Parece que las cosas se empiezan a solucionar, estamos acercándonos al final de esta historia. No olviden sus reseñas.
Días después que Sayri y Lolita fueron puestos en libertad bajo fianza, gracias a las pruebas que llevó Santiago, se efectuó una nueva audiencia. El señor Vidal le brindó todo su apoyo a María Dolores, y luego volvió a Estados Unidos, no podía descuidar a su familia, sabiendo que Andrew había huido. El juez dio inició a la sesión, y de inmediato tomó lectura al expediente y a las pruebas presentadas por la parte defensora. Lolita sostenía con fuerza la mano de Alex, mientras escuchaban la grabación en donde Andrew confesaba que la iban a culpar por vengarse de ella. María Dolores se estremeció, no podía comprender como alguien tan joven y con un futuro tan brillante se había ensañado en contra de ella de esa forma tan cruel. Luego se pasó a escuchar la confesión de Jacqueline. «Andrew lavaba dinero en la empresa de Alex, se ganó la confianza de él, y como arquitecto encargado de la construcción de los hoteles, sobrevaloraba las obras, y de este modo podía justificar los grand
Roboré- Bolivia. Luego de aquellos tensos días, Alex, Lolita, Emma, Sayri y Aurora salieron de paseo ansiosos de conocer el Chorro de San Luis, y Aguas calientes. Rentaron un auto y el agente López que conocía la ruta fue el conductor. Al llegar lo primero que hicieron fue desayunar en el mercado central, les sirvieron café, empanadas, y luego de degustar la deliciosa comida salieron rumbo al chorro, en donde dejaron a Sayri y Aurora. Entre tanto Lolita, Alex y la pequeña partieron a aguas calientes. El agente López y Aurora empezaron el descenso, por un camino de mediana dificultad. Sayri la sostenía de la mano para evitar que fuera ella fuera a caerse. La chica disfrutaba de la naturaleza, el aire fresco y el canto de las aves. Al llegar al río, observó el chorro y sonrió, se abrazó al agente López. —Estoy tan feliz de verte libre —comentó rodeándole con sus brazos el cuello. Su azulada mirada se reflejó en los oscuros ojos de él. Sayri ladeó los labios. —No he tenido
New York - Usa. Alma bajó del taxi, y miró el edificio en el que vivía Oliver, su corazón retumbaba con fuerza con cada paso que daba, sostenía con firmeza su bolso, llena de ilusiones, que esperaba no fueran a derrumbarse. Subió al ascensor y las piernas le temblaron al instante que llegó al piso de él. Salió de la cabina y tocó el timbre. Oliver sostenía en sus manos una copa de whisky, caminaba de un lado a otro impaciente, cuando escuchó el sonido del timbre, bebió de un solo golpe el trago, tomó una gran bocanada de aire, se acercó a la puerta y abrió. El corazón de Alma dio un vuelco al tenerlo frente a ella, sin embargo, frunció el ceño cuando lo notó con ojeras, el cabello enmarañado, pálido. —¿Te encuentras bien? —cuestionó con curiosidad. —Todo en orden —respondió en tono seco, se hizo a un lado para dejarla pasar. Alma sintió un escalofrío recorrer su columna, ingresó al apartamento y lo observó a los ojos. —Qué es lo que tienes que decirme —indagó. Oliver t
Semanas después. Lolita finalizó de cepillar su cabello, inhaló profundo, pues en pocas horas conocería si era libre, o iba a pagar una condena por un crimen que no realizó. Suspiró profundo tomó su abrigo de paño blanco, y se colocó encima del vestido azul de lino, se calzó los stilettos beige y salió de la habitación, a buscar a Alex, pues desde que despertó, él no estaba. Cuando caminaba por el pasillo, miró a Aurora salir de la habitación de Sayri, las mejillas de la joven se enrojecieron, mientras que Lolita presionaba los labios para no reír. —Por favor —suplicó Aurora juntando las palmas de sus manos—, no se lo digas a mi hermano. María Dolores negó con la cabeza, y aunque tenía sus sospechas, las confirmó en ese momento. —Tranquila, tu secreto está a salvo conmigo —indicó. —Eres la mejor cuñada —dijo Aurora y le besó la mejilla. —¿Sabes algo de Alex? —cuestionó Lolita arrugando el ceño. —Escuché ruidos en la cocina, y la voz de Emma, quizás están juntos. —Sonri
