Era así de práctico, no se mataba a pasiones con indecisiones, no batallaba demasiado con sus antojos, se liberaba así mismo cada vez que lo necesitaba. Si quería hacer algo, lo hacía sin darle demasiadas vueltas. Tomó las llaves del carro, bajó los escalones de dos en dos apresurado y condujo hasta la casa de Christina. Al llegar, analizó la fachada, a diferencia de las demás viviendas de la cuadra, esta no tenía las luces encendidos. Era notorio que no estaba. A pesar de ello, decidió asegurarse y bajó del carro para tocar su puerta.Miró el borde de la puerta, por el que se colaba una luz desde el interior. En vista de que no tenía nada que perder, decidió tocar el timbre, no obstante, no llegó a ejecutar tal acción, ya que escuchó el sonido de una sucesión de estornudos. Eso le emocionó y sin pensárselo dos veces, llamó a la puerta con los nudillos.-¿Quién es? -Le escuchó decir con un tono de voz nasal muy bajo.-Santiago.Un gran silencio se hizo al otro lado de la puerta.-Me e
-Sí eso ya lo sé. Déjame ir por un pijama y me daré un baño.-De acuerdo, pero prométeme que no abrirás más la llave del agua caliente.Ella hizo un puchero que le causó gracia y la siguió a la habitación. La vio buscar todo lo que necesitaba para volver al baño. Pasados unos segundos, la escuchó gritar una aldición, seguramente, cuando entró al agua y la sintió helada. No pudo evitar reírse un poco, aunque sabía que la pobre la estaba pasando fatal. Diez minutos después, escuchó cómo salía de la ducha.-¿Necesitas ayuda? -preguntó a través de la puerta.-No, yo puedo, gracias.Christina se vistió con movimientos lentos, le dolía todo el cuerpo y estaba a punto de perder la razón. Lucía demasiado pálida y descompensada. «¿Qué otra cosa debó agregar a la lista de bochornos con Santiago?», pensó mientras intentaba adecentarse un poco, cepillándose el cabello, para después desechar rápidamente esa idea. No debía atraer más a la mala suerte, estaba visto que se estaba encariñando con ella
-Tengo frío -lloriqueó.Él le acarició los pies, calentándoselos con las manos. -Tienes unos pies muy bonitos.-¿Te puedo hacer compañía? -preguntó refiriéndose a acostarse en la cama, a lo que ella Asintió sin duda alguna, apartando el edredón con una sonrisa que a él le encantó ver. Santiago se sacó la camiseta, con un movimiento certero, despeinándose en el proceso. Ante aquel espectáculo inesperado, Christina lo miró sin demasiado recato, mesmerizada ante la imagen de su pecho desnudo. Después se bajó los pantalones, desvistiéndose hasta quedar vestido solo con unos calzoncillos a medio muslo, que ella opinó, le quedaban de maravilla, ya que le enmarcaban muy bien el trasero. Caminó hacia la cama, con ese porte sensual, natural en los hombres seguros de sí mismos que no son conscientes del todo del efecto que producen.-¿Puedo encender la tele?La petición le fue concedida. Santiago se dedicó a buscar algo que ver, cambiand
Consideró que lo más apropiado sería tomarse las cosas con calma con Christina, por eso se Reprimió toda la noche de besarla, aunque ganas no le faltaron en ningún momento. A Santiago le costaba dejar entrar a las mujeres a su entorno. Emilia consiguió hacerlo un poco más cuando establecieron una relación de noviazgo y si lo analizaba con detenimiento, comprendía que todo había sido obra de la costumbre. En cambio, con Christina había dormido como si fuesen pareja desde hacía meses, algo por completo diferente, ya que era un hombre muy reservado con sus relaciones casuales. A horas del mediodía, pasó por el pequeño comedor en donde los empleados se turnaban para almorzar. Le preguntó al cocinero sobre el menú del día y le pidió que le preparara dos porciones para llevar. Recogió algunos jugos de frutas del refrigerador de la tienda, para luego dirigirse a casa de Christina. Al llegar, se percató de una camioneta en el estacionamiento, así como a un homb
