—¿Qué haces aquí, Luciano? —me cuestiona sin dejar de mirarme con los ojos entrecerrados.—Yo… vine aquí… por…—¿Qué es lo que tienes entre tus manos? —inquiere, señalando con su barbilla mi camisa sucia.—M-me ensucié la camisa y me tomé el atrevimiento de cambiarme en su sala, me disculpo por ello —musito avergonzada.—¿Cómo fue que te ensuciaste? —insiste, taladrándome con esos pozos azules que muchas veces me ponen nerviosa. Rasco mi cuello y debido a que no puedo evitarlo, decido ser sincera y le cuento como sucedieron las cosas.»Ni porque le prohibí la entrada a esa mujer deja de ser un dolor de cabeza —se queja con pesar. Pasa su mano por sus ojos y después de unos segundos suelta un hondo suspiro—. Desde mañana pasaré a recogerte a la parada de autobús y te traeré a la oficina.—¡¿Qué?! —chillo, dando un paso atrás.—Lo que escuchaste Luciano, mañana pasaré por ti. Evelina ya demostró que es capaz de esperarte a que llegues para molestarte, así que sí, pasaré por ti y se acab
Una vez que estoy lejos de mi jefe y su indiscreto amigo me encierro en la salita de café, donde me dejo caer y entierro mi cabeza entre mis piernas, demasiado anonadada por lo que sucedió. —¡Maldita sea! Ese hombre frotó su pene contra el mío. ¡Es un pervertido! —chillo al recordar cómo me movía sobre su cuerpo, pero de un momento a otro recuerdo que yo no tengo pene, ante lo cual no sé si sentirme aliviada o aún más confundida de lo que ya estoy. »¿Por qué tenía que entrar el señor Luca en el momento en que caí sobre mi jefe? —me lamento—. Ahora pensará que estaba seduciendo a mi jefe gay, no me cabe duda de que le gustan los hombres y por eso coquetea conmigo. ¡Puede que incluso esté enamorado de un hombre que no existe! —musito al recordar el beso que nos dimos y la forma en que me mira desde hace unas semanas. Desde hace un tiempo me he planteado la posibilidad de renunciar debido a la actitud de mi jefe para conmigo, pero solo me abstengo debido a que gran parte de mi sueldo
—S-señor Luca —lo saludo con una sonrisa tensa y cuando me percato de que lo acompaña una mujer muy parecida a él, estoy segura de que ella es la señora Clarisse Stratford, la dueña de los mejores hoteles de Europa.—Estoy esperando Luciano —me advierte con el ceño fruncido.—¡Luca! —interviene la señora Clarisse.—Acabo de conocer a la señorita Alessia. Es una mujer muy hermosa, es por eso por lo que ahora comprendo por qué está tan enamorado de ella —confieso con las mejillas coloradas y mirando hacia donde se encuentran los hermanos Cavalluci.—Ni pienses en posar tus ojos en ella, esa mujer ya está apartada —sisea en un tono tan bajo que me cuesta entenderle.—¡Luca! Alessia no es ningún objeto sobre el que tengas derecho. ¡Eres un bruto igual que tu padre! —lo reprende la mujer mayor, soltando un golpe en su brazo—. Da gracias que no estamos solos o de lo contrario te jalaría la oreja, para que aprendas a tratar a una mujer. Si quieres que ella se fije en ti, debes de cortejarla.
