BriannaMe desperté un par de horas después confundida en una cama que no conocía. Me dolía la cabeza horriblemente, y poco a poco comencé a recuperar mis sentidos, hasta que los recuerdos de lo que había ocurrido unas cuantas horas antes, llegaron a tropel a mi mente. La persecución, la huida y finalmente la paz de estar nuevamente en los brazos de Apolo, el hombre que amaba, más que nada en el mundo.Lo recordé diciéndome sin parar: « Te amo». Sonreí como una tonta al rememorándolo repitiendo esas dos palabras a mi oído hasta que finalmente mis parpados se sintieron demasiado pesados como para mantenerlos abiertos. Su voz había sido como una canción de cuna y me sentí tan satisfecha al despertar.Me incorporé lentamente, restregándome los ojos. Sobre la cama, pulcramente acomodada había un par de vaqueros, una camiseta, una sudadera y unos botines. De inmediato supe que no podía ser otro, que mi esposo, maniático del orden quien acomodó aquellas prendas para cuando despertase. Me
ApoloUna parte de mí quería darse la vuelta y volver con mi esposa. Hacer lo que ella decía, tomar un avión privado que despegase desde algún lugar recóndito y dejar que todo se hundiese a nuestra espalda. Aunque sabía que por muy tentador que sonase aquello, era imposible. No se detendrían y si no podían descargar su ira contra mí, lo harían contra familias inocentes con tal de obtener el poder absoluto.Eso sin mencionar que nos cazarían hasta el fin del mundo de ser necesario, si creyesen que estamos con vida. Ninguno de ellos heredaría directamente mi fortuna de forma directa por eso me necesitaban, por eso presionaban amenazando la vida de las únicas personas por las que era capaz de todo.Siempre creímos que el ataque a la finca era una vendetta, ahora entendía que estaban usando el dolor de Anthony para acabar conmigo, con la esperanza de doblegar con facilidad a Brianna.Detuve la motocicleta cuando me faltaban cinco kilómetros para llegar al pequeño aeropuerto privado desde
BriannaApoyé la frente contra mis manos cerradas en forma de plegaria. Nuevamente estaba rezando porque Apolo estuviese bien, que todo saliese según lo planeado y el amanecer lo trajese de vuelta conmigo. Sano y salvo. Mi mundo completo se sostenía bajo la promesa de que encontraríamos nuestro final feliz y ni siquiera podía pensar en algo diferente.Para soportar aquella espera, debía ser positiva.Me incorporé lentamente, la espera me estaba matando, necesitaba mantener la mente ocupada en algo que no fuese mirar compulsivamente el móvil que me había dejado Adrián para tenerme al tanto de lo que estaba ocurriendo. Cada vez que lo observaba para asegurarme de no haber recibido un mensaje o una llamada, las manos me temblaban y comenzaban a sudarme.Solo había pasado una hora, eran las tres y treinta de la mañana, pero aun así, me encontraba al borde del colapso total.Necesitaba, hacer algo, por lo que me levanté de un salto cuando tuve una idea fantástica. Iba a preparar algo de c
BriannaLa noche estaba demasiado silenciosa y nos rodeaba allí donde estábamos una espesa bruma. Que apenas si dejaba ver la ciudad a nuestros pies, como si un manto tenue la cubriese. Miré a mí alrededor y recordé que hacía solo un par de horas Apolo me había hecho el amor en esos mismos sillones. Aunque no era demasiado tiempo transcurrido, el recuerdo me pareció lejano y lancé un suspiro contrariado.—¿Vas a empujarme desde aquí ahora o esperaremos a que los Abruzo asesinen a mi esposo? —Lancé filosa, Tano como lo llamaban sus amigos o papá, como debería haberle llamado me miró con diversión en sus ojos.—Eres igual a tu madre. —Dijo, volviendo a posar sus ojos en el horizonte. —Y no hablo de que eres idéntica, solo físicamente y lo eres, vaya que lo eres. La mujer más hermosa que había visto en mi vida. —Fruncí el ceño.—¿La tomaste por la fuerza? —Si iba a morir esa misma noche, necesitaba saberlo. Era algo que me había preguntado constantemente desde que supe quién era mi padre