Frank negó con la cabeza, pensando que Christina era una zorra estúpida. Se sacó la copia de las llaves de la casa y la tiró en el piso. Y se retiró de la casa, no obstante a eso, se giró a mirar a Christina en el último momento.-Siento vergüenza por ti -dijo dirigiéndose a Santiago -No sabes en lo que te estásmetiendo, es aburridísima.Christina quiso caminar hacia Frank e insultarlo, pero sintió la restricción de las manos de Santiago que la abrazó contra su pecho. Y cerró la puerta. Respiró profundo cuando le escocieron los ojos, se negaba a llorar de nuevo en su presencia.-Déjalo ir, no vale la pena -dijo a su oído, molesto por la actitud de Frank al que calificó de inmediato como canalla-Lo lamento mucho.. No tenías por qué soportar todo esto... Yo... lamento que tuvieses que presenciarlo.-No tienes que disculparte...Tengo que defenderte, así nadie te va a perseguir porque eres mía. -dijo Santiago a
-Pues yo le daría una buena mamada rico, es que se la merece. -Andrés tenía una fijación con el tema de las mamadas como muestra de agradecimiento, que hizo rodar los ojos a Christina.-A ver, para llegar a eso que propones, primero debemos volver a hablar, ¿o qué pretendes? ¿Que vaya a su oficina y me ponga de rodillas?-¿Y por qué no? -Se rió jocoso.-En serio, Andrés, ayúdame, nuestras últimas conversaciones por mensajes han sido extremadamente amistosas y si algo me ha quedado claro, es que yo no quiero ser amiga de Santiago.-Aja... Qué bueno que te pasen estas cosas, porque ese día estabas invitándolo al bar como amigo. Ay, es que no sabes todo lo que tuve que contenerme para no abofetearte y gritarte: ¡Estúpida, reacciona que este hombre te encanta!-Pero es que había terminado con Frank hacía poco. Y no... -Lo miró de reojo cuando sintió que iba a interrumpirla -no era porque le estuviese guardando luto a
«De acuerdo, genial entonces, casualmente ni mis padres, ni mí hermana van a este juego, así que iba a estar solo. Tu compañía de seguro me da suerte».«Entonces con más razón tengo que asistir, seré tu porrista».«Eso suena muy bien, paso por ti a las seis».Ah joder, a esa hora no puedo.«No, yo iré por mi cuenta, a esa hora apenas estoy saliendo del trabajo. ¿A qué hora es el juego?».«Es a las siete y media, pero yo tengo que estar antes para calentar y otras cosas».Acordaron verse en club, él le dio una serie de especificaciones sobre cómo llegar al lugar y luego se despidieron. Pletórica, cenó con una sonrisa estirándole los labios. Se fue a la cama llena de alegría y se levantó de la misma manera. El jueves y el viernes le resultaron eternos, aunque llenos de ensoñación. Se sorprendió de que su jefe Jheral expresase lo linda que se veía dirigiéndole una mirada escrutadora de auténtica curiosi
Santiago la miró subir las gradas y el capitán del equipo aplaudió frente a su cara pidiéndole atención. Debía estar atento, pero ese comentario inesperado de Christina le puso a funcionar la mente en todas direcciones. Que el culo de ella también se veía fantástico en esos jeans, no obstante, se recordó así mismo que debía guardar la calma, que sin importar lo atrevida que ella podía ser verbalmente, era la misma chica que se puso a llorar en pleno coito. Ese pensamiento lo sacudió, haciéndolo volver a la realidad, apaciguando la dureza que se presentaba tirante entre la ropa interior. Se obligó a prestar atención, repasó las jugadas una vez más con el resto de los jugadores, preparándose para el inicio del partido.—¿Y esa chica? —preguntó Roswel, el esposo de Isbel.—Alguien con quien estoy saliendo.—¿En serio? Debe tener como veinticinco años. ¿Y eso que dejaste de planchar arrugas?—Roswel… —siseó Santiago, molesto —No es