Eros se había sentido herido luego de despertar solo en la oficina. Durante mucho tiempo había imaginado como seria pasar una noche en compañía de Emma, de aquella mujer que sin lugar a dudas había cautivado su atención.
Pero sin lugar a dudas, el jamás se había imaginado el despertar solo luego de aquello.
Eros solía ser quien escapaba de las mujeres y a quienes las mujeres acosaban, por lo que toparse con una mujer que rompía por completo con aquel esquema resultaba ciertamente inquietante para él.
—Y bueno ¿Qué dices, Emma?—dijo el con arrogancia, sosteniendo una sonrisa para ella.
El la deseaba, pero no como su pareja, novia o esposa. El deseaba otra cosa. El la deseaba a ella, la necesitaba. Tanto o incluso más que al oxígeno en sus pulmones.
Sabia que estaba condenadamente mal utilizar al pequeño que ella tenía, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad.
El rostro de Emma se calentó, ya fuera por vergüenza o enfado, mientras sus labios se unían en una fina línea.
—¿Acaso crees que porque pase una noche contigo mi compañía ahora es rentable?—siseo ella con un tono letal—. Te equivocas, Eros, no soy una prostituta.
—Claro que no lo eres, Emma—respondió apresuradamente Eros, comprendiendo que había cometido nuevamente un error al emplear sus palabras—. Pero eres una madre con un niño enfermo y muy pocas opciones a su alrededor.
—¿Intentas chantajearme? —siseo ella, clavando una mirada aguda en él.
Emma era lista, demasiado inteligente y astuta. Por ese motivo Eros la había escogido entre todos como su secretaria personal, y también, ese había sido uno de los motivos que consiguió captar su atención por completo.
Eso y su fuerza inquebrantable de voluntad.
Durante tres años, el la había estado presionando al extremo, midiendo su resistencia y tolerancia, hasta que luego de todos esos años, el día anterior le puso un alto. Emma había durado mas que cualquier otro en la oficina, lo cual era ciertamente admirable.
Pero ahora, toda esa fortaleza adquiría un mayor sentido, haciendo que Eros se sintiera vagamente mal por su comportamiento con ella.
—Claro que no, Emma—dijo el con calma—. Mira esto como una especie de trueque. Tú tienes algo que yo quiero y yo tengo algo que tu tienes… Seria algo así como un intercambio.
Ella permaneció en silencio durante algunos segundos que le parecieron eternos, mientras mordisqueaba su labio inferior.
—¿Qué se supone que debo hacer? —susurro ella, mientras se envolvía a sí misma en un abrazo.
>>Todo lo que yo te pida<< se contuvo de decir Eros, mientras se limitaba a esbozar una sonrisa lupina en respuesta.
—Si estas interesada, puedes venir esta noche a mi casa… hablaremos al respecto y te explicare todo—dijo el lentamente, intentando sonar seguro, pero la emoción era demasiado para él. Todo su cuerpo amenazaba con ponerlo de rodillas a temblar.
Emma abrió la boca, preparada para responder, pero justo en ese momento, el pequeño que parecía ser el reflejo casi exacto de ella en miniatura llego.
—Mami ¿Podemos invitar al señor a desayunar con nosotros? —pregunto el pequeño, clavando sus ojos grises en él.
Eros se arrodilló, quedando a la misma altura que el niño. Los niños siempre le habían agradado mas que las personas. Ellos eran honestos y verdaderamente simples, no tan revueltos y complejos como los adultos.
—Puedes llamarme Eros, pequeño… y lo lamento, pero debo irme a trabajar—explico el con paciencia al niño, mientras elevaba la mirada hacia Emma—. Y bueno, Emma ¿Qué dices?
Emma mordisqueo su labio inferior nerviosa, hasta que finalmente algo en su mirada cambio, dándole el valor y la confianza suficiente que ella necesitaba.
—Esta bien, iré esta noche. Pero será bajo mis condiciones—sentencio ella con firmeza.
—Me parece perfecto, Emma—ronroneo Eros, intentando sonar convincente. Pero aquello de que alguien mas tomara la delantera por él le resultaba inquietante.
Mas aun luego de ver la mirada decidida de Emma.
Eros no permaneció mucho tiempo más allí con ellos, a fin de cuentas, le resultaba extraño estar con ella y un niño pequeño allí.
Al cabo de algunos minutos, él se despidió de ambos, pero justo cuando estaba por llegar a la puerta, el volvió la vista hacia el niño pequeño, quien le sonreía de un modo particular.
