Al oír las palabras de Lucas, Emma logro reaccionar.
—Hijo, no, el no es tu padre, este es mi jefe de trabajo, Eros—explico ella con una sonrisa nerviosa—. Eros, el es mi hijo, Lucas.
Eros parpadeo, sorprendido y aun conmocionado, sin embargo, lentamente todo comenzaba a cobrar mayor sentido en lo que respectaba a Emma.
—Es un gusto conocerte, Lucas—saludo Eros nervioso, mientras pasaba una mano por su cabellera dorada.
Pero el rostro del pequeño cambio de forma abrupta, poniéndose totalmente serio.
—¿Tu eres el hombre malo que no deja que mi mami cene conmigo en las noches? —pregunto Lucas con el ceño fruncido.
El rostro de Emma se calentó ante la vergüenza, mientras lanzaba una mirada suplicante cargada de disculpas hacia Eros. Sin embargo, este la ignoro por completo, mientras se inclinaba hacia adelante para hablar con el niño a su misma altura.
—Si, soy yo, pero no fue mi intención… el problema es que tu mami jamás me informo que tenia un niño pequeño tan adorable como tu en casa. De haberlo sabido, sin lugar a dudas ella podría haber vuelto a casa antes, como todas las mamás—dijo Eros, con mirada y sonrisa amable para el niño, sin embargo, como adulta Emma pudo notar el filo en sus palabras.
Sus ojos se clavaron en ella nuevamente, dejándola sin aire.
>—Emma ¿Crees que podemos hablar un minuto?
Ella simplemente asintió, mientras abría la puerta de su casa, permitiéndole el acceso a Eros. Luego de esto, ella bajo a Lucas de sus brazos, mientras le indicara que fuera al baño a lavarse la cara y cepillar sus dientes.
Cuando finalmente estuvieron solos, ella se atrevió a mirar a Eros, quien le estaba evaluando en cada respiración que ejecutaba.
—No era necesario que vinieras hasta aquí—susurro ella para evitar que Lucas escuchara la conversación.
—Me dejaste sin decir una sola palabra ¿Sabes lo que fue para mi despertar en el piso de mi oficina desnudo y completamente solo? —respondió el entre dientes, notablemente enfadado—. Por cierto, tu pequeño es muy adorable.
Emma cerro los ojos, apretándolos con fuerza.
—Puedo explicarlo todo—volvió a susurrar ella.
—¿También le podrás explicar a el quien es su padre?... ¿Acaso sabes siquiera quien es?—siseo Eros con los labios apretados—. ¿O acaso también me ocultaste que estabas casada y ahora un hombre bajara del piso de arriba esperando ver a su esposa?
Consternada por las insinuaciones de Eros, Emma estampo una cachetada en su rostro.
—Ni se te ocurra insinuar que soy una cualquiera, Eros. Lo de anoche fue un error por muchos motivos—comenzó a decir ella con tono rígido—. Y si se quien es el padre de Lucas, solo soy madre soltera desde antes de que el naciera.
Eros escucho con atención cada una de sus palabras, antes de tragar duro, respirando con cierta dificultad.
—Lo lamento, Emma, no fue mi intención insultarte, es solo que fue demasiado ver al pequeño en tus brazos… ni hablar de escuchar que me llamara padre—respondió el liberando un suspiro cansado.
—Mi intención tampoco fue lastimarte, lo lamento, es solo que… no importa, tengo muchos problemas en este momento—se limito a decir ella, mientras pasaba una mano por su cabello para aplanarlo.
Eros la observo durante algunos segundos antes de volver a adoptar la misma sonrisa encantadora que le había obsequiado en la terraza. Esa que la había llevado a enrollarse con el en su oficina minutos más tarde.
—Es por las deudas ¿no? —pregunto el con delicadeza.
Emma se enderezo.
—¿Tu que sabes de eso? —gruño, poniéndose a la defensiva mientras lo desafiaba con la mirada.
Eros paso una mano por su cabello dorado con cierto nerviosismo, mientras mordisqueaba su labio inferior.
—Para dar con tu ubicación me metí en los archivos de la empresa y bueno… una cosa llevo a la otra y descubrí que tienes una gran deuda en medicina, por no decir que estas en banca rota—reflexiono Eros con calma, dejando caer las palabras lentamente entre ellos—. ¿Tu estás enferma?
Emma negó, mientras sentía como sus ojos se llenaban de lagrimas que ella se negaba a dejar caer.
—No… es Lucas, el esta enfermo, pero los médicos no saben que es lo que tiene—su voz se estrangulo, mientras luchaba por no llorar ante el—. No podrán curarlo si no descubren la causa de su enfermedad.
Lentamente, ella miro a los ojos a aquel hombre. Su jefe odioso, su amante de una noche, era increíble lo mucho que una vida podía cambiar en cuestión de unas pocas horas.
Unos segundos eran suficientes para arruinar su existencia para siempre.
>—Lucas puede morir si no lo curan rápido.
Eros escucho con suma atención cada uno de sus palabras, hasta que finalmente asintió con delicadeza.
—Creo que puedo ayudarte, Emma—dijo el con tono firme y resolutivo.
Ella frunció el ceño con disgusto.
—No quiero tu lastima ni tu caridad, Eros. No la necesito—gruño ella disgustada—. Siempre encontré el modo de salir adelante y hoy no será la excepción. En unas horas presentare mi renuncia en la oficina.
—¿Tu renuncia? —dijo exaltado Eros, con los ojos bien abiertos.
