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Ella estiró los brazos hacia atrás, apretando la tela de los pantalones en busca de algo de estabilidad, las piernas le temblaban. Excitada, buscó los ojos de Santiago en el reflejo del espejo, tenían un brillo flamígero. Se veía especialmente apetecible, lo observó justo cuando hundía los dientes en la carne de su hombro, haciendo que de nuevo no pudiese, evitar gemir desvergonzada. La estaba haciendo perder el control con el toque de sus dedos expertos que le calentaban los pechos sensibles, embebiéndola en un placer inmensurable. Su mano derecha descendió recorriéndole la cintura, paseándose por el hueso de la cadera, hasta posarse sin objeción sobre el monte de venus. Le apretó el coño con descaro y luego, comenzó a subirle la falda del vestido, logrando que ella dejara caer la cabeza hacia atrás sobre su hombro.

Lo miró presa de las sensaciones que le estaba ocasionando, Christina rogó por un beso, ladeando el cuello para tal propósito. La mano de Santiago abando
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