato la calidez de otro cuerpo me envuelve por completo. Sé que se trata de Kenneth por lo que extrañamente me relajo contra su pecho y aspiro el aroma de la piel de su cuello.Quisiera hablar, decirle más cosas sobre mí, sobre lo que siento, sobre lo que deseo pero, estoy cansada, mi cuerpo pide a gritos dormir. Han sido días difíciles para mi desde que supe que Jair Garret estuvo jugando con mis sentimientos, noches de sufrimiento en silencio y días de trabajo llenos de sonrisas fingidas, y es que ser alguien que no eres te cansa, termina por absorberte.Y te crees tus propias mentiras, esas mismas que te hacen sentir que eres feliz.Un leve mareo me sorprende cuando soy puesta en una superficie suave y acolchada, abro un poco los ojos; a pesar de la oscuridad, puedo notar que se t
Abro los ojos de golpe, mirando todo a mí alrededor entre las sabanas que cuelgan del dosel de la cama. Al principio me siento un poco confundida pero luego recuerdo en donde estoy.Palpo a tientas con la mano detrás de mí y me encuentro con el colchón vacío, me giro y en efecto, no hay nadie junto a mí; me alzo sobre mis codos y paso una mano por mi alborotado cabello, quitando los mechones que caen sobre mi frente. La habitación, a diferencia de anoche, se encuentra plagada de una agradable calidez y un olor a salitre que se filtra con la brisa matutina entrando por el balcón abierto mientras las cortinas blancas son mecidas al compás del viento.Me dejo caer de nuevo sobre la almohada y sonrió al recordar lo que paso anoche; lo que me lleva a preguntarme, ¿Dónde podría estar Kenneth en estos momentos? Seguramente habrá salid