Me negaba a abrir los ojos, no quería verle, me sentía muerta de vergüenza.
—Puedes abrir los ojos, princesita, no voy a comerte —le escuche decir demasiado cerca de mí―. No soy un lobo feroz.
Con algo de nervios entreabrí uno de mis ojos y me sobresalte al ver su rostro pegado del mío; cerré una vez más los ojos y lo empuje lejos de mí y para cuando abrí los ojos una vez más el borrón que había visto la primera vez tomo la forma de un hombre demasiado atractivo como para ser real, tenía que ser un ángel caído desde el mismísimo cielo.
Creo que morí y reviví en un lugar mejor, muchísimo mejor.
— ¡Hey, me escuchas! —dijo chasqueando los dedos frente a mis ojos.
Parpadee varias veces tratando de salir del trance que me genero la primera impresión de este hombre.
Y como no estar hipnotizada al ver tanta belleza junta; ojos grises, casi blancos enmarcados por dos cejas bien perfiladas, pestañas tupidas y una nariz creada con mucho esmero, pues encajaba a la perfección con las facciones de su rostro y esos labios, sonrojados y carnosos que incitaban a ser besados, mordidos y devorados.
Que tonta era esa tal Liza por dejar libre a un hombre como este.
—Princesita, ¿estás ahí? —volvió a insistir agitando esta vez ambas manos frente a mi rostro.
— ¿Quién es Liza? —fue lo primero que se me ocurrió decir.
El enarco una ceja y cruzo los brazos sobre su pecho, demostrando que mi pregunta no era la correcta.
—En serio piensas que voy a responder esa pregunta —negó con uno de sus largos dedos—… princesita tonta —respondió con voz cínica e insolente.
Fue mi turno de mostrar molestia.
—No es mi culpa que entraras aquí gritando como un demente —le reñí, sintiendo como el encanto inicial desaparecía—. Te escuchabas muy afectado, solo quería saber si todo estaba bien.
El solo asintió y una pequeña sonrisa ladeada curveo una de las comisuras de su boca.
—El que en realidad debe preguntar si todo está bien aquí, seria yo —reviro con un toque de diversión—. No es muy común toparse con una hermosa princesita vestida de novia en una sala para fumadores, más aún porque no veo algún cigarrillo encendido en tus manos, solo ese lindo ramo —evidencio, apuntando mi mano izquierda donde ciertamente sostenía el bouquet que escondía mi celular—. Debo pensar que por como luces, estas a punto de caminar hacia el altar. ¿O me equivoco?
Alce el rostro adoptando una postura altiva ante él, la impresión que me había causado conocerlo ya se había esfumado después de que dejara en evidencia su actitud chocante.
Enarque una ceja con indiferencia.
—Ahora soy yo la que opina que tú eres un tonto si piensas que voy a responderte, no tengo por qué hacerlo —dije saliendo al fin del rincón donde estuve paralizada por varios minutos—. Ni siquiera te conozco, así que no tiene que importarte.
Una risa profunda broto desde su garganta al escuchar mi respuesta.
—Mira tú, listilla si eres —se burló descaradamente de mí—. Sabes que, yo opino lo mismo con respecto a tu pregunta anterior —de acuerdo, él tenía un punto pero no pensaba darle la razón; así que solo me limite a rodar los ojos con petulancia mientras volvía al centro de la habitación—. La verdad es que tampoco me interesa contarte cosas desagradables, las princesitas como tú solo deben oír cosas hermosas y créeme que lo que me sucedió es una total m****a que no vale la pena mencionar.
Me detuve a verle una vez más y por un momento sentí que la respiración se me atoraba en la garganta; él era sin exagerar el hombre más enigmático y cautivador que había conocido en la vida, y mira que en mi profesión había hombres muy apuestos, pero el caso de este iba más allá de su físico. Era algo en su mirada y su sonrisa que lograba elevar su atractivo al siguiente nivel; tanto, que me robaba la respiración.
—Deja de llamarme princesita, porque en nada lo soy —dije reaccionando del encanto que parecía tener sobre mí—. Al menos en este cuento la princesa no soy.
Sonrió luciendo muy arrogante.
