«De acuerdo, genial entonces, casualmente ni mis padres, ni mí hermana van a este juego, así que iba a estar solo. Tu compañía de seguro me da suerte».
«Entonces con más razón tengo que asistir, seré tu porrista».«Eso suena muy bien, paso por ti a las seis».Ah joder, a esa hora no puedo.«No, yo iré por mi cuenta, a esa hora apenas estoy saliendo del trabajo. ¿A qué hora es el juego?».«Es a las siete y media, pero yo tengo que estar antes para calentar y otras cosas».Acordaron verse en club, él le dio una serie de especificaciones sobre cómo llegar al lugar y luego se despidieron. Pletórica, cenó con una sonrisa estirándole los labios. Se fue a la cama llena de alegría y se levantó de la misma manera. El jueves y el viernes le resultaron eternos, aunque llenos de ensoñación. Se sorprendió de que su jefe Jheral expresase lo linda que se veía dirigiéndole una mirada escrutadora de auténtica curiosiSantiago la miró subir las gradas y el capitán del equipo aplaudió frente a su cara pidiéndole atención. Debía estar atento, pero ese comentario inesperado de Christina le puso a funcionar la mente en todas direcciones. Que el culo de ella también se veía fantástico en esos jeans, no obstante, se recordó así mismo que debía guardar la calma, que sin importar lo atrevida que ella podía ser verbalmente, era la misma chica que se puso a llorar en pleno coito. Ese pensamiento lo sacudió, haciéndolo volver a la realidad, apaciguando la dureza que se presentaba tirante entre la ropa interior. Se obligó a prestar atención, repasó las jugadas una vez más con el resto de los jugadores, preparándose para el inicio del partido.—¿Y esa chica? —preguntó Roswel, el esposo de Isbel.—Alguien con quien estoy saliendo.—¿En serio? Debe tener como veinticinco años. ¿Y eso que dejaste de planchar arrugas?—Roswel… —siseó Santiago, molesto —No es
A Santiago le gustaban las féminas con temple, que no se dejasen intimidar y que se condujesen con mucha propiedad y educación. Le gustaban las mujeres desenvueltas, prácticas, juguetonas, capaces de hacer diferentes actividades siempre con clase. Por lo que, impresionado por Christina, retornó al partido.El segundo tiempo trascurrió de forma más pausada, o al menos, así lo percibió Christina que estaba impaciente por besarlo. Seguía molesta por estar llena de cerveza, aunque había logrado limpiar la chaqueta con una toalla húmeda, alegrándose de que esta la protegiese, dejándole al menos la camiseta seca. A pesar del enfado, nada la hacía despegar los ojos de Santiago, pues si se había pasado todo el día emocionada por el encuentro, luego de verlo jugar, sus ansias se habían multiplicado, haciéndola anhelar estar a solas con él para arrancarle la ropa y manosearlo impúdicamente.Pensó en que había algo exageradamente sensual en un hombre que jugaba Bei
-Claro ¿por qué lo dudas?-Digamos que ya en un pasado las chicas han fingido pasarla bien, para después sincerarse diciendo que les resulta un fastidio estar ahí sentadas.-¿Alguna de ellas jugaba futbol con sus primos? Porque yo sí y normalmente me gusta ver fútbol. No me pierdo los partidos importantes.-¿Juegas Fútbol?-Jugaba, me encantaba, pero mi mamá decía que no era para señoritas, pero joder, tenías que haberme visto metiendo un golf, Santiago sonrió, le pareció que Christina era increíble.-Debiste revelarte a tu madre, el deporte es deporte y lo juega quien quiera.Christina asintió sopesando en que sí, debió haberlo hecho, aunque las cosas entre su madre y ella siempre fueron tan problemáticas, que optó por no llevarle la contraria para que la dejase en paz.-¿Dime qué quieres? A Christina se le ocurrían muchas cosas que quería en ese momento, sin embargo, ni
-Si te mojaste significa que sí.-¿Y qué te parece eso?-Me parece fantástico -contestó mirándole de nuevo la boca con deseo.-No sé por qué me pongo a llorar, Santiago. No tengo ni idea. -Soltó sin más, ante el miedo latente de perder el coraje y ser incapaz de explicarse. Se conocían tan poco y, aun así, ya tenía bien en claro que deseaba que todo funcionara entre ambos. Él asintió, sin imaginarse lo difícil que era para ella hablar sobre la situación.-¿Podemos hablar del tema? ¿Puedo preguntarte algunas cosas?Christina se llevó las manos a la cara abochornada, cavilando que todo sería más difícil de lo que había pensado -No, no te tapes la cara, que yo te acabó de decir algo bien sucio y me miraste lujuriosa. Tienes que ser fuerte para esto también.-Tú me pones así, en cambio hablar de eso otro es difícil para mí. No sé por dónde empezar.-Déjame eso a mí, responde con tranquilidad a mis preguntas, las que puedas, las que no, las dejamos para otro momento. ¿De acuerdo? -Ella as
