Despierto cuando el sol alumbra de lleno mi rostro. Mis sensibles ojos reciben con molestia el ataque de la naturaleza. Intento moverme, pero unos brazos fuertes y musculosos me lo impiden. Miro al joven que descansa a mi lado y no puedo dejar de sonreír. Los destellos de la noche anterior me asaltan, Fue increíble sentirse deseada otra vez. Delimito sus facciones con mis dedos. ¡Es tan hermoso! Abre los ojos reaccionando ante el contacto.
- ¿Te gusta lo que ves? – pregunta juguetón. - Me encanta – contesto mordiéndome los labios. - A mí también me gusta lo que veo – asegura, quitándome la sábana, para recorrer mi cuerpo a su antojo. - Buenos días – saludo a Isabel atravesando las puertas de mi consultorio. Me siento con un excelente estado de ánimo. Me he liberado del estrés. Soy una mujer nueva, satisfecha y feliz. - ¡Estás radiante! – exclama – alguien tuvo una buena noche. Contesto con una sonrisa. No me gusta exponer mis intimidades e Isabel lo percibe. - Hoy tenemos la visita – dice cambiando inteligentemente el tema, de un matrimonio gay, Henry y Jonattan Carson 23 y 25 años de edad respectivamente. Llevan apenas 8 meses de concubinato – se detiene y señala la entrada - Escucha, ya llegaron – avisa cuando el inconfundible timbre de la puerta principal irrumpe en el consultorio. Me traslado al saloncito donde realizo todas las consultas y espero hasta que Isabel, con una señal, los invite a pasar. Les devuelvo el saludo con una agradable sonrisa, indicándoles los sillones que se encuentran frente al sofá que empleo para descansar. - Soy la Doctora Nicole Jonson – comienzo – sexóloga, especialista en terapia de parejas. Les agradezco por escoger este consultorio para resolver los problemas que han puesto en riesgo su relación, para ello necesito que, con sinceridad, me expliquen las dudas y dificultades que afectan el sano desarrollo de su unión. - Doctora – comienza el más joven con un tono de voz algo chillón y gracioso – este hombre me esconde. No quiere que se den cuenta de sus preferencias sexuales. Para su familia él es un tipo mujeriego y yo no estoy dispuesto a dejarme pisotear. Es fácil saber, por sus gestos, que está dolido, pero no me queda claro a qué se refiere en su explicación. ¿Se avergüenza el castaño de su pareja? ¿Por qué? Miro a Jonattan curiosa. Parece tan seguro de sí mismo y tan fuerte que casi me resulta imposible creer su actitud prejuiciosa y egoísta. - ¿Te avergüenzas de tu pareja? – pregunto al directo y sin maquillaje. - No – grita al momento – yo lo amo. ¿Cómo puede pensar eso? Es solo que… no quiero decepcionarlos. Tardo tan solo segundos en interpretar sus palabras. Le teme a la reacción de su familia y eso lo mantiene frustrado. - ¿Y a mí si puedes decepcionarme? – grita el chico rubio con evidente señales de estrés – piensa bien porque no estoy dispuesto a aceptar tal humillación. Henry se mueve intranquilo en el asiento mientras su pareja lo mira desolado. - Mi familia es conservadora – relata Jonattan – les causaría un dolor inmenso a mis padres si se enteraran. Tengo que preparar el terreno, por favor necesito tiempo. - No – responde su compañero – no estoy dispuesta a dártelo – y dirigiéndose a mí agrega – el otro día sus padres visitaron la casa y les dijo que yo era el hermano de su novia. No lo desmentí porque estaba horrorizado y no quise exponerlo. Yo necesito a alguien que se sienta orgulloso de mí y estoy dispuesto a buscarlo si él no cambia. Abro mis expresivos ojos con desconcierto. Es tajante en sus argumentos, aunque dudo, por el amor y veneración que se aprecia en su mirada, que llegue a cumplir su amenaza. - No hagas eso – suplica el rubio en un tono extremadamente bajo. Mientras escucho el desesperado grito de auxilio de ambos hombres mi pensamiento retrocede en el tiempo, a la época en que todavía podía disfrutar de la agradable y cálida compañía de mi hermana. Todos los días me culpo por no haberme dado cuenta del horrible infierno personal que atravesaba. No confió en que mi amor fuera capaz de aceptarla con sus gustos y preferencias y se dejó arrastrar por la angustia y la desesperación. Me dejó sola, con un enorme vacío que no he podido arrancar de mis entrañas. - ¿Ustedes quieren salvar la relación? – pregunto con creciente curiosidad. La respuesta no se hace esperar. Una afirmación fuerte y clara invade el lugar. Es un grito, generado por sentimientos de amor y frustración ante los sucesos de los últimos días. - Para comenzar- digo - debemos hacer varios ajustes en la relación – ambos