ArlettePor segunda ocasión observo el enorme techo del quirófano y aunque hace algunos años me sentía demasiado ansiosa y temerosa, en este momento, sentir como la mano de Liam aprieta la mía, mientras murmura en mi oreja que todo saldrá bien, me tranquiliza. Es como si su voz tuviese ese poder de hacerme creer que a su lado nada malo sucederá.—Puja un poco más fuerte, Arlette —me pide Esmeray—, estamos a nada de darle la bienvenida a la segunda bebé —nos indica.Hago lo que me pide y cuando por tercera vez en mi vida escucho un pequeño llanto inundando todos mis sentidos, una enorme felicidad se extiende por mi pecho.—¿C-cómo están? —los cuestiono con la voz un poco rota. Levantando mi cabeza en un intento por ver a mis bebés.—Están muy bien —nos asegura Esmeray.Terminan de revisarlas y, cuando las envuelven en una manta ligera, le entregan una de las bebés a Liam, quien estira sus brazos sin dejar de sonreír.—¡Oh, por Dios! Son muy hermosas —musita, cargándola con mucho cuidad
NarradorMeses despuésEn la oscuridad de la estancia, tres pares de ojos observan con el ceño fruncido como las manecillas del reloj se mueven lentamente anunciando que la dueña de la casa llegará tarde, algo nada habitual en ella y como si estuviesen coordinados, tres suspiros resuenan en las cuatro paredes de dicho lugar.—¿En verdad crees que es correcto hacer esto? —cuestionó uno de ellos al resto de sus acompañantes.—Claro que es lo correcto —aseguró el otro con tal determinación que casi convenció al primero de ellos.—Yo no estaría tan segura. ¿Y si se molesta? —inquirió con un leve susurro la otra persona.—¿Y por qué habría de enojarse? Solo estamos preocupados por ella.Después de ese pequeño intercambio de palabras, las tres personas guardaron silencio y, como si fuesen parte del mobiliario, permanecieron rectas en su asiento. Pasados algunos minutos, el ligero ronroneo de un auto al estacionarse en la entrada del hogar sacó de su ensimismamiento a las tres figuras, quien
Arlette Schiaparelli —¿Acaso te volviste loco? No le pienso entregar a mi hija a ese hombre —sentencia la voz de mamá con vehemencia. —No estoy pidiendo tu permiso. Arlette también es mi hija y como tal hay sacrificios que debe de hacer por su familia. —¿Sacrificios? La estás vendiendo a ese hombre que bien podría ser su padre, todo con tal de salvarte de la ruina. —Es nuestra única opción y por algo he gastado en su educación durante todos estos años, es justo que ahora que estamos en problemas ella nos devuelva algo de lo que le hemos dado. —No voy a permitir que mi hija se case con ese hombre. ¿Qué clase de vida le espera con alguien como el juez Barone? Todos saben que ese hombre es una bestia, no por algo todas sus exesposas han huido de su lado. —Ya está decidido, mañana al mediodía el juez vendrá a buscar a Arlette para casarse con ella y de una vez te advierto que no le digas nada, de lo contrario atente a las consecuencias. —No lo permitiré, ¿me escuchaste? No venderé a
Después de algunos días, observo los documentos con mi nueva identidad y sin dejar de fruncir el ceño, sigo sin entender por qué Fede también me consiguió papeles de hombre.—Ya sé qué dirás, pero es mejor que alternes entre una identidad y otra. Además, tu padre ya comenzó con tu búsqueda —al instante mi cuerpo se estremece, pero me obligo a fingir que no tengo miedo—, vino a buscarte y me exigió que le diera tu ubicación. El viejo, en verdad, estaba que echaba fuego por la boca; con tu huida le arruinaste su gran negocio.—¿S-sabes algo de mi madre?—Lo único que pude averiguar por los empleados es que permanece en cama, lleva días sin poder ponerse de pie, c-creo que le fracturó el brazo y le lastimó varias costillas.—¿Se lo fracturó? —chillo, mordiendo mis labios—. ¿Y si en realidad lo mejor es regresar p-para que no siga lastimando a mamá? —cuestiono con la voz entrecortada.—El mayordomo me dio un recado de parte de tu madre —confiesa después de titubear por un segundo.—¿Q-qué
