¿Qué les pareció la pedida de mano? No olviden las reseñas.
New York- Usa. Alma llegó con un ligero nerviosismo a las empresas del consorcio, su padre le había pedido dejar unos papeles importantes a Oliver, y aunque intentó negarse a hacerlo, no lo consiguió. Cuando salió del ascensor percibió las piernas temblorosas, inhaló profundo y se aproximó al escritorio de la asistente del abogado. —Hola —saludó aclarándose la voz. —¿Se encuentra… Oliver? —cuestionó. La chica elevó su mirada a la joven, le sonrió. —Buenos días, señorita…—Pausó por qué no lograba distinguirla de su hermana gemela.—Soy Alma —dijo la joven. —Perdón señorita, es que usted y su hermana son idénticas que no logro saber quién es una, quién la otra —recalcó—. El abogado se encuentra en su oficina, siga. —Señaló con su mano. Alma inhaló profundo, asintió y luego sosteniendo el sobre contra su pecho caminó hasta la oficina de él. Colocó su mano en la cerradura, y pensó en mejor dejar los documentos a la asistente, pero luego recordó que su padre le pidió que se lo entr
Huatulco - Oaxaca. Alex ayudó a María Dolores a bajar del yate, ella caminaba de la mano de él, sin saber hacia dónde la llevaba. Su corazón bombeaba con fuerza por la ceremonia; sin embargo, desconocía como se iba a llevar a cabo. Entonces los ojos de Lolita se abrieron de par en par, sus ojos se cristalizaron al ver el corazón en la arena formado por pétalos de rosas rojas. En el centro dos cojines adornados con tapetes tejidos a mano con símbolos zapotecas, antigua cultura que habitaba en Oaxaca. Encima del corazón un hermoso arco confeccionado en caña y adornado con flores blancas estaba listo para la ceremonia. —¿Cómo supiste? —cuestionó Lolita a Alex, puesto que ella había plasmado en su diario cómo le gustaría su boda frente al mar. —Dicen que las almas están conectadas —informó sonriente. Lolita elevó una ceja y no le creyó. —Me suena a falsedad, pero no importa, me encanta —aseguró. Alex sintió su corazón alegrarse al ver en los ojos de Lolita, la ilusión, entonces s
Provincia de Misiones - Argentina. Aurora y el resto de sus compañeros luego de haber finalizado sus primeras labores en la selva boliviana, decidieron tomarse unas vacaciones en Argentina, la mayoría del grupo optó por conocer las cataratas de Iguazú; sin embargo, la joven Vidal decidió antes visitar la reserva de biosfera Yavoti, que en idioma guaraní significa tortuga. Ella y el agente López llegaron hasta el lodge, en medio de la reserva, ambos maravillados por la naturaleza del lugar. Luego de dejar sus equipajes en las respectivas habitaciones, decidieron aventurarse por descender el salto Horacio. Aurora se colocó un top gris y unos shorts cortos de mezclilla en tono celeste, calzó sus pies con zapatos deportivos, se hizo en el cabello una cola, se colocó protector solar y salió lista para su paseo. Se mordió los labios cuando miró a Sayri con una camiseta que le quedaba ajustada a sus impresionantes músculos, además que los pantalones cortos que llevaba ese día dejaban ver
Aurora caminaba como un león enjaulado en los pasillos del ministerio público, desde el momento que Sayri fue detenido al pisar Bolivia, ella había perdido comunicación con él. Cansada, desanimada, se sentó en una fría silla, cerró sus ojos y recordó los días tan bonitos que pasaron en Misiones, Argentina, y sobre todo aquel momento tan apasionado que vivieron en aquella cascada. Se llevó los dedos a los labios rememorando aquellos besos, cerró sus parpados y volvió a revivir el instante en que se entregaron a la pasión, desnudaron sus cuerpos, y se fundieron en uno solo. —Debo sacarte de este lugar —susurró bajito, y luego sobó sus brazos, el frío era inclemente, se puso de pie y se aproximó a un guardia. —¿En dónde consigo un almacén de ropa? —indagó con seriedad. El oficial con seriedad le indicó el camino. Aurora molesta, y frotando sus brazos caminó sintiendo como la temperatura del sitio le calaba los huesos. Miró un almacén de cobijas y de inmediato cruzó la calzada casi c
