Cuando la situación económica de Emma la dejan en la banca rota, desesperada por cubrir los gastos de su hijo enfermo, ella acepta una peculiar propuesta de su jefe millonario.
Leer másEros se había sentido herido luego de despertar solo en la oficina. Durante mucho tiempo había imaginado como seria pasar una noche en compañía de Emma, de aquella mujer que sin lugar a dudas había cautivado su atención.Pero sin lugar a dudas, el jamás se había imaginado el despertar solo luego de aquello.Eros solía ser quien escapaba de las mujeres y a quienes las mujeres acosaban, por lo que toparse con una mujer que rompía por completo con aquel esquema resultaba ciertamente inquietante para él.—Y bueno ¿Qué dices, Emma?—dijo el con arrogancia, sosteniendo una sonrisa para ella.El la deseaba, pero no como su pareja, novia o esposa. El deseaba otra cosa. El la deseaba a ella, la necesitaba. Tanto o incluso más que al oxígeno en sus pulmones.Sabia que estaba condenadamente mal utilizar al pequeño que ella tenía, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad.El rostro de Emma se calentó, ya fuera por vergüenza o enfado, mientras sus labios se unían en una fina línea.—¿Acaso cre
Al oír las palabras de Lucas, Emma logro reaccionar.—Hijo, no, el no es tu padre, este es mi jefe de trabajo, Eros—explico ella con una sonrisa nerviosa—. Eros, el es mi hijo, Lucas.Eros parpadeo, sorprendido y aun conmocionado, sin embargo, lentamente todo comenzaba a cobrar mayor sentido en lo que respectaba a Emma.—Es un gusto conocerte, Lucas—saludo Eros nervioso, mientras pasaba una mano por su cabellera dorada.Pero el rostro del pequeño cambio de forma abrupta, poniéndose totalmente serio.—¿Tu eres el hombre malo que no deja que mi mami cene conmigo en las noches? —pregunto Lucas con el ceño fruncido.El rostro de Emma se calentó ante la vergüenza, mientras lanzaba una mirada suplicante cargada de disculpas hacia Eros. Sin embargo, este la ignoro por completo, mientras se inclinaba hacia adelante para hablar con el niño a su misma altura.—Si, soy yo, pero no fue mi intención… el problema es que tu mami jamás me informo que tenia un niño pequeño tan adorable como tu en casa
Cuando finalmente Emma abrió los ojos, se encontraba en el suelo de la oficina, totalmente desnuda con varias botellas de wiski vacías a su alrededor.Durante algunos segundos, ella no entendía nada, su mente estaba perdida en puntadas dolorosas producto de la resaca. Hasta que finalmente, luego de moverse un poco, un cuerpo cálido y desnudo a su lado le recordó todo lo que había ocurrido cuatro horas atrás.Eros estaba inconsciente, dormido a su lado, totalmente desnudo de cintura para arriba. De cintura para abajo, su camisa blanca bloqueaba la visión de sus partes íntimas, pero Emma estaba casi segura de que se encontraba totalmente desnudo, igual que ella.>>Mierda<< pensó ella, entrando en pánico, mientras se apartaba lentamente de su contacto, procurando no despertarlo.Lo último que quería en ese preciso instante era que Eros despertase y le despidiera estando aun desnuda. Porque de seguro aquello era lo que iba a ocurrir.Emma paso una mano por su cabeza, intentando aclarar la
—¡Maldito bastardo! —rugió furiosa Emma desde el techo del edificio en el que trabajaba.El día anterior ella se había enterado que estaba en banca rota. Emma había intentado contactar al hombre con quien se había acostado una sola vez luego de una noche de copas, quien resultaba ser el padre de su hijo. Pero nadie atendió a su llamada.Ella estaba sola, con una increíble deuda que no podía pagar y un hijo que necesitaba curarse de inmediato, de lo contrario, iba a morir.>—¡¿Acaso era tan difícil atender una jodida llamada?!—grito ella desde el techo.Todos en el edificio ya se habían marchado, a fin de cuentas, era el último día de la semana y solo a ella se le pidió hacer horas extra.Su papeleo ya había sido resuelto sin demasiada dificultad, si lo deseaba podía volver a casa, pero no quería hacerlo, no aún. No luego de haberle prometido a su pequeño Lucas que encontraría la solución para todos sus problemas.Pero Emma no los había encontrado, al contrario, ella acababa de perder
A lo largo de toda su vida, Emma había aprendido por las malas un par de lecciones duras. Una de ellas era la más importante, jamás confiar en los hombres.Ellos son capaces de decir las mentiras más dulces y hermosas para obtener lo que desean. Son capaces de pintar el mundo de color de rosa con tal de meterse entre las piernas de una mujer. No tienes escrúpulos y todos son exactamente iguales.Todos menos él.—Llevas media hora con ese maldito informe ¿Acaso tienes tortugas en los dedos? —gruño Eros parándose junto a ella.Emma alzo la mirada, encontrándose con los ojos grises de su jefe.Muchas mujeres matarían para que esos ojos se posaran en ellas al menos una sola vez en su vida, pero para Emma, aquello más que una bendición era una condena.Eros era un millonario excéntrico, arrogante, engreído, gruñón y con muy poca paciencia. Para el, lo más importante en el mundo era su empresa, para la cual Emma trabajaba.—Es el sistema, señor, esta pesado—explico Emma algo nerviosa.Luego