BriannaNunca había rezado antes en mi vida, porque desde muy pequeña aprendí que eso no servía de nada, que raramente se atendían las plegarias de las personas desesperadas. Sin embargo en aquel momento, no me quedaba otra cosa que rogar, rogar porque aquello fuese una mentira. Rogar porque aquella pesadilla horrible donde Apolo no existía más, solo fuese un mal sueño.Cuando abrí los ojos en aquella habitación, me incorporé lentamente, aun sintiendo el estremecimiento del impacto y comencé a temblar, aun perdida, me tomé las rodillas mientras me balanceaba de adelante hacia atrás. ¿Cuándo terminaría todo aquello? ¿Cuándo cesaría el dolor?Me sequé las lágrimas con el puño de la sudadera. No iba a creer que Apolo estaba muerto hasta no verlo con mis propios ojos, simplemente no iba a creerlo, porque algo en mis entrañas, en lo más profundo de mi ser, me decía que no era cierto.Él no podría abandonarme a mí, ni a nuestro hijo, no podría porque me había dicho una y otra vez que me ama
Brianna—¿Todo esto es en mi honor? —Le pregunté a Fabrizio que me acompañaba en el coche junto a otros dos escoltas.Miré hacia afuera por el cristal de la ventanilla, cuando el coche se detuvo frente a la alfombra roja que indicaba el camino hacia el salón de baile del enorme hotel que se erguía sobre nosotros. Con una sola mirada rápida pude ver que había hombres de seguridad en cada rincón, armados hasta los dientes.—En realidad es una de las galas de beneficencia organizadas cada año por tu padre. La mascarada de negro y rojo, supongo que eligió este evento porque dicen que si quieres ocultar algo, debes hacerlo a la vista de todos. —Me volví a mirarlo y él se encogió de hombros. —Tu padre pensó que la mejor manera de conocerte sería realizando en una de los bailes de beneficencia más concurridos del año. Creo que puede funcionar, estarán las personalidades más importantes de la política y el espectáculo, eso nos da un sitio plagado de policías, nadie en su sano juicio, pensaría
BriannaIncliné la cabeza solo un poco, mientras centraba mi atención en la decoración para evitar caer desmayada cuando mi esposo, el que creía muerto comenzó a moverme con cuidado al ritmo de la música.El salón con más de trecientas personas bailando era casi como un sueño confuso y seductor, del techo colgaban arañas de cristales rojos que iluminaban tenuemente el salón. Las mesas vestidas de negro, estaban ornamentadas con arreglos de rosas rojas y la orquesta tocaba envuelta en una suave bruma roja en el escenario. Entonces me pregunté si aquello era real un sueño o producto de mi imaginación.No dijo nada, además de atraparme en su firme pecho, al tiempo que sus fuertes manos me sostenían. Lo que hizo que sintiese mi cuerpo a punto de colapsar, me dejé llevar, justo cuando él me giro para que quedase de frente a él. Ninguno de los dos dijo nada, como si las palabras sobraran en aquel instante. Mis piernas, flaquerón y él me sostuvo.Su nariz, sus cejas, sus mejillas estaban cub
Brianna—Está todo listo. —Dijo uno de mis escoltas cuando me acerqué a una de las barras para para pedir un poco de agua con hielo o una soda. Estaba sudando frío, y las piernas me temblaban. —A las doce en punto debes estar en la sala de conferencia cuatrocientos cinco. —Me tomó la mano y colocó la llave en ella, de inmediato escrutó mi rostro, que por suerte estaba bien ocultó bajo la máscara. —¿Qué es lo que ocurre, Brianna? —Parecía preocupado y sabía que era porque estaba temblando.Quité mi mano de la suya de un tirón, apretando la llave en el puño.—Nada, no ocurre, nada. Es solo que tenía algo de nauseas. —Continúo observándome con insistencia y pude imaginarlo bajo la máscara con los ojos entrecerrados.—¿Estás así por el tipo con el que estabas bailando? —Me interrogó preocupado. No podía decirles aun, que Apolo estaba vivo, no hasta hablar con Fabrizio. Él era el único que me comprendería e incluso me ayudaría a pensar fríamente las cosas, eso era lo que necesitaba, pensar
