ApoloMassimo y sus hombres se irguieron asustados cuando arrase en un solo movimiento con todo los estaba sobre el escritorio del despacho. Todo cayó al suelo con un estruendo brutal que los hizo estremecer.Sentía el deseo y la necesidad de acabar con todo. Respiré agitadamente, intentando controlarme al ver que los hombres de mi nueva mano derecha estaban con un semblante inexpresivo, intentando disimular el terror a ser asesinados, allí mismo y a quema ropa. No era para menos, ya había pasado casi una semana desde que secuestraron a mi esposa y a cada momento sentía que explotaba con mayor facilidad.Si no la encontraba pronto estaba completamente perdido, el desosiego que me embargaba estaba extendiéndose en mi interior como una bacteria que devora todo a su paso.—¡¿Dónde demonios está mi esposa?! —Volví a rugir ante la mirada espantada de los hombres que había reclutado mi nueva mano derecha. —¡Estoy harto de escuchar excusas! ¡Quiero saber exactamente su ubicación, justo en es
Apolo—Creí que atacaríamos la bodega. —Murmuré mientras observábamos la casa donde me despedí de Brianna, antes de ser secuestrada. Pude sentir una punzada intensa en el pecho de culpa, de haberla escuchado nada de aquello habría ocurrido.Adrián estaba en cuclillas justo a mi lado entre unos matorrales, observando con unos prismáticos de visión nocturna la casa que se encontraba con las luces del frente encendidas, el pasto cortado y un par de autos estacionados en el frente. Me paso los prismáticos para que observara.—Divide y vencerás. —Dijo en un suave murmullo. —Los Abruzo están locos por venganza, un chivato les dio la ubicación de la casa y les contó que tu esposa espera un hijo tuyo. Estoy seguro de que querrán venir a por ti. Saben que Brianna te ama, por eso vendrán aquí dispuestos a todo, quieren hacerle daño y saben que no hay mejor manera. —«¿Todavía me amaba?» Era algo que no quería plantearme en aquel momento, pero era inevitable notar que los celos me estaban carcomi
ApoloLo primero que pude escuchar después de una ráfaga de disparos fue la orden de uno de mis hombres que me empujaba al grito de:—¡Al suelo! —Coloqué la mano en su pecho para impulsarlo hacia atrás, porque no pretendía que nadie diese la vida por mí, pero él se aferró de mi cuello para protegerme aunque intenté con todas mis fuerzas zafarme. —¡Papá dijo que proteja al Don! —Grito cuando una bala impactó en su cuerpo y caímos, ambos fuera de la línea de tiro, bajo las escaleras que llevaban a las habitaciones, aunque su cuerpo cayó inerte sobre el mío.Le di un par de bofetadas por idiota, porque no debía sacrificarse por alguien como yo. No respondió, no tenía pulso.Contuve los deseos de rugir como un animal, para lanzarme sobre el maldito bastardo que nos atacó sin piedad. De haberme pedido que me rindiese para que nadie saliese herido, lo habría hecho. Apreté la mandíbula con fuerza antes de quitarme al chico que yacía sobre mí, no tenía más de veinticinco. Como les anunciaría
ApoloMarco, descargó su arma contra mí, por lo que no tuve otra opción que tirarme al piso y rodar evadiendo los disparos, para llegar a la puerta del pequeño tocador que se encontraba en la habitación. Me metí dentro, colocándole el pestillo como una forma de retrasar lo inevitable, que era que ambos entrasen tarde o temprano, hechos una completa furia, cansados de juegos.Di una mirada rápida, la ventana que daba al exterior era muy pequeña como para colarme por ella, no se había colocado ninguna puerta secreta, por lo que la única opción que tenía era atravesar la puerta que estaban a punto de derribar los hermanos AbruzoNi siquiera tuve tiempo de acomodar mis pensamientos, cuando uno de ellos arremetió a patadas con la puerta.—¡Sal de allí, ahora mismo, hijo de put@! —Gritó Otto, completamente fuera de control.Recordé las granadas de humo que guardaba en la canana, si esperaba que derribasen la puerta y lanzaba la granada, era posible que tuviese una oportunidad. El humo y la