Liam CavalluciDespués de escuchar todas las tonterías de Evelina, contengo mis ganas de echarla de la empresa y subo al ascensor junto con Luca.—Esa mujer sí que está obsesionada contigo.—Está enferma —mascullo molesto y avergonzado por lo que sucedió hace un rato—. Gracias a esa loca ahora seré el hazmerreír de mis empleados.—Querido cuñadito, desde hace años eres el hazmerreír de tus empleados y más desde que esa mujer comenzó a perseguirte como perro de caza.—He intentado de todo y no puedo librarme de ella, es más que un dolor de cabeza —me quejo, entrando a mi oficina y dejándome caer en mi silla—. Aún no consigo entender cómo es que ha comprado a todas mis asistentes. ¡Maldita sea! —siseo furioso al recordar que por su culpa he perdido como a diez asistentes en los últimos tres años.—Supongo que el dinero que les ofrece por traicionarte debe de ser muy bueno —medita, negando con su cabeza—. Mi estimado cuñadito, lo malo es que no puedes echarla a patadas de la empresa como
La voz del señor Luca nos interrumpe y por primera vez me alegro de que este hombre metiche haya aparecido con sus malos comentarios como el de hace un momento.—Solo estoy indagando con mi asistente a qué se debe su malestar, pero parece que no tiene la confianza suficiente para con su jefe.Observo a ambos hombres que a su vez me miran esperando una explicación y dado que mi jefe se ha portado muy bien conmigo en todo este tiempo, decido ser sincera y le cuento todo lo que pasó con la bruja que está obsesionada con él.—Bueno, ahora ya sabemos cómo es que conseguía información tan detallada sobre tu agenda —interviene el señor Luca encaminándose a la oficina de mi jefe.—Ahora eso es lo que menos me importa —sisea furioso mi jefe—. Luciano, quiero que vayas al servicio médico —me ordena sin dejar de fruncir el ceño y provocando que sus orbes azules casi toquen sus cejas.—Yo estoy bien…—No me hagas repetirlo.—Fui ayer después de que ese hombre me golpeó —miento, sintiendo como un
Agnes Schiaparelli—Más te vale que me digas dónde diablos está tu hija o de lo contrario te irá peor que la última vez —me amenaza Silvano, enredando su mano en mi cabello y tirando de él para acercar mi rostro al suyo.—N-no lo sé, ¿c-cómo podría saberlo cuando ni siquiera me di cuenta en qué momento mi hija huyo? —gimoteo, tomando su mano en un intento porque no continúe lastimándome.—No me quieras ver la cara de imbécil, estoy seguro de que el vago ese que es amigo de tu hija sabe dónde está o puede que ese idiota la esté escondiendo.—Te lo juro que no lo sé, ni siquiera he hablado con él —asevero con lágrimas en los ojos—. ¿Crees que no estoy preocupada sin saber dónde se encuentra Arlette? Es mi única hija y es obvio…—Qué harías todo lo posible por mantenerla alejada de aquí. Solo te advierto que en cuanto encuentre a esa estúpida me las pagará por arruinar mi negocio, por culpa de ella el juez Barone está furioso conmigo, él ya se imaginaba casado con ella.»Cuando la encuen
Los días han pasado y aunque en un principio observaba a mi asistente solo para confirmar mi teoría de que huye de las mujeres porque en realidad es gay, poco a poco algo en ese hombre comenzó a llamar mi atención. La forma en que muerde su pulgar, mientras está concentrado o esa forma tan delicada que tiene al caminar que casi podría jurar que si se cae podría romperse en mil pedazos, la manera en que frunce su ceño cuando alguna mujer coquetea descaradamente con él y sus labios, esos labios regordetes que resaltan con esa barba que adorna su rostro.Llego a mi piso y como cada mañana observo desde lejos como ordena las cosas en su escritorio antes de entrar a mi oficina y dejar los documentos que debo de revisar. Estoy por dirigirme a él cuando una irritante voz que conozco me obliga a dar un brinco en mi lugar.—Cuñadito, ¿sabes que eres un acosador de primera? Ni yo hago eso con mi hermosa rubia, aunque claro, si hiciera algo semejante mi suegro es capaz de dejarme sin descendenci