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A Santiago le gustaban las féminas con temple, que no se dejasen intimidar y que se condujesen con mucha propiedad y educación. Le gustaban las mujeres desenvueltas, prácticas, juguetonas, capaces de hacer diferentes actividades siempre con clase. Por lo que, impresionado por Christina, retornó al partido.

El segundo tiempo trascurrió de forma más pausada, o al menos, así lo percibió Christina que estaba impaciente por besarlo. Seguía molesta por estar llena de cerveza, aunque había logrado limpiar la chaqueta con una toalla húmeda, alegrándose de que esta la protegiese, dejándole al menos la camiseta seca. A pesar del enfado, nada la hacía despegar los ojos de Santiago, pues si se había pasado todo el día emocionada por el encuentro, luego de verlo jugar, sus ansias se habían multiplicado, haciéndola anhelar estar a solas con él para arrancarle la ropa y manosearlo impúdicamente.

Pensó en que había algo exageradamente sensual en un hombre que jugaba Bei
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