Mientras leía, las lágrimas nublaban mi vista. Me había ayudado y siempre pensé que, para ella, había sido un error, un estorbo en su vida. Recordé, tras el secuestro de Adrián, que el niño se había referido a una mujer que lo salvó del maltrato. Era ella, siempre había sido Jessica, hasta aquella foto de Samira con otro hombre, que nos había hecho replantearnos la paternidad de mi guardián, era obra suya. ¿Cómo no pude darme cuenta de sus verdaderas intenciones? - Tengo que saber qué pasó con ella, se lo debo. - Localizaré a Andy - dijo mi chico - a ver qué podemos hacer. Recordé todas las ocasiones en que mi madre biológica me apartaba de su lado, sacándome de la casa, las veces que se ofrecía como un trofeo, para apartar a su amante de mi lado. Ahora todo encajaba con claridad, me estaba protegiendo del sádico, de sus ataques de locura, de su violencia y de su tortura. En su mente perturbada no valoró la posibilidad de pedir ayuda, porque se sintió acorralado y visiblemente
En aquel restaurante, angustiada y expectante, esperaba una explicación adecuada para mis dudas, generadas por las palabras de Samira. - Quiero una explicación - dije - con la verdad. Jerry se aclaró la garganta y con cautela y suavidad comenzó a hablar. - Elizabet yo no tengo una relación con Samira. - ¿La tenías cuando yo estaba en Cuba? Él respiró profundo, estaba cansado y agobiado. - Yo siempre la acompañé por el bebé, no estuvimos juntos. - ¿Y el beso? - pregunté porque la duda devoraba mis entrañas. - No correspondí al beso - dijo con honestidad - tienes que creerme, yo te amo. Lo contemplé y vi su desesperación, no podía ser tan básica, predecible y creer en las mentiras de la rubia. - Confío en ti, tranquilo - dije y pude apreciar cómo mi guardián soltaba el aire que tenía acumulado, en señal de alivio. Me tomó las manos con dulzura, expresándome delicadeza y caballerosidad. - Gracias, mi amor, por creer en mí. ¿Creía en él? Quería hacerlo, pero aún
Esa noche hablamos con Adrián, expresándole lo importante que era él en nuestras vidas, tratando de atenuar el daño que pudiera haber ocasionado el rechazo de su madre. El pequeño nos escuchó serio como, si de pronto, hubiera madurado. - Yo quiero estar con ustedes - informó con timidez - ella no me quiere. Se me oprimió el corazón por su confesión. ¿Cómo una mujer puede ser feliz sin el más mínimo instinto maternal? Sus ojos cristalizados me dejaron sin palabras. - Nosotros te amamos y mucho - dije, acariciando su cabello - debes estar feliz por eso. Asintió y una sonrisa hermosa y tierna apareció en su bello rostro, pero la intranquilidad propia de la edad, dominó sus acciones y comenzó a correr detrás de su mascota. - Eres un ángel - afirmó mi guardián - y somos bendecidos por tenerte. La satisfacción era mutua, porque sin ellos la recuperación hubiera sido imposible, adornaban mis días, brindándome energía para la lucha. Comencé a asistir a los aburridas y largas re
Un silencio incómodo y agobiante, apenas interrumpido por la respiración acelerada de ambas, protagonizó la llamada. - Tú no sabes la sorpresa que te tengo preparada - dijo tratando de mantener la impronta. - No - dije - no sé, pero puedo imaginarlo, si viene de ti nada bueno será, de cualquier forma, no te tengo miedo. - Pues deberías - dijo y colgó, dejándome hecha un manojo de nervios. Había pasado una prueba de fuego, enfrentándome a una enemiga horrible, mostrando una seguridad y confianza en mis capacidades, que estaba lejos de sentir. Necesitaba pensar con claridad y reforzar la seguridad de mi casa y las personas que tenían una relación cercana conmigo, prohibí la salida de Adrián al parque con la niñera, en su lugar le mandé a construir un espacio infantil, de juegos en la mansión. Alerté a Amara, Alissa y Nelinda sobre la necesidad de no salir de forma injustificada de la vivienda, aclarándole que era transitorio, mientras diera con el paradero de la hija Ransés. Est
