Agnes Schiaparelli
—Más te vale que me digas dónde diablos está tu hija o de lo contrario te irá peor que la última vez —me amenaza Silvano, enredando su mano en mi cabello y tirando de él para acercar mi rostro al suyo.
—N-no lo sé, ¿c-cómo podría saberlo cuando ni siquiera me di cuenta en qué momento mi hija huyo? —gimoteo, tomando su mano en un intento porque no continúe lastimándome.
—No me quieras ver la cara de imbécil, estoy seguro de que el vago ese que es amigo de tu hija sabe dónde está o puede que ese idiota la esté escondiendo.
—Te lo juro que no lo sé, ni siquiera he hablado con él —asevero con lágrimas en los ojos—. ¿Crees que no estoy preocupada sin saber dónde se encuentra Arlette? Es mi única hija y es obvio…
—Qué harías todo lo posible por mantenerla alejada de aquí. Solo te advierto que en cuanto encuentre a esa estúpida me las pagará por arruinar mi negocio, por culpa de ella el juez Barone está furioso conmigo, él ya se imaginaba casado con ella.
»Cuando la encuentre la golpiza de la última vez será nada comparado con lo que le haré. Soy capaz de destrozarle las piernas y después entregársela al juez Barone para que entienda cuál es su lugar, el de una mujer que debe de acatar lo que un hombre diga —vocifera, levantando su mano para comenzar a golpearme como otras tantas veces.
Cuando Silvano se da cuenta de que no le diré nada, sale de la habitación, azotando la puerta detrás de él, no sin antes lanzarme una mirada cargada de odio. A los pocos minutos, el ama de llaves entra con un pequeño botiquín de primeros auxilios y con la mirada sombría.
—Mi señora, ¿por qué no se va de aquí? Si continúa así, un día de estos ese despreciable hombre terminará asesinándola.
—No puedo irme Bernarda, por lo menos no hasta que sepa que mi Arlette está bien.
—Pero mi señora, la niña Arlette, ya está lejos de aquí. El joven Federico se lo confirmó, que ella ya está trabajando y desea juntar dinero para venir por usted.
—No insistas, no puedo marcharme —la interrumpo, conteniendo un gemido cuando pasa una torunda sobre mi labio—. Temo que en algún momento el juez Barone y Silvano la encuentren, ¿qué sucedería con mi Arlette si me encuentro lejos y la obligan a casarse? No quiero que pase por un matrimonio igual de tormentoso que el mío, vivir con un hombre al que no ama y por el que siente asco.
Bernarda guarda silencio y sé que entiende a la perfección que una madre es capaz de hacer cualquier sacrificio con tal de salvar a sus hijos, sin importar el costo de llevarlo a cabo.
Justo cuando está por terminar de curarme, un pequeño golpe en la ventana nos obliga a soltar un jadeo de sorpresa y mirar en esa dirección.
—Debe de ser Federico, por favor cierra la puerta con llave y abre la ventana —le pido.
Después de cerrar la puerta, Bernarda abre la ventana y por ella aparece Federico con una lúgubre expresión en su rostro, provocando un ligero retortijón en mi estómago al pensar que algo le pasó a mi Arlette.
—¿Arlette está bien? —lo cuestiono sin perder tiempo.
—Ella está bien.
—¿Entonces…?
—Escuché como ese tipo la golpeaba —me corta con esa mirada asesina que siempre cruza su rostro cada que Silvano nos golpea a Arlette o a mí.
—Eso no importa ahora —musito sin mirarlo a la cara—. ¿Cómo está mi hija?
—Bien, pero cada que hablamos me pregunta por usted.
—No le digas que…
—¿Qué su padre se sigue ensañando con usted?
—Es mejor así. No quiero que Arlette se atreva a regresar solo por temor de lo que pueda sucederme. Sé de lo que es capaz Silvano y también estoy segura de que una vez que encuentre a mi pobre niña no podrá escapar de él, así que sí, prefiero que le mientas —le suplico, tomando sus manos.