De un modo que le resultaba extrañamente familiar. Pero antes de poder comprender que era, Emma cerro la puerta a sus espaldas, dejándolo fuera de la casa, y bloqueando la visión de su hijo.
A lo largo de toda su vida, Emma había aprendido por las malas un par de lecciones duras. Una de ellas era la más importante, jamás confiar en los hombres.Ellos son capaces de decir las mentiras más dulces y hermosas para obtener lo que desean. Son capaces de pintar el mundo de color de rosa con tal de meterse entre las piernas de una mujer. No tienes escrúpulos y todos son exactamente iguales.Todos menos él.—Llevas media hora con ese maldito informe ¿Acaso tienes tortugas en los dedos? —gruño Eros parándose junto a ella.Emma alzo la mirada, encontrándose con los ojos grises de su jefe.Muchas mujeres matarían para que esos ojos se posaran en ellas al menos una sola vez en su vida, pero para Emma, aquello más que una bendición era una condena.Eros era un millonario excéntrico, arrogante, engreído, gruñón y con muy poca paciencia. Para el, lo más importante en el mundo era su empresa, para la cual Emma trabajaba.—Es el sistema, señor, esta pesado—explico Emma algo nerviosa.Luego
—¡Maldito bastardo! —rugió furiosa Emma desde el techo del edificio en el que trabajaba.El día anterior ella se había enterado que estaba en banca rota. Emma había intentado contactar al hombre con quien se había acostado una sola vez luego de una noche de copas, quien resultaba ser el padre de su hijo. Pero nadie atendió a su llamada.Ella estaba sola, con una increíble deuda que no podía pagar y un hijo que necesitaba curarse de inmediato, de lo contrario, iba a morir.>—¡¿Acaso era tan difícil atender una jodida llamada?!—grito ella desde el techo.Todos en el edificio ya se habían marchado, a fin de cuentas, era el último día de la semana y solo a ella se le pidió hacer horas extra.Su papeleo ya había sido resuelto sin demasiada dificultad, si lo deseaba podía volver a casa, pero no quería hacerlo, no aún. No luego de haberle prometido a su pequeño Lucas que encontraría la solución para todos sus problemas.Pero Emma no los había encontrado, al contrario, ella acababa de perder
Cuando finalmente Emma abrió los ojos, se encontraba en el suelo de la oficina, totalmente desnuda con varias botellas de wiski vacías a su alrededor.Durante algunos segundos, ella no entendía nada, su mente estaba perdida en puntadas dolorosas producto de la resaca. Hasta que finalmente, luego de moverse un poco, un cuerpo cálido y desnudo a su lado le recordó todo lo que había ocurrido cuatro horas atrás.Eros estaba inconsciente, dormido a su lado, totalmente desnudo de cintura para arriba. De cintura para abajo, su camisa blanca bloqueaba la visión de sus partes íntimas, pero Emma estaba casi segura de que se encontraba totalmente desnudo, igual que ella.>>Mierda<< pensó ella, entrando en pánico, mientras se apartaba lentamente de su contacto, procurando no despertarlo.Lo último que quería en ese preciso instante era que Eros despertase y le despidiera estando aun desnuda. Porque de seguro aquello era lo que iba a ocurrir.Emma paso una mano por su cabeza, intentando aclarar la
Al oír las palabras de Lucas, Emma logro reaccionar.—Hijo, no, el no es tu padre, este es mi jefe de trabajo, Eros—explico ella con una sonrisa nerviosa—. Eros, el es mi hijo, Lucas.Eros parpadeo, sorprendido y aun conmocionado, sin embargo, lentamente todo comenzaba a cobrar mayor sentido en lo que respectaba a Emma.—Es un gusto conocerte, Lucas—saludo Eros nervioso, mientras pasaba una mano por su cabellera dorada.Pero el rostro del pequeño cambio de forma abrupta, poniéndose totalmente serio.—¿Tu eres el hombre malo que no deja que mi mami cene conmigo en las noches? —pregunto Lucas con el ceño fruncido.El rostro de Emma se calentó ante la vergüenza, mientras lanzaba una mirada suplicante cargada de disculpas hacia Eros. Sin embargo, este la ignoro por completo, mientras se inclinaba hacia adelante para hablar con el niño a su misma altura.—Si, soy yo, pero no fue mi intención… el problema es que tu mami jamás me informo que tenia un niño pequeño tan adorable como tu en casa