Oscuridad.
Es lo que en su mayor parte nos rodea, aunado por el tenue brillo de las pocas estrellas en el cielo nocturno; no hay luna esta noche, es novilunio o mejor dicho, es luna nueva.
Creo que en algún momento de mi vida sentí miedo de la oscuridad, cuando era solo una niña de quizás nueve años, no lo sé bien. Lo que si sé, es que en ese entonces mi temor a la oscuridad era tan real y palpable que me dejaba sin aire, llorando y suplicando porque no me dejaran sola.
—Agatha, necesito que digas algo —le escuche hablar entre los murmullos que producía el viento nocturno agitando la falda de mi vestido y mi cabellera rubia; baje mi cabeza cuando sentí que las lágrimas eran más que yo misma y comenzaron a descender cuesta abajo por mis mejillas. Sabía que él no notaria mi llanto en la oscuridad pero igual me mantuve en silencio porque el quebranto en mi voz podía delatarme—. ¡Por favor, grítame! ¡Golpéame! Insúltame todo lo que quieras si con eso logro que te sientas un poco mejor, pero por favor no te quedas así. Tu silencio me mata y es más doloroso que cualquier golpe.
Alce mi rostro, pasando mis manos por mis mejillas y limpie la evidencia de mi propio dolor.
— ¿Por qué? —Le mire de soslayo al hablar, él solo paso las manos por su cabello, tirando del mismo mientras movía la cabeza de un lado a otro—. ¿Por qué me usaste?
Observe como sus brazos caían derrotados a sus costados y luego, escondió sus manos en los bolsillos de su pantalón.
—No creo que quieras escuchar la respuesta.
—La necesito —exigí fingiendo firmeza en mi voz, aunque por dentro mi corazón ardía en pedazos—. Apiádate de mí, solo por una vez en tu vida.
El intento acercarse a mí, pero con mis manos al frente se lo impedí; era demasiado tarde para algún tipo de consuelo, y menos viniendo de sus brazos hipócritas.
—Amarte nunca fue una mentira —sus palabras, laceraron un poco más mi corazón—. Y sé que a estas alturas de nuestra historia mi amor puede parecer una falsa pero es lo más real y sincero que saque de toda esta m****a —me reí sin ganas—. Merezco que me odies, no pienso persuadirte a lo contrario porque no tengo argumentos válidos, pero no me pidas que censure los sentimientos que has despertado en mí.
—Tus palabras no me consuelan en absoluto —respondí entre dientes—. Lo único que podría darme aunque sea un poco de paz, es saber porque entre todos los involucrados me escogiste justo a mí para llevar a cabo tus planes. Por favor, dímelo.
—Eras en punto de quiebre, el eslabón más débil —respondió esquivo, con resentimiento—. Sabía que estar en tu vida me daría entrada directa a mi objetivo principal.
—Mi madre —complete casi segura de mis palabras.
—Así es, Agatha.
—Y yo tan estúpida y necesitada caí en tu sucio juego —gesticule incrédula, sintiendo como las lágrimas pugnaban por salir una vez más—. ¿Eslabón débil? Que va, si yo lo que soy es una completa ingenua que se dejó engañar como una imbécil.
Una ráfaga de viento frio azoto mi cuerpo con violencia, haciéndome tambalear sobre la arena inestable; lo que llevo a que otros brazos me sujetaran para ayudarme a no caer. Su cercanía y el olor de su perfume fue como una cachetada de realidad, porque por mucho que quisiera convencerme de que lo odiaba con todas mis fuerzas, mi cuerpo respondía a traición, llevando mis palpitaciones a un ritmo más acelerado y que mi respiración, poco a poco, se convirtiera en un desastre; y aun peor, el familiar cosquilleo que recorría mi piel a causa de su tacto. Creí morir cuando sus ojos grises, casi blancos, hicieron contacto con los míos después de tantos días sin vernos. Y me odie a mí misma al ser consciente de lo mucho que mi ser lo había extrañado.