-Bueno... yo nunca he acabado con sexo oral, así que técnicamente no sé.-¿Qué? ¿Pero por qué? -Christina se volvió a tapar la cara avergonzada, no pensaba contarle que su ex era demasiado perezoso y que después de cinco minutos, decía que se le había dormido la lengua y pasaba a otras cosas -¿Pero te gusta?Christina se encogió de hombros.-Sí... Creo.-De acuerdo, siguiente punto... -dijo entiendo su incomodidad.-Y nunca he tenido sexo anal -interrumpió antes de que se lo preguntase.-Oh, ok. Pero, ¿por qué? ¿No te gusta o nunca lo intentaste?-No me llama la atención, así que nunca quise intentarlo.-De acuerdo. --¿A ti si te gusta? -Y después que lo preguntó, Christina se arrepintió de hablar, pensando en que era una pregunta absurda -Olvídalo, no contestes. -Continuó, negando con la cabeza.-Sí me gusta, aunque no es como que no pueda vivir sin eso. Nor
Christina reaccionó al estimuló abriendo las piernas, inconsciente, retorciéndose entre la ansiedad paralizante y el deseo caliente que se le extendía por el cuerpo. Aquello le permitió a Santiago tener más espacio para colarse entre las suntuosas carnes de sus muslos mullidos. Lamió la extensión de piel nívea, encantado con su tersura y la forma en que los músculos se le contraían involuntarios ante sus atenciones. Alzó el rostro, dedicándole una mirada lasciva justo cuando posó la boca sobre su ropa interior blanca, soplando aire caliente sobre la tela. Se regodeó al escucharla gimotear, por lo que continuó mordisqueando con suavidad los labios bajo la prenda húmeda. El cuerpo de Christina se arqueó, para después jadear de una forma que él encontró fascinante. Inspiró con fuerza, le pareció que su coño siempre olía de maravilla.-Santiago...-Lo interrumpió al entender sus intenciones -Debo estar un poco sudada.-¿Y?
Santiago, se entretuvo variando el ritmo de sus movimientos, otorgándole profundos lengüetazos e introdujo la lengua en la abertura del coño, mientras le acariciaba el clítoris con la punta de la nariz, para después ascender con premura e hinchárselo con algunas caricias dentadas. Sin percatarse, Christina comenzó a mover las caderas involuntariamente, acompasando los movimientos de la boca de Santiago, que era codicioso, quería más, anhelaba escucharla gritar, así que se concentró en acariciar ese punto sensible en su interior con los dedos, dándole un masaje sosegado, torturándola con alevosía, disfrutando de darle placer.Excitado, se apretó el miembro endurecido con una mano, las ganas de penetrarla eran apremiantes, pero escucharla gemir resultaba más estimulante. Christina lo perturbaba con cada vocalización de satisfacción que le regalaba. El placer era para ella, pero, en realidad, era él quien gozaba escuchándola gemir. Se relamió, degustando el sabor de Chris
Se movió con celeridad al baño, necesitado de enfriar su cuerpo acalorado. En su mente, estaba tatuada de forma permanente, y aunque, eso lo tenía sobre estimulado al punto de no querer parar de besarla, decidió que lo mejor era darle un poco de espacio para que ella procesara a solas lo ocurrido de la manera que requiriese. Christina quedó despatarrada y pensativa sobre el sofá, asimilando que acababa de tener el clímax de su vida. Cerró las piernas, apretando los muslos, acostumbrándose a esa sensación de plenitud que la embargaba, notando cómo el sexo se le contraía aún, porque una parte del orgasmo se seguía diluyendo en su cuerpo. Se incorporó, sentándose con la espalda pegada al respaldo, se abrazó a sí misma y entendió que no necesitaba pensar nada más, no dejaría que sus conflictos mentales la llenaran de dudas. Se animó, analizando que él no parecía juzgarla por nada, ni siquiera por su ataque de llanto de la vez pasada. Al contrario, se había interesado en lo que la aqueja