Liam Cavalluci
Después de escuchar todas las tonterías de Evelina, contengo mis ganas de echarla de la empresa y subo al ascensor junto con Luca.
—Esa mujer sí que está obsesionada contigo.
—Está enferma —mascullo molesto y avergonzado por lo que sucedió hace un rato—. Gracias a esa loca ahora seré el hazmerreír de mis empleados.
—Querido cuñadito, desde hace años eres el hazmerreír de tus empleados y más desde que esa mujer comenzó a perseguirte como perro de caza.
—He intentado de todo y no puedo librarme de ella, es más que un dolor de cabeza —me quejo, entrando a mi oficina y dejándome caer en mi silla—. Aún no consigo entender cómo es que ha comprado a todas mis asistentes. ¡Maldita sea! —siseo furioso al recordar que por su culpa he perdido como a diez asistentes en los últimos tres años.
—Supongo que el dinero que les ofrece por traicionarte debe de ser muy bueno —medita, negando con su cabeza—. Mi estimado cuñadito, lo malo es que no puedes echarla a patadas de la empresa como sé que te mueres de ganas por hacer.
—Odio que su padre sea uno de nuestros mejores clientes —refunfuño, apretando mi mano en un puño.
—Podrías restringirle la entrada, que solo lo haga cuando se tenga alguna reunión agendada.
—Para que luego la muy loca vaya y hable con los medios para decir una sarta de mentiras, no gracias.
—Te hace falta buscarte una novia para ver si de esa forma te deja de acosar.
—El problema es que hasta a mis posibles conquistas me las espanta —rebato, fastidiado de esta situación—. Te lo juro que sería capaz de cualquier cosa con tal de que esa tipa me deje de molestar.
—Podrías salir un tiempo con ella y demostrarle que no están hechos el uno para el otro —me aconseja Luca, acariciando su barbilla.
—¿Acaso estás loco, no escuchaste su amenaza de hace un rato? Si hago eso nunca podré quitármela de encima, será como una sanguijuela. Quiero deshacerme de ella, no ponerme yo solo la soga al cuello.
—Eso te pasa por ser demasiado guapo, ¿quién te manda a parecerte a mi hermosa rubia?
—No entiendo ese amor no correspondido que sientes por mi hermana —bufo—, desde hace años te ha dado calabazas y sigues ahí, además, ella y yo somos muy parecidos a mi padre, así que si un día sales con ella y la besas es casi como si lo hicieses con mi padre o conmigo —me burlo sintiéndome un poco mejor después de mi catastrófica mañana.
—¡Ah, qué asco! Gracias, ahora por tu culpa, cada vez que en mi cabeza me imagine besando a tu hermana, aparecerá tu cara o la de mi suegro —se queja, chasqueando la lengua—. ¿No tenías agendadas algunas entrevistas para hoy? —me cuestiona Luca, observando la hora en su móvil.
—Tuve que cancelarlas, no quiero toparme con la desagradable sorpresa que una de esas mujeres sea enviada por Evelina.
—Contrata un asistente hombre, puede que con eso Evelina se lo piense dos veces antes de comprarlo —sugiere como última opción.
—Prefiero trabajar con mujeres, la mayoría de las veces son más ordenadas, pero creo que no me queda más remedio —tomo el teléfono para comunicarme con Recursos Humanos y pedir que modifiquen la vacante, esperando que de esta forma pueda librarme de esa mujer.
Arlette
Observo al hombre frente a mí y con una sonrisa tensa espero a que termine de revisar mi currículo. Cuando creo que puede darse cuenta de que he mentido respecto a mi información, una amplia sonrisa adorna su rostro, obligándome a soltar el aire que estaba reteniendo.
—Me gusta mucho tu perfil Luciano, pero solo tengo unas cuantas dudas.
Después de un interrogatorio de casi media hora, el cual parecía más querer descifrar si soy algún tipo de acosador en lugar de un buen empleado, asiente con su cabeza y me tiende la mano.
—Estás contratado Luciano, desde mañana comenzarás. Como podrás darte cuenta desde hace días me quede sin asistente y requiero que tomes su puesto lo antes posible.
Me explica un poco sobre mis funciones para después darme un pequeño tour por todo el edificio demostrándome con ello que lo que mencionó la recepcionista hace algunos días era cierto, Liam Cavalluci es en realidad un buen jefe, ya que donde sea que pase todos los empleados lo saludan con una enorme sonrisa.
Me despido de mi nuevo jefe y con una pequeña emoción naciendo en mí, me repito en mi fuero interno que una vez que tenga el suficiente dinero podré sacar a mamá de esa casa y traerla a vivir conmigo.