Federico lanza un hondo suspiro y después de algunos segundos asiente.
—Sigo sin comprender cómo es que confía tanto en mí y por qué permitía que Arlette pasará tiempo conmigo, siendo que sabe la clase de persona que soy.
—Porque contigo podía ser libre, abrir sus alas y olvidar por un momento lo que era vivir en este infierno, además, de que la impulsabas a ser rebelde. Y ahora que ha abierto sus alas no soy capaz de volver a encerrarla, en esta jaula.
Federico me cuenta un poco sobre mi hija y después de asegurarle que estoy bien, me deja sola con un pequeño nudo en la garganta y con la esperanza de que Arlette pueda ser feliz en la nueva vida que está por comenzar.
Liam
Desde la distancia observo a detalle cada uno de los movimientos de mi asistente y ahora comprendo a que se refería Luca con que es un hombre extraño, para estar rodeado de mujeres hermosas luce demasiado nervioso.
—¿Qué haces aquí? Pasé a buscarte a tu oficina para ir a comer juntos —se queja Luca, al tiempo que se sienta a mi lado y comienza a robar un poco de la comida que no he probado.
—Observando.
—¿A quién? ¿Encontraste alguna mujer que te gusté? —inquiere sin dejar de atacar mi plato—. Desde hace años no te veo con alguna mujer, es bueno que le des alegría a tu cuerpo.
—Estoy observando a mi asistente, idiota —mascullo, soltando un golpe en su frente.
—¿Pero qué m****a, te gusta tu asistente? —me cuestiona en un susurro y observando de un lado al otro en caso de que alguien nos haya escuchado.
—Claro que no.
—¿Y entonces por qué te comportas como un maldito acosador?
—¡Míralo! —respondo señalándolo con discreción.
—¿Qué quieres que le vea? Se ve demasiado delicado entre tanta belleza. ¿Dios mío, por qué tu hijo más devoto no corre con esa suerte? —refunfuña sin dejar de mirar a Luciano con los ojos entrecerrados y con rencor.
—Exacto, se ve demasiado delicado, ahora entiendo lo que decías. Parece que está aterrado de que todas esas mujeres estén pululando a su alrededor, creo que en cualquier momento saldrá corriendo o se echará a llorar. ¿Y no se supone que ya cambiaste para conquistar a Alessia?
—Y mira que el muy infeliz tiene demasiada suerte. Creo que gracias a él perdiste tu encanto, antes ellas te seguían y dejaban caer sus párpados cada vez que se cruzaban contigo, sin embargo, ahora solo tienen ojos para tu asistente. Aunque puede que, gracias a lo que gritó Evelina hace semanas, prefieran mantenerse alejadas de mercancía que ya tiene dueña —se mofa sin dejar de sonreír e ignorando la pregunta sobre mi hermana.
—Eres un idiota, además prefiero que lo atosiguen a él, a tenerlas detrás de mí todo el tiempo.
—¿Esa es Arabela, la de Finanzas?
—La misma.
—Hasta hace poco esa mujer solo tenía ojos para mí —refunfuña Luca, cuando vemos como se acerca demasiado a Luciano, quien corre despavorido después de que la mujer le restriega las dos poderosas razones que el cirujano le dio—. Creo que ahora ya no me queda duda, tu asistente es…
—¡Gay! —aseveramos al mismo tiempo.
—¿Para qué me buscabas? Te la pasas más tiempo en mi empresa que en tu hotel —comento después de tomar mi charola y llevarla con la del resto de empleados.
—Es sobre el evento que están organizando nuestras madres, ya decidieron todo y para celebrar el aniversario de tu empresa llevarán a cabo una cena de gala en uno de nuestros hoteles. Me mandaron de mensajero.
—Pudiste mandar un correo.
—¿Y perderme la oportunidad de ver como tu asistente huye de tanta feromona? —se burla.
