Después de la noche difícil, llena de constantes sobresaltos y pesadillas, la mañana aparece para mostrar la firme determinación de comenzar una vida nueva, lejos de las mentiras, traiciones, incomprensiones y amargas realidades. Comienzo una semana con un bosquejo diferente al de la anterior, hasta ayer, mi mundo se centraba en el trabajo y preservar un matrimonio que se había convertido en algo pesado y difícil de llevar, pero hoy, después de haber recuperado a mi madre y a mi hermana, miro con optimismo el futuro y, aunque dolida, pienso centrarme en las personas que aún conservan la esperanza de salvar la relación. Me dirijo a la consulta, después de haber llevado a efecto el ritual de aseo matutino, porque la soledad impide por completo mi relajación, la imagen de Saúl acostado en mi cama con otra mujer, asalta constantemente mis pensamientos. ¿Cómo pudo engañarme de esa forma? ¿Eran falsas sus confesiones cuando me juraba amor? Saludo al entrar, a mi secretaria quien, como
Isabel se levanta del sillón de la oficina e invita a pasar a los próximos pacientes, haciendo un gesto con elegancia, les sonrío y retomo mi lugar detrás del despacho. Las detallo, son féminas ambas y comienzo a vislumbrar la raíz del problema. Leo el documento que ha dejado mi secretaria encima del escritorio, Alissa Donald y Samira Mckenzi 21 y 25 años de edad respectivamente, 23 meses de relación. Me muevo en la silla algo inquieta por la mirada distante y confusa de ambas jóvenes. La conexión es nula entre ellas y, ante las evidencias, trato de elaborar una primera hipótesis. - Buenas tardes - comienzo mi intervención - soy la doctora Nicole Jonson, sexóloga, terapista de parejas, si están aquí es porque quieren salvar la relación y les agradezco que, para ello, eligieran mi consultorio. Necesito que, con sinceridad, me expongan los problemas por los que atraviesa la unión. El silencio invade el lugar. Decido guiarlas en las revelaciones. - Alissa - digo observando a la jo
El celular, con el inconfundible tono de la alarma, me sorprende degustando el líquido vital: mi café matutino. No dormí mucho, lo extraño y la cama me parece inmensa sin su presencia, sin embargo, su deslealtad, plantó en mí, una determinación, respondiendo a la necesidad imperiosa que tienen todos los seres humanos de amar y ser amados. Al sentirnos traicionados, la autoestima baja a una velocidad significativa, convirtiéndonos en personas desconfiadas e inseguras, ante la conmoción y debido al espectáculo presenciado en mi habitación, me cerré a la posibilidad del perdón, ya esa fase la había pasado con Saúl y no estoy dispuesta a volver a escribir sobre los mismos renglones, por lo que, recuperarme y recomenzar es el único camino transitable para mantenerme digna ante los avatares del destino. Ya en la consulta y preparada para recibir a los primeros pacientes del día, comienzo a relajarme, pues es gratificante constatar cómo, a pesar del fracaso de mi matrimonio, consigo lidiar
Despierto por la sensación incómoda de los rayos del sol atravesando por las finas cortinas e impactando atrevidos en mis sensibles ojos. Miro el reloj y me asusto, me quedan escasos minutos para llegar al consultorio. Me dirijo al cuarto de aseo y tomo una rápida ducha de agua caliente, me coloco un atuendo informal y camino hacia mi lugar de trabajo con rapidez. Al entrar al local deparo en la presencia de una pareja, que sentada en el vestíbulo, espera mi llegada. - Buenos días - saludo con una sonrisa, dirigiéndome a la agradable estancia donde consulto. - Doctora ¿Cómo amaneció? - pregunta Isabel al verme y, sin esperar respuestas, continúa - esperábamos por usted - me entrega los documentos con los datos personales del matrimonio. Dilma y Radiel Grace 51 y 23 años respectivamente, 8 meses de matrimonio, sin hijo. Dos cosas me llaman poderosamente la atención. La edad es una diferencia notable, que siempre trae consigo conflictos y el poco tiempo de casado que tienen, ape