Muy en el fondo de mi nublado cerebro creía que lo que sucediese en esta habitación sería algo que tanto Liam como yo olvidaríamos al día siguiente, es por ello por lo que cuando la sorpresa abandonó el cuerpo de mi jefe, su beso urgente me obliga a abrir la boca y saborear en la boca del otro el licor que ambos bebimos.Soltando un pequeño gemido que me hace ruborizarme, mi jefe comienza a quitarse su saco para después hacer lo mismo con el mío y cuando siento como sus cálidas manos acarician mi abdomen, un ligero escalofrío recorre mi cuerpo.Tal vez se deba a todo el alcohol que Liam ingirió, pero el hecho de que no muestre sorpresa alguna al percatarse de que unas grandes vendas cubren mis senos me hace sentir aliviada. Con una delicadeza exasperante se deshace de ellas, dejando a la vista mi piel blanquecina y deslumbrante gracias a la luz de la Luna, y sin más palabras baja su rostro para besar desde mi cuello hasta llegar al nacimiento de mis senos.Cuando su lengua se enrosca
El fin de semana pasa como si fuese un pequeño parpadeo y cuando es momento de volver a reencontrarme con mi jefe siento como un nudo se forma en mi estómago. Suelto un hondo suspiro y cuando veo que se acerca el auto de Liam, mis piernas me fallan a tal extremo que debo sostenerme de la pared para no caerme.Subo al auto de mi jefe y cuando contemplo su expresión para ver si él recuerda algo de lo que pasó en el Hotel Stratford, la enorme sonrisa que siempre adorna su rostro es como un duro golpe a la realidad.—¡Hola Luciano, buenos días! ¿Qué tal tu fin de semana? —me cuestiona con esa alegría habitual en él.—¡Hola jefe! Estuvo… bien —miento, forzando una pequeña sonrisa que se asemeja más a una mueca.Mi jefe comienza a parlotear sobre todo el trabajo que tenemos y los nuevos clientes que nos llegaran después de nuestro evento de aniversario, y solo me limito a fingir que lo escucho. No sabría decir si estoy molesta, decepcionada o feliz de que mi jefe sea el mismo de siempre, y
—Es un idiota, ¿cómo se supone que voy a embarazar a alguien? —grito sin poder contenerme, no obstante cuando me doy cuenta de mi error ya ha sido demasiado tarde.Mi jefe me observa con la ceja arqueada al darse cuenta de que mi voz no coincide con la que suelo fingir todos los días, sin mediar más palabras se acerca de forma espeluznante hasta donde me encuentro y aunque intento esconder la prueba de embarazo, la mano de ese hombre es más rápida y me la arrebata.—Dime Luciano, ¿qué significa esto? Aunque ahora que lo pienso, ¿cómo debería llamarte mariposita?—Y-yo… eso…Observo la vía libre que me queda entre mi jefe y la puerta, y sin dudarlo corro para escapar de este hombre, sin embargo, es más rápido que yo y me bloquea el paso para después cargarme sobre su hombro y salir del baño.—¡¿Qué le sucede?! ¡Bájeme cretino! —gruño al tiempo que suelto un golpe en su espalda baja y comienzo a patalear.—Salvajes como me gustan —se carcajea antes de llevarme hasta su oficina—. No sald
Sin pensar en lo que hago mis labios se acercan a los de ella y en un intento por calmarla le doy unos cuantos besos. Cuando por fin deja de llorar, limpio sus lágrimas con mis pulgares y le entrego algunos pañuelos. —¿Ya estás más tranquila? —la cuestiono, cuando termina de limpiar su nariz. —S-sí. —¿Entonces tendrás al bebé? —inquiero esperanzado. —S-sí —asegura con la voz entrecortada. —Perfecto, ahora que hemos decidido tener al bebé, creo que lo mejor es que nos casemos —sentencio. —¿P-por qué? Eso no es necesario —argumenta, mirándome como si me hubiese vuelto loco por semejante propuesta. —¿Y por qué no es necesario? No deseo tener hijos fuera del matrimonio eso sería un gran pecado, mi familia es muy estricta en cuanto a eso —miento con seguridad y gracias a lo que acabo de inventar la veo morder su pulgar—, no les gustará saber que seremos padres y que no nos casaremos. Además, deseo salvaguardar la pureza que tú me robaste, así que creo que debes de hacerte responsabl
Salimos de su pequeño departamento y cruzamos el estrecho pasillo hasta llegar al final de este para llegar a otra puerta igual de desgastada que las que hemos dejado atrás. Arlette toca un par de veces y cuando aparece una viejecita tan encorvada que casi podría jurar me llega al codo, la mujer a mi lado le sonríe. —Vengo a despedirme, doña Corinna. D-debo irme, pero trataré de venir de vez en cuando —musita con tristeza. —No te preocupes por mi muchacha, sabes que alguno de los vecinos siempre viene a verme un rato —la mujer mayor me observa de arriba para abajo y después sonríe un poco—. Es mejor que ya no hagas esperar al papá de tu criatura, vete con cuidado. —¿C-cómo sabe q-que estoy embarazada? —inquiere Arlette con la voz entrecortada. —Desde hace días lo sabía, aunque tú no te hayas dado cuenta hasta ahora, pero tu mirada luce diferente —dado que Arlette luce bastante sorprendida, la viejecita le da unas palmaditas en el brazo y cuando Arlette reacciona, se agacha para dar