Arlette Schiaparelli
—¿Acaso te volviste loco? No le pienso entregar a mi hija a ese hombre —sentencia la voz de mamá con vehemencia.
—No estoy pidiendo tu permiso. Arlette también es mi hija y como tal hay sacrificios que debe de hacer por su familia.
—¿Sacrificios? La estás vendiendo a ese hombre que bien podría ser su padre, todo con tal de salvarte de la ruina.
—Es nuestra única opción y por algo he gastado en su educación durante todos estos años, es justo que ahora que estamos en problemas ella nos devuelva algo de lo que le hemos dado.
—No voy a permitir que mi hija se case con ese hombre. ¿Qué clase de vida le espera con alguien como el juez Barone? Todos saben que ese hombre es una bestia, no por algo todas sus exesposas han huido de su lado.
—Ya está decidido, mañana al mediodía el juez vendrá a buscar a Arlette para casarse con ella y de una vez te advierto que no le digas nada, de lo contrario atente a las consecuencias.
—No lo permitiré, ¿me escuchaste? No venderé a mi hija para que pague por tu m*****a adicción al juego, no repetiré con ella lo que mis padres hicieron conmigo: venderme al mejor postor…
Escucho como un fuerte golpe impacta en algo y al segundo siguiente el chillido de mamá inunda la estancia, justo cuando estoy por atravesar la puerta y defender a mamá de los golpes que le esperan por parte de mi padre, sus ojos se cruzan con los míos y con una mirada silenciosa me implora que no intervenga.
Doy un paso más y antes de que papá vuelva a golpearla, sus labios me hacen una pequeña solicitud que, aunque me duela, debo de aceptar. «Huye de aquí y nunca regreses» musita para después recibir otro golpe por parte de papá.
Cubro mi boca con mi mano y me obligo a subir las escaleras con mucho cuidado para que mi padre no se dé cuenta de que los he estado escuchando a hurtadillas o, de lo contrario, es capaz de encerrarme en el sótano.
Me encierro en mi habitación y, aunque por un momento me gustaría bajar y defender a mamá, su súplica silenciosa y esa confesión de lo que mis abuelos hicieron con ella me obligan a aceptar las palabras de mamá y huir como la cobarde que soy.
Tomo unas cuantas prendas de mi closet, así como algunas joyas y el poco efectivo con el que cuento, para después salir con mucho cuidado por la ventana de mi habitación. Por suerte, no es algo difícil de hacer, ya que Fede me enseñó a hacer esto desde hace varios años, cuando nos escabullíamos para perder el tiempo en el muelle mirando los barcos zarpar.
Lanzo una breve mirada sobre mi hombro y, con lágrimas en mis ojos por no poder salvar a mamá del despreciable hombre que es mi padre, salgo de la propiedad y corro como si mi vida dependiese de ello.
Al cabo de una hora llego a esos departamentos desvencijados que ya conozco de memoria, ajusto la capucha a mi cabeza y, cuando creo que nadie podrá reconocerme, subo los escalones hasta llegar al quinto piso.
Toco la puerta con insistencia y solo cuando frente a mí aparece el dueño de la voz irritada que me exigía dejar de hacer semejante escándalo, me arrojo a sus brazos tomándolo desprevenido y casi provocando que caigamos.
—¿Quién diantres eres? —me cuestiona el hombre con el ceño fruncido y estoy casi segura de que empuñando un arma detrás de su espalda.
—Soy Arlette. L-lamento haber llegado de esta forma y tan tarde —balbuceo con la voz entrecortada debido a las lágrimas que por fin me permito derramar.
—¿Qué diantres te sucede, Arly y por qué llegas así? —inquiere cuando se recupera del pequeño susto que le provoqué.
—Escape de casa y n-no tengo otro lugar al cual pueda ir —confieso sin dejar de llorar.
Después de cerrar la puerta y tomar mis cosas, me lleva hasta su pequeño sofá donde me observa con los labios en una fina línea.
—¿Por qué huiste de casa? Sabes que si el viejo se entera de que estás aquí, es capaz de molerte a golpes como la última vez —musita preocupado.
—Mamá, me pidió huir de ahí.
—¿Por qué tu madre haría algo así? Y lo más importante, ¿por qué aceptarías? —insiste.