Subimos hasta mi piso y antes de pasar a mi oficina entramos al baño, cuando casi estamos por terminar nuestras necesidades, una de las puertas de los cubículos se abre y por ella aparece mi asistente, quien dirige su mirada hacia lo que estamos haciendo y después de ponerse casi tan blanco como un papel, se lava las manos y sale corriendo, provocando que Luca suelte una carcajada.
—¡Deja de reírte, te va a escuchar!
—¿Es mi imaginación o tu asistente se estaba deleitando la vista con Luca Junior? —me cuestiona una vez que nos quedamos solos.
—¿De qué hablas? ¿Cuál Luca Junior?
—Cuñadito, ¿quién más? —cuestiona señalándose la entrepierna, ante lo cual no puedo evitar ponerle los ojos en blanco.
Ignoro su comentario y cuando salimos del baño mi asistente brilla por su ausencia, y gracias a ello una enorme sonrisa cruza por el rostro de mi amigo.
—¿Será que tu asistente se fue a esconder a algún lugar para tocarse mientras piensa en Luca Junior? —me cuestiona, levantando sus cejas.
—Contigo no se puede. Espero que no comiences a molestarlo —le advierto, chasqueando la lengua.
—¿Qué? ¿Acaso no viste su mirada de pervertido? De inmediato se dirigió hacia nuestros muchachos y déjame decirte que yo estoy muy bien dotado, y que conste que no lo digo yo, lo dicen mis anteriores parejas —se jacta orgulloso.
—Si mi hermana te escucha decir algo semejante, nunca dejará de pensar que eres el mayor prostituto de Italia. Y no lo digo yo, lo dicen todos nuestros allegados.
—¿Esas palabras son en venganza de que me burlé de tu asistente? —me recrimina mirándome con los ojos entrecerrados.
—No, pero es la verdad. Todos piensan que eres un promiscuo de primera, te la pasabas de mujer en mujer y como te lo advertí hace tiempo, desde que comenzaste a estar detrás de Alessia, ella no es el tipo de mujer para pasar la noche, así que espero que la respetes.
—Nunca haría algo para herir a Alessia, en verdad estoy interesado en ella —musita con seriedad y dado que lo conozco desde hace tiempo creo en sus palabras.
—Bien, ahora cuéntame los detalles sobre el evento.
—Lo que sé hasta el momento es que se llevará a cabo en tres meses y planean invitar a todos sus clientes para celebrar. De una vez te advierto que si esto es cierto, debes de tener cuidado con Evelina, un evento de este tipo es propicio para que ella se acerque a ti y cumpla su amenaza de llevarte a su cama. No me queda duda de que intente embriagarte —me advierte con gravedad.
—Ya no sé qué hacer para que esa mujer no pueda entrar, cada vez que la veo esperando por mí se me retuercen las entrañas.
—No lo sé cuñadito, pero cuídate de esa mujer, es una loca en potencia.
—Solo porque la vez pasada no tuve pruebas de que golpeó a Luciano, de lo contrario le hubiese vetado la entrada —me quejo, pasando mi mano sobre mi cara.
—En algún momento se volverá a descontrolar y entonces ahí la puedes pillar.
—¿Quieres que dejé que golpee a mi asistente o algún otro empleado?
—No me refiero a eso, pero puede cometer alguna idiotez y entonces sí, ni su padre podrá decir que estás actuando injustamente contra ella.
Después de darle la razón a Luca, este se despide dejándome con el presentimiento de que nada bueno saldrá de ese evento.
