ApoloCuando caminé por la acera mojada por la lluvia tuve el presentimiento de que algo no iba bien, era como una sensación extraña en la boca del estómago que me advertía que me diese prisa. En cuanto subí al vehículo, Massimo que se encontraba en el asiento del frente me miró con el ceño fruncido y una expresión dura que me confirmaba que aquel palpito que acababa de tener, no era en lo absoluto infundado. —Tienes que llamar ahora mismo a Ludovico. —Me tendió el móvil. —Dice que es urgente. Tomé el móvil y marqué su número con prisa, sintiéndome a cada instante más y más ansioso. Algo ocurría, podía sentirlo corriendo en mis venas. Aunque iba más allá, Pietro debería haberme llamado dos horas antes y aun no lo hacía. —¿Qué ocurre? —Le pregunté sin rodeos en cuanto atendió. —No puedo hablar por teléfono, es peligroso. —Lanzó el aire que contenía despacio, lo que me helo la sangre, era algo malo, terrible. —Lo mejor es reunirse, cuanto antes. Si es ahora mismo, mucho mejor. —¿Dó
BriannaMe desperté sobresaltada al sentir las sabanas suaves contra mi piel y el perfume de la tela invadiendo mis sentidos. Abrí los ojos de pronto, levantándome de un salto e irguiendo la espalda. Estaba en la habitación a la que Ciro me había llevado después de cenar, en la cama King Size, solamente con camiseta y bragas. Alguien me había quitado los vaqueros, estaba bastante segura de saber quién había entrado a la habitación, me quito la ropa y me metió a la cama. Ciro. Eso me provocó un escalofrío de espanto, de solo imaginar que me había tocado, sentí nauseas. Luego de la cena, le pedí que me dejase retirarme. Él insistió con aquello de que yo era su invitada, que podía hacer lo que desease, menos salir de allí. Lo que para mí significaba claramente que era una prisionera, sin embargo no dije nada, me limité a lanzarle una mirada de odio. En cuanto entré a la lujosa habitación me encerré en el baño, empuñando una botella de shampoo de cristal con fuerza. Solo por si intentab
Brianna —El señor Cavalli la espera en la habitación oeste de tiro. —Me dijo uno de los empleados de la casa. Por lo general tenía la sensación de estar sola, pero sabían que muchas personas trabajaban allí, sirviendo a Ciro como una especie de rey. Me preguntaba si los había amenazado para que no se cruzasen en mi camino. Las revueltas en la ciudad, estaban frenando los planes de todos, por lo que se respiraba una tensa calma. El intercambio tuvo que ser pospuesto luego de la que la policía allanase el lugar donde se realizaría, y Ciro se pasó el día completo en la biblioteca, intentando apagar los incendios. Su consejero estaba completamente furioso. Por suerte para mí, las reuniones se extendieron hasta muy tarde en la madrugada, por lo que me oculté bajo las mantas fingiendo estar dormida. Lo escuché entrar en mi habitación porque a pesar de que tenía ciertas libertades, la habitación no tenía llave. Esa era la razón no pude pegar un ojo, me aterraba la idea de bajar la guardia
Brianna A lo lejos se divisaba la cabaña en la falda de la pequeña colina. A su alrededor se encontraban pululado al menos media docena de hombres, un par de autos estacionados en la entrada y dos camionetas negras apostadas en el único camino que llevaba a la cabaña. Mire a Ciro de soslayo cuando dejo de hablar en un murmullo con uno de ellos, nos encontrábamos agazapados a unos cien metros del lugar. Me apoyé respirando con dificultad contra uno de los troncos y me deslicé agitada. Nunca había asesinado a nadie, tampoco creí que lo haría. Cuando Apolo me enseñó a disparar o pelear, lo hico con la única intención de que usase aquello en caso de que me viese emboscada. El recuerdo de una de las ocasiones donde me enseñó a golpear o zafarme del agarre de algún posible atacante, danzó por mi cabeza. Eso había sido mucho tiempo antes de que todo se volviese una tormenta a nuestro alrededor. Cuando aún podía ir a de cuando en cuando a ver a las niñas en el salón de danza, y él me esper
