ApoloLo primero que pude escuchar después de una ráfaga de disparos fue la orden de uno de mis hombres que me empujaba al grito de:—¡Al suelo! —Coloqué la mano en su pecho para impulsarlo hacia atrás, porque no pretendía que nadie diese la vida por mí, pero él se aferró de mi cuello para protegerme aunque intenté con todas mis fuerzas zafarme. —¡Papá dijo que proteja al Don! —Grito cuando una bala impactó en su cuerpo y caímos, ambos fuera de la línea de tiro, bajo las escaleras que llevaban a las habitaciones, aunque su cuerpo cayó inerte sobre el mío.Le di un par de bofetadas por idiota, porque no debía sacrificarse por alguien como yo. No respondió, no tenía pulso.Contuve los deseos de rugir como un animal, para lanzarme sobre el maldito bastardo que nos atacó sin piedad. De haberme pedido que me rindiese para que nadie saliese herido, lo habría hecho. Apreté la mandíbula con fuerza antes de quitarme al chico que yacía sobre mí, no tenía más de veinticinco. Como les anunciaría
ApoloMarco, descargó su arma contra mí, por lo que no tuve otra opción que tirarme al piso y rodar evadiendo los disparos, para llegar a la puerta del pequeño tocador que se encontraba en la habitación. Me metí dentro, colocándole el pestillo como una forma de retrasar lo inevitable, que era que ambos entrasen tarde o temprano, hechos una completa furia, cansados de juegos.Di una mirada rápida, la ventana que daba al exterior era muy pequeña como para colarme por ella, no se había colocado ninguna puerta secreta, por lo que la única opción que tenía era atravesar la puerta que estaban a punto de derribar los hermanos AbruzoNi siquiera tuve tiempo de acomodar mis pensamientos, cuando uno de ellos arremetió a patadas con la puerta.—¡Sal de allí, ahora mismo, hijo de put@! —Gritó Otto, completamente fuera de control.Recordé las granadas de humo que guardaba en la canana, si esperaba que derribasen la puerta y lanzaba la granada, era posible que tuviese una oportunidad. El humo y la
ApoloMe siguió hasta el pasadizo, me incliné para liberar la trampilla de la portezuela que nos llevaba de nuevo a la sala y me metí a través del estrecho agujero a gatas con Massimo por detrás. Cuando abrí la puerta que estaba debajo de la escalera, la sala estaba en completo silencio. Respiré profundamente antes de sortear los cuerpos de mi grupo.Subimos con cuidado las escaleras, en busca del grupo que custodiaba a Adrián, solo esperaba que no fuese demasiado tarde.Arriba había un par de hombres de los Abruzo, aunque no había rastro de Anthony, su padre o Bruna.Los tomamos por sorpresa, saltando sobre ellos. Uno contra uno. Dejé caer la ametralladora que llevaba colgando de la correa táctica sobre mi espalda, para saltar contra mi oponente que me apuntó demasiado tarde. Un solo puñetazo en la mandíbula, lo hizo trastabillar, lo que me dio el tiempo suficiente como para que lanzase una patada que le arrancó el arma de las manos. Está se deslizó por el suelo pulido, impecable, ha
BriannaNunca había rezado antes en mi vida, porque desde muy pequeña aprendí que eso no servía de nada, que raramente se atendían las plegarias de las personas desesperadas. Sin embargo en aquel momento, no me quedaba otra cosa que rogar, rogar porque aquello fuese una mentira. Rogar porque aquella pesadilla horrible donde Apolo no existía más, solo fuese un mal sueño.Cuando abrí los ojos en aquella habitación, me incorporé lentamente, aun sintiendo el estremecimiento del impacto y comencé a temblar, aun perdida, me tomé las rodillas mientras me balanceaba de adelante hacia atrás. ¿Cuándo terminaría todo aquello? ¿Cuándo cesaría el dolor?Me sequé las lágrimas con el puño de la sudadera. No iba a creer que Apolo estaba muerto hasta no verlo con mis propios ojos, simplemente no iba a creerlo, porque algo en mis entrañas, en lo más profundo de mi ser, me decía que no era cierto.Él no podría abandonarme a mí, ni a nuestro hijo, no podría porque me había dicho una y otra vez que me ama