—Papá, pretende venderme al juez Barone y mañana será mi boda —farfullo con un chillido histérico y ocultando mi rostro entre mis manos—, escuché a mis padres discutiendo sobre ello y ya puedes imaginar cómo terminó todo.
—¡Maldito, infeliz! Es un poco hombre —explota Fede, soltando un golpe sobre su pierna—. Lo siento, es tu padre —se disculpa cuando se percata de todo lo que mencionó.
—Nada de lo que has dicho es mentira, es de lo peor. Mamá me pidió no volver a casa, o de lo contrario mañana estaré casada con ese hombre; es por eso por lo que vine aquí. Eres el único que puede ayudarme.
—¿Cómo podría ayudarte? Soy un malviviente, todos lo saben. Es más, sigo sin entender cómo es que somos amigos.
—A mí no me importa cómo seas, para mí siempre serás Fede, mi mejor amigo del instituto. Y sé que tú… puedes conseguirme papeles falsos —musito después de algunos segundos.
—¡¿Cómo qué papeles falsos?! ¿Te volviste loca?
—Es lo único que se me ocurre para huir de mi padre, ¿crees que si me encuentra no será capaz de obligarme a regresar y casarme con ese hombre?
Fede me observa por algunos minutos y cuando veo que niega con su cabeza, tomó mi bolso lista para irme de aquí.
—Pensé que podrías ayudarme, pero veo que me equivoqué. No te preocupes, no volveré a molestarte.
—Con un demonio, te ayudaré, ¿contenta? De todas las personas que han venido aquí, jamás imaginé que un día tú me pedirías algo semejante —se queja con una amarga expresión en su rostro—. ¿A dónde piensas ir?
—Y-yo aún no lo he pensado, solo creo que es mejor estar lejos de mi padre. Buscaré algún lugar donde no pueda encontrarme.
—Ya pensaremos en eso más adelante, de momento no puedes quedarte aquí.
—Pero…
—Dije que no puedes quedarte, no que no vaya a ayudarte. El viejo, en algún momento, se dará cuenta de que huiste y el primer lugar al que vendrá es aquí. Solo espero que nadie te haya visto entrar.
—¿Y entonces a dónde iré?
—A unos cuantos departamentos de aquí tengo un escondite, así que será mejor llevarte allí, pero antes debemos de arreglarte un poco para que no luzcas tan llamativa.
Fede me deja un momento a solas y cuando regresa me tiende algo de su ropa, con un gesto me indica que me cambie y sin dudarlo ni un segundo hago lo que me pide.
Cuando por fin luzco como un chico, salimos de su departamento y una vez que llegamos a la planta baja me dirijo hacia la salida; sin embargo, mi amigo me jala de la mano y me lleva en sentido contrario, hasta el final del pasillo que conduce a otros pequeños departamentos.
Veo como Fede abre lo que parece ser un cuarto de cachivaches, para después acercarse a una cisterna, levanta la tapa y de un brinco se deja caer sin importarle que pueda mojarse.
—Vamos, hazlo rápido. Yo te sostendré.
Lanzo un hondo suspiro y sin más me dejo caer, y aunque en un principio espere terminar empapada, lo cierto es que después de posar mis pies en el piso, todo se siente demasiado seco, como si este lugar tuviese años sin ver una sola gota de agua.
Sin dejar de sostener mi mano, Fede prende una pequeña linterna y me lleva por lo que parece ser otro pasillo demasiado estrecho. Cuando creo que llevamos cerca de diez minutos caminando, comenzamos a subir por una pequeña escalera hasta llegar a otro edificio muy parecido al que dejamos atrás.
—Este edificio está abandonado, por lo que nadie podrá adivinar que te encuentras aquí. Mañana temprano vendré a traerte un poco de comida y ropa.
—Tomé algunas prendas de mi armario.
—Ya no podrás usarlas, Arly, debemos de cambiar tu identidad. No debes de preocuparte, yo me haré cargo de todo.
Dejando un pequeño beso en mi frente, cierra la puerta detrás de él y con esa promesa de mi amigo confió en que podré escapar del destino que mi padre tenía para mí.