ApoloEl muelle parecía una extensión oscura y tétrica de las calles por donde habíamos llegado hasta allí. Uno de los matones me mantuvo sujeto de uno de mis brazos, mientras clavaba una pistola en el costado izquierdo. A medida que nos acercábamos, comencé a temblar, aunque no por el frio típico de las últimas horas de las noches de invierno, si no ante la expectativa de lo que estaba a punto de ocurrir. Todo podía salir a pedir de boca o todo podía salir jodidamente mal.Realmente deseaba que cualquier fuerza superior estuviese de nuestro lado.Contuve el aliento mientras me guiaban a través del piso de madera que llevaba a la bodega donde creían que guardaba los últimos cargamentos de armas que habíamos confiscado en los muelles, para controlar las guerras cada vez más frecuentes entre pandillas y los mapas de rutas que manejábamos. Tenían la idea de que aunque se fuesen a hacer con todo más tarde que temprano, no estaba mal llevarse un adelanto. Incluso observé como los colmillos
ApoloLa sostuve entre mis brazos mientras el coche se movía a través de la carretera. Estaba acurrucada contra mi pecho, así se había quedado dormido, abrazada a mí porque decía que temía despertar y ya no encontrarme a su lado. No importaba cuanto se lo había prometido que eso no ocurriría, se negaba de redondo a soltarme. Finalmente decidí complacerla, luego de todo lo ocurrido, no podía hacer otra cosa que cumplir cada uno de sus caprichos.Claro que no podía negarlo, eso me hacía sentir dichoso como nunca antes había estado. Su forma de amarme sin condiciones, tan pura, tan entregada. Ni siquiera estaba seguro de merecer un cuarto de lo que ella era para mí.El auto se detuvo perezosamente en el camino echándose hacia un lado. Brianna se dio la vuelta molesta cuando la luz del sol le dio de lleno en el rostro y me esforcé para sostenerla con delicadeza, sin invadir su espacio, aunque en el fondo solo desease arrancarle la ropa y enterrarme profundamente en ella. Antes de bajar
ApoloCinco años antes…Noté un nudo en la garganta.Todo era absolutamente perfecto, nada estaba fuera de lugar.No había ni una nube en el cielo, y los diez arcos estaban cubiertos por completo por rosas blancas, presentando una imagen elegantísima sobre el césped. Los largos vestidos de las damas de honor, las bandejas con champán, las brillantes lámparas de araña más allá… En el momento en que el señor Abruzzo y Geraldine salieron por el pasillo, sentí que me temblaban las manos.La señorita Ferrara buscó un pañuelo de papel en el bolsillo y se secó los ojos con él.—Usted no puede llorar, Señor Cavalli … Respire hondo varias veces y todo irá bien… —dijo la coordinadora de bodas acercándose un poco. Esperó a que siguiera sus instrucciones—. Casi es la hora…—Por favor, recibamos a la novia… —dijo una voz profunda, y se oyó el crujido de las sillas.Cuando comenzaron a sonar las
ApoloMe ajuste el reloj antes de entrar en el despacho del director de seguridad de uno de los cuantiosos negocios que Cavalli me había heredado. Ya hacían seis meses del crimen de mi tío y aún no tenía nada, solo un montón de sospechas y el deseo de venganza removiéndose inquieto en mi interior. Luego de aquel terrible suceso, Bonfiglio había acudido a mí nervioso, lo que era por demás extraño, ya que era un hombre imperturbable. Insistió en que Bellomo era quien había dado la orden y que iba por él también. Creía que nuestro rival estaba seguro de que él lo delató con crímenes mayores. Intenté tranquilizarlo, pero fue en vano.Entonces me miró a los ojos y me pidió que cuidara de su hija, yo no pude menos que sorprenderme, ni siquiera sabía que tuviese una vida fuera de la organización. Me dijo que no sabía de su existencia hasta hacía unos meses, que no tenía nada en el mundo y que si algo le ocurría necesitaba que la tomara como mi esposa.Le d