María Dolores parpadeó, su corazón se detuvo por milésimas de segundos al darse cuenta de que se quedaría detenida. —¡Yo soy inocente! —exclamó—. A mí me secuestraron, y ese infeliz se cayó solo al barranco. —Eso es lo que debemos investigar, señora —dijo el fiscal, entonces ordenó a los guardias que esposaran a Lolita y se la llevaran a la celda. Cuando la puerta de la oficina se abrió Alex de inmediato se acercó, palideció al ver a María Dolores con las esposas en las manos. —¿Qué significa esto? —cuestionó gruñendo. El abogado se aproximó a él. —Señor Vidal, son las normas, mientras se realizan las pericias la señora Beltrán y el agente López deben permanecer retenidos por cuarenta y ocho horas —puntualizó. —¡No puede ser! —exclamó y enseguida se aproximó a Lolita—. Lo lamento —susurró pegando su frente a la de ella. —Yo más —respondió ella—, por favor cuida a Emma. —Así lo haré —informó él. En ese momento la niña al escuchar voces abrió sus ojos, pues se había q
Días después que Sayri y Lolita fueron puestos en libertad bajo fianza, gracias a las pruebas que llevó Santiago, se efectuó una nueva audiencia. El señor Vidal le brindó todo su apoyo a María Dolores, y luego volvió a Estados Unidos, no podía descuidar a su familia, sabiendo que Andrew había huido. El juez dio inició a la sesión, y de inmediato tomó lectura al expediente y a las pruebas presentadas por la parte defensora. Lolita sostenía con fuerza la mano de Alex, mientras escuchaban la grabación en donde Andrew confesaba que la iban a culpar por vengarse de ella. María Dolores se estremeció, no podía comprender como alguien tan joven y con un futuro tan brillante se había ensañado en contra de ella de esa forma tan cruel. Luego se pasó a escuchar la confesión de Jacqueline. «Andrew lavaba dinero en la empresa de Alex, se ganó la confianza de él, y como arquitecto encargado de la construcción de los hoteles, sobrevaloraba las obras, y de este modo podía justificar los grand
Roboré- Bolivia. Luego de aquellos tensos días, Alex, Lolita, Emma, Sayri y Aurora salieron de paseo ansiosos de conocer el Chorro de San Luis, y Aguas calientes. Rentaron un auto y el agente López que conocía la ruta fue el conductor. Al llegar lo primero que hicieron fue desayunar en el mercado central, les sirvieron café, empanadas, y luego de degustar la deliciosa comida salieron rumbo al chorro, en donde dejaron a Sayri y Aurora. Entre tanto Lolita, Alex y la pequeña partieron a aguas calientes. El agente López y Aurora empezaron el descenso, por un camino de mediana dificultad. Sayri la sostenía de la mano para evitar que fuera ella fuera a caerse. La chica disfrutaba de la naturaleza, el aire fresco y el canto de las aves. Al llegar al río, observó el chorro y sonrió, se abrazó al agente López. —Estoy tan feliz de verte libre —comentó rodeándole con sus brazos el cuello. Su azulada mirada se reflejó en los oscuros ojos de él. Sayri ladeó los labios. —No he tenido
New York - Usa. Alma bajó del taxi, y miró el edificio en el que vivía Oliver, su corazón retumbaba con fuerza con cada paso que daba, sostenía con firmeza su bolso, llena de ilusiones, que esperaba no fueran a derrumbarse. Subió al ascensor y las piernas le temblaron al instante que llegó al piso de él. Salió de la cabina y tocó el timbre. Oliver sostenía en sus manos una copa de whisky, caminaba de un lado a otro impaciente, cuando escuchó el sonido del timbre, bebió de un solo golpe el trago, tomó una gran bocanada de aire, se acercó a la puerta y abrió. El corazón de Alma dio un vuelco al tenerlo frente a ella, sin embargo, frunció el ceño cuando lo notó con ojeras, el cabello enmarañado, pálido. —¿Te encuentras bien? —cuestionó con curiosidad. —Todo en orden —respondió en tono seco, se hizo a un lado para dejarla pasar. Alma sintió un escalofrío recorrer su columna, ingresó al apartamento y lo observó a los ojos. —Qué es lo que tienes que decirme —indagó. Oliver t