Capítulo Cuatro

— ¿Qué, que es? —cuestiono tomándome por los hombros.

Le pase el bouquet que contenía mi celular mientras deshacía el moño que había mantenido sujeta mi melena castaña sobre mi cabeza.

—Alguien está esperando por mí en la calle detrás de este hotel —le conté no muy convencida.

Arrugo el entrecejo.

— ¿Cómo que alguien? —inquirió confundida—. ¿Acaso alguien más sabia de esto, Gigi?

Negué mirando por un costado que nadie estuviera acechándonos.

—Claro que no, Nina —murmure, logrando que ella se sintiera más confundida que antes—. Es algo difícil de explicar, sí. Solo confía en mí, ¿puedes?

Resoplo.

—Creo que es lo que siempre hago, ¿no? —respondió cruzándose de brazos.

De pronto un sonido proveniente del pequeño ramo de rosas que Nina sostenía en su mano derecha, comenzó a resonar por todo el lugar, como una señal de mal augurio; ambas nos miramos a los ojos presintiendo de lo que se trataba.

En un acto de valentía Nina saco el aparato de entre las flores y al ver que el sonido no menguaba, con algo de miedo miro lo que la pantalla de este reflejaba, la expresión de espanto en su rostro me lo dijo todo.

—Es tu madre—confirmo lo que ya sabía—. Al parecer ya se enteró de tu hazaña.

Me mordí el labio inferior nerviosa; por nada del mundo yo iba a responder esa llamada.

— ¡Rómpelo, Nina! —exigí.

— ¿Qué? ¿El teléfono quieres decir? —pregunto pareciendo confundida.

Rodé los ojos hacia el cielo.

—Obvio que el teléfono, Nina —mi amiga hizo una mueca, el celular había dejado de sonar pero a los pocos segundos volvió a entrar una nueva llamada. Ella me miro sin saber que hacer—. ¡Joder, Ninoska! —chille—. No es tan difícil romper un estúpido celular —grite, arrebatándole de las manos mi teléfono para estrellarlo contra el cemento del suelo y pisarlo con la punta de uno de mis tacones al ver que no paraba de sonar. Mi amiga me vio con cara de horror, los nervios a veces me hacían comportarme como una loca—. Listo, problema resuelto.

—Vaya, esa solución sí que fue drástica —farfullo al verme sonreír aliviada.

—Un teléfono roto en este momento es el menor de mis problemas —Nina asintió de acuerdo—. Salgamos de aquí, ayúdame con el vestido.

Con su ayuda logramos salir del estacionamiento sin que nadie nos viera.

Nos topamos con una pequeña cuesta y al subirla, nos condujo hasta un callejón rodeado de contenedores de basura. Mire a todos lados buscando a mi ángel de ojos grises pero no había señales de él.

—Creo que ahora si estamos seguras —escuche decir a Nina—. ¿Qué se supone que harás ahora?

Me miro.

—Yo… no lo sé —respondí insegura.

— ¿Cómo? Si me acabas de decir que alguien esperaba por ti —recordó.

Titubee.

—Eso pensé pero… —un pitazo seguido de un grito se escuchó al final del callejón.

Nina y yo buscamos con la mirada la dirección de donde había surgido el sonido.

Era él, tal como lo recordaba, solo que esta vez se veía aún más atractivo con lentes y sentado sobre una motocicleta.

— ¡Eh, princesita! Como ves que mi ofrecimiento si resulto ser útil —sonreí negando con la cabeza.

Mi amiga ahogo un chillido.

—Pero, ¡¿qué diablos pasa aquí, Gigi?!

Volví mi atención a una Nina que me miraba entre maravillada y sorprendida.

—Luego te lo explicó, debo irme y tú también.

— ¡Vamos princesita, que nos coge la noche! —grito una vez más mi salvador.

Le hice un gesto con la mano para que aguardara.

—Gracias por todo, Nina, te debo la vida y más —dije abrazándola una última vez.

—Y mi vida es tuya, lo sabes —completo conmovida por la pequeña despedida—. Ahora vete con ese samaritano y luego me lo cuentas todo, claro, si es que tu madre no me encuentra antes de que nos volvamos a ver.

—Ni siquiera lo pienses, adiós Nina.

Me despedí de ella comenzando a andar.

—Cuídate, Gigi.

Apure el paso, llevando del brazo la cola del vestido que ahora si resultaba ser una molestia.

—Hola de nuevo, princesita —saludo con una sonrisa descarada—. ¿O mejor te digo muñeca?

Hice un gesto indiferente; me daba igual la forma en que me llamara.

—Porque no mejor cierras tu linda boquita y me ayudas a subir a esta moto —mi tono de voz sonó demandante.

El hizo una reverencia y asintió; —Lo que ordene su real majestad.

—No hagas que me arrepienta de esto, por favor —pedí con voz trémula.

—Relájate. Te prometo que valdrá la pena el viaje, muñeca —murmuro ayudándome a subir tras de él, pasando la cola del vestido alrededor de su cintura como un amarre entre nuestros cuerpos—. Listo, ya podemos irnos.

Me miro de reojo y yo asentí; el rugido del motor de su moto no se hizo esperar, mi corazón comenzó a palpitar con fuerza.

—Sujétate fuerte y disfruta el viaje, muñeca —le escuche decir.

Acerque mi pecho a su espalda cuando la moto se puso en movimiento y cerré mis ojos al sentir como la velocidad que aumentaba, hacía que el viento agitara con fuerza mi cabello; deje que una parte de mi rostro descansara contra su espalda y me entregue a la sensación de viajar junto a él.

— ¡Creo que llegaremos antes de que anochezca! —me informo con un grito para que lograra escucharle.

Sonreí.

— ¡Está bien! —le grite de vuelta, sintiendo mi garganta vibrar—. ¡Solo espero que el fin del mundo no esté muy lejos!

Pude sentir con mis manos como su pecho se movía con rapidez, supuse que reía por lo que había dicho.

— ¡Tranquila, muñeca! —Grito una vez más mientras tomaba una curva a toda velocidad haciéndome gritar del susto— ¡No te asustes que llegar al fin del mundo está más cerca que viajar a la luna!

Me reí con fuerza.

— ¡Aunque si me lo pidieras, también podría llevarte a ella!

— ¡¿Y cómo podrías hacerlo?! —grite con curiosidad.

El me dedico otra mirada furtiva antes de responder mi pregunta.

La sonrisa pícara que había en su rostro fue suficiente para saber cuál sería su respuesta.

— ¡Eso tendrás que averiguarlo por ti misma, muñeca!

Capítulos gratis disponibles en la App >

Capítulos relacionados

Último capítulo