—Tu nunca fuiste estúpida, mucho menos ingenua —la calidez de su aliento choco contra mis labios entre abiertos, su rostro estaba muy cerca del mío y miles de alarmas se activaron en mi interior pero mi corazón las silencio con sus latidos—. El único imbécil e ingenuo en nuestra historia fui yo.
Parpadee, queriendo despertar del letargo que me produjo observar cada facción, casi perfecta, de su rostro y con más ahínco sus labios tentadores. Me resultaba curioso que a pesar de tanta oscuridad, estando así, tan cerca de él, pudiera reconocer cada uno de sus rasgos.
—Tú de ingenuo no tienes ni un pelo —logre decir sin que se notara en mi voz lo nerviosa que estaba.
—Te equivocas, princesita —y que me llamara de esa forma fue lo que me desestabilizo por completo—. Fui tan ingenuo para creer que en mis planes la posibilidad de fallar no existía. ¿Y sabes por qué?
Mi pecho tembló; — ¿Por qué?
Una de las comisuras de sus labios se alzó, ladina, antes de lamerse lo labios y responder:
—Porque termine perdidamente enamorado de ti.
Muchas mujeres pasan gran parte de su vida soñando con encontrar el amor de su vida, casarse y vivir felices por siempre; y no digo todas, porque hoy en día son tan pocas las mujeres que fantasean con la idea de encontrar un príncipe azul.Obviamente yo me incluyo en ese no tan reducido grupo.Y es que, me canse de la idealización barata que por años nos vendieron las historias de las princesas Disney. Y debo agregar, con total responsabilidad… ¡¿qué carajos con enamorarse de alguien a quien apenas conoces?!¿Dónde coño estaban los principios de moral de esos escritores?¿Acaso no tenían hijas?Por fortuna, actualmente la sociedad ha transformado sus pensamientos e ideologías. Hoy existe lo que muchos llaman la liberación femenina; aunque ya existía desde años atrás, solo que hoy en día se respeta mucho má
Me negaba a abrir los ojos, no quería verle, me sentía muerta de vergüenza.—Puedes abrir los ojos, princesita, no voy a comerte —le escuche decir demasiado cerca de mí―. No soy un lobo feroz.Con algo de nervios entreabrí uno de mis ojos y me sobresalte al ver su rostro pegado del mío; cerré una vez más los ojos y lo empuje lejos de mí y para cuando abrí los ojos una vez más el borrón que había visto la primera vez tomo la forma de un hombre demasiado atractivo como para ser real, tenía que ser un ángel caído desde el mismísimo cielo.Creo que morí y reviví en un lugar mejor, muchísimo mejor.— ¡Hey, me escuchas! —dijo chasqueando los dedos frente a mis ojos.Parpadee varias veces tratando de salir del trance que me genero la primera impresión de este hombre.Y c
Al entrar al salón alce mi rostro con determinación y comencé a caminar como si estuviera en una de las mejores pasarelas del mundo.― ¡Yo me opongo a esta boda, padre! ―afirme de nuevo con voz fría y calculada.Jair al reconocerme no se lo podía creer, me miro con cara de "¿qué demonios?". Yo sólo le sonreí y con paso firme seguí avanzando hacia el altar bajo la mirada curiosa de todos los presentes; no había periodistas en el salón pero seguro gran parte de los invitados ya me había reconocido.Soy una figura pública y el apellido de mi familia no es fácil de ignorar; así que plasme la mejor de mis sonrisas al estar a pocos pasos del altar.La novia, una chica menuda y con cara aniñada, tenía la expresión en el rostro de asombro total; quizás su inocencia no le dejaba asimilar lo que estaba sucediendo. No pued