[…]
Como desde hace casi un mes salgo de la oficina a mi horario habitual y como aún no he recibido mi primer pago, me voy caminando hasta la estación de metro más cercana. Estoy por sacar mi móvil y hablar con Fede para saber cómo sigue mi mamá, cuando una mano como de hierro se aferra a mi brazo y me obliga a detener mi marcha.
—¡¿Qué diantres le sucede?! —encaro a la persona que aún me sostiene contra mi voluntad, no obstante cuando me percato que se trata de un hombre tan enorme como un gorila, y con cara de matón trago el nudo que se ha formado en mi garganta.
—Mi jefa necesita hablar con usted.
Sin darme tiempo a resistirme, me arrastra hasta un callejón y solo me suelta cuando frente a mí aparece la rubia que conocí hace algunos días.
—Espero que mi hombre no lo haya tratado mal —comenta con una tierna sonrisa que no encaja para nada con la frialdad que emanan sus ojos azules.
—¿Qué es lo que desea? —cuestiono con cautela, dado que me parece una mujer peligrosa.
—Nada difícil de llevar a cabo —parpadea como boba, como si de esa forma pudiese hechizarme, ante lo cual estoy a nada de rodarle los ojos. Esta mujer en verdad piensa que está tratando con un hombre de bragueta fácil que puede caer ante sus encantos o los que piensa que posee, ya que está tan delgada como un palo que me sorprende, no se la lleve la ligera brisa—. Solo quiero que hagas un pequeño trabajo para mí.
—¿Qué clase de trabajo?
—Quiero que me des información sobre cada movimiento de Liam Cavalluci, su agenda, con quién se ve, si tiene novia, amante. Ya sabes ese tipo de cosas —enumera agitando su mano, restándole importancia al asunto de violar la privacidad de mi jefe.
—¿Y por qué haría algo semejante?
—Porque te pagaré muy bien por ello, ¿eso no es un buen incentivo?
—¿Un buen incentivo para traicionar la confianza de mi jefe? —me burlo—. Lo siento, pero no estoy interesado, además, debería de darse a respetar y no arrastrarse por un hombre al que no le interesa en lo más mínimo, que, por el contrario, está tan harto de usted que rehúye en cada oportunidad que se le presenta —le aclaro al recordar lo que sucedió a los pocos días de que comencé a trabajar con Liam, cuando volvió a armar un escándalo.
—Creo que no has entendido —chilla con las mejillas coloradas. Le hace una seña a su gorila y sin poder defenderme, el tipo me da un par de puñetazos en el estómago provocando que caiga de rodillas en el piso—. Espero que esto te ayude a pensar con mayor claridad sobre mi propuesta. En unos días vendré a visitarte —me amenaza antes de darse la vuelta y subir al Mercedes que ya espera por ella.
Continúo en el piso intentando recuperar el aliento y cuando por fin me siento un poco mejor, me levanto con dificultad sosteniendo mi abdomen con cada paso que doy.
Después de casi una hora llego a mi departamento, ya que gracias al gorila ese tuve que caminar más lento de lo normal. Me dejo caer con mucho cuidado en mi cama y contengo un gemido de dolor.
«¡Maldita bruja, loca! Con razón, Liam no permite que se le acerque ni a darle los buenos días», pienso, sosteniendo mi tórax cada vez que respiro.
Al día siguiente, cuando me observo en el espejo, me percato de que un gran hematoma se expande por mi abdomen, así como un dolor agudo que me obliga a encorvarme y lo cual solo significa que ese gorila me lastimó una costilla.
Con ese dolor perforando mi lado derecho, me obligo a envolver unas vendas sobre mis pechos para ocultarlos como he hecho hasta ahora y cuando debo hacerlo con mi abdomen, lanzo un grito que me perfora los tímpanos.
Cuando llego a la agencia, subo a mi piso y no he terminado de acomodar mis cosas cuando la voz de mi jefe interrumpe la tranquila mañana.
—Estoy bien, madre, te aseguro que este fin de semana sin falta paso a visitarlos —guarda silencio por un instante y después de reírse un poco niega con su cabeza—. Yo también te quiero, pero te aseguro que si no me dejas comenzar con mi trabajo, me será imposible reunirme con ustedes.
Después de asegurarle a su madre que comerá a sus horas y que los visitará ese fin de semana, corta la llamada, mirándome un poco avergonzado.
—Lo siento mi madre es un poco intensa —musita con el ceño un poco fruncido, no obstante la forma en que se dirigía a ella me deja ver que la ama mucho—. Por favor, Luciano, vamos a mi oficina y revisemos los pendientes.
Me agacho para tomar mi tablet y con ese mínimo movimiento, suelto una maldición obligando a mi jefe a regresar a mi lado en un parpadeo.
—¿Está todo bien? —me cuestiona, mirando con atención cómo mi mano sostiene mi costado derecho.
—S-sí, no fue nada.
—No me parece que sea nada. ¿Estás lastimado?
