Brianna Me acurruqué tras uno de los vehículos todo terreno que estaba en la entrada de la cabaña, mientras una lluvia de disparos se escucha fuerte casi a nuestro lado. —¿No deberíamos ir a apoyarlos? —Le pregunto inquieta. Uno de los hombres de Geraldine son sorprende y Ciro le dispara, en el abdomen abatiéndolo. —Todavía, no. Debemos esperar la señal, no quiero ponerte en riesgo. —Apuntó hacia el suelo, colocándole el seguro a la pistola para cargarla. —El plan es simple cuando la zona exterior sea segura, me presentaré por la puerta delantera, no soy tan estúpido como para creer que no tiene un grupo de hombres dentro armado hasta los dientes. Por eso mi función en este espectáculo es el de ser farol. —Quitó el cargador y le colocó dos cartuchos, para luego introducir el cargador en la pistola y jaló hacia atrás la corredera hacia atrás, antes de mirarme sonriente. —¿El farol? —Pregunté aturdida. —Una especie de distracción, yo avanzaré hasta la puerta principal, eso los hará
La luz se encendió de pronto en una explosión inesperada, lo que me obligó a cerrar los parpados con fuerza y cubrir mis ojos con el ante brazo. Me sentí mareada cuando el fogonazo de luz prácticamente derritió mis retinas por completo. Parpadee varias veces, en busca del control.—¿Has venido a matarme, Brianna? —La voz acerada de Gereldine atravesó la habitación, cortando el ambiente espeso que se respiraba.Todos tenían sostenían sus armas con la vista clavada en el objetivo.—No necesariamente, solo quiero terminar con esto. No tenemos por qué seguir intentando matarnos, yo solo quiero llegar a obtener paz. Está corriendo demasiada sangre de forma innecesaria. —Escuché su risa profunda antes de encontrarme con su mirada. —Ni siquiera estoy segura de los motivos por los cuales me odias tanto como para ponerle precio a mi cabeza.—¿No lo sabes? —Preguntó con tono burlón. —Yo creo que mientes, lo sabes, por eso estás aquí. Me quitaste al hombre que amo y ahora me quitas a mi juguete,
ApoloMassimo y sus hombres se irguieron asustados cuando arrase en un solo movimiento con todo los estaba sobre el escritorio del despacho. Todo cayó al suelo con un estruendo brutal que los hizo estremecer.Sentía el deseo y la necesidad de acabar con todo. Respiré agitadamente, intentando controlarme al ver que los hombres de mi nueva mano derecha estaban con un semblante inexpresivo, intentando disimular el terror a ser asesinados, allí mismo y a quema ropa. No era para menos, ya había pasado casi una semana desde que secuestraron a mi esposa y a cada momento sentía que explotaba con mayor facilidad.Si no la encontraba pronto estaba completamente perdido, el desosiego que me embargaba estaba extendiéndose en mi interior como una bacteria que devora todo a su paso.—¡¿Dónde demonios está mi esposa?! —Volví a rugir ante la mirada espantada de los hombres que había reclutado mi nueva mano derecha. —¡Estoy harto de escuchar excusas! ¡Quiero saber exactamente su ubicación, justo en es
Apolo—Creí que atacaríamos la bodega. —Murmuré mientras observábamos la casa donde me despedí de Brianna, antes de ser secuestrada. Pude sentir una punzada intensa en el pecho de culpa, de haberla escuchado nada de aquello habría ocurrido.Adrián estaba en cuclillas justo a mi lado entre unos matorrales, observando con unos prismáticos de visión nocturna la casa que se encontraba con las luces del frente encendidas, el pasto cortado y un par de autos estacionados en el frente. Me paso los prismáticos para que observara.—Divide y vencerás. —Dijo en un suave murmullo. —Los Abruzo están locos por venganza, un chivato les dio la ubicación de la casa y les contó que tu esposa espera un hijo tuyo. Estoy seguro de que querrán venir a por ti. Saben que Brianna te ama, por eso vendrán aquí dispuestos a todo, quieren hacerle daño y saben que no hay mejor manera. —«¿Todavía me amaba?» Era algo que no quería plantearme en aquel momento, pero era inevitable notar que los celos me estaban carcomi
