Capítulo 2

—¿Pensando mucho nuevamente? —la voz del Dr. Murphy llega a mis oídos.

No me percaté que quedé sumida a la nada con la vista en algún punto fijo de la pared.

—Es lo que he hecho desde que descubrí las millonarias pérdidas que sufre la empresa de mi padre.

—Estoy seguro que eso no te importa, pues tienes un empleo asegurado aquí —dice.

—No debería pensarlo, pero me preocupa —suspiro—. Pienso en las necesidades que sufrirán si no se soluciona. ¿Crees que soy mala hija?

—Eres una excelente persona, una buenísima hija, sin embargo, creo que deberías tomarte unas vacaciones y ayudar a tu familia a investigar. Al menos para que no te presionen.

—Tienes razón, no lo había visto de esa forma —respondo, dándome cuenta que he sido muy egoísta con respecto a la reliquia familiar—. Como familia debemos cuidar lo que nos da de comer.

Aunque no lo quiera admitir, y a pesar de la presión constante de ellos, hoy día soy lo que soy porque no me privaron del dinero.

—Tu eres dueña de tu vida, decides por ella, pero nunca olvides de dónde vienes y como obtuviste tus logros, sin olvidar que fue gracias a tus —señala mi cabeza—, méritos.

—Y a mis padres que pagaron mis aranceles —definitivamente tiene razón, a pesar de sus reclamos y negatividad ante mi carrera, me permitieron seguirla.

—Mañana me asistirás a una cirugía —avisa mi mentor y la emoción no cabe en mí interior—, así que puedes retirarte. Sé que eres feliz con todos estos enfermos, pero necesito que mañana estés entera, despierta, calmada —avisa, y con calmada se refiere a no discutir con mi padre—. ¿Entendido?

Él sabe por todo o que estoy pasando para terminar esta carrera hasta convertirme en la mejor neurocirujana, es por ello que siempre me apoya en mis decisiones y me cubre las espaldas con ello. Miro el reloj en mi muñeca y veo que son las nueve con cuarenta y cinco de la noche.

—Está bien Dr. Mañana a primera hora estaré aquí —respondo con una sonrisa en el rostro.

—Trata de no hacer horas extras, pasaron tres horas de tu horario de salida y no estas castigada —debí retirarme a las seis de la tarde, pero ciertamente como dice él, soy feliz aquí.

—Estar horas extras me dio la oportunidad de estar en otras de tus cirugías —confieso.

—Tus ganas de superarte es lo que te ayudó hija. Ahora ve a casa a descansar —sonrío ante ese halago y me voy con dirección al casillero para cambiarme.

Salgo del hospital y empiezo a caminar buscando un taxi o alguna parada. No cuento con un carro propio porque mis padres no me permiten como medio de castigo por así decirlo, pero eso no me impide seguir trabajando.

Mi mente divaga en los miles de manera de manejar una empresa; no obstante, soy consciente de que la empresa no está en su mejor momento, éste problema que atraviesa puede dejar a muchos sin un plato de comida y eso, como la Pettersen que soy no me lo perdonaría y es ahí donde creo fervientemente que Murphy tiene razón, la idea de participar en ella, y más adelante ver cómo manejar la situación sin necesidad de dejar de lado mi trabajo como profesional de salud.

Camino en la solitaria y aterradora calle, bajo el cielo oscuro de la noche. Los faros apenas alumbran el pavimento, dándole un aura tenebrosa al camino lo que provoca en mi cierta duda de si seguir o retroceder. No obstante, mi mente bloquea cualquier intriga y sigue adelante, bloqueando cualquier rastro de neuronas decentes.

Mientras avanzo, observo todo a mi alrededor y realmente no hay nadie, es como una calle abandonada, jamás había pasado por estos lares para ser honesta, así que, sin ganas de seguir, decido frenar mis pasos y retroceder hasta el hospital para llamar un taxi en vez de buscarlo. No entiendo porque vine hasta aquí, porque mis piernas me trajeron hasta un lugar donde fácilmente pueden desmembrarme y nadie se daría cuenta.

Giro sobre mis talones para volver, sin embargo, al hacerlo quedo pasmada con la imagen que se encuentra en mi camino. Un sujeto encapuchado, y con una sonrisa perfecta pero siniestra me observa, recostado contra la pared. No lo sentí en ningún momento durante mi trayecto hasta aquí, y eso me asusta. ¿Tan distraída estaba? Definitivamente ni yo me daría cuenta que ya morí.

Decido ignorarlo, es lo más lógico que se me ocurre hacer, y reanudar la caminata hasta el hospital como lo tenía planeado realizar antes de encontrarlo, y para eso debo pasar por frente de él, mantengo la mirada gacha y opto por bajar al asfalto vacío de tráfico.

—¿Qué hace una señorita sola en un lugar como este? —pregunta, enderezándose para comenzar a caminar hacia mí. Por inercia empiezo a retroceder.

—¿En serio eso me preguntarás? Es muy común. – cuestiono, haciéndome la valiente ante alguien que podría ser peligroso. Sonríe.

—Vamos preciosa —susurra—, nos divertiremos.

Sus palabras tienen un toque de misterio, amenaza y burla que no sé cómo definirlo en una sola palabra. Soy tonta por salir a buscar un estúpido taxi y no llamar directamente.

—Dudo mucho que tu concepto de diversión sea la misma que el mío —respondo, mientras voy retrocediendo—. Pero agradezco el ofrecimiento.

Un poco de amabilidad puede ablandar sus intenciones, mientras acelero el paso.

—No me hagas repetírtelo —habla amenazante, borrando su sonrisa cínica y lo de ablandar sus intenciones se fueron a la basura.

En un abrir y cerrar de ojos se encuentra frente a mí. ¿Cómo lo hizo? No tengo ni la más remota idea. Me toma del pelo por sorpresa y con fuerza, haciendo arquear mi cabeza de modo a que mi cuello quede al descubierto.

¿Qué carajos?

—¿Qué eres? —pregunto, y el solo sonríe y empieza a acariciar mi cuello con su nariz.

¿Está olfateando mi cuello? ¿Qué clase de maniático es?

Trato de observarlo a penas, y lo poco que puedo detallar es que es atractivo, definitivamente sacado de alguna revista de playboy. Si no fuera un loco lo miraría con otros ojos, pero como acabo de decir, es un maniático y da miedo.

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