—Estoy b-bien.
—No me gusta repetir las cosas, Luciano. ¿Qué te sucedió? —inquiere preocupado.
Liam es ese tipo de jefe que se preocupa por todos sus empleados y lo cierto es que, aunque al principio me pareció algo fantástico, ahora que me toca estar bajo su escrutinio e interrogatorio, me parece que es demasiado molesto, casi como un mosquito dando una serenata a medianoche.
Cuando se da cuenta de que no diré nada, se acerca tanto a mí que casi podría contar las pecas de su nariz, al tiempo que me embriaga con ese aroma a almizcle y maderas que siempre lo envuelve, dejándome desorientada por un momento, pero cuando veo que sus manos se levantan listas para abrir mi camisa, doy un paso atrás para escapar de sus peligrosas manos que en cualquier momento pueden descubrir que en realidad soy mujer.
—¡¿Qué hace?! —chillo horrorizada, cruzando mis brazos sobre mi torso.
—Vaya cuñadito, nunca pensé que en realidad tenías otra clase de fetiches.
La voz del señor Luca nos interrumpe y por primera vez me alegro de que este hombre metiche haya aparecido con sus malos comentarios como el de hace un momento.—Solo estoy indagando con mi asistente a qué se debe su malestar, pero parece que no tiene la confianza suficiente para con su jefe.Observo a ambos hombres que a su vez me miran esperando una explicación y dado que mi jefe se ha portado muy bien conmigo en todo este tiempo, decido ser sincera y le cuento todo lo que pasó con la bruja que está obsesionada con él.—Bueno, ahora ya sabemos cómo es que conseguía información tan detallada sobre tu agenda —interviene el señor Luca encaminándose a la oficina de mi jefe.—Ahora eso es lo que menos me importa —sisea furioso mi jefe—. Luciano, quiero que vayas al servicio médico —me ordena sin dejar de fruncir el ceño y provocando que sus orbes azules casi toquen sus cejas.—Yo estoy bien…—No me hagas repetirlo.—Fui ayer después de que ese hombre me golpeó —miento, sintiendo como un
Agnes Schiaparelli—Más te vale que me digas dónde diablos está tu hija o de lo contrario te irá peor que la última vez —me amenaza Silvano, enredando su mano en mi cabello y tirando de él para acercar mi rostro al suyo.—N-no lo sé, ¿c-cómo podría saberlo cuando ni siquiera me di cuenta en qué momento mi hija huyo? —gimoteo, tomando su mano en un intento porque no continúe lastimándome.—No me quieras ver la cara de imbécil, estoy seguro de que el vago ese que es amigo de tu hija sabe dónde está o puede que ese idiota la esté escondiendo.—Te lo juro que no lo sé, ni siquiera he hablado con él —asevero con lágrimas en los ojos—. ¿Crees que no estoy preocupada sin saber dónde se encuentra Arlette? Es mi única hija y es obvio…—Qué harías todo lo posible por mantenerla alejada de aquí. Solo te advierto que en cuanto encuentre a esa estúpida me las pagará por arruinar mi negocio, por culpa de ella el juez Barone está furioso conmigo, él ya se imaginaba casado con ella.»Cuando la encuen
Los días han pasado y aunque en un principio observaba a mi asistente solo para confirmar mi teoría de que huye de las mujeres porque en realidad es gay, poco a poco algo en ese hombre comenzó a llamar mi atención. La forma en que muerde su pulgar, mientras está concentrado o esa forma tan delicada que tiene al caminar que casi podría jurar que si se cae podría romperse en mil pedazos, la manera en que frunce su ceño cuando alguna mujer coquetea descaradamente con él y sus labios, esos labios regordetes que resaltan con esa barba que adorna su rostro.Llego a mi piso y como cada mañana observo desde lejos como ordena las cosas en su escritorio antes de entrar a mi oficina y dejar los documentos que debo de revisar. Estoy por dirigirme a él cuando una irritante voz que conozco me obliga a dar un brinco en mi lugar.—Cuñadito, ¿sabes que eres un acosador de primera? Ni yo hago eso con mi hermosa rubia, aunque claro, si hiciera algo semejante mi suegro es capaz de dejarme sin descendenci
Después de ese vergonzoso incidente donde encontré a mi jefe y el señor Luca en el baño, nuestra relación continuó como si nada hubiese sucedido, con la única diferencia de que ahora tenía más cuidado a la hora de usar el sanitario para no pasar por una situación similar.[…]Como ya es habitual, el señor Luca visita a mi jefe para hablar de negocios y cuando lo deja a solas, tomo mis cosas para recordarle sobre las próximas reuniones que tiene agendas. Me acerco a su puerta y en el momento en que estoy por tocar a su puerta esta se abre, encontrándome de frente con mi jefe, quien con un tono que nunca le había escuchado me informa que debe de salir, ignorando por completo los pendientes que le estoy enumerando.Sorprendida por cómo se ha portado, regreso a mi lugar y continúo trabajando. Después de casi media hora, un sutil chirrido metálico anuncia que alguien está subiendo por el ascensor y esperando que se trate de mi jefe, levanto la mirada de mi trabajo solo para encontrarme la