ApoloNo podía creer tenerla entre mis brazos nuevamente, después de que la arrebataran de la forma en la que no habían hecho. No podía creer que se estremeciese con cada toque, con cada beso, tal como la primera vez que la había tenido entre mis brazos.Le coloqué un mechón de cabello detrás de la oreja y la observé un instante, deleitándome en su rostro delicado, en el brillo de sus ojos. Brianna se mojó los labios, jadeando suavemente, regalándome uno de esos deliciosos ruiditos que solía realizar cuando estaba entregada a mí. Su aroma almizclado, en conjunto con su perfume, me envolvió.Luego de que Adrián me dijese que su informante, afirmaba que entre ella y Ciro, estaba ocurriendo algo. Incluso se decía en la finca donde la tenían que estaban compartiendo habitación, me había vuelto loco de celos, a tal punto que en lo único que podía pensar era en ir por ella. No le hice caso al consejo de Massimo, ni de nadie, tomé un arma, un par de hombres y simplemente me arriesgué a ir a
ApoloNo tuve demasiado tiempo para reflexionar, ya que fuera se escuchó el tropel de dos hombres subiendo apresuradamente. Tiré de Brianna por el brazo de inmediato, llevándola detrás de la barra cuando escuché la perilla de la puerta girando y la obligué a ocultarse conmigo detrás de está, esperando que creyesen que no había nadie.—¿Qué es…? —La aprisioné contra mi pecho tapándole la boca para que no emitiese sonido alguno, con una de mis manos, mientras que con la otra le indicaba que guardase silencio, llevándome el dedo a los labios.La sangré se me helo en las venas cuando escuché el clic metálico de la puerta abriéndose y el corazón se me detuvo cuando se movieron a través de la terraza con cautela, con pasos firmes.—No están aquí. —Se escuchó diciendo a uno de ellos con fastidio. —Ve a revisar detrás de los sofás.Brianna alzó las cejas y ahogué su gemido con la palma de mi mano, justo cuando se retorció en mis brazos. De no tener otra alternativa, deberíamos enfrentarlos,
ApoloAntes de que pudiese expresar mi disgusto a placer con una catarata de insultos, por la periferia de mis ojos pude ver dos sombras acercándose a nosotros. Me giré sobre mí mismo cubriendo a Brianna con mi cuerpo, mientras colocaba la mano tan rápido como podía la mano en el arma que llevaba oculta en uno de los bolsillos internos, espacialmente diseñados para ocultar un arma en lugares como aquel, aunque nunca me había aventurado a territorio enemigo de esa forma. Estaba completamente hechizado por mi esposa, capaz de cualquier locura y dispuesto a todo para llevarla de nuevo conmigo, así tuviese que desafiar al mismísimo demonio.En cuanto las sombras cobraron forma, vi a los hombres de Bellomo que venían sobre nosotros, abriéndose paso entre la gente que gritaba presa del pánico, al verlos armados. La fiesta para la Elite se volvió un desastre a pasos agigantados. Las personas corrían hacia todos lados, intentando salir lo más deprisa posible a través de las entradas o puertas
BriannaMe desperté un par de horas después confundida en una cama que no conocía. Me dolía la cabeza horriblemente, y poco a poco comencé a recuperar mis sentidos, hasta que los recuerdos de lo que había ocurrido unas cuantas horas antes, llegaron a tropel a mi mente. La persecución, la huida y finalmente la paz de estar nuevamente en los brazos de Apolo, el hombre que amaba, más que nada en el mundo.Lo recordé diciéndome sin parar: « Te amo». Sonreí como una tonta al rememorándolo repitiendo esas dos palabras a mi oído hasta que finalmente mis parpados se sintieron demasiado pesados como para mantenerlos abiertos. Su voz había sido como una canción de cuna y me sentí tan satisfecha al despertar.Me incorporé lentamente, restregándome los ojos. Sobre la cama, pulcramente acomodada había un par de vaqueros, una camiseta, una sudadera y unos botines. De inmediato supe que no podía ser otro, que mi esposo, maniático del orden quien acomodó aquellas prendas para cuando despertase. Me