Me relajé aproximadamente 10 minutos con mi secretaria y aproveché la oportunidad para deleitarme con una taza de café, el líquido me brindó una paz que no sentía desde las primeras horas de la mañana. - ¿Difícil la consulta? - preguntó Isabel con su imperturbable tono relajado. - La complejidad propia de los seres humanos - respondí evadiendo el tema, pues no podía faltar a la ética, exponiendo la intimidad de la pareja. Caminé con determinación hacia la oficina donde debía realizar el cierre adecuado al problema que enfrentaba la pareja. Penetré en el recinto. El silencio ensordecedor me recibió, brindándome una noción de lo que me esperaba. - Ahora sí - dije con curiosidad - quiero que me expliques por qué estás desesperado. - Voy a ser padre - expresó de golpe, sin maquillajes ni preámbulos. - ¿Qué? - interrogó Albert desconcertado - ¿Cómo...? - Fue un error... una noche de locura. - ¿Un error? - interrogó dolido y visiblemente molesto - ¿Cuándo? - En mi últim
Abro la puerta de mi departamento, abrumada y cansada. Siento un ferviente deseo de dejarme caer en la cama y no reaccionar hasta el día siguiente, pero la necesidad de ser mimada me asalta de inmediato. De repente, el sonido de mi teléfono celular interrumpe mis pensamientos y, al mirar la pantalla del móvil, no puedo evitar el esbozo de una sonrisa. - ¿Mi amor? - pregunta Max anhelante. - Ya te extrañaba - digo un tono coqueto. - Yo también - expresa con cautela. Creo percibir una creciente preocupación en su voz, la paranoia y mis inseguridades comienzan a dominar mis pensamientos. - ¿Pasa algo? - pregunto después de haber analizado durante algunos minutos la situación. - Tenemos que hablar - me dice con su voz quebrada - voy enseguida para allá. El miedo comienza a guiar mis emociones. ¡Estaba raro! Exclamo en voz alta, con un ligero temblor recorriendo mis miembros. El pánico asoma a mis ojos y, mientras espero a Max, me dejo caer en el sillón del recibidor. Me
En aquel espacio cerrado, en mi pequeña oficina, contemplo con algo de curiosidad a la pareja homosexual que tengo frente a mí. Miro los apuntes que Isabel ha dejado encima de mi escritorio y detallo el nombre de ambos. Samuel e Indira Solano. Los dos tienen la misma edad, 26 años. Llevan apenas 18 meses de casados. Miro el vestuario, totalmente femenino, del joven rubio y deparo en su nombre. Comprendo que ha hecho un total cambio de sexo y activo mis alertas, teniendo en cuenta que, en muchas ocasiones, esas personas, poseen trastornos psicológicos. Finalmente el moreno, que intuyo se llama Samuel, decide romper el hielo y comenzar a hablar. - Doctora - comienza el discurso - como habrá podido apreciar ella es una chica trans. Asiento con un movimiento despreocupado, indicando que estoy alejada de los prejuicios, pues, en mi profesión, solo me concentro en el bienestar del paciente, sin importar color, edad o preferencias sexuales. Mi misión como psicóloga es ayudar, no juzg
Existe una errónea concepción de la segundas oportunidades. Creemos que es una manera adecuada de enfrentar un problema en el matrimonio, exigiéndola cuando hemos cometido un error, prometiendo que, esta vez, será diferente. En mis años como terapista de pareja he presenciado toda una gama de formas de pedir perdón y suplicar por una segunda oportunidad, pero lo cierto es, que las estadísticas muestran, el % bajo del perdón. Cada día la persona es menos manipulable y menos dada a recomenzar aquellas relaciones que, por cualquier motivo, habían sido fallidas desde el inicio. Los signos son claros para detectar estas clases de uniones tóxicas. La cara de culpabilidad y arrepentimiento de uno de los miembros de la pareja y la rabia creciente del otro. Casi siempre esos matrimonios estaban irremediablemente rotos y no habían técnicas o conversaciones que pudieran revivir una llama que se había apagado. Por eso, en cuanto los vi, pude reconocer cuál era el problema de la pareja que tenía