asintieron y yo continué explicando – Jonattan, cuando uno está enamorado quiere pasar tiempo de calidad con su pareja, por eso no puedes culpar a Henry, al contrario, debes sentirte halagado. Tienes que entender que la raíz del problema está en no aceptarte ante tus familiares y amigos. - ¿Qué hago? – pregunta desolado. - Quiero que estés cómodo con tus preferencias sexuales. Quizás al inicio tengas algunas dificultades, pero terminarán aceptándolo. Piensa que si ven dudas en ti será más difícil el proceso. Él – dije señalando al jovencito – merece todo tu respeto porque es la persona que siempre está para ti. Henry, me complace decirte que amarás a pesar de las adversidades. Es bueno que exijas tu espacio, pero bajo ningún concepto puedes basar la relación en la amenaza. - Jonattan quiero que me digas qué observas cuando te miras al espejo – tarda un poco en entender la pregunta pero después dice con dudas. - Veo a un joven inteligente que se esfuerza muchísimo por alcanzar sus objetivos. - Me hablas únicamente de la parte profesional, porque has descuidado lo espiritual. Un escritor cubano, dijo en uno de sus cuentos que el hombre debe luchar por saciar sus dos hambres, la del pan escaso y la espiritual. Si te centras en solo una de ellas te sentirás igualmente incompleto. Henry me abraza, agradeciendo las palabras. Su emoción es palpable y yo me siento feliz por haber contribuido a ello. - Necesito hacerles un seguimiento, por eso, antes de abandonar el consultorio, buscarán a Isabel quien les dará la fecha de la próxima consulta. Quiero saber cómo han lidiado con esta situación. - Sí, no se preocupes, Doctora. Vendremos. Recuerdo la tarjeta y la tomo del despacho, entregándosela a Jonattan, invitándolo a leer en voz alta. Él se aclara la garganta y comienza. ¨ El amor no sobrevive a las inseguridades ni al rechazo. Es un sentimiento puro que no entiende de color, sexo, creencias o preferencias sexuales. El amor mueve al mundo, convirtiéndolo en un lugar más feliz. ¨ Sonrío, ya sola en la oficina, cuando recuerdo nuevamente la noche y el agradable despertar. De repente mi teléfono suena indicando la recepción de un mensaje. Alcanzo mi bolso y tomo el celular desbloqueando la pantalla. Descargo dos fotos que recibo de un número desconocido y, al hacerlo, caigo en un estado de zozobra que no consigo rechazar. En ambas Saúl va acompañado de una joven y atractiva desconocida. No quiero hacer conjeturas sin estar segura, repito una y otra vez, pero ya mi cuerpo siente la poderosa e increíble presencia del peligro. Nunca tuve mucha paciencia, sin embargo, esta vez, intento calmarme para tener una conversación civilizada con mi esposo o, al menos intentarlo. Marco el contacto y tal como el día anterior, al tercer intento, escucho su inconfundible voz. - Hola mi amor ¿Ya me extrañas? – contesta el teléfono con coquetería, sin sospechar la tormenta que se forma en mi interior. Siento un terrible dolor en el pecho. La duda se cierne sobre nosotros. ¿Ha sido capaz de engañarme? - Nicole ¿Pasa algo? – su voz expresa temor e inseguridad. - Saúl – digo finalmente – tenemos que hablar.Llego a la casa con una sensación de zozobra que, por momentos, se mezcla con rabia contenida y desencanto. Saúl debe estar esperándome, pienso, porque mi postura fue firme con respecto a la conversación que debíamos tener. No esperaré hasta la noche, le dije. Quiero certezas, no dudas, ni inseguridades. Subo los escalones hasta la habitación y, allí, recostado en la cama, con evidente preocupación, puedo captarlo. Al verme se incorpora con cautela y… ¿culpabilidad? - ¿Qué pasa Nicole? Lo incito a trasladarse hacia el salón. No quiero discutir en el cuarto. Baja en silencio y con curiosidad. Presiente que la tormenta se avecina y termina sentándose en uno de los sillones individuales del recibidor. Desbloqueo mi celular para enseñarle las fotos. Lo miro detenidamente, quiero ver cada movimiento, cada señal en su rostro. En efecto, al tomar el teléfono, su expresión cambia, se vuelve sombría, contenida y atormentada. - Puedo explicarlo – dice nervioso – yo… soy un imbécil, lo s