— ¿Qué, que es? —cuestiono tomándome por los hombros. Le pase el bouquet que contenía mi celular mientras deshacía el moño que había mantenido sujeta mi melena castaña sobre mi cabeza. —Alguien está esperando por mí en la calle detrás de este hotel —le conté no muy convencida. Arrugo el entrecejo. — ¿Cómo que alguien? —inquirió confundida—. ¿Acaso alguien más sabia de esto, Gigi? Negué mirando por un costado que nadie estuviera acechándonos. —Claro que no, Nina —murmure, logrando que ella se sintiera más confundida que antes—. Es algo difícil de explicar, sí. Solo confía en mí, ¿puedes? Resoplo. —Creo que es lo que siempre hago, ¿no? —respondió cruzándose de brazos. De pronto un sonido proveniente del pequeño ramo de rosas que Nina sostenía en su mano derecha, comenzó a resonar por todo el lugar, como una señal de mal augurio; ambas nos miramos a los ojos presintiendo de lo que se trataba. En un acto de
―Voy a casarme.Esas tres palabras resonaron con fuerza por encima del ruido que se oía proveniente del televisor encendido; estaba algo distraída mirando un canal de música, pero eso no impidió que prestara atención a sus palabras.Gire hacia él sintiéndome de pronto confundida.¿Acaso él me había pedido matrimonio y yo no lo recordaba? Imposible, yo nunca olvidaría algo tan importante como eso.― ¿A qué te refieres con eso, bomboncito? ―cuestione de vuelta con una risita nerviosa.No pasó desapercibida ante mí la incomodidad que se reflejó en la mirada de Jair.―Me voy a casar, Gigi —esas cinco palabras se clavaron con fuerza en el centro de mi pecho, muy cerca de mi corazón—. Hice todo lo posible por evitar el compromiso pero me fue imposible, mi padre juró que s
Mi acción lo hizo sonreír mientras alzaba una mano para hacer una mueca como si estuviera loca. Quizás sí, estaba enloqueciendo, eso ya no me importaba; en realidad ya pocas cosas habían dejado de tener valor para mí. Razón por la cual, comencé a correr los últimos metros que me separaban del mar, sin importar que el vestido que aun llevaba puesto se arruinara, pues costaba unos cuantos miles de dólares. Cuando el agua me hubo cubierto casi por completo, el vestido me hacía difícil mantener el equilibrio y con cada ola que surgía mi cuerpo cedía a contrapeso. ¡A la m****a todo! Fue lo que pensé cuando decidí soltar el trenzado que sujetaba la parte de arriba del vestido, y cuando estuvo listo me moví un poco más dentro del agua hasta que deje de sentir la arena bajo mis pies. Me sumergí en la profundidad del mar buscando escurrirme entre las capas de seda, por un instante sentí que la tela me hundía y por poco me ahogaría, hasta que el agua hizo su trabajo y facilito mi huida. Una v
Comencé a caminar de puntillas por el pasillo donde me indico se encontraba la habitación principal.Al entrar en la habitación, me gusto lo que vi. Una estancia amplia, decorada con tonos blancos y beige, una cama grande cercada de telas blancas cubría el dosel; estaba dispuesta contra una de las paredes, justo al frente de un pequeño balcón con vista al mar. Me acerqué sosteniendo mejor la toalla sobre mis hombros, abrí la puerta corrediza, similar a los ventanales que habían en el salón, y me apoyé en un pequeño barandal de madera que separaba la habitación del exterior; cerré mis ojos al sentir la brisa fresca, provocándome varios estornudos y aunque el piso de madera se sentía frío bajo mis pies haciéndome estremecer, sonreí envuelta como en una nube de felicidad; aunque sabía que cuando volviera a la realidad tendría que enfr
Me mantengo en silencio no sé por cuanto tiempo, sin decir nada con respecto a sus últimas palabras.¿Acaso está coqueteando conmigo?Le observo ponerse de pie al tiempo que recoge los pocos platos que hemos usado para cenar. Me miro de reojo, guiñándome unos de sus hermosos ojos grises, sumada una pequeña sonrisa burlona.Esa mirada sin duda comenzaba a hacer estragos en mí.― ¿Necesitas ayuda con los platos? ―ofrecí, era lo menos que podía hacer luego de todas sus atenciones; aunque lavar platos no era lo mío, jamás había lavado platos en mi vida, pero no veía problemas en hacerlo.No parecía una labor muy difícil.― ¡Oh! ¿Me hablas a mí, muñeca? ―voltee los ojos; lo cual, hizo que sonriera―. Es que pensé que te habías quedado sin voz después de probar mi maravillosa comida.