Me levanto asustada de la cama. Al contemplar el panorama del clima por la ventana de la habitación decido observar el reloj. Llegaré tarde, otra vez. Recuerdo vagamente haber apagado la alarma de mi teléfono celular pero, al parecer, de forma inconsciente volví a acurrucarme entre las sábanas, quedándome completamente dormida. Descalza me dirijo hacia el baño y dejo acariciar mi cuerpo con esa lluvia artificial que tanto me relaja. Hoy no puedo mimarme. Mi tiempo es limitado, por lo que termino el aseo a una velocidad asombrosa. Tardo quince minutos en vestirme y aplicar un ligero maquillaje que, al menos, disimula mis ojeras. Sin despedirme del hombre que duerme en la cama decido subirme al auto para adentrarme en las calles de la ciudad que nunca duerme. Atravieso las enormes puertas del consultorio pasadas las 8:00 de la mañana, algo tarde si tenemos en cuenta que los primeros pacientes ya están en el recibidor. No los conozco, es su primer consulta y debo causar buena impresión
- Espera un poco Nicole. Estamos venciendo - me animo, mientras que, un bostezo en toda su magnitud, indica mi cansancio. Extraigo mi teléfono celular del bolso de mano negro y toco el contacto de Saúl. Uno, dos, tres tonos y, al fin escucho su voz. - Dime Nicole. ¿Pasa algo? – pregunta preocupado. Un brillo esperanzador me alcanza. ¿Estoy enfocando bien la situación? Tal vez yo tenga una parte importante de culpa con respecto a esta crisis que enfrentamos. - No mi amor, solo tenía ganas de escuchar tu voz – respondo casi en un susurro. Un silencio corto me indica su sorpresa y comienzo a inquietarme. Finalmente el joven dice en un tono dulce. - Yo también te extraño. Mi corazón se agita y sobrecoge de gozo ante esas palabras que me brindan aliento y esperanza. Por primera vez en días, miro con confianza hacia el futuro. - Tengo que colgar, mi amor. Debo seguir trabajando. Te amo. - Yo te amo más – recuerdo inmediatamente que esa fue la frase que nos identificó desde
Me alejo un pequeño lapsus de tiempo de la estancia donde el aire se me antoja irrespirable. Las últimas palabras de Anne fueron una negativa profunda a continuar casada con Rainer. Su determinación la lleva a tomar las riendas de una situación que, anteriormente para ella, se había mostrado confusa y poco beneficiosa. Se niega a hablar con su esposo. Veo al dolor dominar sus acciones y comparto su tristeza de forma empática. Recuerdo que, en la carrera, un profesor muy sabio nos dijo que, cuando el dolor habla, el juicio se nubla. ¿Es sano que esta mujer dolida perdone la traición de su marido? Respiro en el único lugar de la consulta donde me siento libre: el balcón. Movida por una rutina cómoda vuelvo a la oficina, - Han tenido tiempo para reflexionar – digo – Rainer quisiera saber qué piensas de la reacción que ha tenido tu esposa ante el descubrimiento de tu traición. Lo veo desesperado y vulnerable por primera vez en la sesión y me agrada. ¿He perdido la perspectiva? ¡Quiz
Despierto cuando el sol alumbra de lleno mi rostro. Mis sensibles ojos reciben con molestia el ataque de la naturaleza. Intento moverme, pero unos brazos fuertes y musculosos me lo impiden. Miro al joven que descansa a mi lado y no puedo dejar de sonreír. Los destellos de la noche anterior me asaltan, Fue increíble sentirse deseada otra vez. Delimito sus facciones con mis dedos. ¡Es tan hermoso! Abre los ojos reaccionando ante el contacto. - ¿Te gusta lo que ves? – pregunta juguetón. - Me encanta – contesto mordiéndome los labios. - A mí también me gusta lo que veo – asegura, quitándome la sábana, para recorrer mi cuerpo a su antojo. - Buenos días – saludo a Isabel atravesando las puertas de mi consultorio. Me siento con un excelente estado de ánimo. Me he liberado del estrés. Soy una mujer nueva, satisfecha y feliz. - ¡Estás radiante! – exclama – alguien tuvo una buena noche. Contesto con una sonrisa. No me gusta exponer mis intimidades e Isabel lo percibe. - Hoy tenemo