—Si, ¿Acaso no viniste aquí por eso? ¿Para asegurarte de que nadie en la oficina se entere de lo que hicimos? —arremetió Emma decidida, pero sus palabras estaban atadas a una duda inquietante.
Una que la sonrisa de Eros solo logro confirmar.
—En realidad mi presencia aquí es por otro asunto, Emma. Jamás paso por mi mente el que renunciaras, en realidad es todo lo contrario—comenzó a decir con aquella extraña actitud que le había visto adoptar en la oficina, cuando se colocó entre sus piernas.
—¿Todo lo contrario?—dijo ella, haciendo eco de aquella pregunta que colgaba entre ellos.
—¿Te interesaría trabajar para mi en un espacio fuera de la oficina? —propuso el, con una sonrisa lupina.
Emma frunció el ceño con mayor fuerza, sin entender absolutamente nada de lo que estaba hablando.
—¿Qué clase de trabajo seria? —soltó ella poco convencida, en especial por la cercanía de sus cuerpos, la cual Eros parecía interesado en acortar más y más.
—Quiero que seas mía, Emma… te quiero solo para mi durante unas cuantas horas y te prometo que te pagare bien por ello—propuso el con una sonrisa encantadora, tentadora y completamente pecaminosa—. ¿Qué dice, Emma? Se mía y me hare cargo de todos los gastos de Lucas.
Eros se había sentido herido luego de despertar solo en la oficina. Durante mucho tiempo había imaginado como seria pasar una noche en compañía de Emma, de aquella mujer que sin lugar a dudas había cautivado su atención.Pero sin lugar a dudas, el jamás se había imaginado el despertar solo luego de aquello.Eros solía ser quien escapaba de las mujeres y a quienes las mujeres acosaban, por lo que toparse con una mujer que rompía por completo con aquel esquema resultaba ciertamente inquietante para él.—Y bueno ¿Qué dices, Emma?—dijo el con arrogancia, sosteniendo una sonrisa para ella.El la deseaba, pero no como su pareja, novia o esposa. El deseaba otra cosa. El la deseaba a ella, la necesitaba. Tanto o incluso más que al oxígeno en sus pulmones.Sabia que estaba condenadamente mal utilizar al pequeño que ella tenía, pero no podía dejar pasar aquella oportunidad.El rostro de Emma se calentó, ya fuera por vergüenza o enfado, mientras sus labios se unían en una fina línea.—¿Acaso cre
A lo largo de toda su vida, Emma había aprendido por las malas un par de lecciones duras. Una de ellas era la más importante, jamás confiar en los hombres.Ellos son capaces de decir las mentiras más dulces y hermosas para obtener lo que desean. Son capaces de pintar el mundo de color de rosa con tal de meterse entre las piernas de una mujer. No tienes escrúpulos y todos son exactamente iguales.Todos menos él.—Llevas media hora con ese maldito informe ¿Acaso tienes tortugas en los dedos? —gruño Eros parándose junto a ella.Emma alzo la mirada, encontrándose con los ojos grises de su jefe.Muchas mujeres matarían para que esos ojos se posaran en ellas al menos una sola vez en su vida, pero para Emma, aquello más que una bendición era una condena.Eros era un millonario excéntrico, arrogante, engreído, gruñón y con muy poca paciencia. Para el, lo más importante en el mundo era su empresa, para la cual Emma trabajaba.—Es el sistema, señor, esta pesado—explico Emma algo nerviosa.Luego
—¡Maldito bastardo! —rugió furiosa Emma desde el techo del edificio en el que trabajaba.El día anterior ella se había enterado que estaba en banca rota. Emma había intentado contactar al hombre con quien se había acostado una sola vez luego de una noche de copas, quien resultaba ser el padre de su hijo. Pero nadie atendió a su llamada.Ella estaba sola, con una increíble deuda que no podía pagar y un hijo que necesitaba curarse de inmediato, de lo contrario, iba a morir.>—¡¿Acaso era tan difícil atender una jodida llamada?!—grito ella desde el techo.Todos en el edificio ya se habían marchado, a fin de cuentas, era el último día de la semana y solo a ella se le pidió hacer horas extra.Su papeleo ya había sido resuelto sin demasiada dificultad, si lo deseaba podía volver a casa, pero no quería hacerlo, no aún. No luego de haberle prometido a su pequeño Lucas que encontraría la solución para todos sus problemas.Pero Emma no los había encontrado, al contrario, ella acababa de perder
Cuando finalmente Emma abrió los ojos, se encontraba en el suelo de la oficina, totalmente desnuda con varias botellas de wiski vacías a su alrededor.Durante algunos segundos, ella no entendía nada, su mente estaba perdida en puntadas dolorosas producto de la resaca. Hasta que finalmente, luego de moverse un poco, un cuerpo cálido y desnudo a su lado le recordó todo lo que había ocurrido cuatro horas atrás.Eros estaba inconsciente, dormido a su lado, totalmente desnudo de cintura para arriba. De cintura para abajo, su camisa blanca bloqueaba la visión de sus partes íntimas, pero Emma estaba casi segura de que se encontraba totalmente desnudo, igual que ella.>>Mierda<< pensó ella, entrando en pánico, mientras se apartaba lentamente de su contacto, procurando no despertarlo.Lo último que quería en ese preciso instante era que Eros despertase y le despidiera estando aun desnuda. Porque de seguro aquello era lo que iba a ocurrir.Emma paso una mano por su cabeza, intentando aclarar la