Los días han pasado y aunque en un principio observaba a mi asistente solo para confirmar mi teoría de que huye de las mujeres porque en realidad es gay, poco a poco algo en ese hombre comenzó a llamar mi atención. La forma en que muerde su pulgar, mientras está concentrado o esa forma tan delicada que tiene al caminar que casi podría jurar que si se cae podría romperse en mil pedazos, la manera en que frunce su ceño cuando alguna mujer coquetea descaradamente con él y sus labios, esos labios regordetes que resaltan con esa barba que adorna su rostro.Llego a mi piso y como cada mañana observo desde lejos como ordena las cosas en su escritorio antes de entrar a mi oficina y dejar los documentos que debo de revisar. Estoy por dirigirme a él cuando una irritante voz que conozco me obliga a dar un brinco en mi lugar.—Cuñadito, ¿sabes que eres un acosador de primera? Ni yo hago eso con mi hermosa rubia, aunque claro, si hiciera algo semejante mi suegro es capaz de dejarme sin descendenci
Después de ese vergonzoso incidente donde encontré a mi jefe y el señor Luca en el baño, nuestra relación continuó como si nada hubiese sucedido, con la única diferencia de que ahora tenía más cuidado a la hora de usar el sanitario para no pasar por una situación similar.[…]Como ya es habitual, el señor Luca visita a mi jefe para hablar de negocios y cuando lo deja a solas, tomo mis cosas para recordarle sobre las próximas reuniones que tiene agendas. Me acerco a su puerta y en el momento en que estoy por tocar a su puerta esta se abre, encontrándome de frente con mi jefe, quien con un tono que nunca le había escuchado me informa que debe de salir, ignorando por completo los pendientes que le estoy enumerando.Sorprendida por cómo se ha portado, regreso a mi lugar y continúo trabajando. Después de casi media hora, un sutil chirrido metálico anuncia que alguien está subiendo por el ascensor y esperando que se trate de mi jefe, levanto la mirada de mi trabajo solo para encontrarme la
—¿Qué haces aquí, Luciano? —me cuestiona sin dejar de mirarme con los ojos entrecerrados.—Yo… vine aquí… por…—¿Qué es lo que tienes entre tus manos? —inquiere, señalando con su barbilla mi camisa sucia.—M-me ensucié la camisa y me tomé el atrevimiento de cambiarme en su sala, me disculpo por ello —musito avergonzada.—¿Cómo fue que te ensuciaste? —insiste, taladrándome con esos pozos azules que muchas veces me ponen nerviosa. Rasco mi cuello y debido a que no puedo evitarlo, decido ser sincera y le cuento como sucedieron las cosas.»Ni porque le prohibí la entrada a esa mujer deja de ser un dolor de cabeza —se queja con pesar. Pasa su mano por sus ojos y después de unos segundos suelta un hondo suspiro—. Desde mañana pasaré a recogerte a la parada de autobús y te traeré a la oficina.—¡¿Qué?! —chillo, dando un paso atrás.—Lo que escuchaste Luciano, mañana pasaré por ti. Evelina ya demostró que es capaz de esperarte a que llegues para molestarte, así que sí, pasaré por ti y se acab
Una vez que estoy lejos de mi jefe y su indiscreto amigo me encierro en la salita de café, donde me dejo caer y entierro mi cabeza entre mis piernas, demasiado anonadada por lo que sucedió. —¡Maldita sea! Ese hombre frotó su pene contra el mío. ¡Es un pervertido! —chillo al recordar cómo me movía sobre su cuerpo, pero de un momento a otro recuerdo que yo no tengo pene, ante lo cual no sé si sentirme aliviada o aún más confundida de lo que ya estoy. »¿Por qué tenía que entrar el señor Luca en el momento en que caí sobre mi jefe? —me lamento—. Ahora pensará que estaba seduciendo a mi jefe gay, no me cabe duda de que le gustan los hombres y por eso coquetea conmigo. ¡Puede que incluso esté enamorado de un hombre que no existe! —musito al recordar el beso que nos dimos y la forma en que me mira desde hace unas semanas. Desde hace un tiempo me he planteado la posibilidad de renunciar debido a la actitud de mi jefe para conmigo, pero solo me abstengo debido a que gran parte de mi sueldo
—S-señor Luca —lo saludo con una sonrisa tensa y cuando me percato de que lo acompaña una mujer muy parecida a él, estoy segura de que ella es la señora Clarisse Stratford, la dueña de los mejores hoteles de Europa.—Estoy esperando Luciano —me advierte con el ceño fruncido.—¡Luca! —interviene la señora Clarisse.—Acabo de conocer a la señorita Alessia. Es una mujer muy hermosa, es por eso por lo que ahora comprendo por qué está tan enamorado de ella —confieso con las mejillas coloradas y mirando hacia donde se encuentran los hermanos Cavalluci.—Ni pienses en posar tus ojos en ella, esa mujer ya está apartada —sisea en un tono tan bajo que me cuesta entenderle.—¡Luca! Alessia no es ningún objeto sobre el que tengas derecho. ¡Eres un bruto igual que tu padre! —lo reprende la mujer mayor, soltando un golpe en su brazo—. Da gracias que no estamos solos o de lo contrario te jalaría la oreja, para que aprendas a tratar a una mujer. Si quieres que ella se fije en ti, debes de cortejarla.