—Esa respuesta me gusta, mejor dicho me parece muy interesante —respondió acercándose a mí e hizo amago de rozar uno de mis brazos. Su cercanía me permitió percibir el aroma de su colonia y la sensación tan placentera que me embargo, hizo que cerrara los ojos—. Presiento que toda tú eres un enigma y no sé por qué pero, ahora mismo siento unas inmensas ganas de conocerte. ¿Te gustaría a ti conocerme?
Pregunto rozando al fin una de mis manos, haciendo que con un simple toque todo mi cuerpo burbujeará expectante.
— ¿Acaso no sabes quién soy? —cuestione viéndolo directo a los ojos, su rostro y el mío estaban demasiado cerca; sin embargo, su expresión se mantuvo impasible, no había sorpresa ni reconocimiento.
Ante él solo estaba una chica vestida de novia, nada más.
Y ese hecho provoco que mi interés en este desconocido incrementara.
—Sería más divertido si tú me lo mostraras, ¿no crees? —Se alejó unos cuantos pasos de mí sacando un cigarrillo del bolsillo de su cazadora—. No sé porque pero, algo me dice que ese lindo ramo no será arrojado esta noche.
Sonreí divertida, evitando responder a su pregunta mientras le veía llevar el cigarrillo hasta sus labios y seguidamente encenderlo.
—Fumar da cáncer —dije de pronto, provocando que él se riera de mí.
Negó pareciendo divertido ante mis palabras.
—Y fornicar sin condón crea bebes, o en otros casos contagia enfermedades venéreas —comento con obviedad mientras daba una larga calada a su cigarro—. Dime algo que no sepa, princesita.
—Le tengo miedo a los sapos —respondí sin pensar, tomándolo por sorpresa.
Me miro con curiosidad, y sonriendo asintió.
—Vaya, eso si no me lo esperaba —admitió tomando asiento en uno de los sillones que habían en la estancia—. Entonces eso me confirma que en realidad no eres una princesita como pensaba, porque para encontrar a tu príncipe azul debes besar muchos sapos antes.
Mire hacia el suelo donde la falda del vestido se extendía cubriendo mis preciosos tacones; con una mano hice mi mejor esfuerzo por acomodar la cola del vestido.
—Es una suerte para mí que no esté en busca de un príncipe azul, ya sabes lo que dicen, esos también destiñen.
Respondí mirándolo a los ojos.
—De acuerdo, debo reconocer que me intrigas —murmuro complacido—. ¿Puedo saber cómo te llamas?
Mi mirada seguía fija sobre él, pero no pude responder a su pregunta; el aparato que escondía en mi ramo comenzó a sonar haciendo que recordara la razón inicial por la cual me encontraba en este lugar y con un hombre tan apuesto.
¿Cuánto tiempo había pasado desde que Nina se fue?
— ¿Hola? —respondí con la mano temblando un poco por la rapidez con que lo saque del bouquet para poder responder.
— ¡Gigi, es hora, apresúrate! —fue todo lo que escuche seguido del pitido que indicaba que la llamada había finalizado.
Mire el aparato en mi mano algo confundida por lo que venía a continuación.
—Esa llamada parece que te puso algo pálida —levante la vista recordando que el hombre de ojos grises continuaba aquí; ya había acabado con su cigarrillo—. ¿Estas segura de querer casarte este tarde, princesita? Porque la expresión en tu rostro me hace pensar que no estás del todo convencida.
— ¡Debo irme ya! —exclame tomando una vez más parte de la falda de mi vestido para no tropezar al caminar.
— ¡Oye! Si no estás segura de lo que vas a hacer, puedes marcharte —manifestó viniendo tras de mi—. Si quieres puedo ayudarte a huir de aquí; hasta el fin del mundo si quieres, solo pídelo muñeca.
Me detuve unos pasos antes de hacer mi gran entrada para regalarle una sonrisa a mi ángel desconocido; él parecía impaciente por recibir una respuesta de mi parte.
— ¿Hasta el fin del mundo has dicho? —cuestione de vuelta; él sonrió
—Tú solo pídemelo y lo tendrás. Soy bueno cumpliendo deseos.
Me reí con ganas.