Salgo de la oficina, dejándolos solos. Necesito recuperar energías para concentrarme en el trabajo. Busco a mi asistente deseando pedirle un café, fuerte y amargo, que me revitalice. La encuentro organizando los historiales médicos. Ante el pedido, levanta la cabeza, sorprendida, 10:00 de la mañana y es la tercer taza que bebo. - Debes tener cuidado – dice seria – el café no es bueno para olvidar las penas, más bien crea adicción y es dañino para el organismo. Ella no tiene ni idea de la magnitud de mis problemas y tampoco quiero darlos a conocer, pues me considero un fracaso como esposa. Sin ánimos de justificar la traición pienso que le dediqué poco tiempo a la relación, perdiendo el roce tan importante en la unión, solo sentí la necesidad de buscarlo y complacerlo cuando me golpeó su distanciamiento y frialdad. En ocasiones, el ritmo rápido e implacable de la vida te hace cometer errores. En la actualidad son muchas las parejas que se resignan y se dejan arrastrar por lo cotidi
Abro, poco a poco, los ojos. Me molesta el entumecimiento que experimento en mis extremidades, síntoma de una noche intensa de reconciliación. Siento el contacto agradable de mi pareja, en la piel. Me acaricia con suavidad y yo me rindo, dejándome hacer. - Te amo – dice – como no tienes idea. Quiero llevar la relación a otro nivel. Lo miro, extrañada. ¿A qué se refiere? - Quiero un hijo – expresa con rapidez – un bebé de ambos. Sonrío ante la idea de ser madre, pero, asustada, me cuestiono mi habilidad para cuidar a un inofensivo bebé. - Luego hablaremos de ello, esa es una decisión que no se debe tomar a la ligera – digo y lo beso, cortamente, en los labios. Ya instalada en mi oficina, esperando a los primeros pacientes, vuelvo, por quinta o sexta vez, ni me acuerdo, a las confesiones de mi esposo. ¿Estará en condiciones el matrimonio para asumir la responsabilidad de la paternidad? - Buenos días – saludan ambos miembros de la pareja, al unísono, mientras se acomodan e
Me levanto asustada de la cama. Al contemplar el panorama del clima por la ventana de la habitación decido observar el reloj. Llegaré tarde, otra vez. Recuerdo vagamente haber apagado la alarma de mi teléfono celular pero, al parecer, de forma inconsciente volví a acurrucarme entre las sábanas, quedándome completamente dormida. Descalza me dirijo hacia el baño y dejo acariciar mi cuerpo con esa lluvia artificial que tanto me relaja. Hoy no puedo mimarme. Mi tiempo es limitado, por lo que termino el aseo a una velocidad asombrosa. Tardo quince minutos en vestirme y aplicar un ligero maquillaje que, al menos, disimula mis ojeras. Sin despedirme del hombre que duerme en la cama decido subirme al auto para adentrarme en las calles de la ciudad que nunca duerme. Atravieso las enormes puertas del consultorio pasadas las 8:00 de la mañana, algo tarde si tenemos en cuenta que los primeros pacientes ya están en el recibidor. No los conozco, es su primer consulta y debo causar buena impresión
- Espera un poco Nicole. Estamos venciendo - me animo, mientras que, un bostezo en toda su magnitud, indica mi cansancio. Extraigo mi teléfono celular del bolso de mano negro y toco el contacto de Saúl. Uno, dos, tres tonos y, al fin escucho su voz. - Dime Nicole. ¿Pasa algo? – pregunta preocupado. Un brillo esperanzador me alcanza. ¿Estoy enfocando bien la situación? Tal vez yo tenga una parte importante de culpa con respecto a esta crisis que enfrentamos. - No mi amor, solo tenía ganas de escuchar tu voz – respondo casi en un susurro. Un silencio corto me indica su sorpresa y comienzo a inquietarme. Finalmente el joven dice en un tono dulce. - Yo también te extraño. Mi corazón se agita y sobrecoge de gozo ante esas palabras que me brindan aliento y esperanza. Por primera vez en días, miro con confianza hacia el futuro. - Tengo que colgar, mi amor. Debo seguir trabajando. Te amo. - Yo te amo más – recuerdo inmediatamente que esa fue la frase que nos identificó desde
Me alejo un pequeño lapsus de tiempo de la estancia donde el aire se me antoja irrespirable. Las últimas palabras de Anne fueron una negativa profunda a continuar casada con Rainer. Su determinación la lleva a tomar las riendas de una situación que, anteriormente para ella, se había mostrado confusa y poco beneficiosa. Se niega a hablar con su esposo. Veo al dolor dominar sus acciones y comparto su tristeza de forma empática. Recuerdo que, en la carrera, un profesor muy sabio nos dijo que, cuando el dolor habla, el juicio se nubla. ¿Es sano que esta mujer dolida perdone la traición de su marido? Respiro en el único lugar de la consulta donde me siento libre: el balcón. Movida por una rutina cómoda vuelvo a la oficina, - Han tenido tiempo para reflexionar – digo – Rainer quisiera saber qué piensas de la reacción que ha tenido tu esposa ante el descubrimiento de tu traición. Lo veo desesperado y vulnerable por primera vez en la sesión y me agrada. ¿He perdido la perspectiva? ¡Quiz