Brianna —¡Ni se te ocurre, perra! —Me dijo el hombre que me apuntaba, cuando intenté incorporarme. En unos cuantos segundos estábamos rodeados de al menos una docena de hombres que nos apuntaban. Aquello era a todas luces una encerrona de Geraldine. —Brianna, levanta las manos. —Me pidió Ciro, mientras dejaba su arma sobre la hierba para luego alzar las suyas. Imité su movimiento con cuidado. —El arma. —Gruño. Yo aún llevaba el arma en el cinturón cuando fuimos emboscados, por lo que imaginaba que se refería a quitarla del cinturón y dejarla en el piso. Me sentía aturdida, todo me daba vueltas por lo que mis torpes movimientos apenas si permitían que mis manos se moviesen lo suficiente. —Hazlo ahora o le vuelo los sesos al traidor de tu noviecito. —Dijo una de las mujeres que nos había emboscado, apretando el cañón contra la sien de Ciro. Escruté su rostro durante un momento, esperando encontrar algún indicio de si acaso me estaba traicionando. No estaba segura de poder confia
Brianna Me acurruqué tras uno de los vehículos todo terreno que estaba en la entrada de la cabaña, mientras una lluvia de disparos se escucha fuerte casi a nuestro lado. —¿No deberíamos ir a apoyarlos? —Le pregunto inquieta. Uno de los hombres de Geraldine son sorprende y Ciro le dispara, en el abdomen abatiéndolo. —Todavía, no. Debemos esperar la señal, no quiero ponerte en riesgo. —Apuntó hacia el suelo, colocándole el seguro a la pistola para cargarla. —El plan es simple cuando la zona exterior sea segura, me presentaré por la puerta delantera, no soy tan estúpido como para creer que no tiene un grupo de hombres dentro armado hasta los dientes. Por eso mi función en este espectáculo es el de ser farol. —Quitó el cargador y le colocó dos cartuchos, para luego introducir el cargador en la pistola y jaló hacia atrás la corredera hacia atrás, antes de mirarme sonriente. —¿El farol? —Pregunté aturdida. —Una especie de distracción, yo avanzaré hasta la puerta principal, eso los hará
La luz se encendió de pronto en una explosión inesperada, lo que me obligó a cerrar los parpados con fuerza y cubrir mis ojos con el ante brazo. Me sentí mareada cuando el fogonazo de luz prácticamente derritió mis retinas por completo. Parpadee varias veces, en busca del control.—¿Has venido a matarme, Brianna? —La voz acerada de Gereldine atravesó la habitación, cortando el ambiente espeso que se respiraba.Todos tenían sostenían sus armas con la vista clavada en el objetivo.—No necesariamente, solo quiero terminar con esto. No tenemos por qué seguir intentando matarnos, yo solo quiero llegar a obtener paz. Está corriendo demasiada sangre de forma innecesaria. —Escuché su risa profunda antes de encontrarme con su mirada. —Ni siquiera estoy segura de los motivos por los cuales me odias tanto como para ponerle precio a mi cabeza.—¿No lo sabes? —Preguntó con tono burlón. —Yo creo que mientes, lo sabes, por eso estás aquí. Me quitaste al hombre que amo y ahora me quitas a mi juguete,
ApoloMassimo y sus hombres se irguieron asustados cuando arrase en un solo movimiento con todo los estaba sobre el escritorio del despacho. Todo cayó al suelo con un estruendo brutal que los hizo estremecer.Sentía el deseo y la necesidad de acabar con todo. Respiré agitadamente, intentando controlarme al ver que los hombres de mi nueva mano derecha estaban con un semblante inexpresivo, intentando disimular el terror a ser asesinados, allí mismo y a quema ropa. No era para menos, ya había pasado casi una semana desde que secuestraron a mi esposa y a cada momento sentía que explotaba con mayor facilidad.Si no la encontraba pronto estaba completamente perdido, el desosiego que me embargaba estaba extendiéndose en mi interior como una bacteria que devora todo a su paso.—¡¿Dónde demonios está mi esposa?! —Volví a rugir ante la mirada espantada de los hombres que había reclutado mi nueva mano derecha. —¡Estoy harto de escuchar excusas! ¡Quiero saber exactamente su ubicación, justo en es