Cuando finalmente Emma abrió los ojos, se encontraba en el suelo de la oficina, totalmente desnuda con varias botellas de wiski vacías a su alrededor.
Durante algunos segundos, ella no entendía nada, su mente estaba perdida en puntadas dolorosas producto de la resaca. Hasta que finalmente, luego de moverse un poco, un cuerpo cálido y desnudo a su lado le recordó todo lo que había ocurrido cuatro horas atrás.
Eros estaba inconsciente, dormido a su lado, totalmente desnudo de cintura para arriba. De cintura para abajo, su camisa blanca bloqueaba la visión de sus partes íntimas, pero Emma estaba casi segura de que se encontraba totalmente desnudo, igual que ella.
>>M****a<< pensó ella, entrando en pánico, mientras se apartaba lentamente de su contacto, procurando no despertarlo.
Lo último que quería en ese preciso instante era que Eros despertase y le despidiera estando aun desnuda. Porque de seguro aquello era lo que iba a ocurrir.
Emma paso una mano por su cabeza, intentando aclarar las idead que en esta habitaban, hasta que una se impuso por encima de todas. Lucas.
Su hijo aun estaba en casa bajo el cuidado de la niñera… una niñera que sin lugar a dudas querría regresar a su hogar de inmediato.
Con el corazón latiendo de manera violenta en el centro de su pecho, Emma se vistió lo mejor que pudo y salió de la oficina rumbo a su casa. Aun era de noche, por lo que no tendría problemas con cruzarse con ningún compañero de la oficina.
Ella tomo el transporte público, y solo cuando se encontraba en este, rumbo a su hogar, se dio cuenta que había dejado olvidada su ropa interior en la oficina de Eros.
Las ganas de llorar la invadieron, acababa de perder el único empleo que lograba mantener a flote su pequeña y destrozada familia. Pero Emma no lloro, se trago su dolor y desesperación; ella encontraría el modo de arreglar todo, como siempre lo hacía.
Cuando finalmente llego a su casa, luego de algunos minutos, el sol comenzaba a salir por el horizonte, lo cual le permitiría una hora con su pequeño antes de regresar a la oficina para presentar su formulario de renuncia.
—¿Emma? —pregunto una voz familiar cuando finalmente ella ingreso por la puerta principal.
—Grace, soy yo—respondió Emma en tono de voz baja.
Al instante, del living-comedor, emergió una anciana canosa y bajita, con el rostro somnoliento.
—Emma ¿Qué te ocurrió? Maldito sea ese jefe que tienes… ¿Acaso no sabe que tienes un niño pequeño a tu cargo?—dijo molesta la mujer, con su cara tornándose mas roja—. Ese hombre… se ganó mi odio mortal.
Emma rio por lo bajo de forma cansada, puesto que, para Grace, todo aquel que afectara a Lucas se ganaba su odio mortal.
Pero lo cierto era que Eros no estaba al tanto de Lucas. Emma había sido muy celosa resguardando su vida personal dentro de la oficina, tanto así que nadie sabia que ella tenia un hijo o que era madre soltera.
—Gracias por cuidar a Lucas, Grace… creo que hoy solo necesitare que lo cuides por una hora a media mañana—aquello le daría a Emma el tiempo suficiente para presentar su nota de renuncia.
—¿El cretino de tu jefe te dará vacaciones finalmente? —pregunto Grace esperanzada.
—Algo así—dijo nerviosa Emma. Luego le explicaría todo lo ocurrido a Grace.
La mujer ante ella sonrió satisfecha, mientras tomaba las cosas y se precipitaba a salir por la puerta principal.
—En ese caso, te dejare para ir a mi casas a darme una cucha y regresar en unas horas—dijo feliz Grace—. Lucas se porto muy bien, y se fue a dormir temprano, por lo que pronto despertara.
Esas fueron sus ultimas palabras antes de despedirse y salir por la puerta principal, dejando finalmente a Emma totalmente sola.
Allí, con los rayos del sol comenzando a ingresar a través de los cristales de las ventanas, Emma se permitió caer de rodillas al suelo, haciéndose un ovillo sobre si misma, para luego abrazarse.
>> ¿Qué demonios hiciste de tu vida, Emma? << se preguntó a si misma, mientras dejaba que el agujero oscuro que habitaba en su interior comenzara a devorarla por completo.
—¿Mami?—dijo la dulce voz de Lucas a sus espaldas, atrayendo su atención y sacándola de la desesperación—. ¡Mami!
Emma se volvió hacia atrás el tiempo justo en que vio como su pequeño hijo corría con una enorme sonrisa hacia ella. Lucas la envolvió con un fuerte abrazo que logro devolverle el alma al cuerpo.
>—Volviste, mami—exclamo con emoción su pequeño—. No te imaginas el sueño increíble que tuve.
Al oírlo hablar, toda la desesperación de Emma se esfumo, mientras estrechaba a su pequeño con más fuerza.
—Quiero escucharlo todo… ¿Te parece bien contarme mientras nos preparó el desayuno? —respondió ella, logrando llegar al mismo nivel de entusiasmo y amor que Lucas.
El pequeño niño asintió y sonrió feliz, exponiendo una sonrisa de pocos dientes, mientras miraba con adoración a su mamá. Emma había comenzado a avanzar rumbo a la cocina, pero el timbre de la entrada principal sonó.