ApoloLo primero que pude escuchar después de una ráfaga de disparos fue la orden de uno de mis hombres que me empujaba al grito de:—¡Al suelo! —Coloqué la mano en su pecho para impulsarlo hacia atrás, porque no pretendía que nadie diese la vida por mí, pero él se aferró de mi cuello para protegerme aunque intenté con todas mis fuerzas zafarme. —¡Papá dijo que proteja al Don! —Grito cuando una bala impactó en su cuerpo y caímos, ambos fuera de la línea de tiro, bajo las escaleras que llevaban a las habitaciones, aunque su cuerpo cayó inerte sobre el mío.Le di un par de bofetadas por idiota, porque no debía sacrificarse por alguien como yo. No respondió, no tenía pulso.Contuve los deseos de rugir como un animal, para lanzarme sobre el maldito bastardo que nos atacó sin piedad. De haberme pedido que me rindiese para que nadie saliese herido, lo habría hecho. Apreté la mandíbula con fuerza antes de quitarme al chico que yacía sobre mí, no tenía más de veinticinco. Como les anunciaría
ApoloMarco, descargó su arma contra mí, por lo que no tuve otra opción que tirarme al piso y rodar evadiendo los disparos, para llegar a la puerta del pequeño tocador que se encontraba en la habitación. Me metí dentro, colocándole el pestillo como una forma de retrasar lo inevitable, que era que ambos entrasen tarde o temprano, hechos una completa furia, cansados de juegos.Di una mirada rápida, la ventana que daba al exterior era muy pequeña como para colarme por ella, no se había colocado ninguna puerta secreta, por lo que la única opción que tenía era atravesar la puerta que estaban a punto de derribar los hermanos AbruzoNi siquiera tuve tiempo de acomodar mis pensamientos, cuando uno de ellos arremetió a patadas con la puerta.—¡Sal de allí, ahora mismo, hijo de put@! —Gritó Otto, completamente fuera de control.Recordé las granadas de humo que guardaba en la canana, si esperaba que derribasen la puerta y lanzaba la granada, era posible que tuviese una oportunidad. El humo y la
ApoloMe siguió hasta el pasadizo, me incliné para liberar la trampilla de la portezuela que nos llevaba de nuevo a la sala y me metí a través del estrecho agujero a gatas con Massimo por detrás. Cuando abrí la puerta que estaba debajo de la escalera, la sala estaba en completo silencio. Respiré profundamente antes de sortear los cuerpos de mi grupo.Subimos con cuidado las escaleras, en busca del grupo que custodiaba a Adrián, solo esperaba que no fuese demasiado tarde.Arriba había un par de hombres de los Abruzo, aunque no había rastro de Anthony, su padre o Bruna.Los tomamos por sorpresa, saltando sobre ellos. Uno contra uno. Dejé caer la ametralladora que llevaba colgando de la correa táctica sobre mi espalda, para saltar contra mi oponente que me apuntó demasiado tarde. Un solo puñetazo en la mandíbula, lo hizo trastabillar, lo que me dio el tiempo suficiente como para que lanzase una patada que le arrancó el arma de las manos. Está se deslizó por el suelo pulido, impecable, ha
BriannaNunca había rezado antes en mi vida, porque desde muy pequeña aprendí que eso no servía de nada, que raramente se atendían las plegarias de las personas desesperadas. Sin embargo en aquel momento, no me quedaba otra cosa que rogar, rogar porque aquello fuese una mentira. Rogar porque aquella pesadilla horrible donde Apolo no existía más, solo fuese un mal sueño.Cuando abrí los ojos en aquella habitación, me incorporé lentamente, aun sintiendo el estremecimiento del impacto y comencé a temblar, aun perdida, me tomé las rodillas mientras me balanceaba de adelante hacia atrás. ¿Cuándo terminaría todo aquello? ¿Cuándo cesaría el dolor?Me sequé las lágrimas con el puño de la sudadera. No iba a creer que Apolo estaba muerto hasta no verlo con mis propios ojos, simplemente no iba a creerlo, porque algo en mis entrañas, en lo más profundo de mi ser, me decía que no era cierto.Él no podría abandonarme a mí, ni a nuestro hijo, no podría porque me había dicho una y otra vez que me ama