New York – Usa. Días después. Rose, se encontraba en el vivero, discutía con la chica encargada porque varias de las plantas se estaban marchitando. —Les falta abono y cariño —dijo una voz que provocó que la mujer se estremeciera. —¡No es posible! —exclamó y volteó a mirar. Parpadeó un par de veces y a grandes pasos se aproximó a la mujer que estaba en la puerta del vivero. —¿Eres tú? Lolita liberó las lágrimas que estaba conteniendo y la abrazó con fuerza. —Claro que soy, estoy viva, y vine a visitarte, a agradecerte por confiar en mí —sollozó. —Lolita —dijo Rose gimoteando y permanecieron abrazadas por un largo rato. Luego de ponerse al día con todo lo sucedido, Rose no quiso ser ave de mal agüero; sin embargo, una duda siempre le rondó la cabeza. —¿Alguna vez viste alguna foto de la madre de Emma? —indagó con curiosidad. Lolita arrugó el ceño y no comprendió a qué venía esa pregunta. —¿Por qué averiguas eso? —cuestionó sorprendida. Rose rodó los ojos. —Si la
El rostro de Alma se volvió carmín, intentó negarlo, pero su rostro la delató. —No vayas a hacer nada —suplicó—, por favor, yo no quiero saber nada de él, no lo necesito. Los músculos del rostro de Alejandro se tensaron, dejó a un lado el peluche que le trajo a su hermana y se puso de pie y caminó hasta la ventana intentando contenerse. Inhaló y exhaló un par de veces. —Es un cobarde —gruñó—, además faltó a nuestra amistad, no se lo voy a perdonar jamás —bramó, y antes de que Alma pudiera detenerlo salió desaforado de la habitación de su hermana. —¡Alex! —gritó Alma, y hasta que ella fuera tras de él, Alejandro bajo corriendo las escaleras y lanzó la puerta con fuerza. —¡No! —exclamó la chica, y se sentó a llorar en una de las gradas. El joven Vidal encendió su Lamborghini y pisó el acelerador hasta el fondo, no pensaba en otra cosa que romperle la cara al traicionero de su amigo. Recordaba la mirada llena de decepción y tristeza de su alma y su corazón se fragmentaba. Inst
Acapulco - México. Lolita, Emma, y Alexa observaban maravilladas el lujoso complejo hotelero del grupo Vidal Espinoza. María Dolores elevó una ceja, consideró que Andrew era un buen arquitecto, y era una pena que alguien con tanto talento, estuviera metido en negocios ilegales. —¿Qué les parece? —cuestionó Alex, sosteniendo en sus brazos a su hija. —El mar se ve enorme —dijo Alexa observando maravillada el océano. —Nunca pensé estar en un lugar así —dijo Lolita. —¡Wao! —exclamó Emma. Alejandro sonrió y las condujo por la reluciente baldosa del jardín hasta la entrada principal del hotel. —¡Alex! —exclamó una hermosa y esbelta joven, de impresionante altura, piernas largas y firmes, cintura estrecha, grandes pechos, vestida con un traje sastre, que era el uniforme del hotel. La chica sin importarle que Alejandro tenía en sus brazos a su hija lo besó con mucha confianza en ambas mejillas—. Debiste avisarme que venías —susurró guiñándole un ojo. María Dolores observó atenta la es
Luego de dejar a las niñas en la habitación. Ambos se dirigieron a la alcoba principal. Lolita observó la decoración, y quedó impresionada al ver la enorme cama King, cuando ingresó al baño notó que la cabina era muy grande al igual que la tina, los acabados eran de lujo, ella jamás imaginó en toda su vida estar en lugar como ese. Alex la abrazó por la cintura, y ella sonrió al sentir su calidez.—¿Te gusta? —indagó él. —Más me agrada tu compañía —respondió ella—, el sitio es lo de menos. —Suspiró. Alex la giró para verla a los ojos y perderse en esos profundos ojos color chocolate. —En eso tienes razón, el sitio es lo de menos —susurró él, entonces se inclinó y pasó su lengua por el cuello de Lolita. La piel de María Dolores se erizó, una cálida corriente le recorrió el cuerpo, y más se encendió cuando Alex la apretó contra su virilidad. Las piernas de Lolita se aflojaron y en cuestión de segundos él la llevó hasta la cama, y la colocó sobre el lecho. Se inclinó ante ella, y co