Sorprendida aún por mi osadía, al propiciar un enfrentamiento con Isabel, llamé al detective, expresándole mi inquietud sobre las llamadas de mi enemiga, cada vez más intrépidas en sus declaraciones, como si tuviera un cómplice que le informara de cada uno de nuestros movimientos. Hablé sobre la posible relación que podía tener con Camila y Samira y la probabilidad de que, en un descuido, las mujeres descubrieran el escondite de la hija de Ransés. Me escuchó atento, pero distante y, por un momento, acaricié una idea que deseché por considerarla una locura, sin embargo, en la medida en que lo pensaba, me parecía más factible. Cuando llegó Jerry confronté con él mi descubrimiento, porque su opinión sagaz en esos temas era de especial importancia para mí. - Mi amor - dije intranquila - ¿Qué opinión tienes sobre Andy? Me miró extrañado, tratando de descifrar el punto de la conversación. - ¿En qué sentido? - preguntó serio. - Ambos - respondí - profesional y personal. - Creo que
Jerry, después de haber escuchado mi enfrentamiento con Isabel, me miró con inquietud. - Entonces tenías razón - dijo seco y con sentimientos encontrados - estaba informándole. - Ambos teníamos razón, tu plan dio resultado - expresé - yo tenía mis dudas. - Ahora debemos enfrentarlo - comentó - pero no hoy, estoy cansado. Han sido días difíciles. Subió despacio las escaleras con expresión derrotada. A mi protector le costaba creer que su percepción había fallado y se había dejado manipular por un ser de la calaña de la hija de Ransés, sin embargo, para mí, era una victoria en el orden táctico. Iba descentralizando sus redes de espionaje y eso, de alguna forma, la dejaría sola y expuesta. Subí las escaleras y fui directo a la habitación, mientras escuchaba, desde afuera, caer el agua de la regadera. Las mariposas en el estómago comenzaron a revolotear. Ansiaba estar con mi chico. Por los acontecimientos de los últimos días no habíamos tenido tiempo para la intimidad y lo dese
Mirándonos a ambos, el detective apenas podía controlar su nerviosismo. - ¿Quién es? - volvió a cuestionar. - Esa no es la pregunta - dije con seguridad - la cuestión es ¿Estará dispuesto por una asesina a arriesgar su carrera y su libertad? Se acomodó en la silla, dando claras señales de inquietud, pero no se atrevía a hablar, finalmente se levantó y expresó con un tono inseguro. - Tengo cosas que hacer, cualquier eventualidad me llaman - y salió con rapidez de la mansión. El rubio me miró con inteligencia. - El mensaje le llegó fuerte y claro - comentó - está consciente de que sabemos su implicación en los hechos. - ¿Y vamos a dejar que salga sin castigo de este problema? - Es que... - dijo - es difícil de probar, pero ya buscaremos la vía de hacerlo. Le di la espalda, pensando en marcharme, pero mi protector alcanzó a tomar mi mano derecha y la besó con ternura. - Te amo, antes de tomar cualquier decisión, piensa en ello. - ¿Sabes lo que más me molesta? Negó
Recostada en la calle, sin importarme la ubicación de mi enemiga y con el cuerpo desmayado y ensangrentado de mi chico en brazos, solo podía gritar desesperada, implorando auxilio. Los guardaespaldas se movían a mi alrededor, tensos, impotentes como guardianes, protegiéndonos y esperando la ambulancia y yo, solo podía pensar con horror, en el ataque y en la protección que mi rubio me había brindado, arriesgando su propia vida, ya estaba cansada del peligro acechante de cada día y de las consecuencias del odio de Isabel hacia mí. Apenas podía pensar con la mente clara en lo que acababa de suceder, mi cerebro solo acompañaba a mi ángel que, sin pensarlo, se había arriesgado por mí. El trayecto hacia el hospital fue difícil y doloroso, cargado de súplicas y recuerdos tristes, no podía perderlo, él era mi vida, el soplo de aire fresco en medio de mis tormentos. Llamé a James, explicándole la situación e implorándole que le dijera a Amara el estado delicado de Jerry. Me partía el cor