Brianna—¿Todo esto es en mi honor? —Le pregunté a Fabrizio que me acompañaba en el coche junto a otros dos escoltas.Miré hacia afuera por el cristal de la ventanilla, cuando el coche se detuvo frente a la alfombra roja que indicaba el camino hacia el salón de baile del enorme hotel que se erguía sobre nosotros. Con una sola mirada rápida pude ver que había hombres de seguridad en cada rincón, armados hasta los dientes.—En realidad es una de las galas de beneficencia organizadas cada año por tu padre. La mascarada de negro y rojo, supongo que eligió este evento porque dicen que si quieres ocultar algo, debes hacerlo a la vista de todos. —Me volví a mirarlo y él se encogió de hombros. —Tu padre pensó que la mejor manera de conocerte sería realizando en una de los bailes de beneficencia más concurridos del año. Creo que puede funcionar, estarán las personalidades más importantes de la política y el espectáculo, eso nos da un sitio plagado de policías, nadie en su sano juicio, pensaría
BriannaIncliné la cabeza solo un poco, mientras centraba mi atención en la decoración para evitar caer desmayada cuando mi esposo, el que creía muerto comenzó a moverme con cuidado al ritmo de la música.El salón con más de trecientas personas bailando era casi como un sueño confuso y seductor, del techo colgaban arañas de cristales rojos que iluminaban tenuemente el salón. Las mesas vestidas de negro, estaban ornamentadas con arreglos de rosas rojas y la orquesta tocaba envuelta en una suave bruma roja en el escenario. Entonces me pregunté si aquello era real un sueño o producto de mi imaginación.No dijo nada, además de atraparme en su firme pecho, al tiempo que sus fuertes manos me sostenían. Lo que hizo que sintiese mi cuerpo a punto de colapsar, me dejé llevar, justo cuando él me giro para que quedase de frente a él. Ninguno de los dos dijo nada, como si las palabras sobraran en aquel instante. Mis piernas, flaquerón y él me sostuvo.Su nariz, sus cejas, sus mejillas estaban cub
Brianna—Está todo listo. —Dijo uno de mis escoltas cuando me acerqué a una de las barras para para pedir un poco de agua con hielo o una soda. Estaba sudando frío, y las piernas me temblaban. —A las doce en punto debes estar en la sala de conferencia cuatrocientos cinco. —Me tomó la mano y colocó la llave en ella, de inmediato escrutó mi rostro, que por suerte estaba bien ocultó bajo la máscara. —¿Qué es lo que ocurre, Brianna? —Parecía preocupado y sabía que era porque estaba temblando.Quité mi mano de la suya de un tirón, apretando la llave en el puño.—Nada, no ocurre, nada. Es solo que tenía algo de nauseas. —Continúo observándome con insistencia y pude imaginarlo bajo la máscara con los ojos entrecerrados.—¿Estás así por el tipo con el que estabas bailando? —Me interrogó preocupado. No podía decirles aun, que Apolo estaba vivo, no hasta hablar con Fabrizio. Él era el único que me comprendería e incluso me ayudaría a pensar fríamente las cosas, eso era lo que necesitaba, pensar
ApoloNo podía creer tenerla entre mis brazos nuevamente, después de que la arrebataran de la forma en la que no habían hecho. No podía creer que se estremeciese con cada toque, con cada beso, tal como la primera vez que la había tenido entre mis brazos.Le coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja y la observé un instante, deleitándome en su rostro delicado, en el brillo de sus ojos. Brianna se mojó los labios, jadeando suavemente, regalándome uno de esos deliciosos ruiditos que solía realizar cuando estaba entregada a mí. Su aroma almizclado, en conjunto con su perfume, me envolvió.Luego de que Adrián me dijese que su informante, afirmaba que entre ella y Ciro, estaba ocurriendo algo. Incluso se decía en la finca donde la tenían que estaban compartiendo habitación, me había vuelto loco de celos, a tal punto que en lo único que podía pensar era en ir por ella. No le hice caso al consejo de Massimo, ni de nadie, tomé un arma, un par de hombres y simplemente me arriesgué a ir a