Muy en el fondo de mi nublado cerebro creía que lo que sucediese en esta habitación sería algo que tanto Liam como yo olvidaríamos al día siguiente, es por ello por lo que cuando la sorpresa abandonó el cuerpo de mi jefe, su beso urgente me obliga a abrir la boca y saborear en la boca del otro el licor que ambos bebimos.Soltando un pequeño gemido que me hace ruborizarme, mi jefe comienza a quitarse su saco para después hacer lo mismo con el mío y cuando siento como sus cálidas manos acarician mi abdomen, un ligero escalofrío recorre mi cuerpo.Tal vez se deba a todo el alcohol que Liam ingirió, pero el hecho de que no muestre sorpresa alguna al percatarse de que unas grandes vendas cubren mis senos me hace sentir aliviada. Con una delicadeza exasperante se deshace de ellas, dejando a la vista mi piel blanquecina y deslumbrante gracias a la luz de la Luna, y sin más palabras baja su rostro para besar desde mi cuello hasta llegar al nacimiento de mis senos.Cuando su lengua se enrosca
El fin de semana pasa como si fuese un pequeño parpadeo y cuando es momento de volver a reencontrarme con mi jefe siento como un nudo se forma en mi estómago. Suelto un hondo suspiro y cuando veo que se acerca el auto de Liam, mis piernas me fallan a tal extremo que debo sostenerme de la pared para no caerme.Subo al auto de mi jefe y cuando contemplo su expresión para ver si él recuerda algo de lo que pasó en el Hotel Stratford, la enorme sonrisa que siempre adorna su rostro es como un duro golpe a la realidad.—¡Hola Luciano, buenos días! ¿Qué tal tu fin de semana? —me cuestiona con esa alegría habitual en él.—¡Hola jefe! Estuvo… bien —miento, forzando una pequeña sonrisa que se asemeja más a una mueca.Mi jefe comienza a parlotear sobre todo el trabajo que tenemos y los nuevos clientes que nos llegaran después de nuestro evento de aniversario, y solo me limito a fingir que lo escucho. No sabría decir si estoy molesta, decepcionada o feliz de que mi jefe sea el mismo de siempre, y
—Es un idiota, ¿cómo se supone que voy a embarazar a alguien? —grito sin poder contenerme, no obstante cuando me doy cuenta de mi error ya ha sido demasiado tarde.Mi jefe me observa con la ceja arqueada al darse cuenta de que mi voz no coincide con la que suelo fingir todos los días, sin mediar más palabras se acerca de forma espeluznante hasta donde me encuentro y aunque intento esconder la prueba de embarazo, la mano de ese hombre es más rápida y me la arrebata.—Dime Luciano, ¿qué significa esto? Aunque ahora que lo pienso, ¿cómo debería llamarte mariposita?—Y-yo… eso…Observo la vía libre que me queda entre mi jefe y la puerta, y sin dudarlo corro para escapar de este hombre, sin embargo, es más rápido que yo y me bloquea el paso para después cargarme sobre su hombro y salir del baño.—¡¿Qué le sucede?! ¡Bájeme cretino! —gruño al tiempo que suelto un golpe en su espalda baja y comienzo a patalear.—Salvajes como me gustan —se carcajea antes de llevarme hasta su oficina—. No sald