El sonido inconfundible de mi teléfono celular irrumpe en la habitación y me despierto de un sueño inquieto y poco reparador. Consigo alcanzarlo de la mesita de noche, de al lado de la cama. - Diga - contesto con esa mala costumbre de responder sin mirar. - Nicole ¿Te desperté? - Becca - digo abriendo los ojos - ¿Todo bien? - - Ya le comenté a madre del bebé - dice en tono suave. - ¿Y cómo reaccionó? - pregunto con curiosidad. - Ya sabes, al principio se rehusó a escuchar, pero después se ilusionó con la noticia. Dejo escapar un suspiro de alivio. Sentía temor por la reacción. Era inflexible en cuestiones de moral, pero un bebé lo cambia todo y ablanda corazones. - Quiero que sepan - digo - que cuentan también con mi apoyo económico, mandaré un dinero mensual para sus gastos. - Gracias - susurra - es bueno contar contigo. Durante mucho tiempo y debido a mi padre, estuve distanciada, ajena a sus necesidades. Quiero ser, para mi madre y mi hermana, ese puerto seguro, si
Mirando al matrimonio, a intervalos, en silencio, realizo algunas anotaciones, brindándole el tiempo necesario para meditar en la situación actual de su relación. El perdón resulta tan difícil cuando se trata de mentiras y traiciones. - Max - digo con una voz suave - cuando se pierde la confianza en la relación, se agrietan las bases de la misma, sus cimientos. Creo que deberías replantearte el hecho de pedirle perdón a tu esposa de corazón. Inmediatamente se arrodilla junto a ella con lágrimas en los ojos. - Mi amor, te juro que no volverá a pasar, te recompensaré por los malos ratos. - Vanessa - reitero la pregunta - ¿Estás dispuesta a perdonar? - No, Doctora, de momento no, estoy dolida y desencantada, si con el tiempo percibo que él ha cambiado lo valoraría. Miro a Max sonriendo. - Tienes una oportunidad si logras conquistarla con tus acciones y buen comportamiento - digo. Él me sonríe con tristeza, pero con determinación. - Lo haré - dice. - Vanessa, es bueno
Me muevo en la cama, aún agotada, son las 7:00 de la mañana y las responsabilidades de la nueva jornada me esperan. Realizo mi ritual mañanero y salgo, tratando de mostrar mi mejor semblante. Al llegar al consultorio, en la puerta, decidido, pero ansioso, me espera el chico de la cafetería con su imponente presencia. - Buenos días - Saluda alegre al verme. - Buenos días - respondo - ¿Cómo encontraste la clínica? - Me dijiste que estaba cerca y averigüé - y, con expresión nerviosa, agrega - quiero invitarte a salir... como amigo. - Está bien - digo sin pensarlo dos veces. Estaba ansiosa por alejarme de mi círculo vicioso y supe que, aquella invitación, era una buena opción. - ¿Cuándo sería? - pregunto con curiosidad. - Hoy, que tengo la noche libre, mañana trabajo. - Hecho - digo. - Pasaré por ti, mándame la dirección de tu vivienda, a las 8:00 de la noche. Ya en la consulta, esperando a los primeros pacientes, no pude dejar de sonreír, aunque la duda, aún me ponía
En la oficina, con una atmósfera asfixiante, en medio de un caos generado por una relación tormentosa, los esposos se miran abrazando, cada uno, diferentes sentimientos, ella desencanto y dolor y el miedo y amargura. - ¿Estás dispuesto a dejar tu estilo de vida para salvar tu matrimonio? - Cualquier cosa por recuperarla - susurra y me parece sincera su expresión atormentada - yo la amo. Miro a Lauren y, por el ceño fruncido, puedo percibir que no está dispuesta a intentarlo. - ¿Qué dices? ¿Vas a intentarlo? - le pregunto. Ella niega con la cabeza. Sus ojos encendidos muestran determinación. - No, yo lo arriesgué todo por él, mi estabilidad emocional, felicidad y satisfacción personal, pero, de alguna manera, cada vez que lo observaba con esa mujer, en una situación comprometedora, algo en mí se destruía. Ya no quiero vivir así, me di cuenta que merezco más, necesito a un hombre que me valore, corresponda a mi amor y, ese, no eres tú. Miro al joven con lástima, había juga