ApoloMe siguió hasta el pasadizo, me incliné para liberar la trampilla de la portezuela que nos llevaba de nuevo a la sala y me metí a través del estrecho agujero a gatas con Massimo por detrás. Cuando abrí la puerta que estaba debajo de la escalera, la sala estaba en completo silencio. Respiré profundamente antes de sortear los cuerpos de mi grupo.Subimos con cuidado las escaleras, en busca del grupo que custodiaba a Adrián, solo esperaba que no fuese demasiado tarde.Arriba había un par de hombres de los Abruzo, aunque no había rastro de Anthony, su padre o Bruna.Los tomamos por sorpresa, saltando sobre ellos. Uno contra uno. Dejé caer la ametralladora que llevaba colgando de la correa táctica sobre mi espalda, para saltar contra mi oponente que me apuntó demasiado tarde. Un solo puñetazo en la mandíbula, lo hizo trastabillar, lo que me dio el tiempo suficiente como para que lanzase una patada que le arrancó el arma de las manos. Está se deslizó por el suelo pulido, impecable, ha
BriannaNunca había rezado antes en mi vida, porque desde muy pequeña aprendí que eso no servía de nada, que raramente se atendían las plegarias de las personas desesperadas. Sin embargo en aquel momento, no me quedaba otra cosa que rogar, rogar porque aquello fuese una mentira. Rogar porque aquella pesadilla horrible donde Apolo no existía más, solo fuese un mal sueño.Cuando abrí los ojos en aquella habitación, me incorporé lentamente, aun sintiendo el estremecimiento del impacto y comencé a temblar, aun perdida, me tomé las rodillas mientras me balanceaba de adelante hacia atrás. ¿Cuándo terminaría todo aquello? ¿Cuándo cesaría el dolor?Me sequé las lágrimas con el puño de la sudadera. No iba a creer que Apolo estaba muerto hasta no verlo con mis propios ojos, simplemente no iba a creerlo, porque algo en mis entrañas, en lo más profundo de mi ser, me decía que no era cierto.Él no podría abandonarme a mí, ni a nuestro hijo, no podría porque me había dicho una y otra vez que me ama
Brianna—¿Todo esto es en mi honor? —Le pregunté a Fabrizio que me acompañaba en el coche junto a otros dos escoltas.Miré hacia afuera por el cristal de la ventanilla, cuando el coche se detuvo frente a la alfombra roja que indicaba el camino hacia el salón de baile del enorme hotel que se erguía sobre nosotros. Con una sola mirada rápida pude ver que había hombres de seguridad en cada rincón, armados hasta los dientes.—En realidad es una de las galas de beneficencia organizadas cada año por tu padre. La mascarada de negro y rojo, supongo que eligió este evento porque dicen que si quieres ocultar algo, debes hacerlo a la vista de todos. —Me volví a mirarlo y él se encogió de hombros. —Tu padre pensó que la mejor manera de conocerte sería realizando en una de los bailes de beneficencia más concurridos del año. Creo que puede funcionar, estarán las personalidades más importantes de la política y el espectáculo, eso nos da un sitio plagado de policías, nadie en su sano juicio, pensaría
BriannaIncliné la cabeza solo un poco, mientras centraba mi atención en la decoración para evitar caer desmayada cuando mi esposo, el que creía muerto comenzó a moverme con cuidado al ritmo de la música.El salón con más de trecientas personas bailando era casi como un sueño confuso y seductor, del techo colgaban arañas de cristales rojos que iluminaban tenuemente el salón. Las mesas vestidas de negro, estaban ornamentadas con arreglos de rosas rojas y la orquesta tocaba envuelta en una suave bruma roja en el escenario. Entonces me pregunté si aquello era real un sueño o producto de mi imaginación.No dijo nada, además de atraparme en su firme pecho, al tiempo que sus fuertes manos me sostenían. Lo que hizo que sintiese mi cuerpo a punto de colapsar, me dejé llevar, justo cuando él me giro para que quedase de frente a él. Ninguno de los dos dijo nada, como si las palabras sobraran en aquel instante. Mis piernas, flaquerón y él me sostuvo.Su nariz, sus cejas, sus mejillas estaban cub