>—Creo que Grace se olvido algo—comento Emma con picardía—. No se olvida la cabeza porque la tiene unida al resto del cuerpo.
El pequeño niño rio ante aquel tonto chiste, mientras ella se disponía a abrir la puerta con Lucas aun en brazos.
Sin embargo no era la pequeña anciana quien estaba al otro lado de la puerta, sino que se encontraba Eros, de pie, con el rostro serio.
Al verla con un niño pequeño en brazos, sus ojos se ensancharon, mientras separaba los labios ligeramente.
Ni Emma ni Eros dijeron una sola palabra, solo se quedaron allí, rígidos como rocas, observándose mutuamente. Por lo tanto, fue el pequeño Lucas quien hablo, con suma curiosidad.
—Hola, ¿Quién eres tú? —pregunto Lucas con una sonrisa ladeada, y al notar que compartía el mismo color de ojos que aquel hombre, su sonrisa creció mientras decía—¿Tu eres mi papá?
Al oír aquellas palabras, el corazón de Eros se detuvo, y centro su atención en el pequeño, sintiendo como el aire en sus pulmones se congelaba.
Ese niño, el niño que Emma llevaba en brazos, lo acababa de llamar papá.
Al oír las palabras de Lucas, Emma logro reaccionar.—Hijo, no, el no es tu padre, este es mi jefe de trabajo, Eros—explico ella con una sonrisa nerviosa—. Eros, el es mi hijo, Lucas.Eros parpadeo, sorprendido y aun conmocionado, sin embargo, lentamente todo comenzaba a cobrar mayor sentido en lo que respectaba a Emma.—Es un gusto conocerte, Lucas—saludo Eros nervioso, mientras pasaba una mano por su cabellera dorada.Pero el rostro del pequeño cambio de forma abrupta, poniéndose totalmente serio.—¿Tu eres el hombre malo que no deja que mi mami cene conmigo en las noches? —pregunto Lucas con el ceño fruncido.El rostro de Emma se calentó ante la vergüenza, mientras lanzaba una mirada suplicante cargada de disculpas hacia Eros. Sin embargo, este la ignoro por completo, mientras se inclinaba hacia adelante para hablar con el niño a su misma altura.—Si, soy yo, pero no fue mi intención… el problema es que tu mami jamás me informo que tenia un niño pequeño tan adorable como tu en casa
Eros se había sentido herido luego de despertar solo en la oficina. Durante mucho tiempo había imaginado como seria pasar una noche en compañía de Emma, de aquella mujer que sin lugar a dudas había cautivado su atención.Pero sin lugar a dudas, el jamás se había imaginado el despertar solo luego de aquello.Eros solía ser quien escapaba de las mujeres y a quienes las mujeres acosaban, por lo que toparse con una mujer que rompía por completo con aquel esquema resultaba ciertamente inquietante para él.—Y bueno ¿Qué dices, Emma?—dijo el con arrogancia, sosteniendo una sonrisa para ella.El la deseaba, pero no como su pareja, novia o esposa. El deseaba otra cosa. El la deseaba a ella, la necesitaba. Tanto o incluso más que al oxígeno en sus pulmones.Sabia que estaba condenadamente mal utilizar al pequeño que ella tenía, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad.El rostro de Emma se calentó, ya fuera por vergüenza o enfado, mientras sus labios se unían en una fina línea.—¿Acaso cre
A lo largo de toda su vida, Emma había aprendido por las malas un par de lecciones duras. Una de ellas era la más importante, jamás confiar en los hombres.Ellos son capaces de decir las mentiras más dulces y hermosas para obtener lo que desean. Son capaces de pintar el mundo de color de rosa con tal de meterse entre las piernas de una mujer. No tienes escrúpulos y todos son exactamente iguales.Todos menos él.—Llevas media hora con ese maldito informe ¿Acaso tienes tortugas en los dedos? —gruño Eros parándose junto a ella.Emma alzo la mirada, encontrándose con los ojos grises de su jefe.Muchas mujeres matarían para que esos ojos se posaran en ellas al menos una sola vez en su vida, pero para Emma, aquello más que una bendición era una condena.Eros era un millonario excéntrico, arrogante, engreído, gruñón y con muy poca paciencia. Para el, lo más importante en el mundo era su empresa, para la cual Emma trabajaba.—Es el sistema, señor, esta pesado—explico Emma algo nerviosa.Luego
—¡Maldito bastardo! —rugió furiosa Emma desde el techo del edificio en el que trabajaba.El día anterior ella se había enterado que estaba en banca rota. Emma había intentado contactar al hombre con quien se había acostado una sola vez luego de una noche de copas, quien resultaba ser el padre de su hijo. Pero nadie atendió a su llamada.Ella estaba sola, con una increíble deuda que no podía pagar y un hijo que necesitaba curarse de inmediato, de lo contrario, iba a morir.>—¡¿Acaso era tan difícil atender una jodida llamada?!—grito ella desde el techo.Todos en el edificio ya se habían marchado, a fin de cuentas, era el último día de la semana y solo a ella se le pidió hacer horas extra.Su papeleo ya había sido resuelto sin demasiada dificultad, si lo deseaba podía volver a casa, pero no quería hacerlo, no aún. No luego de haberle prometido a su pequeño Lucas que encontraría la solución para todos sus problemas.Pero Emma no los había encontrado, al contrario, ella acababa de perder