Después de algunos días, observo los documentos con mi nueva identidad y sin dejar de fruncir el ceño, sigo sin entender por qué Fede también me consiguió papeles de hombre.—Ya sé qué dirás, pero es mejor que alternes entre una identidad y otra. Además, tu padre ya comenzó con tu búsqueda —al instante mi cuerpo se estremece, pero me obligo a fingir que no tengo miedo—, vino a buscarte y me exigió que le diera tu ubicación. El viejo, en verdad, estaba que echaba fuego por la boca; con tu huida le arruinaste su gran negocio.—¿S-sabes algo de mi madre?—Lo único que pude averiguar por los empleados es que permanece en cama, lleva días sin poder ponerse de pie, c-creo que le fracturó el brazo y le lastimó varias costillas.—¿Se lo fracturó? —chillo, mordiendo mis labios—. ¿Y si en realidad lo mejor es regresar p-para que no siga lastimando a mamá? —cuestiono con la voz entrecortada.—El mayordomo me dio un recado de parte de tu madre —confiesa después de titubear por un segundo.—¿Q-qué
Liam CavalluciDespués de escuchar todas las tonterías de Evelina, contengo mis ganas de echarla de la empresa y subo al ascensor junto con Luca.—Esa mujer sí que está obsesionada contigo.—Está enferma —mascullo molesto y avergonzado por lo que sucedió hace un rato—. Gracias a esa loca ahora seré el hazmerreír de mis empleados.—Querido cuñadito, desde hace años eres el hazmerreír de tus empleados y más desde que esa mujer comenzó a perseguirte como perro de caza.—He intentado de todo y no puedo librarme de ella, es más que un dolor de cabeza —me quejo, entrando a mi oficina y dejándome caer en mi silla—. Aún no consigo entender cómo es que ha comprado a todas mis asistentes. ¡Maldita sea! —siseo furioso al recordar que por su culpa he perdido como a diez asistentes en los últimos tres años.—Supongo que el dinero que les ofrece por traicionarte debe de ser muy bueno —medita, negando con su cabeza—. Mi estimado cuñadito, lo malo es que no puedes echarla a patadas de la empresa como
La voz del señor Luca nos interrumpe y por primera vez me alegro de que este hombre metiche haya aparecido con sus malos comentarios como el de hace un momento.—Solo estoy indagando con mi asistente a qué se debe su malestar, pero parece que no tiene la confianza suficiente para con su jefe.Observo a ambos hombres que a su vez me miran esperando una explicación y dado que mi jefe se ha portado muy bien conmigo en todo este tiempo, decido ser sincera y le cuento todo lo que pasó con la bruja que está obsesionada con él.—Bueno, ahora ya sabemos cómo es que conseguía información tan detallada sobre tu agenda —interviene el señor Luca encaminándose a la oficina de mi jefe.—Ahora eso es lo que menos me importa —sisea furioso mi jefe—. Luciano, quiero que vayas al servicio médico —me ordena sin dejar de fruncir el ceño y provocando que sus orbes azules casi toquen sus cejas.—Yo estoy bien…—No me hagas repetirlo.—Fui ayer después de que ese hombre me golpeó —miento, sintiendo como un
Agnes Schiaparelli—Más te vale que me digas dónde diablos está tu hija o de lo contrario te irá peor que la última vez —me amenaza Silvano, enredando su mano en mi cabello y tirando de él para acercar mi rostro al suyo.—N-no lo sé, ¿c-cómo podría saberlo cuando ni siquiera me di cuenta en qué momento mi hija huyo? —gimoteo, tomando su mano en un intento porque no continúe lastimándome.—No me quieras ver la cara de imbécil, estoy seguro de que el vago ese que es amigo de tu hija sabe dónde está o puede que ese idiota la esté escondiendo.—Te lo juro que no lo sé, ni siquiera he hablado con él —asevero con lágrimas en los ojos—. ¿Crees que no estoy preocupada sin saber dónde se encuentra Arlette? Es mi única hija y es obvio…—Qué harías todo lo posible por mantenerla alejada de aquí. Solo te advierto que en cuanto encuentre a esa estúpida me las pagará por arruinar mi negocio, por culpa de ella el juez Barone está furioso conmigo, él ya se imaginaba casado con ella.»Cuando la encuen