—Eso me gustaría comprobarlo — fue mi respuesta antes de marcharme—. Mejor deséame suerte y ya luego vemos.
—Mejor que no, luego si te casas y eso no es lo que queremos tú y yo —opino—. Te estaré esperando en la parte de atrás del hotel —le escuche gritar a mis espaldas—. Estoy seguro de que vas a necesitarme.
—Ya lo creo que sí, solo que eso tú no lo sabes —me dije pensativa dejándolo atrás en aquella habitación.
Sin más tomé una profunda bocanada de aire, había llegado el momento de comenzar el espectáculo.
Me acerqué hasta las puertas acristaladas que me separaban del salón de fiestas, y las empujé sin mucho esfuerzo.
Con total seguridad y la cara más regía que tenía, sonreí; había entrado en el momento preciso, pues todos voltearon sorprendidos al verme vestida de novia, unos incrédulos y otros divertidos.
― ¡Yo me opongo, padre! ―dije sin más.
Era hora de terminar con una boda, que más que boda era una completa farsa de la cual tristemente había hecho parte sin siquiera saberlo.
Al entrar al salón alce mi rostro con determinación y comencé a caminar como si estuviera en una de las mejores pasarelas del mundo.― ¡Yo me opongo a esta boda, padre! ―afirme de nuevo con voz fría y calculada.Jair al reconocerme no se lo podía creer, me miro con cara de "¿qué demonios?". Yo sólo le sonreí y con paso firme seguí avanzando hacia el altar bajo la mirada curiosa de todos los presentes; no había periodistas en el salón pero seguro gran parte de los invitados ya me había reconocido.Soy una figura pública y el apellido de mi familia no es fácil de ignorar; así que plasme la mejor de mis sonrisas al estar a pocos pasos del altar.La novia, una chica menuda y con cara aniñada, tenía la expresión en el rostro de asombro total; quizás su inocencia no le dejaba asimilar lo que estaba sucediendo. No pued
— ¿Qué, que es? —cuestiono tomándome por los hombros. Le pase el bouquet que contenía mi celular mientras deshacía el moño que había mantenido sujeta mi melena castaña sobre mi cabeza. —Alguien está esperando por mí en la calle detrás de este hotel —le conté no muy convencida. Arrugo el entrecejo. — ¿Cómo que alguien? —inquirió confundida—. ¿Acaso alguien más sabia de esto, Gigi? Negué mirando por un costado que nadie estuviera acechándonos. —Claro que no, Nina —murmure, logrando que ella se sintiera más confundida que antes—. Es algo difícil de explicar, sí. Solo confía en mí, ¿puedes? Resoplo. —Creo que es lo que siempre hago, ¿no? —respondió cruzándose de brazos. De pronto un sonido proveniente del pequeño ramo de rosas que Nina sostenía en su mano derecha, comenzó a resonar por todo el lugar, como una señal de mal augurio; ambas nos miramos a los ojos presintiendo de lo que se trataba. En un acto de
―Voy a casarme.Esas tres palabras resonaron con fuerza por encima del ruido que se oía proveniente del televisor encendido; estaba algo distraída mirando un canal de música, pero eso no impidió que prestara atención a sus palabras.Gire hacia él sintiéndome de pronto confundida.¿Acaso él me había pedido matrimonio y yo no lo recordaba? Imposible, yo nunca olvidaría algo tan importante como eso.― ¿A qué te refieres con eso, bomboncito? ―cuestione de vuelta con una risita nerviosa.No pasó desapercibida ante mí la incomodidad que se reflejó en la mirada de Jair.―Me voy a casar, Gigi —esas cinco palabras se clavaron con fuerza en el centro de mi pecho, muy cerca de mi corazón—. Hice todo lo posible por evitar el compromiso pero me fue imposible, mi padre juró que s