—¿Qué haces aquí, Luciano? —me cuestiona sin dejar de mirarme con los ojos entrecerrados.—Yo… vine aquí… por…—¿Qué es lo que tienes entre tus manos? —inquiere, señalando con su barbilla mi camisa sucia.—M-me ensucié la camisa y me tomé el atrevimiento de cambiarme en su sala, me disculpo por ello —musito avergonzada.—¿Cómo fue que te ensuciaste? —insiste, taladrándome con esos pozos azules que muchas veces me ponen nerviosa. Rasco mi cuello y debido a que no puedo evitarlo, decido ser sincera y le cuento como sucedieron las cosas.»Ni porque le prohibí la entrada a esa mujer deja de ser un dolor de cabeza —se queja con pesar. Pasa su mano por sus ojos y después de unos segundos suelta un hondo suspiro—. Desde mañana pasaré a recogerte a la parada de autobús y te traeré a la oficina.—¡¿Qué?! —chillo, dando un paso atrás.—Lo que escuchaste Luciano, mañana pasaré por ti. Evelina ya demostró que es capaz de esperarte a que llegues para molestarte, así que sí, pasaré por ti y se acab
Una vez que estoy lejos de mi jefe y su indiscreto amigo me encierro en la salita de café, donde me dejo caer y entierro mi cabeza entre mis piernas, demasiado anonadada por lo que sucedió. —¡Maldita sea! Ese hombre frotó su pene contra el mío. ¡Es un pervertido! —chillo al recordar cómo me movía sobre su cuerpo, pero de un momento a otro recuerdo que yo no tengo pene, ante lo cual no sé si sentirme aliviada o aún más confundida de lo que ya estoy. »¿Por qué tenía que entrar el señor Luca en el momento en que caí sobre mi jefe? —me lamento—. Ahora pensará que estaba seduciendo a mi jefe gay, no me cabe duda de que le gustan los hombres y por eso coquetea conmigo. ¡Puede que incluso esté enamorado de un hombre que no existe! —musito al recordar el beso que nos dimos y la forma en que me mira desde hace unas semanas. Desde hace un tiempo me he planteado la posibilidad de renunciar debido a la actitud de mi jefe para conmigo, pero solo me abstengo debido a que gran parte de mi sueldo
—S-señor Luca —lo saludo con una sonrisa tensa y cuando me percato de que lo acompaña una mujer muy parecida a él, estoy segura de que ella es la señora Clarisse Stratford, la dueña de los mejores hoteles de Europa.—Estoy esperando Luciano —me advierte con el ceño fruncido.—¡Luca! —interviene la señora Clarisse.—Acabo de conocer a la señorita Alessia. Es una mujer muy hermosa, es por eso por lo que ahora comprendo por qué está tan enamorado de ella —confieso con las mejillas coloradas y mirando hacia donde se encuentran los hermanos Cavalluci.—Ni pienses en posar tus ojos en ella, esa mujer ya está apartada —sisea en un tono tan bajo que me cuesta entenderle.—¡Luca! Alessia no es ningún objeto sobre el que tengas derecho. ¡Eres un bruto igual que tu padre! —lo reprende la mujer mayor, soltando un golpe en su brazo—. Da gracias que no estamos solos o de lo contrario te jalaría la oreja, para que aprendas a tratar a una mujer. Si quieres que ella se fije en ti, debes de cortejarla.
Muy en el fondo de mi nublado cerebro creía que lo que sucediese en esta habitación sería algo que tanto Liam como yo olvidaríamos al día siguiente, es por ello por lo que cuando la sorpresa abandonó el cuerpo de mi jefe, su beso urgente me obliga a abrir la boca y saborear en la boca del otro el licor que ambos bebimos.Soltando un pequeño gemido que me hace ruborizarme, mi jefe comienza a quitarse su saco para después hacer lo mismo con el mío y cuando siento como sus cálidas manos acarician mi abdomen, un ligero escalofrío recorre mi cuerpo.Tal vez se deba a todo el alcohol que Liam ingirió, pero el hecho de que no muestre sorpresa alguna al percatarse de que unas grandes vendas cubren mis senos me hace sentir aliviada. Con una delicadeza exasperante se deshace de ellas, dejando a la vista mi piel blanquecina y deslumbrante gracias a la luz de la Luna, y sin más palabras baja su rostro para besar desde mi cuello hasta llegar al nacimiento de mis senos.Cuando su lengua se enrosca