Los días han pasado y aunque en un principio observaba a mi asistente solo para confirmar mi teoría de que huye de las mujeres porque en realidad es gay, poco a poco algo en ese hombre comenzó a llamar mi atención. La forma en que muerde su pulgar, mientras está concentrado o esa forma tan delicada que tiene al caminar que casi podría jurar que si se cae podría romperse en mil pedazos, la manera en que frunce su ceño cuando alguna mujer coquetea descaradamente con él y sus labios, esos labios regordetes que resaltan con esa barba que adorna su rostro.Llego a mi piso y como cada mañana observo desde lejos como ordena las cosas en su escritorio antes de entrar a mi oficina y dejar los documentos que debo de revisar. Estoy por dirigirme a él cuando una irritante voz que conozco me obliga a dar un brinco en mi lugar.—Cuñadito, ¿sabes que eres un acosador de primera? Ni yo hago eso con mi hermosa rubia, aunque claro, si hiciera algo semejante mi suegro es capaz de dejarme sin descendenci
Después de ese vergonzoso incidente donde encontré a mi jefe y el señor Luca en el baño, nuestra relación continuó como si nada hubiese sucedido, con la única diferencia de que ahora tenía más cuidado a la hora de usar el sanitario para no pasar por una situación similar.[…]Como ya es habitual, el señor Luca visita a mi jefe para hablar de negocios y cuando lo deja a solas, tomo mis cosas para recordarle sobre las próximas reuniones que tiene agendas. Me acerco a su puerta y en el momento en que estoy por tocar a su puerta esta se abre, encontrándome de frente con mi jefe, quien con un tono que nunca le había escuchado me informa que debe de salir, ignorando por completo los pendientes que le estoy enumerando.Sorprendida por cómo se ha portado, regreso a mi lugar y continúo trabajando. Después de casi media hora, un sutil chirrido metálico anuncia que alguien está subiendo por el ascensor y esperando que se trate de mi jefe, levanto la mirada de mi trabajo solo para encontrarme la
—¿Qué haces aquí, Luciano? —me cuestiona sin dejar de mirarme con los ojos entrecerrados.—Yo… vine aquí… por…—¿Qué es lo que tienes entre tus manos? —inquiere, señalando con su barbilla mi camisa sucia.—M-me ensucié la camisa y me tomé el atrevimiento de cambiarme en su sala, me disculpo por ello —musito avergonzada.—¿Cómo fue que te ensuciaste? —insiste, taladrándome con esos pozos azules que muchas veces me ponen nerviosa. Rasco mi cuello y debido a que no puedo evitarlo, decido ser sincera y le cuento como sucedieron las cosas.»Ni porque le prohibí la entrada a esa mujer deja de ser un dolor de cabeza —se queja con pesar. Pasa su mano por sus ojos y después de unos segundos suelta un hondo suspiro—. Desde mañana pasaré a recogerte a la parada de autobús y te traeré a la oficina.—¡¿Qué?! —chillo, dando un paso atrás.—Lo que escuchaste Luciano, mañana pasaré por ti. Evelina ya demostró que es capaz de esperarte a que llegues para molestarte, así que sí, pasaré por ti y se acab
Una vez que estoy lejos de mi jefe y su indiscreto amigo me encierro en la salita de café, donde me dejo caer y entierro mi cabeza entre mis piernas, demasiado anonadada por lo que sucedió. —¡Maldita sea! Ese hombre frotó su pene contra el mío. ¡Es un pervertido! —chillo al recordar cómo me movía sobre su cuerpo, pero de un momento a otro recuerdo que yo no tengo pene, ante lo cual no sé si sentirme aliviada o aún más confundida de lo que ya estoy. »¿Por qué tenía que entrar el señor Luca en el momento en que caí sobre mi jefe? —me lamento—. Ahora pensará que estaba seduciendo a mi jefe gay, no me cabe duda de que le gustan los hombres y por eso coquetea conmigo. ¡Puede que incluso esté enamorado de un hombre que no existe! —musito al recordar el beso que nos dimos y la forma en que me mira desde hace unas semanas. Desde hace un tiempo me he planteado la posibilidad de renunciar debido a la actitud de mi jefe para conmigo, pero solo me abstengo debido a que gran parte de mi sueldo