Mi acción lo hizo sonreír mientras alzaba una mano para hacer una mueca como si estuviera loca. Quizás sí, estaba enloqueciendo, eso ya no me importaba; en realidad ya pocas cosas habían dejado de tener valor para mí. Razón por la cual, comencé a correr los últimos metros que me separaban del mar, sin importar que el vestido que aun llevaba puesto se arruinara, pues costaba unos cuantos miles de dólares. Cuando el agua me hubo cubierto casi por completo, el vestido me hacía difícil mantener el equilibrio y con cada ola que surgía mi cuerpo cedía a contrapeso. ¡A la m****a todo! Fue lo que pensé cuando decidí soltar el trenzado que sujetaba la parte de arriba del vestido, y cuando estuvo listo me moví un poco más dentro del agua hasta que deje de sentir la arena bajo mis pies. Me sumergí en la profundidad del mar buscando escurrirme entre las capas de seda, por un instante sentí que la tela me hundía y por poco me ahogaría, hasta que el agua hizo su trabajo y facilito mi huida. Una v
Comencé a caminar de puntillas por el pasillo donde me indico se encontraba la habitación principal.Al entrar en la habitación, me gusto lo que vi. Una estancia amplia, decorada con tonos blancos y beige, una cama grande cercada de telas blancas cubría el dosel; estaba dispuesta contra una de las paredes, justo al frente de un pequeño balcón con vista al mar. Me acerqué sosteniendo mejor la toalla sobre mis hombros, abrí la puerta corrediza, similar a los ventanales que habían en el salón, y me apoyé en un pequeño barandal de madera que separaba la habitación del exterior; cerré mis ojos al sentir la brisa fresca, provocándome varios estornudos y aunque el piso de madera se sentía frío bajo mis pies haciéndome estremecer, sonreí envuelta como en una nube de felicidad; aunque sabía que cuando volviera a la realidad tendría que enfr
Me mantengo en silencio no sé por cuanto tiempo, sin decir nada con respecto a sus últimas palabras.¿Acaso está coqueteando conmigo?Le observo ponerse de pie al tiempo que recoge los pocos platos que hemos usado para cenar. Me miro de reojo, guiñándome unos de sus hermosos ojos grises, sumada una pequeña sonrisa burlona.Esa mirada sin duda comenzaba a hacer estragos en mí.― ¿Necesitas ayuda con los platos? ―ofrecí, era lo menos que podía hacer luego de todas sus atenciones; aunque lavar platos no era lo mío, jamás había lavado platos en mi vida, pero no veía problemas en hacerlo.No parecía una labor muy difícil.― ¡Oh! ¿Me hablas a mí, muñeca? ―voltee los ojos; lo cual, hizo que sonriera―. Es que pensé que te habías quedado sin voz después de probar mi maravillosa comida.
—Ser amigos, conocernos mejor —contesto sentándose a mi lado, apoyando uno de sus brazos en el respaldo del sofá—. Aunque lo dudes, no me considero un hombre tan básico. Entiendo que no todo en la vida es sexo y tampoco soy tan liberal como para acostarme con alguien que apenas y conozco.Su sinceridad, sin duda escoció un poco en mi orgullo.—No sé, pero creo que mis palabras te han decepcionado un poco —ladee la cabeza hacia él y sonreí.—Ya quisieras tú —desestime, disfrutando del calor que había dentro del cobertor.—Con una mujer como tú querría cualquier cosa pero, eres muy misteriosa.Lo vi coger un aparato que reposaba en la mesilla central, era una especie de control táctil donde podía manipular ciertas cosas de su sala; lo sabía porque yo también ten&iacu
No sé cuánto tiempo pasa, hasta que siento que mi cuerpo es alzado y de inmediato la calidez de otro cuerpo me envuelve por completo. Sé que se trata de Kenneth por lo que extrañamente me relajo contra su pecho y aspiro el aroma de la piel de su cuello.Quisiera hablar, decirle más cosas sobre mí, sobre lo que siento, sobre lo que deseo pero, estoy cansada, mi cuerpo pide a gritos dormir. Han sido días difíciles para mi desde que supe que Jair Garret estuvo jugando con mis sentimientos, noches de sufrimiento en silencio y días de trabajo llenos de sonrisas fingidas, y es que ser alguien que no eres te cansa, termina por absorberte.Y te crees tus propias mentiras, esas mismas que te hacen sentir que eres feliz.Un leve mareo me sorprende cuando soy puesta en una superficie suave y acolchada, abro un poco los ojos; a pesar de la oscuridad, puedo notar que se t