No es una amenaza

Apolo

Cuando caminé por la acera mojada por la lluvia tuve el presentimiento de que algo no iba bien, era como una sensación extraña en la boca del estómago que me advertía que me diese prisa. En cuanto subí al vehículo, Massimo que se encontraba en el asiento del frente me miró con el ceño fruncido y una expresión dura que me confirmaba que aquel palpito que acababa de tener, no era en lo absoluto infundado.

—Tienes que llamar ahora mismo a Ludovico. —Me tendió el móvil. —Dice que es urgente.

Tomé el móvil y marqué su número con prisa, sintiéndome a cada instante más y más ansioso. Algo ocurría, podía sentirlo corriendo en mis venas. Aunque iba más allá, Pietro debería haberme llamado dos horas antes y aun no lo hacía.

—¿Qué ocurre? —Le pregunté sin rodeos en cuanto atendió.

—No puedo hablar por teléfono, es peligroso. —Lanzó el aire que contenía despacio, lo que me helo la sangre, era algo malo, terrible. —Lo mejor es reunirse, cuanto antes. Si es ahora mismo, mucho mejor.

—¿Dó
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